descargar 44.72 Kb.
|
Nietzsche La fuente original del lenguaje y del conocimiento no está en la lógica “El origen del lenguaje no sigue un proceso lógico” sino en la imaginación, en la capacidad radical e innovadora que tiene la mente humana de crear metáforas, analogías y modelos. El edificio de la ciencia se alza sobre las arenas movedizas de ese origen. El impulso de la verdad tiene su raíz en la inconsciencia, en el olvido de que el concepto es el residuo de una metáfora. Verdad= mentira confortable conscientemente admitida implica el mensaje de que la vida humana es inconfortable. La verdad es una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que después de un prolongado uso, un pueblo considera ilusiones de las que se ha olvidado que lo son. No sabemos todavía de donde procede el impulso hacia la verdad, pues hasta ahora solamente hemos prestado atención al compromiso que la sociedad establece para existir: ser veraz, es decir, utilizar las metáforas usuales, por tanto solo hemos prestado atención al compromiso de mentir de acuerdo con una convención firme… El individuo sueña cabalgando en el lomo de un tigre. En algún apartado rincón del universo centellante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la Historia Universal pero al fin de cuentas, solo un minuto. Verdad= una designación de las cosas uniformemente valida y obligatoria, el poder legislativo de la lengua proporciona las primeras leyes de verdad. Los diferentes lenguajes ponen en evidencia que con las palabras jamás se llega a la verdad ni a una expresión ademada pues sino no habría tantos lenguajes ![]()
![]()
![]() Sobre la evolución literaria Juri Tinianov La historia literaria conserva el estatuto de territorio colonial, dominada por un psicologismo individualista que sustituyo los problemas literarios propiamente dichos por problemas relativos a la psicología del autor que reemplaza el problema de la evolución literaria por el de la génesis de los fenómenos literarios. Dos tipos de fenómenos: el estudio de la génesis de los fenómenos literarios y el estudio de la variabilidad literaria es decir la evolución de la serie. El punto de vista adoptado para estudiar un fenómeno determina no solo su significación sino también su carácter. Asimismo, un mismo elemento desempeña papeles distintos en sistemas diferentes. El léxico de una obra entra en correlación simultáneamente con el léxico literario y el general y con otros elementos de esas obras. La función de los arcaísmos, por ejemplo, depende del sistema en el que están empleados. Es incorrecto extraer elementos particulares y relacionarlos directamente con series similares pertenecientes a otros sistemas sin tener en cuenta su función constructiva (función constructiva: posibilidad de entrar en correlación con otros elementos del mismo sistema y con el sistema entero). Cf. Genet Palimpsestos. Ni la literatura contemporánea puede ser estudiada aisladamente. La existencia de un hecho como hecho literario depende de su cualidad diferencial, es decir correlación con una serie literaria o extra literaria (nuevamente Cf. Intertextos). Es decir, depende de su función: lo que es hecho literario para una época será fenómeno lingüístico dependiente de la vida social para otra, según el sistema literario con referencia al cual se sitúa el hecho. ¿En qué consiste la automatización de tal o cual elemento? El desgaste de un elemento literario no hace que desaparezca el elemento sino que cambia su papel. El estudio de los géneros literarios es imposible fuera del sistema en el cual y con el cual están en correlación. ¿En qué consiste la correlación de la literatura con las series vecinas?¿Cuales son las series vecinas? : La vida social. ¿Cómo y en qué entra la vida social en correlación con la literatura? Por su aspecto verbal (CF Voloshinov) la literatura tiene una función verbal en relación con la vida social. La función constructiva y la correlación de elementos en el interior de la obra reducen la intención del autor. La libertad de creación es una consigna optimista pero no se corresponde con la realidad y cede su lugar a la necesidad de creación. La orientación de la obra literaria será su función verbal, su correlación con la vida social. En ciertas épocas la biografía se convierte en literatura oral apócrifa. El estudio directo de la psicología del autor y el establecimiento de una relación de causalidad entre los medios, su vida, su clase social y sus obras es un trabajo particularmente incierto. Queda claro que se trata de condiciones objetivas y no individuales y psicológicas (que de hecho no pueden dar cuenta de ciertas particularidades y cambios en las obras de ciertos autores), las funciones de las series literaria evolucionaron en relación a las series vecinas.Considerar las formas y las funciones de los fenómenos literarios ![]()
