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Fue a orillas de la ideología, en 1945, con muchos Sanchos y muy pocos Quijotes (y casi ningún Sansón Carrasco) que Juan Perón puso en marcha la estrategia nacional posible en esa coyuntura. Organizo a medias un “partido político” para dar la cuantitativa batalla electoral, al margen de lo cualitativo. Echó las bases de una doctrina nacional, con sustanciales ingredientes de pueblo. Y puso en marcha, haciendo de tripas corazón –en un país mucho más heterogéneo que en el de 1974- lo que desde entonces llamamos el Movimiento Nacional. Pero al peronismo le costó, desde la cuna, entrar por el brete del “partido”. Los amantes de la historia política argentina saben cuantos sudores y dolores de cabeza pasó el coronel antes de lograr la unidad de sus huestes partidarias. Y saben también como se desarrollo la vida del partido a lo largo de treinta años. Es que en la medida en que el peronismo es síntesis posible de lo nacional, su ser histórico se identifica con el Movimiento. En un texto de fines de 1971 leemos lo que tantas veces Perón reiteró y machacó: “La fuerza del Peronismo radica en gran parte en su condición de Movimiento Nacional y no de partido político. Lo moderno y que obedece a las nuevas formas impuestas por la evolución y las modernas necesidades, es una ideología, transformada en doctrina, que luego se rodea de una mística con que el hombre suele rodear todo lo que ama. Ese es el único “caudillo” que resiste la acción destructora del tiempo en las evolucionadas comunidades modernas”. Aquí, y en el Modelo de 1974 es bien clara la propuesta de integración regional y continental, que nos desocuparán, al fin, del modelo insular de la Pampa Húmeda, ya transitado por el viejo país de los argentinos. Fermín Chaves -Introducción de la cuarta edición del año 1983, El Cid Editor- Fundación para la Democracia Argentina- -------------------------------------------------------------------------------- Prologo Treinta años de lucha política por el país, en el pensamiento, la acción y la reflexión, me han suscitado la convicción de que nuestra argentina necesita definir y escribir un Proyecto Nacional. Este Proyecto tiene que ser verdaderamente “nacional”; vale decir, realizado por el país. En consecuencia, todos los sectores políticos y sociales y todos los ciudadanos, tienen el deber cívico y moral de aportar su idea. Para cumplir con este deber, hoy entrego al país este trabajo al que denomino “Modelo Argentino”. Están aquí sistematizados los pensamientos de una vida de servicio, en la forma mas sencilla en que ellos pueden ofrecerse al Pueblo. Las inevitables imperfecciones de la obra humana que este Modelo Argentino signifique, me han sugerido también la necesidad de considerarlo como una propuesta de lineamientos generales, antes que de soluciones definitivas. Su discusión esclarecedora por parte de todos los grupos representativos de nuestra comunidad, posibilitará establecer el camino mas acertado para alcanzar los propios objetivos nacionales. Ella contribuirá, a su vez, a profundizar este Modelo para que de él surja lo que deberá ser nuestro Proyecto Nacional. El Modelo Argentino se constituirá también en un importante elemento de juicio a ser considerado en la Reforma de nuestra Constitución Nacional, toda vez que su contenido reflejará el sentir de la inmensa mayoría de los argentinos. Invité a todos a participar de la doble empresa: analizar este Modelo Argentino y elaborar su propia expresión de nuestro Proyecto Nacional. Hasta aquí el aporte del ciudadano. El del gobernante será crear el Consejo para el Proyecto Nacional, a fin de que la participación del ciudadano, de los grupos sociales y partidos políticos, tenga un cauce institucionalizado para posibilitar que toda idea útil se aproveche y preservar permanentemente el Modelo, ajustándose a la realidad de un mundo en constante evolución. Solo la idea vence al tiempo. Hagamos de ella nuestro medio esencial para la lucha interna; institucionalicemos la lucha por la idea y usemos todo nuestro patriotismo para dar mas potencia a la institucionalización de este proceso nacional. El mundo será universalista; la organización de los países del Tercer Mundo constituye una forma de tránsito necesario hacia un universalismo justo; la etapa del continentalismo, a su vez, es un camino para ambas cosas. Nuestra Argentina tiene que tener un papel activo y relevante en todo este proceso y no debe seguir resignadamente lo que elaboren los demás. Tanto el incentivo interno de nuestra propia responsabilidad para con el país y sus hijos, como el devenir histórico del mundo en su totalidad, nos convencen de la necesidad de elaborar nuestro propio modelo. No necesitamos soportar agresiones que actúan como factor desencadenante de nuestra acción creativa. Nos basta con nuestra capacidad para ver el futuro. Tal vez éste sea uno de los mayores aportes que puedo hacer a mi Patria. Solo con su entrega, me siento reconfortado y agradecido de haber nacido en tierra argentina.