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![]() Índice Contexto histórico Biografía Cuestiones intraeclesiales Cuestiones extra eclesiales Valoración personal Bibliografía ![]() Contexto histórico Juan Pablo II no solo fue papa durante la Guerra Fría sino que él sufrió desde los 19 años todo el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. Durante este periodo de tiempo los alemanes se dedicaron a cerrar Iglesias y escuelas e incluso perseguían y mataban a sacerdotes. Durante la Segunda Guerra Mundial Karol decide hacerse sacerdote lo cual parecía una locura ya que justo entonces estaban siendo perseguidos. Una vez acabada la Segunda Guerra Mundial, tan solo un año después fue Karol elegido para ser Papa. En esos momentos la Guerra Fría ya había comenzado y el papado de Juan Pablo II tiene mucho que ver con ello. El nuevo Papa conoce tan bien el comunismo que algunos teólogos izquierdistas llegan a confundir en un principio su familiaridad con la ideología de Marx con una simpatía que podría enriquecer el diálogo entre el cristianismo y el comunismo. Pero este no era el caso. Sólo unos meses después, Juan Pablo II viaja a su Polonia natal con un mensaje: «No tengáis miedo». Millones de polacos se echan a la calle. Walesa y los obreros de Gdanks ya no están solos. El movimiento de «Solidaridad» comienza a gestarse y toma impulso. «Las gentes se vieron juntas como una masa enorme y nos dimos cuenta de que éramos capaces de organizarnos solos», recordaría años después Mazowiescki, convertido ya en el primer dirigente polaco no comunista desde la II Guerra Mundial. En Moscú, una camarilla de ancianos estalinistas asiste incrédula a tal demostración de audacia. Lituanos y ucranianos, húngaros y checoslovacos, captan el mensaje del nuevo Papa. Juan Pablo II ha prendido la mecha que terminará por cambiar el mundo tal y como se conoce hasta entonces. «Si los acontecimientos del Este tienen un punto de partida, no es tanto la perestroika como la visita del Papa a Polonia en junio de 1979», escribiría después Guy Sorman. El Papa polaco irrumpe en mundo dividido en bloques, donde todo se da por supuesto desde que en 1945 Stalin embaucara a un Roosevelt enfermo que se precipitaba hacia la agonía. A una lado, las democracias liberales con su economía de mercado. Al otro, el bloque soviético y socialismo real impuesto por los tanques, aún en expansión por Asia e Iberoamérica. Es la Guerra Fría, la del miedo a desencadenar el apocalipsis nuclear en un tablero donde cada nación tiene asignado un papel. Juan Pablo II, que ha sufrido en sus carnes la tiranía nazi primero y la «liberación» del Ejército Rojo después, irrumpe en ese «statu quo» que nadie se atreve a cuestionar con la fortaleza que le otorga su fe en el mensaje de Jesús: «La verdad os hará libres». El cristianismo, explica Juan Pablo II a Vittorio Messori, no es solamente una religión del conocimiento, de la contemplación. «Es –dice– una religión de la acción de Dios y de la acción del hombre». El primer Papa eslavo transmite esa capacidad transformadora de la fe con singular convicción, con una vitalidad y una sencillez que agrieta muros que hasta entonces nadie había imaginado derribar. «Nadie tiene derecho a expulsar a Jesucristo de la historia», proclama. Y la media Europa condenada a vivir bajo regímenes que persiguen el Evangelio empiezan a sentir que la historia juega ahora a su favor. Juan Pablo II se gana las iras de Moscú. Las terminales del comunismo en los países libres se ponen manos a la obra para intentar desacreditar al Vicario de Cristo en la Tierra: ¡es un reaccionario! ¡un enemigo de la distensión entre el Este y el Oeste!, gritan. La esperanza de «Solidaridad». Un año después de su primer viaje a Polonia, «Solidaridad» se ha convertido en la esperanza no sólo de una nación. La Europa sometida por la bota de Moscú sigue con expectación el desafío pacífico de la primera revolución obrera en el paraíso del proletariado, donde los trabajadores comulgan todas las mañanas antes de ocupar sus puestos en la huelga y donde todos reconocen que su fuerza brota de la fe. En las verjas de los astilleros, retratos de Juan Pablo II e imágenes de la Virgen de Czestochowa. «Si se pone mucha atención, se puede sentir cómo late el corazón de la nación en el corazón de la Madre», había explicado el Papa a sus compatriotas en el primer viaje como Pontífice a la colina de Jasna Gora (Montaña clara) donde se encuentra el icono de la patrona de Polonia. El 31 de agosto de 1980 las televisiones de todo el mundo ofrecen la misma imagen: la firma de los acuerdos de Gdanks, que convierten a «Solidaridad» en el primer sindicato libre tras el telón de acero. El imperio comunista contempla la primera grieta en el muro... «La enseñanza social de la Iglesia constituye la base sin la cual nada de esto sería posible, ni siquiera imaginable. Sin esta sólida base, la explosiva situación que prevalecía en Polonia habría degenerado en incontrolables conflictos», recuerda Walesa en sus memorias. La reacción no se hace esperar. 