Resumen El presente artículo tiene por finalidad desarrollar el papel de Brasil, como potencia emergente, dentro del contexto del sistema internacional.






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BRASIL en un MUNDO DE crisis

Por Olga Elena Ramírez Poggi1 y Roberto Veraldi2

Resumen
El presente artículo tiene por finalidad desarrollar el papel de Brasil, como potencia emergente, dentro del contexto del sistema internacional. Desde la década de los noventa, Brasil empezó a dejar relegado a México, país que fue el líder latinoamericano en los años ochenta; hecho que se ha venido manteniendo en el transcurso del tiempo como consecuencia de los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso (1995-2002), Luiz Inácio Lula Da Silva (2003-2010), y Dilma Rousseff (2011 – a la actualidad). Si bien actualmente Brasil atraviesa una crisis no solo económica sino también social, no se puede negar que es un actor internacional y regional importante. Brasil, ejerce a nivel macro un “soft power”, que contribuye a la paz, democracia, e integración; sobre todo en este último elemento busca posicionarse como líder latinoamericano, conformando bloques regionales y económicos tales como BRICS, ALADI, MERCOSUR, UNASUR, CELAC, entre otros.




Palabras claves: Orden Internacional / Actores Internacionales / Mundo Multipolar / Potencia Regional / Crecimiento Económico.

i
En la dinámica de las relaciones internacionales llamamos orden internacional al conjunto de situaciones que caracterizan el desenvolvimiento de países considerados potencias mundiales, en un contexto histórico determinado y con las peculiaridades de cada caso. En este sentido, el orden internacional representa la garantía de un mínimo de estabilidad y seguridad en el sistema internacional que reposa sobre un orden jerárquico de estados y la distribución internacional del poder (Alcalde, 2010). Con la caída del muro de Berlín y el desmantelamiento de la ex-Unión Soviética, es muy común hoy en día hablar de neoliberalismo y la economía de libre mercado. Contrario al entendimiento de este modelo que fue concebido en Europa durante el siglo diecinueve, el neoliberalismo actual no busca reproducir ese viejo sistema, sino que por el contrario, es algo que se origina dentro de lo que se denomina el “nuevo orden internacional”.
Para entender el nuevo orden internacional es preciso mencionar que en primera instancia, se debe analizar y comprender el comportamiento externo de los actores internacionales dentro de lo que se llama el sistema internacional. En este sentido, el papel de los actores internacionales es fundamental, definiéndose la sociedad internacional en función del papel que cada actor desempeña en ella. A continuación, se debe tener presente los arreglos colectivos de los actores internacionales para el logro de sus objetivos comunes, la voluntad política de los Estados y su jerarquía en el contexto internacional.
La coyuntura internacional nos plantea una serie de retos y desafíos como consecuencia de las crisis económicas y sociales que viene atravesando el mundo en la actualidad, especialmente en la Eurozona, España y Grecia no tienen pronóstico de mejora cercana, el Reino Unido considera retirarse en caso de no alcanzar reforma sustanciales dentro de la estructura de la organización (La Vanguardia, 2013) y un creciente fervor nacionalista que amenaza con hacer retroceder la integración que se ha venido realizando en los últimos años.
De manera que, en el campo de las relaciones internacionales actualmente se presenta una reconfiguración del equilibrio de poder entre alianzas o bloques de las principales potencias y debido a esto, Brasil, como algunos otros países más, han empezado a ocupar un lugar importante en la arena internacional.
En principio, debemos señalar que Brasil es el país más extenso de América del Sur, el quinto en tamaño a nivel mundial, el más poblado de esta parte del continente (196,7 millones de habitantes aproximadamente) y es potencia militar en la región (Banco Mundial, 2013).
En el Brasil, el enfriamiento del crecimiento económico observado durante 2011 se detuvo (CEPAL, 2012). Los pronósticos del FMI de crecimiento económico para Brasil en 2013 emiten una proyección de 3.5% y en el 2014 de 4.0%, a diferencia del crecimiento brasileño que fue de 1% en el 2012 (Reuters, 2012). Esto tomando en cuenta que el FMI pecó de optimista en sus pronósticos sobre el crecimiento mundial.
Sin embargo este pronóstico emitido por el FMI no llegó a concretarse dado que para el 2013 el PBI sólo alcanzo un crecimiento del 2,7% y en el 2014 de 0,1% (Santander, 2016)

