Mujeres de sectores populares como generadoras de procesos de conocimiento para el desarrollo social y económico de su localidad. Experiencias de apropiación social del conocimiento






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Mujeres de sectores populares como generadoras de procesos de conocimiento para el desarrollo social y económico de su localidad. Experiencias de apropiación social del conocimiento

(2, 6, 12, 15, 94, 98).
Ana Castellanos (castellanos.ana@gmail.com),

Hebe Vessuri (hvessuri@gmail.com) y María Victoria Canino (mvcanino@gmail.com).

Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC).

Departamento Estudio de la Ciencia.
En este trabajo, a través de dos casos de estudio, pretendemos ilustrar el argumento de que la participación activa de un grupo de mujeres interesadas en la solución de sus problemas, puede contribuir eficazmente a impulsar el desarrollo económico y social de su comunidad a través de la apropiación social del conocimiento.
Grupos de personas en los sectores populares venezolanos se han organizado en diferentes formas y con diferentes grados de éxito, utilizando sus saberes y experiencias y combinándolos con otros saberes técnicos, para mejorar su calidad de vida. En particular, es notable la presencia de mujeres de estos sectores populares como protagonistas activas para generar espacios de conocimiento que les pueden permitir impulsar el desarrollo social y económico de su localidad.
Esta inquietud nace de un estudio más amplio1 en el que exploramos el proceso de transformación social, económica, política y cultural que vive Venezuela desde inicios del presente siglo. Dentro de este contexto, intentamos conocer y comprender, desde una perspectiva de género2, el papel de los saberes populares y el potencial de aprendizaje y de apropiación del conocimiento científico, técnico y organizacional que se encuentra en distintos grupos, como elementos clave para el desarrollo social y económico de sectores populares; tomando como punto de atención la participación activa y protagónica, rasgos de liderazgo, dinamismo y receptividad al aprendizaje de saberes observables en las mujeres de los casos de estudio, que pudieran desarrollarse en la forma de recomendaciones para asegurar el éxito de otras experiencias.
En uno de los casos referidos analizamos la experiencia de una cooperativa de construcción de bloques de adobe, llamada La Innovación del Barro, en Mamporal Estado Miranda, integrada por mujeres, quienes contaron con el apoyo de técnicos y universitarios así como organismos de gobierno para la conformación de la misma. En el otro caso exploramos la evolución de una red de innovación productiva de agave cocui y algunos derivados de esta planta en la sierra falconiana de Venezuela, que ha contado con el apoyo de la Universidad Francisco de Miranda y la Fundación Regional para el Desarrollo de la Ciencia y la Tecnología (Fundacite-Falcón), entre otras instituciones.
El Estado como impulsor del cambio…
Desde finales del siglo XX y con mayor intensidad a inicios del siglo XXI, el Estado venezolano intenta desarrollar políticas enmarcadas en una concepción de desarrollo endógeno, concebido como un modelo alternativo de ordenamiento y funcionamiento en el ámbito socioeconómico del país. Implica la utilización de recursos naturales, territoriales y sociales para el beneficio de la nación y su sostenibilidad en el tiempo. A su vez, este modelo supone la consolidación de nuevas formas y escenarios de participación para mujeres y hombres en equidad e igualdad de condiciones que invitan a que estos “tomen parte libremente en los asuntos públicos, a través de la formación, ejecución y control de la gestión pública, como medio necesario para lograr el protagonismo que garantice su completo desarrollo, tanto individual y colectivo”3.