13 de mayo de 1981. Espléndida tarde de primavera en Roma. Veinte mil peregrinos de los cinco continentes asisten en la Plaza de San Pedro a la audiencia general de los miércoles. Un joven, mal afeitado, de tez oscura, traje gris y camisa blanca se abre paso entre la muchedumbre. Busca situarse cerca de la trayectoria que seguirá el «Toyota» blanco con el escudo pontificio que hace unos segundos salió a la plaza por el Arco de las Campanas. El Papa viaja de pie en la parte trasera del descapotable. Le acompañan su secretario, Stanislav Dziwisz, y su ayudante personal, Angelo Gugel. El coche avanza muy despacio. Los fieles se abalanzan para estrechar la mano al Santo Padre. Una mujer le tiende una niña rubia, Juan Pablo II la coge en brazos, la da un beso y la devuelve a su madre. El hombre del traje gris ha conseguido situarse a sólo cinco metros de la barrera. Ha visto la escena. Sus ojos oscuros apenas parpadean, no dejan de seguir la figura del Papa. En su bolsillo empuña una «Browning» de mortífera eficacia. Juan Pablo II acaricia a otro niño, hace la señal de la cruz en su frente, y vuelve a incorporarse. Ha llegado el momento. Pasan 19 minutos de las cinco de la tarde. Suenan dos disparos. Todas las palomas del Vaticano alzan el vuelo. Juan Pablo II cae sobre su secretario. En su rostro se refleja un intenso dolor. El desconcierto es total. Guardias suizos de paisano suben al coche. El conductor acelera para regresar al interior del Vaticano lo antes posible, de nuevo por el Arco de las Campanas. La faja del Papa se tiñe de rojo. El autor de los disparos huye abriéndose paso a codazos. Una ambulancia traslada al herido a la clínica Gemelli. Juan Pablo II no deja de rezar un solo instante. Ingresa en el quirófano en estado muy grave. «Yo sé que disparé bien, miré perfectamente. Sé que el proyectil era devastador y mortal... ¿Por qué entonces usted no ha muerto?». Dos años después, cuando el Papa acudió a la cárcel para perdonar a Alí Agca, éste le reconocería que aquella tarde nunca dudó de que había conseguido su objetivo. El virus polaco. Juan Pablo II salva la vida. Y a esa suerte se suman otras, como la irrupción en la escena internacional de otra figura que iba a convertirse en aliado del Papa para jugar un papel clave en los acontecimientos que habrían de sucederse. Ronald Reagan llega en enero de 1981 a la Casa Blanca compartiendo dos cosas con Juan Pablo II. Una: el argumento a favor de la libertad es un argumento moral, además de político y económico. Dos: en ningún lugar estaba escrito que media Europa tuviera que estar condenada a vivir bajo el comunismo. Ni Juan Pablo II ni Reagan se resignan al fatalismo de tener que considerar esa tiranía como inmutable y trabajan conjuntamente hasta su colapso definitivo, simbolizada en la caída del Muro de Berlín en 1989. Apenas cuatro meses antes del atentado, Juan Pablo II había recibido a Walesa por primera vez en el Vaticano. El Papa no habló sólo para los polacos: «El esfuerzo de aquellas semanas de otoño, aquel inmenso esfuerzo que debe proseguir, no ha sido dirigido contra nadie. No se vuelve contra, se orienta hacia: hacia el bien común», dijo. Y añadió: «Este derecho –que de hecho es un deber, el de acometer semejante esfuerzo–, pertenece a cada pueblo, a cada país. Es un derecho reconocido y confirmado por el código de vida de las naciones». El virus polaco está inoculado en el resto de los países de Europa del Este. Ya no hay vuelta atrás. Lo que entra en crisis es la legitimidad de los regímenes impuestos por los tanques del Ejército Rojo. Son años en los que todavía una gran mayoría de la clase intelectual en Occidente mantiene una ceguera voluntaria sobre los crímenes del sistema soviético, a los que se considera, en palabras de Sartre, «la enfermedad infantil de una nueva historia, el camino suplementario que la humanidad debe recorrer para acceder un día al humanismo». Juan Pablo II conoce la debilidad que deja al comunismo sin futuro: «Los jóvenes ya no le siguen», reconoce en 1985, año en el que un tercer personaje entra en liza: Mijail Gorbachov. Llega para reformar el sistema soviético –algo que era inviable, como se demostraría después– pero la historia le guarda hoy un lugar privilegiado por ser el hombre que renunció al uso de la fuerza para evitar que el imperio levantado por Stalin se viniera abajo. Visto el comportamiento de sus predecesores en Hungría (1956) y Checoslovaquia (1968), el mérito de Gorbachov no es poco. Biografía Desde su nacimiento hasta que se ordena como sacerdote (1920-1946) Juan Pablo II, entonces conocido como Karol Wojtyla, nació el 18 de mayo de 1920 en un pueblo de Polonia. Su madre era una gran católica y por ella Karol había sido enseñado sobre la religión desde su más tierna infancia. Su madre murió en 1929 y su hermano en 1932. La muerte de su hermano fue causada ya que se contagió de una enfermedad al ir a curar a un humilde amigo suyo. Karol a los 9 años recibió la Primera Comunión y a los 18 años recibió la Confirmación. ![]() Su padre y él se mudaron a Cracovia en 1938 para que él pudiese estudiar en la Universidad y también se matriculó en una escuela de teatro. Cuando les invadieron las tropas alemanas, en 1939, estos cerraron la Universidad y Karol tuvo que trabajar en una cantera y más tarde en una fábrica química para evitar ser deportado de Alemania y para conseguir dinero suficiente como para mantenerse así mismo y a su padre. En 1941 su padre, que era un suboficial del ejército polaco, muere durante la ocupación de Polonia por parte de la Alemania Nazi. Su padre siempre se guió en el camino de la Fe. El dolor causado por la muerte de su padre fue muy profundo y el ver la conducta heroica de los sacerdotes que morían en campos de concentración por proteger la Fe más la lectura de San Juan de la Cruz en la que busca consuelo son las que causan la vocación. Karol, en 1942, y con tan solo 22 años y tras sentir que su vocación era el sacerdocio y sigue las clases de formación del seminario clandestino de Cracovia. Al mismo tiempo, Karol, era uno de los promotores del teatro patriótico que también era clandestino. Karol dedicaba su tiempo libre para intentar ayudar a los judíos que estaban escondidos por Polonia. Incluso les daba lo poco que tenía para ayudarles a seguir con vida. Los amigos de Karol decidieron coger armas y luchar contra los intrusos de manera que pillando desprevenidos a altos cargos del ejército alemán los mataban. Karol se negó a ir con ellos ya que él pensaba que con el grupo de teatro conseguiría unir a los polacos mientras que el matar no solucionaba nada. Tras la Segunda Guerra Mundial, continuó sus estudios en el seminario mayor de Cracovia y en la Facultad de Teología. Fue ordenado sacerdote el 1 de noviembre de 1946. Desde que se ordena sacerdote hasta que llega a ser papa (1946-1978) Poco después se traslada a Roma para asistir a los cursos de la Facultad de Filosofía del Pontificio Ateneo Angelicum, allí obtiene el doctorado en Teología en 1948. En 1948, volvió a Polonia, y fue vicario en diversas parroquias de Cracovia y capellán de los universitarios hasta 1951, cuando reanudó sus estudios de Filosofía y Teología. Después en 1953, pasó a ser profesor de Teología Moral y Etica Social en el seminario mayor de Cracovia y en la facultad de Teología de Lublin. En 1958 fue nombrado auxiliar del arzobispo de Cracovia, a quien sucedió en 1964. Ya en esa época, era un líder visible que a menudo asumía posiciones críticas contra el comunismo y los funcionarios del gobierno polaco. Durante el Concilio Vaticano II destacó por sus intervenciones sobre el esquema eclesiástico y el texto sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo. En 1967 el Papa Pablo VI lo nombró cardenal y tan solo 11 años después fue elegido para suceder a Juan Pablo I como Papa, en el 16 de octubre de 1978 convirtiéndose así en el Papa más joven del siglo, el único Papa no italiano desde hace 465 años y además el único procedente de un país comunista. Mientras su papado (1978- 2005) Desde el comienzo de su papado Juan Pablo II exaltó el papel de la Iglesia como maestra de los hombres y destacó la necesidad de una fe robusta, arraigada en el patrimonio teológico tradicional, y de una sólida moral, sin mengua de una apertura cristiana al mundo del siglo XX. Denunció la Teología de la Liberación, criticó la relajación moral y proclamó la unidad espiritual de Europa. El 13 de mayo de 1981 sufrió un grave atentado en la Plaza de