…“La incertidumbre externa asociada a lo que ocurra en la zona del euro, además de la desaceleración de China y del precario crecimiento de los Estados Unidos seguirá incidiendo en la política monetaria y cambiaria. Es probable que la mayor incertidumbre en los mercados mundiales se exprese en una mayor variabilidad de las cotizaciones y que ello invierta, al menos transitoriamente, la tendencia a la apreciación nominal observada durante 2011. Así, aunque la tendencia prevaleciente durante el primer trimestre de 2012 fue a la apreciación, entre mediados de marzo y fines de mayo de 2012 las economías del Brasil, Chile, Colombia y México experimentaron depreciaciones de sus monedas. En un contexto de recesión de la economía internacional y en la medida en que los tipos de cambio se apreciaron en años anteriores y las tasas de inflación sean moderadas, se abre cierto espacio para una política monetaria menos restrictiva.”… (CEPAL, 2012).
En el caso Brasileño según la Agencia EFE : La disparada del dólar se siente también en Brasil, que enfrenta una economía "frágil", con la inflación disparada, previsiones de contracción del 1,4 % en 2015, alza constante en los tipos de interés y donde la depreciación del real acumula en lo que va del año un 21,29 % respecto a la denominación estadounidense. (...) El dólar "fuerte" en Brasil ha ayudado a compensar, en parte, la retracción de la industria y mantener el nivel de ingresos de las exportaciones pese a la reducción del volumen vendido al exterior en ciertos sectores afectados también por la baja de los precios.(Agencia EFE, 2016)
El crecimiento económico de un país se ve en buena parte respaldado por el crecimiento demográfico de la población económicamente activa ya que cuantas más personas puedan generar valor, más aumentará el PBI del país. No obstante, con una población anciana, el efecto será contrario.
Es interesante por tanto, controlar esta franja de edad económicamente activa (entre los 15 y 64 años). En el caso de Brasil, nos encontramos en un momento de mayor crecimiento demográfico comparado hace 20 años que la pirámide poblacional tenía una gran base e iba decreciendo (Grabia, 2011).

Se calcula que hasta el año 2020, dos tercios de la población (66%), estarán dentro de esta franja productiva. Incluso se espera un pico de 71%. Esto se traduce a un aumento de la población de 130 a 147 millones de personas. Esta gran masa de activos es sinónimo de crecimiento económico, inversiones y gran oportunidad: el denominado bonus demográfico. Se estima que con el bonus demográfico el PIB de Brasil crezca un 2,7% anualmente. Incluso las previsiones de prestigiosos economistas son todavía más optimistas, los cuales sitúan el crecimiento en un 4,5% anual. Siguiendo estas premisas se augura un PIB en 2030 de 3,3 billones de dólares (un 50% mayor que en la actualidad).

Siguiendo esta tendencia, a título de ejemplo, se estima que en la próxima década los bancos crecerán un 50%, lo cual implicará la creación de 150.000 nuevos puestos de trabajo (fuente: Brazilian Federation of Banks). El punto de inflexión del bonus, según IGBE y Bradescom estará en 2022, donde el porcentaje de población inactiva será de 4,1% (probablemente el más bajo probablemente en la historia). A partir de entonces, desgraciadamente la curva piramidal arrancará con el proceso inverso y la franja de edad superior a 64 años irá en aumento.