![]() GEORGES BATAILLE El erotismo sagrado Más allá de las precarias posibilidades –dependientes de azares favorables- que aseguran la posesión del ser amado, la humanidad se ha esforzado ya desde sus primeros tiempos en acceder, sin que intervenga el azar, a la continuidad que la libera. El problema se planteó frente a la muerte, la cual aparentemente precipita al ser discontinuo en la continuidad del ser. Este modo de ver no se impone al espíritu de manera inmediata; y sin embargo la muerte, siendo como es la destrucción de un ser discontinuo, no afecta en nada la continuidad del ser, que generalmente existe fuera de nosotros. No olvido que, en el deseo de inmortalidad, lo que entra en juego es la preocupación por asegurar la supervivencia en la discontinuidad –la supervivencia del ser personal-; pero esta cuestión la dejo de lado. Insisto en el hecho de que, estando la continuidad del ser en el origen de los seres, la muerte no la afecta; la continuidad del ser es independiente de ella. O incluso al contrario: la muerte la manifiesta. Este pensamiento me parece que debería ser la base de la interpretación del sacrificio religioso, del cual dije que la acción erótica se le puede comparar. Al disolver la acción erótica a los seres que se adentran en ella, ésta revela su continuidad, que recuerda la de unas aguas tumultuosas. En el sacrificio, no solamente hay desnudamiento, sino que además se da muerte a la víctima (y, si el objeto del sacrificio no es un ser vivo, de alguna manera se lo destruye). La víctima muere, y entonces los asistentes participan de un elemento que esa muerte les revela. Este elemento podemos llamarlo, con los historiadores de las religiones, lo sagrado. Lo sagrado es justamente la continuidad del ser revelada a quienes prestan atención, en un rito solemne, a la muerte de un ser discontinuo. Hay, como consecuencia de la muerte violenta, una ruptura de la discontinuidad de un ser; lo que subsiste y que, en el silencio que cae, experimentan los espíritus ansiosos, es la continuidad del ser, a la cual se devuelve a la víctima. Sólo una muerte espectacular, operada en las condiciones determinadas por la gravedad y la colectividad de la religión, es susceptible de revelar lo que habitualmente se escapa a nuestra atención. Por lo demás, no podríamos representarnos lo que aparece en lo más secreto del ser de los asistentes si no pudiéramos referirnos a las experiencias religiosas que hemos realizado personalmente, aunque fuese durante la infancia. Todo nos lleva a creer que, esencialmente, lo sagrado de los sacrificios primitivos es análogo a lo divino de las religiones actuales. Dije hace un rato que hablaría de erotismo sagrado; me hubiera hecho entender mejor si hubiese hablado ya de entrada de erotismo divino. El amor de Dios es una idea más familiar y menos desconcertante que el amor de un elemento sagrado. No lo he hecho, repito, porque el erotismo cuyo objeto se sitúa más allá de lo real inmediato está lejos de ser reducible al amor de Dios. He preferido ser poco inteligible antes que inexacto. En esencia, lo divino es idéntico a lo sagrado, con la reserva de la relativa discontinuidad de la persona de Dios. Dios es un ser compuesto que tiene, en el plano de la afectividad, incluso de manera fundamental, la continuidad del ser de la que hablo. La representación de Dios no está por ello menos vinculada, tanto en la teología bíblica como en la teología racional, a un ser personal, a un creador que se distingue del conjunto de lo que es. De la continuidad del ser, me limito a decir que, en mi opinión, no es conocible, aunque, bajo formas aleatorias, siempre en parte discutibles, de ella nos es dada una experiencia. En mi opinión, sólo la experiencia negativa es digna de atención, pero esa experiencia es rica. Jamás deberíamos olvidar que la teología positiva siempre va acompañada de una teología negativa, que halla su fundamento