San Pedro del Vaticano, donde resultó herido por los disparos del terrorista turco Mehmet Ali Agca. Por culpa de esto, el Papa tuvo que permanecer hospitalizado durante dos meses y medio. El 13 de mayo de 1982, justo un año después del anterior atentado, sufrió un intento de atentado en el Santuario de Fátima durante su viaje a Portugal. Sin embargo, el pontífice continuó con su labor evangelizadora, visitando incansablemente diversos países, en especial los pueblos del Tercer Mundo (África, Asia y América del Sur). Igualmente, siguió manteniendo contactos con numerosos líderes religiosos y políticos, destacando siempre por su carácter conservador en cuestiones sociales y por su resistencia a la modernización de la institución eclesiástica. El pontificado de Juan Pablo II no ha estado exento de polémica. Su talante tradicional le ha llevado a sostener algunos enfoques característicos del catolicismo conservador, sobre todo en lo referente a la prohibición del aborto y los anticonceptivos, la condena del divorcio y la negativa a que las mujeres se incorporen al sacerdocio. Sin embargo, también ha sido un gran defensor de la justicia social y económica, abogando en todo momento por la mejora de las condiciones de vida en los países más pobres del mundo. Tras un proceso de intenso deterioro físico, que le impidió cumplir en reiteradas ocasiones con sus apariciones públicas habituales en la plaza de San Pedro, Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005. Su desaparición significó para algunos la pérdida de uno de los líderes más carismáticos de la historia contemporánea; para otros implicó la posibilidad de imaginar una Iglesia católica más acorde a la sociedad moderna. En cualquier caso, su muerte ocurrió en un momento de revisionismo en el seno de la institución, de una evaluación sobre el protagonismo que tiene en el mundo de hoy y el que pretende tener en el del futuro. Su sucesor, Benedicto XVI, anunció ese mismo año el inicio del proceso de beatificación de Juan Pablo II. ![]() Cuestiones intraeclesiales Las encíclicas de Juan Pablo II eran: Encíclicas que tratan del tríptico trinitario: - Redemptor hominis - Dives in Misercordia - Dominium et Vivificantem Encíclicas que tratan de temas sociales: - Laborem Exercens - Sollicitudo Rei Socialis - Centesimus Annus Encíclicas que tratan de temas de eclesiología: - Slavorum Apostoli - Redemptoris Missio - Ut Unum Sint - Ecclesia de Eucharistia - Redemptoris Mater Encíclicas que se podrían situar en el ámbito antropológico: - Evangelium Vitae - Fides et Ratio - Veritatis Splendor Todos estos temas anticipan toda la gran obra del Papa, están conectados por una visión cuya dirección trata de describir en ellas. Juan Pablo II explicaba que los intelectuales católicos polacos habían tratado de luchar contra el materialismo marxista convertido ya en doctrina oficial. Pero pronto se desplazó el centro del debate: ya no se hablaba sobre las bases filosóficas de las ciencias naturales, sino sobre la antropología. El núcleo de la discusión pasó a ser: ¿qué es el hombre? La cuestión antropológica no es una teoría filosófica sobre el hombre que tiene un carácter existencial. Juan Pablo II se propuso el gran objetivo de posicionar a la Iglesia como faro y guía del mundo contemporáneo. Esto lo hizo mediante varios métodos.
A lo largo de sus casi 27 años de pontificado nombró a un total de 232 cardenales. Cuestiones extraeclesiales Juan Pablo II realizó 104 viajes apostólicos fuera de Italia, y 146 por el interior de este país. Además, como Obispo de Roma, visitó 317 de las 333 parroquias romanas. Más de 17.600.000 peregrinos participaron en las 1166 Audiencias Generales, además de las audiencias especiales y las ceremonias religiosas [en la que acudieron 8 millones de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000] y los millones de fieles que el Papa encontró durante las visitas pastorales. Se entrevistó durante las 38 visitas oficiales y los 738 encuentros con jefes de Estado. Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las Jornadas Mundiales de la Juventud. En las 19 ediciones de la JMJ celebradas a lo largo de su pontificado se reunieron millones de jóvenes de todo el mundo. Además, su atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros mundiales de las familias, inaugurados por él en 1994. Juan Pablo II promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de las demás religiones. Los sitios que visitó fueron: |
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