Singapur, Corea del Sur, Taiwán y China, los Cuatro Tigres Asiáticos, son ejemplos de cómo el bonus ha catapultado sus economías. Ahora es el turno de Brasil y para prosperar en estos 20 años, deberá realizar fuertes inversiones en sectores estratégicos.” (Grabia, 2011)
Brasil se ha consolidado como una potencia económica, con una deuda externa de $410 miles de millones al 31 de diciembre del 2011 est. (INDEXMUNDI, 2013) que fue superada por sus acreencias internacionales en enero del 2008, convirtiéndolo en un “net external creditor” (Bloomberg, 2013). Asimismo, la deuda externa al 31 de diciembre del 2012 est. fue de $438,9 miles de millones y al 31 de diciembre del 2013 est. creció a $475,9 miles de millones (INDEXMUNDI, 2016). Según la CIA – Central Intelligence Agency la deuda externa Brasileña al 31 de diciembre del 2014 es de $ 712,500,000,000 (CIA, 2016).
Asimismo, Brasil es un país de contrastes, ya que tiene una de las mejores economías del mundo pero aún no puede solucionar sus problemas internos (la violencia urbana (OEA, 2013), la pobreza (Banco Mundial, 2013), la corrupción (Transparency International, 2013), el sida (Ministerio de Salud de Brasil, 2013), etc.
Sin embargo, en términos cuantitativos, es considerado una potencia regional y se perfila a ocupar un lugar mucho más importante en el sistema internacional; debido a que Brasil es uno de los más fuertes candidatos a ocupar un lugar permanente en un ampliado Consejo de Seguridad de la ONU.
En la esfera política Brasil se sitúa al lado de las nuevas fuerzas en el sistema internacional. Coordina con China, Rusia, India y Sudáfrica en el grupo BRICS, así como con India y Sudáfrica en el IBSA, un grupo exclusivamente de potencias intermedias emergentes. También lidera, junto con India, el G20 comercial, que es el contrincante de EEUU y la UE en las negociaciones comerciales globales.
Entre los doce estados sudamericanos sobresale nítidamente, Brasil, que ya es una potencia regional y que está transitando a la categoría de gran potencia mundial. Si bien durante un largo período su política exterior fue manejada con bajo perfil, esto comenzó a cambiar con los presidentes Cardozo y Lula, con una diplomacia presidencial activa y que se mantiene en la actualidad con el gobierno de Dilma Rousseff. La política exterior brasileña es de Estado y se ha constituido sobre ejes claros en el mediano plazo: promover el multilateralismo y la multipolaridad, estimular las relaciones sur-sur, la modificación de la estructura del Consejo de Seguridad de la ONU y lograr un puesto permanente en el mismo. Asimismo, ha mantenido a la Amazonía y el Atlántico sur como áreas de preocupación estratégica (Vargas, 2008).
A través de su historia, Brasil, al igual que sus vecinos latinoamericanos no ha sido ajeno a los gobiernos militares; no obstante, su política exterior continuó siendo la misma: Los militares respetaban y otorgaban autonomía desde el Planalto (Sede de la Presidencia) hacia Itamaraty (Sede del Ministerio de Relaciones Exteriores) y mantuvieron la línea de política exterior no importando el gobierno de turno.
En otras palabras, se ha recobrado la fe en las posibilidades del país en su acción externa. El Brasil de hoy es consciente de sus dimensiones y de su peso internacional, y por ello pretende ejercer un liderazgo suramericano y convertirse en potencia mundial. En ambos escenarios ha comenzado a actuar conforme a un pensamiento estratégico (Rodríguez-Larreta, 2005).
II
El mundo actual es un mundo multipolar. Cierto es, que Estados Unidos sigue siendo la superpotencia mundial, pero se encuentra atravesando por una serie de problemas internos en el ámbito económico aunque actualmente se encuentra saliendo de la recesión económica. Así como dificultades de legitimación internacional tras la intervención en Irak. Ello generó una reconfiguración del orden mundial, en la medida que surgieron nuevos actores internacionales.
En ese sentido, por dimensión y por historia, Brasil está encaminado a consolidar su liderazgo regional. Sin embargo, cuando analizamos los rankings de las economias mundiales en los últimos 3 años, podriamos afirmar que Estados Unidos sigue en primer lugar por volumen de producto interior bruto en dólares, sin aplicar el efecto de la inflación esto, en las previsiones se mantendrá al menos hasta el año 2020. (Todo Productos Financieros, 2015)
