Crisis olvidadas, ¿Sinónimo de causas perdidas? ¡Depende de nosotros! (Por Elena, Julio, Carmen y Ana) Paradójicamente cada vez hay más conflictos en el mundo y es que cuanto mayor es el progreso para unos pueblos peor les van las cosas a otros muchos. Si unos ganan, otros pierden. Nosotros tenemos suerte de estar en el lado ganador, pero no somos conscientes de que el disfrute de todo lo que tenemos a nuestro alcance trae terribles consecuencias al otro lado.
Irónicamente estos pueblos, generalmente los más ricos en recursos naturales, son los más desfavorecidos porque la codicia de otros les arrebata todo: son echados de sus casas, de sus tierras, perdiendo su medio de vida, teniendo que refugiarse en zonas ajenas, más agrestes; pierden la paz porque se ven envueltos en guerras provocadas por los intereses de los más poderosos; pierden la juventud porque ya desde niños tienen que ir a trabajar en condiciones inhumanas o tienen que convertirse en soldados como si de un juego de batallas se tratase y coger un arma que les han vendido, como si fuese su tabla de salvación, para defenderse del enemigo, siendo que el enemigo, es el mismo que se las proporciona. Pierden todo lo bueno imaginable. Pierden la vida por falta de agua, alimento o por enfermedades, porque por mucha ayuda humanitaria que les llegue, siempre es insuficiente, además de ser una actitud un tanto hipócrita ya que, a menudo, con una mano se les da lo que con la otra se les quita.
Pierden todos los derechos que los demás hemos ganado, ¿dónde está la libertad, la igualdad y la fraternidad?
Carecen de la libertad de poder cambiar su malogrado destino, las desigualdades cada vez son mayores entre ricos y pobres y qué decir de la fraternidad…
Si tuviésemos más presente todo lo que estos pueblos pierden, quizás seríamos capaces de poder renunciar a ese exceso de bienestar que muchas veces no nos hace más felices y que sin embargo conlleva infelicidad y miseria a los más desfavorecidos.
Tenemos que ser más conscientes de lo que pasa en el mundo, estar más informados, no conformarnos con las noticias en titulares y profundizar más en el análisis de las mismas, tenemos que ser exigentes con los gobiernos que nos representan para que sean más transparentes con sus acciones y más eficientes en sus tratados y convenciones y no se queden en puro teatro. Todo tiene que tener sentido, nuestro sentido común para hacer que las cosas vayan mejor para todos, no sólo para unos pocos.
¡No permitamos que las crisis llamadas olvidadas se conviertan en crisis perdidas!.
Reflexionamos ahora sobre algunas crisis olvidadas de distinta índole y cada una se analiza desde distintos puntos de vista, según las secuelas que conllevan, para que sirvan como muestra de lo ocurre en algunas partes del mundo y sus consecuencias. Las tres están localizadas en Africa, por ser quizá el continente donde hay un mayor número de conflictos latentes.
Uganda: la perla olvidada. Uganda, país situado en el corazón de África, cuenta con 30 millones de habitantes que viven fundamentalmente de la agricultura, ya que dispone de gran cantidad de suelo fértil, lluvias regulares y está enclavada en la región de los grandes lagos. Se dice que Winston Churchill la llamó “la perla de África” por su gran belleza natural.
Durante las dos últimas décadas la economía ugandesa ha tenido un desarrollo sólido y ha disfrutado de un crecimiento sostenido, que la ha situado a la cabeza de los países de su entorno. Algunos de estos países son o han sido víctimas de graves conflictos internos en los que Uganda también se ha visto implicada en mayor o menor medida, como es el caso de la República Democrática del Congo, Sudán o Ruanda. Desde su independencia del Reino Unido en 1962, Uganda vivió varios regímenes dictatoriales, primero el de Milton Obote, después el de Idi Amin y por último de nuevo Obote, que volvería al poder hasta su derrocamiento en 1985. Esta época de golpes y contragolpes de estado tuvo como consecuencia numerosas muertes y violaciones de los derechos humanos.
Desde 1986 el gobierno ugandés está presidido por Yoweri Museveni, que ha implantado reformas democráticas con avances muy notables en libertades y protección de los derechos humanos, dotando al país de una cierta estabilidad. Se trata de un régimen democrático joven, pero todavía poco consolidado, con falta de transparencia y con grandes carencias para atender las necesidades básicas y los graves problemas de la población. Uno de los principales problemas ha sido la lucha contra el virus del SIDA, que durante los años 90 llegó a afectar a un 30% de la población, si bien se ha avanzado mucho en este sentido, todavía hay numerosas personas afectadas sin una mínima cobertura médica. Además, pese a haber conseguido logros notables, Uganda sigue teniendo una de las tasas de desnutrición crónica más altas del mundo, la mitad de sus habitantes vive en situación de pobreza, el 40% no tiene acceso a agua potable, la esperanza de vida no llega a los 52 años y el índice de mortalidad infantil sigue siendo muy alto.