en la experiencia mística. Aunque sea claramente distinta de ella, la experiencia mística se da, me parece, a partir de la experiencia universal que constituye el sacrificio religioso. Introduce, en el mundo dominado por un pensamiento que se atiene a la experiencia los objetos (y al conocimiento de lo que la experiencia de los objetos desarrolla en nosotros), un elemento que, en las construcciones de ese pensamiento intelectual, no tienen ningún lugar, como no sea negativamente, en tanto que determinación de sus límites. En efecto, lo que la experiencia mística revela es una ausencia de objeto. El objeto se identifica con la discontinuidad; por su parte, la experiencia mística, en la medida en que disponemos de fuerzas para operar una ruptura de nuestra discontinuidad, introduce en nosotros el sentimiento de la continuidad. Lo introduce por unos medios distintos del erotismo de los cuerpos o del erotismo de los corazones. Más exactamente, la experiencia mística prescinde de los medios que no dependen de su voluntad. La experiencia erótica, vinculada con lo real, es una espera de lo aleatorio: es una espera de un ser dado y de unas circunstancias favorables. El erotismo sagrado, tal como se da en la experiencia mística, sólo requiere que nada desplace al sujeto. En principio –no se trata de una regla-, la India toma en consideración, y con la máxima simplicidad, una tras otra, las diferentes formas de las que he hablado. La experiencia mística se reserva para la edad madura, cuando la muerte se acerca: para el momento en que faltan las condiciones favorables para la experiencia real. A veces, la experiencia mística, tal como está vinculada a ciertos aspectos de las religiones positivas, se opone a esa aprobación de la vida hasta en la muerte en la que discierno de una manera general el sentido profundo del erotismo. Pero no es necesaria la oposición. La aprobación de la vida hasta en la muerte es un desafío, tanto en el erotismo de los corazones como en el erotismo de los cuerpos. Es un desafío, a través de la indiferencia, a la muerte. La vida es acceso al ser; y, si bien la vida es mortal, la continuidad del ser no lo es. Acercarse a la continuidad, embriagarse con la continuidad, es algo que domina la consideración de la muerte. En primer lugar, la perturbación erótica inmediata nos da un sentimiento que lo supera todo; es un sentimiento tal que las sombrías perspectivas vinculadas a la situación del ser discontinuo caen en el olvido. Luego, más allá de la embriaguez abierta a la vida juvenil, nos es dado el poder de abordar la muerte cara a cara y de ver en ella por fin la abertura a la continuidad imposible de entender y de conocer, que es el secreto del erotismo y cuyo secreto sólo el erotismo aporta. Quien me haya seguido con exactitud entenderá ahora claramente, en la unidad de las formas del erotismo, el sentido de la frase que cité al comienzo: "No hay mejor medio para familiarizarse con la muerte que aliarla a una idea libertina". (Sade) Lo que he dicho permite entender en ella la unidad del terreno erótico que se nos abre si rechazamos la voluntad de replegarnos sobre nosotros mismos. El erotismo abre a la muerte. La muerte lleva a negar la duración individual. ¿Podríamos, sin violencia interior, asumir una negación que nos conduce hasta el límite de todo lo posible? Para terminar, querría ayudarles a sentir plenamente que el lugar al que he querido conducirles, por poco familiar que a veces haya podido parecerles, es, sin embargo, el punto de encuentro de violencias fundamentales. He hablado de experiencia mística; no he hablado de poesía. No habría podido hacerlo sin adentrarme más aún en un dédalo intelectual. Todos sentimos lo que es la poesía; nos funda, pero no sabemos hablar de ella. No hablaré de poesía ahora, pero creo tornar más sensible la idea de continuidad que he querido dejar por sentada, y que no puede confundirse hasta el extremo con la del Dios de los teólogos, recordando estos versos de uno de los poetas más violentos: Rimbaud. Recobrada está. ¿Qué? La eternidad. Es la mar, que se fue con el sol. La poesía lleva al mismo punto que todas las formas del erotismo; a la indistinción, a la confusión de objetos distintos. Nos conduce hacia la eternidad, nos conduce hacia la muerte y, por medio de la muerte, a la continuidad: la poesía es la eternidad. Es la mar, que se fue con el sol. |