Asimismo, tras China nos encontramos con los habituales de la lista; Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, dándose tan sólo como novedad ese adelanto que India hizo sobre Brasil. Esto porque el caso era algo esperado, incluso en las primeras estimaciones la contracción de la economía brasileña se consideraba menor de lo que al final parece que va a resultar, con una calidad muy seria de la confianza al sector privado y con graves problemas internos sociopolíticos.
Como mencionamos líneas arriba, Brasil a diferencia de los dos años anteriores en el ranking mundial de las principales economías ha sido superado por India encontrándose actualmente en el puesto 8. (Todo Productos Financieros, 2015)
Esta situación antes descrita dificulta las pretensiones Brasileñas de consolidarse como potencia mundial.
Brasil ahora se ha transformado en el líder de América del Sur, con 13 años de estabilidad económica, duplicación de sus exportaciones en cinco años y atracción de 32.000 millones de dólares de inversión extranjera directa (IED) en los últimos 12 meses hasta el año 2013, además, de lograr el “investment grade” (grado de inversión otorgado por las más prestigiosas calificadoras económicas internacionales). Sin embargo, la caida de los commodities, la desaceleración China, las fuertes inversiones realizadas para el Mundial del 2014 así como para las olimpiadas Río 2015 envueltas en grandes escándalos de corrupción y sobre costos de las mismas, han menguado el crecimiento de Brasil de los últimos años tal como lo hemos mencionado anteriormente.
El actual gobierno de la Presidenta Dilma Rousseff, tras convertirse en la primera presidenta mujer de la República Federativa de Brasil en los comicios de 2010, con casi 56 millones de votos (LEMANN, 2011), ha tomado las riendas de su política exterior de manera agresiva: promueve la presencia de Brasil en los escenarios donde se mueven las grandes potencias. Rousseff impuso su estilo pragmático en el Palacio del Planalto y al igual que su antecesor Luiz Inácio Lula da Silva, presentó sus argumentos y planes en el G-8, en el Foro Económico Mundial y finalmente, en la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Como se puede ver, el papel que está desempañando Brasil reviste de mucha importancia, y, aunque es aún prematuro dilucidar cuál puede ser su futuro inmediato, la estrategia que emplea su diplomacia le impone una suerte de liderazgo regional (por territorio, población, crecimiento económico y desarrollo tecnológico).
Al no ser una potencia nuclear (a diferencia de China o India) ni disponer de grandes recursos militares (a comparación de China, India, Rusia, etc.), Brasil es considerado un soft power (poder blando) comprometido con valores cívicos tales como la paz, la democracia y la integración o cooperación entre Estados.
Como potencia civil no aspira al dominio militar en América Latina, una región carente de conflictos interestatales, pero plagada de crisis internas dentro de los países que lo conforman, que difícilmente se resuelven por la vía militar. Con su enfoque cooperativo, a largo plazo, Brasil podría ser más efectivo a la hora de contribuir a la prevención y resolución de conflictos en la propia región que EE.UU”. (Gratius, 2013)
El caso del estatal Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) merece un capítulo aparte, ya que se ha erigido en apoyo de la expansión de las grandes empresas brasileñas. El gobierno brasileño encontró en el BNDES el instrumento para construir la integración física que es la base de la UNASUR. En efecto, el banco está “supercapitalizado” y cuenta con un presupuesto de 30 mil millones de dólares, 10% mayor que el presupuesto del Banco Mundial. El BNDES está en condiciones de ser el principal financista de los megaproyectos del IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana) que supone la construcción de 300 carreteras, puentes, hidroeléctricas, gasoductos y otras obras a un costo de 50 mil millones de dólares a lo largo de una década. El Perú es uno de los países beneficiados pues ha recibido un préstamo de 200 millones de dólares.
Con todo, mientras que Itamaraty se empeña en desmentir todo propósito de hegemonía o liderazgo, no se puede negar que tiene vocación por jugar en la primera división en el escenario mundial.
En la década del ochenta era México el principal representante de Latinoamérica y se perfilaba como potencia regional. En los noventa y hasta la fecha, es Brasil quién pone más énfasis en su política exterior pero tiene ciertas resistencias.
Cabe destacar que existen tres tipos distintos de liderazgo: uno en términos de capacidades, el segundo el institucional, y el tercero se llama situacional. (Ikenberry, 1997)