Pero por si esto fuera poco, el norte del país ha sufrido una de las crisis internas más cruentas y olvidadas del continente africano y sigue padeciendo sus graves consecuencias. Desde 1986, el Ejército de Resistencia del Señor (más conocido por sus siglas en inglés, LRA) se ha enfrentado a la milicia gubernamental en una guerra que ha durado hasta 2006. El Ejército de Resistencia del Señor fue fundado y está liderado por Joseph Kony, un fanático de ideología católica extrema cuyo objetivo es instaurar un régimen basado en la aplicación estricta de los Diez Mandamientos, que ha masacrado a la población civil de la zona norte, en su mayoría de etnia acholi.
Se estima que el ERS ha asesinado a más de 12.000 personas desde que se inició la guerra, la población obligada a desplazarse de sus hogares y malvivir en campos de refugiados alcanza el millón de habitantes (aunque en 2003 se llegó a los 2 millones de desplazados). Miles de personas han sido violadas, mutiladas o torturadas. 40.000 niños y jóvenes han sido secuestrados, los niños han pasado a engrosar las filas de la guerrilla como niños soldado, siendo obligados a cometer asesinatos y actos abominables contra su propio pueblo, mientras que las niñas han sido utilizadas como esclavas sexuales y para realizar tareas domésticas. En 2006 el ERS declaró un alto el fuego que todavía se mantiene pero hasta ahora se ha negado a firmar un acuerdo de paz, por lo que la salida negociada del conflicto parece complicada. Las secuelas que ha dejado la barbarie de los insurgentes liderados por Kony son gravísimas e innumerables, gran parte de la población del norte de Uganda ha quedado muy traumatizada y marcada psicológicamente. Sus habitantes han sido testigos de innumerables violaciones de los derechos humanos, las condiciones de vida de los numerosos desplazados han hecho que muchos hayan muerto por enfermedades o desnutrición, gran cantidad de heridos y mutilados ya no podrán valerse por sí mismos ni ganarse la vida, buena parte de los niños y niñas secuestrados han sufrido la humillación y el rechazo social cuando han vuelto a sus lugares de origen. Después de todo esto, no es de extrañar que un reciente estudio haya situado al norte de Uganda como el lugar del mundo con un mayor nivel de estrés postraumático.
¿Cuál ha sido el papel de la comunidad internacional en el conflicto y qué acciones ha emprendido para intentar solucionarlo? Pues aunque parezca increíble la implicación de la comunidad internacional en esta grave crisis interna, había sido mínima hasta hace bien poco. Naciones Unidas había asistido con gran pasividad a un conflicto fatal para Uganda pero también muy perjudicial para la estabilidad de la región, ya que también ha salpicado a otros países como Sudán y el Congo. En estos últimos años se han dado algunos pasos significativos, uno de los más importantes quizá haya sido la orden de busca y captura dictada en 2005 por el Tribunal Penal Internacional contra Joseph Kony, su brazo derecho Vincent Otti y otros tres líderes del ERS.
Ante esta gran indiferencia general cabe plantearse la siguiente pregunta: ¿Qué es lo que tiene que ocurrir cuando estalla una grave guerra o crisis humanitaria en una región para que la comunidad internacional se decida a intervenir y asumir su responsabilidad? Uganda es un país que cuenta con importantes yacimientos de cobre y cobalto pero no ha sido productor de petróleo hasta 2006, año en que se descubrieron los primeros pozos. Si echamos un vistazo a las diferentes guerras y conflictos actualmente vigentes en países en desarrollo nos damos cuenta de que, si un país se encuentra en una situación desesperada y con su población seriamente afectada pero carece de importantes recursos naturales o no tiene una posición estratégica privilegiada, entonces no merece la intervención e implicación inmediatas de la comunidad internacional para la resolución del problema. Es tristísimo que se antepongan los intereses económicos y políticos a las personas, que es realmente lo que importa y lo que debería ser nuestra máxima prioridad. Esta parte del planeta a la que llamamos mundo civilizado todavía tiene que dedicar mucho tiempo a reflexionar sobre ello.
República Democrática del Congo: estigmatización de la mujer. ¿Quién llega al hospital?
Un hombre se suicida después de llevar al hospital a su hija de tres años que había sido violada sin que él haya podido protegerla. Una mujer de 62 años, que había sido violada delante de su yerno (relación de parentesco que en la cultura congoleña se considera sagrada) desea morir y no ser tratada en el hospital. Desgarradores testimonios que el Dr. Mukwege, director del hospital de Panza, denuncia.
¿Cómo se ve la violación?
Las consecuencias para las mujeres de la RDC de la última guerra allí sufrida han sido devastadoras para su propia vida y para el país. La violación como arma de guerra va más allá de considerar sus cuerpos como un botín de guerra al que el enemigo más fuerte tiene derecho, sino que la violación es una forma de aniquilar las comunidades a las que pertenecen. La mujer no sólo puede quedar infectada de sida, quedarse embarazada de su violador y con graves traumas psicológicos difíciles de superar, sino que también se ve rechazada por su familia y su marido, quedando sola y abandonada para ganarse la vida.