- JUAN D. PERON -------------------------------------------------------------------------------- PRIMERA PARTE FUNDAMENTACION CONCEPTO DEL MODELO ARGENTINO Cuando pienso en los acontecimientos cruciales de la historia del país, encuentro en ellos las huellas profundas de una toma de conciencia verdaderamente nacional. Este proceso se ha distinguido por una denodada pugna entre esa creciente conciencia y las fuerzas que han tratado de impedir implacablemente su libre expresión. El Modelo Argentino pretende ser, precisamente, la interpretación de esa conciencia nacional en procura de encontrar su cauce definitivo. 1- Ideología y Doctrina Nacional Nuestra Patria necesita imperiosamente una ideología creativa que marque con claridad el rumbo a seguir y una doctrina que sistematice los principios fundamentales de esa ideología. Para ello debemos tener en cuenta que la conformación ideológica de un país proviene de la adopción de una ideología foránea o de su propia creación. Con respecto a la importación de ideologías –directamente o adecuándolas- se alimenta un vicio de origen y es insuficiente para satisfacer las necesidades espirituales de nuestro Pueblo y del país como unidad jurídicamente constituida. El mundo nos ha ofrecido dos posibilidades extremas: el capitalismo y el comunismo. Interpreto que ambas carecen de los valores sustanciales que permiten concebirlas como únicas alternativas histórico-políticas. Paralelamente, la concepción cristiana presenta otra posibilidad, pero sin una versión política, suficiente para el ejercicio efectivo del gobierno. Los argentinos tenemos una larga trayectoria en esto de importar ideologías, ya sea en forma total y parcial. Es contra esta actitud que ha debido enfrentarse permanentemente nuestra conciencia. Las bases fértiles para la concepción de una ideología nacional coherente con nuestro espíritu argentino, han surgido del mismo seno de nuestra Patria. El Pueblo, fuente de permanente creación y autoperfeccionamiento, estaba preparado hace treinta años para conformar una ideología nacional, social y cristiana. Sin embargo, no fuimos comprendidos cuando, respondiendo a esa particular exigencia histórica, propugnamos la justicia social como inmanente al ser nacional, a pesar de que la justicia social está en la base de la doctrina cristiana que surgió en el mundo hace 2000 años. Al calor de intereses políticos y económicos se originaron numerosos equívocos –como la identificación de la democracia con el liberalismo- promoviendo confusiones ideológicas que, en su momento, configuraron el marco necesario para el mantenimiento de intereses imperialistas. No obstante, esa ideología intrínsecamente argentina, y la consecuente doctrina, crecieron en la conciencia del Pueblo. El Modelo Argentino no quiere ser otra cosa que la expresión representativa de y la síntesis prospectiva de una ideología y una doctrina nacionales. La creación ha nacido del Pueblo y el ciudadano que ofrece hoy el presente conjunto de ideas, valores y objetivos concretados bajo en nombre de Modelo Argentino, tal vez no tenga otra virtud que la de haber querido o interpretado la voluntad de ese Pueblo. Es por eso que este Modelo no es una construcción intelectual surgida de minorías, sino una sistematización orgánica de ideas básicas desarrolladas a lo largo de treinta años. Ahora es posible ofrecer este Modelo al país, después de que la representación popular ha sido reimplantada. Si el Modelo Argentino encarna la voluntad de nuestro Pueblo, será autentico. Si es auténtico, será útil a la Patria. Y si es útil, cumplirá con su propósito histórico. 2- El Modelo Argentino y el Justicialismo. El Justicialismo es el resultado de un conjunto de ideas y valores que no se postulan: se deducen y se obtienen del ser de nuestro propio Pueblo. Es como el Pueblo: nacional, social y cristiano. Hace muchos años anuncié tales características del Justicialismo, prácticamente en estos mismos términos, y afirme su sentido al expresar que “el Justicialismo es una filosofía de la vida, simple, práctica, popular, profundamente cristiana y profundamente humanista”. Esta búsqueda de respuestas a las necesidades integrales del país, que parten de una clara ideología, comenzó en la década de los 40. El 1º de Mayo de 1948 la posición fue llamada “Justicialismo”, abriéndose así las posibilidades de una liberación conceptual en la que intervengan mandatarios, líderes, políticos y Pueblo. La aparición y la evolución de la concepción Justicialista es la del desarrollo histórico natural de nuestras ideas; y es patrimonio de todo el Pueblo argentino; en esa medida, el ideólogo es solo un intérprete. No obstante en nuestro país todavía persisten muchos esclavos de la injusticia y de la inseguridad. Ni la justicia social ni la libertad –recíprocamente apoyadas- son comprensibles en una comunidad integrada por hombres que no se han realizado plenamente en su condición humana. Es por eso que el Justicialismo quiere para el hombre argentino: - Que se realicen en sociedad, armonizando los valores espirituales con los materiales y los derechos del individuo con los derechos de la sociedad; - Que haga una ética de su responsabilidad social; - Que se desenvuelva en plena libertad en un ámbito de justicia social; - Que esa justicia social esté fundada en la ley del corazón y la solidaridad del Pueblo, antes que en la ley fría y exterior; - Que tal solidaridad sea asumida por todos los argentinos, sobre la base de compartir los beneficios y los sacrificios equitativamente distribuidos; - Que comprenda a la Nación como una unidad abierta generosamente con espíritu universalista pero conciente de