Desde el punto de vista institucional, Chile ha demostrado que puede construir consenso para ejercer la presidencia de la OEA al tiempo que durante su paso por el Consejo de Seguridad mantuvo -junto con México- la posición negativa de la mayoría de los países latinoamericanos en relación a la guerra preventiva en Irak.
El liderazgo situacional tiene una mayor polarización, ya que varía según la ocasión. Brasil y Argentina fueron los países que convocaron al Tratado Internacional de Asistencia Recíproca (TIAR) cuando sucedieron los eventos del 11-S, Asimismo ambos tuvieron una importante participación en los momentos de crisis política en Bolivia cuando los movimientos sociales aquejaban al entonces presidente Mesa.
Argentina es la muestra de cómo cambian las condiciones internacionales y de lo dura que puede ser la estructura de poder internacional cuando una nación no trata de crear más poder. De ser un país que hace ya más de un siglo fuera considerado una potencia regional, su poder hoy limitado en lo atinente a su accionar internacional, más bien devenido a menos.
Por su parte, Venezuela asumió una posición compleja ya que aspiró a ser un líder regional relevante y accionó no sólo asistiendo y haciendo negocios con los gobiernos sino ejerciendo influencia en movimientos sociales ascendentes y en algunos casos con claras posibilidades de acceso al poder, que lo pueden contar como aliado.
En Venezuela mucho ha cambiado todo desde que Chávez subió al poder por primera vez en 1998. El presidente Chávez ha sometido a su país desde ese tiempo a diferentes movimientos telúricos que indiscutiblemente han transformado a Venezuela y obligado a la oposición política a refundarse, recrearse y definirse en un nuevo contexto político-económico. Hugo Chávez ha cometido graves errores, por los que la sociedad venezolana pagará y está pagando un alto precio. Montó su sistema político-ideológico sobre los viejos cauces, ya transitados por otros países ex-socialistas y otros que aún se llaman socialistas como Cuba”. (El nuevo diario, 2013)
Venezuela, en un contexto donde su fortaleza como exportador de petróleo le permitió disponer de moneda corriente cuando los precios del petróleo bordeaban más de 150 dólares el barril, ejerció cierta asistencia económica a países que tiene sus economías seriamente debilitadas como es el caso de Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Cuba. Eso le permitió contar con un nuevo peso en la geopolítica sudamericana, lo cual le permittió su ingreso al MERCOSUR gracias a aliados de peso como Brasil y Argentina. Sin embargo tras el desplome del precio del petroleo, en donde el precio oscila por los 30 dolares el barril, se puede apreciar una gran crisis económica y politica que ha venido afectado al país los últimos 3 años.
Es en este contexto donde existe un margen para una competencia en el establecimiento de un liderazgo regional. Brasil, en su búsqueda de status y jerarquía como potencia regional, intenta esquemas de relaciones amplias donde prima el alcanzar un reconocimiento de su peso en el ordenamiento de la región y su contribución al ordenamiento del mundo. (John De Sousa, 2008)
Si bien históricamente han existido fricciones entre Brasil y Paraguay, hoy en día han logrado dejar los malestares del pasado del lado y comparten la tarea de una integración regional participando activamente en el Mercosur y la UNASUR, haciendo posible la construcción de varios proyectos binacionales de envergadura, como lo son el Puente de la Amistad y la hidroeléctrica binacional de Itaipu.
Tanto Brasil como Paraguay son conscientes de los beneficios que implican fomentar las cadenas productivas, reducir las asimetrías en el comercio bilateral, aumentar el flujo de inversiones y de turistas. Brasil ve el bienestar económico paraguayo y la oferta energética como una oportunidad para invertir y fomentar el crecimiento económico mutuo. 
En resumen, no sólo existen las capacidades materiales al momento de analizar el sistema internacional, sino que también hay que analizar el rol social que tienen las unidades en la estructura. Por lo tanto, una visión del “sistema latinoamericano” implica tener presente las capacidades que se poseen más el reconocimiento que los otros actores hacen de las unidades. Si consideramos esta perspectiva podemos incorporar a naciones que ejercen en la actualidad una influencia mayor en la región, la cual no es un resultado directo de sus capacidades.
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