La intensidad con que el Estado comienza a implementar sus políticas se materializa en las llamadas “Misiones Sociales”4. Estas “misiones” surgieron a inicios del 2003 para la búsqueda de soluciones a los problemas de la población más humilde del país con el objetivo de alfabetizar a la población y darle la oportunidad de continuar con estudios en todos los niveles. Así como también atender la problemática de salud desde el aspecto preventivo, de alimentación y, por otro lado, constituir redes de capacitación y calificación laboral que les permitan a mujeres y hombres participar en mejores condiciones en el proceso productivo y de calidad de vida5.
Diferentes Ministerios, Fundaciones, Organizaciones e Instituciones públicas y privadas se han apegado a los lineamientos que promueven el desarrollo endógeno y sustentable definido por el Estado, incentivando a la población a organizarse y participar de manera activa para la solución de sus problemas y necesidades a través de programas y proyectos. Esto de manera articulada, puesto que dicho enfoque involucra a la sociedad en general participando en la elaboración, seguimiento y evaluación de políticas, para formar un sistema en redes6 y así alcanzar los objetivos planteados de promoción de la responsabilidad y participación de actores antes ajenos a la construcción de estas políticas.
Particularmente, desde el Ministerio de Ciencia y Tecnología (MCT), ahora Ministerio para el poder popular de la Ciencia y la Tecnología (MppCT), las iniciativas de política pública en ciencia, tecnología e innovación venezolana se inscriben en estos lineamientos estratégicos bajo un esquema de construcción de una democracia participativa e inclusiva que apunta hacia el aprovechamiento e integración de las capacidades locales para desarrollar, en esta esfera, una ciencia y tecnología sustentables y pertinentes, con mayor visibilidad y significación social. Con dichas iniciativas se plantea “reforzar una cultura científica que convierta el pensamiento científico en parte de la cotidianidad de la ciudadanía con capacidad para criticar, decidir, opinar y participar en la construcción de esta cultura (…) Se trata de fortalecer valores y desmitificar paradigmas que transformen el imaginario de una ciencia fuera del alcance de la sociedad por una ciencia que sea apropiable y utilizable para resolver los problemas de la vida diaria” (PNCTI 2005-2030, 88-90).
Este planteamiento considera la ejecución de programas de política pública7que vinculen apoyo y conocimientos en la interacción entre el Estado, el campo científico-técnico y el social, de manera que la ciencia y la tecnología sean apropiadas y utilizadas por la sociedad para resolver los problemas cotidianos. Son políticas que van dirigidas principalmente a sectores tradicionalmente excluidos en situación de pobreza, que los motiva a participar de manera activa y protagónica en espacios que les permitan transformar su calidad de vida.
Algunos de los mecanismos de organización y participación en la articulación y vinculación entre instituciones tanto públicas como privadas y la sociedad los constituyen las cooperativas y las redes de innovación productiva. Ambas formas de organización dentro de este contexto nacen de programas y proyectos y comparten valores similares. Es decir, representan una vía para fomentar la unión, el compromiso mutuo, la responsabilidad, el rescate del valor de lo colectivo como fortaleza para orientar la acción en función del mejoramiento de las condiciones de vida. Particularmente los casos que hemos seleccionado para este trabajo se inscriben en estas iniciativas.
Las primeras, las cooperativas, a pesar de ser organizaciones de larga trayectoria en distintos países a nivel mundial, como en Europa8 y Brasil por ejemplo, en Venezuela se presentan en buena medida como una novedad en términos de formas de producción para las organizaciones y grupos de base y como política para alcanzar la consolidación del modelo de desarrollo antes mencionado. Es decir, el auge que hoy tiene el movimiento cooperativista en Venezuela surge como una propuesta del Estado y no desde las propias bases como lo indica la historia del cooperativismo.
Para la conformación de estas cooperativas, ha sido necesaria la asistencia técnica, administrativa y el apoyo financiero de diversas instituciones como el Ministerio de Economía Popular (ahora Ministerio del Poder Popular para la Economía Comunal), Ministerio de Ciencia y Tecnología, la Superintendencia Nacional de Cooperativas (SUNACOOP), el Instituto Nacional de Cooperación Educativa, entre otras, para la capacitación de sus integrantes y el funcionamiento de las mismas. Estas se han promovido y fomentado a través de la “Misión Vuelvan Caras”9.
En el caso de la cooperativa de construcción de bloques de adobe La Innovación del Barro, esta nació a finales del año 2004 por iniciativa del MCT en el marco del Programa Hábitat y Desarrollo10 a través del Proyecto Tecnologías de Construcción en Tierra Tecnificada en el pueblo de Mamporal, Municipio Buroz del Estado Miranda. Dicho proyecto busca contribuir con la capacitación técnica a comunidades para dotarlas de herramientas básicas y estrategias para enfrentar el reto que representa desarrollar, implantar y buscar soluciones a sus problemas prioritarios. La idea es orientar a las comunidades hacia la autogestión, como una oportunidad para estimular la conformación de formas asociativas de producción de materiales de construcción o la prestación de servicios de construcción.
Por su parte, las redes de innovación productiva, igualmente se crean en el país como una propuesta de política pública con la finalidad de insertar a las comunidades en el desarrollo de de un modelo de organización socioproductiva. En un primer momento, hacia el año 2001, fueron denominadas redes de cooperación productiva o clusters, como iniciativa del MCT, con la intención de desarrollar políticas en el área tecnológica dirigidas a la pequeña y mediana industria, para así promover y crear condiciones que facilitasen las iniciativas de asociación entre empresas (Peña Cedillo, 2006)11.
Hacia finales del 2003 desde el seno de la comisión técnica del programa, fue que se concibió renombrar los clusters o redes de cooperación productiva como redes de innovación productiva pero ahora contemplando los principios referentes al modelo de desarrollo económico que plantea la Constitución Nacional en su artículo 299, el cual establece como principios fundamentales la justicia social, la democracia, la solidaridad, desarrollo humano integral, libre competencia, la eficiencia y la productividad (Peña Cedillo, 2006).
En este sentido, el MCT replanteó el proyecto de política acordando incorporar las redes de innovación productiva en uno de los componentes de un programa más abarcante: Innovación para el Desarrollo Endógeno. Municipio Innovador.
Dichas redes son definidas dentro de este Programa como “una forma de trabajo cooperativo en un ámbito, tiempo y campo específico (…) para la producción de bienes y servicios, generación, asimilación y transferencia de conocimientos y tecnologías (…) A través de ellas se persigue promover la articulación del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación con las unidades productoras de bienes y servicios y entre éstas, para que de manera conjunta se puedan construir nuevos espacios locales a partir de las capacidades, conocimientos, recursos y riquezas de cada región que conlleven al desarrollo humano, la productividad y la inclusión social en función del desarrollo local sustentable (…) Para el logro de este contenido es preciso crear mecanismos de articulación con universidades, tecnológicos, centros de formación y capacitación, centros de investigación y desarrollo tecnológico para el acompañamiento, asistencia tecnológica, capacitación y formación en técnicas productivas, gerenciales y actitudinales que garanticen la sustentabilidad y sostenibilidad de los proyectos” (MCT, 2006: 10).
En el caso particular de la red de innovación productiva agave cocui, ésta fue conformada como tal en el año 2006 en el seno del Programa Municipio Innovador citado anteriormente.