Muchas familias son obligadas a presenciar la violación, con lo que la vergüenza que experimentan los propios hombres por no haber podido proteger a sus mujeres, motiva la estigmatización de la mujer y el abandono de su hogar. Muchas jóvenes entre doce y dieciocho años, que han sido violadas, han tenido que emigrar a la capital de Kibu sur. Allí o viven en la calle o bien son pasto de las redes de la prostitución.
Aunque la legislación internacional y la ley nacional congoleña sobre violencia sexual penan estos delitos sexuales, la mayor parte de los delitos de violación quedan impunes por la escasez de servicios que limitan las investigaciones, por el miedo y la presión social o por la falta de medios de las víctimas que no inician procedimientos jurídicos contra sus agresores.
Según un informe de Amnistía Internacional, que recoge testimonios de víctimas y de testigos de violaciones en Kibu septentrional, resulta escalofriante comprobar que el cuarenta por ciento de las violaciones registradas en el 2007 eran de menores de las FDLR (fuerzas democráticas de la liberación de Ruanda), las restantes han sido cometidas por civiles.
¿Queda sitio para la esperanza?
ONgs como África Tumaini (“Esperanza para África) o Women for Women Internacional tratan de dar a las víctimas asistencia sanitaria y psicológica. Tras su recuperación incluyen a las víctimas en programas de capacitación profesional para que puedan tener perspectivas de futuro y de mantenerse a sí mismas de forma autónoma.
Fuente: Dossier central Umoya, diciembre 2008. La violación como arma de guerra. Violencia sexual en la República Democrática del Congo.
Sahara: ¿Hasta cuándo Tindouf? No podía imaginar cómo sería el campo de refugiados saharauis en Tindouf, Argelia; no lo podía imaginar hasta que estuve allí… aún así, ahora tampoco puedo imaginar cómo será dentro de otros 34 años.
Si para entonces siguen “viviendo” allí los descendientes de los que a partir de 1975 tuvieron que huir de su tierra, porque nuestro gobierno los dejó “a su suerte” en manos de Mauritania y Marruecos, ¿qué pasará por sus mentes?, ¿cuál será el sentido que hallarán a su existencia en ese lugar?…
Serán los hijos y nietos de aquellos que allí tuvieron que refugiarse, pero que nunca han pisado ni conocido esa tierra de la que tanto hablaban sus padres y abuelos, el Sahara Occidental, la tierra que les pertenecía, la que siempre habían reclamado y por la que habían luchado, tierra que les vio nacer y crecer, pero que nunca vio nacer ni crecer a éstos a los que ahora pertenece.
Tindouf, la tierra que en su lugar les acoge, ha visto como los que la ocupan se organizan, estructuran, construyen escuelas, talleres, hospitales, tienen gobierno, ejército… son un país, pero les falta una pieza muy importante: su tierra.
La tierra acogedora, es una tierra áspera, vacía, sin fruto. Tierra que sólo tiene presente y de la que ni siquiera se quiere futuro. A ésta deben volver los que a otros países han ido a estudiar, a formarse y labrase un “futuro”. En ella viven los niños que en ocasiones han podido salir de allí para recibir tratamiento médico o disfrutar de unas vacaciones en un mundo distinto, todo ello gracias a la solidaridad internacional y, gracias también a ella, pueden seguir alimentándose y subsistiendo, puesto que nada puede sacarse de esa tierra, nada les permite autoabastecerse.
Me pregunto: ¿qué pasará dentro de otros 34 años si todavía permanecen ahí?…, ¿seguirá en sus mentes el anhelo por esa tierra llamada suya?…, ¿seguirán teniendo la fuerza, el empeño y la paciencia que han visto en sus antecesores para permanecer ahí, esperando a que se resuelva algo que parece que, quienes más pueden hacer, no están interesados en que se resuelva?…, ¿podrán soportar una vida en un medio que poco les aporta y donde difícilmente podrán encontrar lo que fuera han visto o desarrollar lo que han aprendido?…
Sin embargo, parece que, a lo lejos, se divisa un oasis en este desierto; aparece una pequeña luz de esperanza, de alternativa. El Frente Polisario, con su voluntad de paz, está reconstruyendo algunas zonas del Sahara aislado del sometimiento marroquí por aquél espantoso muro, ¡bien llamado muro de la vergüenza!. Aunque este territorio es casi tan duro como el que ocupan en Tindouf, por lo menos es tierra de los Saharauis, es su casa y ojalá puedan repoblarla pronto y ¡quién sabe!, quizá más adelante puedan ampliarla tirando ese vasto tabique por medio de una “pequeña” reforma que seguro están dispuestos a llevar a cabo por los medios más pacíficos, como siempre han hecho, sin ruidos que molesten a ningún vecino…, pudiendo así dejar libre la casa que los argelinos les han prestado. Esperemos que ¡¡no sea un desilusionante espejismo!!
Como cierre, este poema que reflexiona sobre todo lo expuesto.
África
África alma alterada Cruzada por mil latigazos Pesadilla Ahogada en sudores fétidos Sangre Desmayo Mi hambre Mi sed Mi cárcel muda Mi grito perdido Ahorcado Inútil Despedazado Calabozo donde todo se fija Palabra Manifiesto Revuelta Mi esperanza
(Paul Dakeyo, Camerún, 1948) |