su propia identidad. He dicho una vez que la comunidad a la que aspiramos es aquella donde la libertad, la justicia y la responsabilidad son fundamentos de una alegría de ser, basada en la certeza de la propia dignidad. En tal comunidad el individuo posee realmente algo que ofrecer e integrar al bien general, y no solo su presencia muda y temerosa. Nosotros creemos en la comunidad, pero en la base de esa convicción se conserva un profundo respeto por la individualidad y su raíz es una suprema fe en el tesoro que el hombre representa, por el solo hecho de su existencia. Cuando en la Segunda Guerra Mundial las dos potencias ideológicas opuestas se unieron para terminar con un tercer grupo de países en discordia con el orden imperante, Argentina no se sometió. Nuestra rebelión fue entonces como sigue siendo ahora, una cuestión de personalidad y de dignidad nacional. Para no someterse, había que crear una respuesta diferente, propia, argentina. Esa respuesta fue el Justicialismo. Pero como un Modelo que aspire a servir seriamente al país, solo puede ofrecerse después de un periódico histórico de prueba, hubo que esperar tres décadas para poder elaborar la expresión, ya mas formalizada, de una ideología, a fin de entregarla ahora a la fuerza creativa de nuestra nacionalidad. OBJETIVOS DEL MODELO ARGENTINO 1- Un ámbito de Coincidencia Nacional.- El primer objetivo del Modelo Argentino consiste en ofrecer un amplio ámbito de coincidencia para que de una vez por todas los argentinos clausuremos la discusión acerca de aquellos aspectos sobre los cuales ya deberíamos estar de acuerdo. Es imprescindible que mis conciudadanos comprendan que la presencia central del Justicialismo en un Modelo que deseo para todos los argentinos, sin exclusiones de sectores, no responde al intento de forzar una indebida generalización de principios meramente partidarios. Si acudo a la respuesta justicialista no es por sectarismo o personalismo; estoy lejos de una actitud semejante. La fundamentación justicialista no se incorpora por reflejar un sector parcial de opinión ideológico-político, sino por razones de índole totalmente diferente. En primer lugar, porque encarna principios permanentes emanados de la esencia misma del hombre. En segunda instancia, porque el Pueblo ha impregnado al Justicialismo de las constantes básicas de nuestra nacionalidad. Por último, como Tercera Posición, porque define una histórica definición de autonomía e identidad nacional. Sin tales principios y constantes, sin esa identidad, no hay posibilidad de conformar un Modelo en el cual cada argentino que ama a su Patria se reconozca. Estos motivos me alientan en la inspiración de obtener la coincidencia necesaria para trazar una política nacional. La grandeza del país y la felicidad del Pueblo argentina, son dos objetivos esenciales que, a mi juicio, deben guiar nuestro pensamiento y acción. Partiendo de esta premisa podemos empezar a construir. Solo necesitamos unanimidad conceptual para hacer lo que la mayoría decida. Por eso, las grandes líneas de coincidencia únicamente pueden nacer del Pueblo, manifestándose en sus representantes a través de organizaciones de pacífica convivencia humana. Si se quiere salvaguardar la Nación que hemos recibido y seguir adelante en el proceso de preservarla y depurarla, o se usa la política de la fuerza, o bien se elabora la fuerza necesaria para respaldar una política. Una Argentina de felicidad y de grandeza admite únicamente la segunda alternativa. Necesitamos pues, crear la fuerza requerida para sustentar una política nacional. Es esta hora de su realización. Tengamos en cuenta el ejemplo que nos muestra el mundo; en el que está ganando terreno la idea de que el bienestar de los Pueblos se halla por encima de las concepciones políticas dogmáticas. Esto origina un campo de mutuo respeto, que parece nutrirse en bases de civilización, de comprensión y de tolerancia hacia las ideas de los demás. No tengo dudas que este es un momento crucial de nuestra Patria; o profundizamos las coincidencias para emprender la formidable empresa de clarificar y edificar una gran Nación, o continuamos paralizados en una absurda intolerancia que nos conducirá a una definitiva frustración. 2- La Futura Comunidad Argentina El segundo de los objetivos radica en concretar el ámbito del consenso, configurando el ámbito de consenso, configurando los caracteres que los argentinos anhelamos para nuestra comunidad del futuro. Todo país enfrenta, en algún momento de su historia, con la obligación de definir principios, valores y conductas generales, pero también caracteres que perfilen recorten su nacionalidad. Corresponde a un Modelo la estructuración de estas propiedades que no hacen mas que traducir la idiosincracia del Pueblo. La carencia de un Modelo de referencia ha causado, en nuestro país, graves efectos sociales, económicos y, particularmente, políticos. Ha llegado el momento de tomar conciencia de que en la Argentina nadie tiene derecho de esperar que la sociedad madure por si sola. Los argentinos intuimos ya que no es posible insistir en nuestra vacilaciones: la historia reclama de nosotros la consolidación de una fisonomía nacional. Para ello, corresponde al Modelo Argentino reafirmar la forma socio-política que satisfaga a todo el país. |
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