Nació de un programa de investigación en 1998 ejecutado en la Parroquia Pecaya, municipio Sucre del estado Falcón; el cual llevó por nombre “Desarrollo Sustentable de las Comunidades Productoras de Agave de la Zona Semiárida del Estado Falcón, a través de la Producción y Procesamiento Agroindustrial de la Especie Agave cocui Trelease" o “Programa Agave cocui. Ciencia y Tecnología al Servicio del Hombre de las Zonas Áridas”.
Con el fin de atender el problema definido para entonces, como lo era la poca información existente sobre el cultivo de agave en la zona, y la escasa generación de conocimientos por parte de los centros de investigación de las instituciones de educación superior, y además impulsar el desarrollo y bienestar de comunidades de tradición agrícola de la región nor-occidental del país, y de fortalecer la respuesta del sector científico-tecnológico en el desarrollo regional, un grupo multidisciplinario e interinstitucional conformado por integrantes del sector gubernamental, académico y productivo tuvo la iniciativa de reunirse y definir dicho programa; el cual estuvo coordinado por la Fundación para el Desarrollo de la Ciencia y la Tecnología del Estado Falcón (Fundacite-Falcón) con financiamiento del Fondo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (FONACIT) a través del Fondo para la Investigación Regional (FIR) y una importante contraparte de la Gobernación del Estado Falcón (Secretaría de Desarrollo Agrícola, Dirección de Industria y Comercio), la Asociación de Fabricantes Artesanales de Cocuy (ASOFACOCUY) y la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda (UNEFM), a través del Centro de Investigaciones en Ecología y Zonas Áridas (CIEZA) (MCT, 2002: 3).
Sin embargo, a pesar de que en la actualidad esta red se encuentra inscrita dentro de un macro proyecto de Estado, es importante resaltar que la iniciativa de vinculación de actores nació de la propia comunidad en busca de la legalización de la planta de cocui, principalmente para la producción de licor. Como afirma Lourdes Navarro, alias “Moncha”, la principal protagonista de este esfuerzo:

“…en el año 92 es cuando nosotros salimos en busca de una legalización del cocui pecayero tocando puertas. ¿Cuáles fueron esas primeras puertas que nosotros tocamos? Gobernación del estado Falcón a través de Desarrollo Agrícola, de ahí fuimos a la universidad, de la universidad tocamos la puerta a Fundacite Falcón, hemos tenido también asesoramiento del Tecnológico Alonso Gomero de aquí de Falcón, y así hemos ido, pues, evolucionando…”
Desde hace varias décadas, comentan Díaz y Sánchez (2001: 168), Pecaya y sus poblados aledaños vienen sufriendo un paulatino deterioro de su calidad de vida. Una de sus consecuencias –además de las migraciones de sus adultos en edades productivas- se atribuye a la competencia que enfrentó el cocui como bebida popular ante licores nacionales y extranjeros, cuando a partir de 1976 se promulgó la actual Ley de Alcoholes y Bebidas Espirituosas, la cual declaraba al cocui como bebida alcohólica ilegal. Su destilación se convirtió entonces en una actividad clandestina (además de que el agave utilizado para la producción de cocui no se cultivaba sino que crecía silvestre en las serranías de Falcón) debido a que los productores artesanales no podían cumplir con las normas establecidas, ocasionándoles pérdidas económicas considerables.
Es de esta manera como se han desarrollado iniciativas y unido esfuerzos entre la comunidad y distintas instituciones, tanto educativas como gubernamentales, para conservar la tradición12 y mejorar la calidad de vida de la población pecayera con el fin de disponer de conocimientos y técnicas que mejoren su calidad de vida, y conformar lo que es hoy la red de innovación productiva agave cocui para la producción de licor y fibra. La domesticación de la planta como una manera de salvaguardarla de su posible desaparición, así como también su aprovechamiento integral, el mejoramiento de tecnologías existentes, el reconocimiento y revalorización de la bebida son el principal logro del Programa Agave Cocui13.
Es preciso afirmar que la participación femenina en este tipo de organizaciones, tanto cooperativas como redes de innovación productiva, ha sido significativa. Los casos que mostramos en este estudio son un ejemplo de tal afirmación. Quienes protagonizan y liderizan estos espacios en la práctica de producción y gestión de los recursos que trabajan son mujeres pertenecientes a sectores populares, de 40 a 65 años de edad; la mayoría madres solteras con educación primaria y/o secundaria (en algunos casos incompleta). Igualmente quienes coordinan los programas fuente de las dos experiencias citadas han sido mujeres.
Son indicadores que nos muestran que la mujer está teniendo presencia en asuntos distintos a las labores que realiza dentro del hogar. Aunque de igual manera debe combinar estrategias para cumplir con sus responsabilidades diarias, tal como lo hace Rosa Reyes, de 41 años de edad, tejedora de la fibra del cocui:

“…yo soy sola, con mi mamá y mi hija. Imagínate todos los oficios de la casa… A las 6 [de la mañana] cocino. Me pongo a cocinar, entonces barro, limpio y después que termine de hacer los oficios es que me pongo a… en la tarde, como a la 1 o a las 2 empiezo a tejer…si yo tuviera más tiempo estaría desde la mañana, pero estoy yo sola pue’”
La oportunidad que hoy se les presenta a través de los programas sociales implantados por el Estado, tanto a mujeres y hombres, ha sido una motivación para la superación personal y así reconocerse como agente social de cambio

“…lo bonito que ha pasado con toda esta lavativa [cuestión] es que aquí la gente se ha dado cuenta que uno sirve pa’ muchas cosas y que el venezolano es inteligente y de cualquier cosa hace cualquier lavativa… muchos muchachos que también no hacen nada se han entusiasmado por inventar algo, hacer algo…” Zulay Izaguirre, 60 años, integrante de la Cooperativa La Innovación del Barro.
Córdova (1995, 135-136) afirma que “participar es un proceso, es un camino para conocerse, para conocer sus posibilidades y limitantes; es aprender a pensar, a decidir, a hacer, y a través de eso, usar mejor sus capacidades (…) participar no es sólo trabajo o la satisfacción de una necesidad, además significa un crecimiento personal, una autoafirmación como persona (…) es necesario que se llegue a una ‘participación protagónica’, que la persona se sienta identificada tanto en el espacio en el que habita, como en el proyecto en el cual se ha comprometido, se ha decidido a participar”. En este sentido, lo que se emprenda será beneficioso y mujeres y hombres podrán alcanzar un nivel considerable de apropiación y empoderamiento de lo que les rodea y realizan. La participación es una forma de contraloría social (Elliott, s/a, 176) tiene que ver con la influencia directa de un individuo o grupo en la elaboración de decisiones, en la que la ciudadanía juega un papel mucho más directo en el proceso de elaboración de decisiones y ayuda a la disminución de la brecha existente entre la institución científica-tecnológica y la sociedad.
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