VI. la iglesia en estado de mision. Dimension eclesiologica de la mision






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VI. LA IGLESIA EN ESTADO DE MISION. DIMENSION ECLESIOLOGICA DE LA MISION
1. Naturaleza misionera de la Iglesia
A) Iglesia, fundada para evangelizar

B) Iglesia, misterio y comunión para la misión

C) Iglesia "escatológica", peregrina hacia el encuentro final
2. Iglesia, "sacramento universal de salvación"
A) Universalismo y ámbitos de la misión eclesial

B) La salvación de Cristo por medio de la Iglesia "sacramento universal de salvación"

C) Una eclesiología en clave misionera
3. Responsables y agentes de la misión de la Iglesia
A) Los sucesores de los Apóstoles y las Iglesias particulares

B) Sacerdotes, religiosos y laicos

C) Instituciones misioneras y coordinación de los esfuerzos misioneros

1. Naturaleza misionera de la Iglesia
Ser y sentirse Iglesia, equivale a asumir la finalidad para que ha sido fundada: evangelizar a todos los pueblos. Evangelizar no es, pues, una cuestión privada o facultativa, sino "un acto profundamente eclesial" (EN 60). "La presentación del mensaje evangélico no constituye para la Iglesia algo de orden facultativo; está de por medio el deber que le incumbe, por mandato del Señor, con vistas a que los hombres crean y se salven" (EN 5).
A la Iglesia se le ha confiado la "misión de Dios", es decir, la misión que proviene del Padre, por el Hijo, en el Espíritu (cf. AG 2-5). La "misión de la Iglesia" constituye su misma razón de ser. "La Iglesia peregrinante es misionera por su naturaleza, puesto que toma su origen de la misión del Hijo y del Espíritu Santo, según el designio de Dios Padre" (AG 2). "Existe, por tanto, un nexo íntimo entre Cristo, la Iglesia y la evangelización" (EN 16).
Todo creyente pasa a formar parte de "una comunidad que es, a la vez, evangelizadora" (EN 13). La Iglesia nace de la acción evangelizadora de Jesús, es enviada por él para evangelizar, sigue evangelizándose a sí misma y envía continuamente evangelizadores (cf. EN 15). La naturaleza misionera de la Iglesia se basa en su "sacramentalidad" (Iglesia misterio), en su catolicidad (Iglesia comunión) y en su apostolicidad (Iglesia misión).1
A) Iglesia, fundada para evangelizar
La Iglesia, por voluntad de Cristo, está constituida por personas llamadas a ejercer uno servicios y que han recibido gracias especiales para ello. Está, pues, formada por vocaciones, ministerios y carismas. Todos estos signos eclesiales son transparencia e instrumento de Cristo, cada uno según su propia naturaleza. "La Iglesia existe para evangelizar" (EN 14) y, por tanto, "no es fin para sí misma" (RMi 19).
La misión de evangelizar define a la Iglesia, deriva de "su naturaleza" (AG 2), la construye y hace que se realice continuamente. La fidelidad al mandato misionero de Jesús constituye su fidelidad esponsal. Como "esposa" de Cristo, comparte su misma misión. Su fidelidad a la misión equivale a sintonía con el amor de Cristo. El amor urge a la misión (GS 45).2
El mandato misionero de Cristo (que hemos estudiado en el capítulo IV) se concreta en "el deber de la Iglesia de propagar la fe y la salvación de Cristo" (AG 5); pero es, al mismo tiempo, una urgencia que proviene de "la vida que a sus miembros infunde Cristo" (ibídem; cf. RMi 11; EN 5).
Los títulos bíblicos aplicados a la Iglesia indican su naturaleza misionera: cuerpo, pueblo, reino, sacramento o misterio, esposa, madre... En toda comunidad eclesial, estos títulos señalan un dinamismo espiritual y apostólico de crecimiento hacia dentro y hacia fuera.3
La Iglesia es "cuerpo de Cristo" (Col 1,24), es decir, su expresión y "complemento" (Ef 1,23). Recibiendo la vida de su "cabeza", que es el mismo Cristo (Ef 1,22; 5,23; Col 1,18), este cuerpo crece hasta que abarque a toda la humanidad redimida (Ef 4,15). El nacimiento y el crecimiento del cuerpo místico de Cristo tiene lugar principalmente a partir de su cuerpo eucarístico.4
La Iglesia es el "pueblo de propiedad" de Dios (1Pe 2,9), que tiene su origen en el pacto esponsal o "alianza" sellada ahora con la "sangre" de Cristo Redentor (Act 20,28), derramado "por todos" (Mt 26,28). Este pueblo es "signo levantado ante las naciones" (Is 11,12; SC 2), para hacer de todas ellas un solo pueblo de Dios.5
El título "reino", aplicado a la Iglesia, tiene que matizarse en el sentido de pertenecer a Cristo, de ser anunciadora del reino y su inicio en esta tierra. "La Iglesia es el reino de Cristo" (LG 3), como "el germen y el principio del reino" (LG 5). Este reino ha sido inaugurado por el mismo Cristo, en cuanto que es él mismo viviendo en el corazón del hombre y presente en la Iglesia; este reino será definitivo en el más allá (cf. Mc 1,5; Mt 25,34).6
La Iglesia es "misterio" o "sacramento", es decir, signo transparente y portador (instrumento) de Cristo. Propiamente es Cristo el "misterio" (1Tim 3,16), manifestado y comunicado ahora "por medio de la Iglesia" (Ef 3,9-10). En este "misterio", conocemos los planes salvíficos de Dios en Cristo, que deben ser anunciados y comunicados a todos los pueblos como coherederos de las promesas (Ef 3,1-10).7
La Iglesia es esposa de Cristo (Ef 5,25-32; 2Cor 11,2), que comparte su misma misión como consorte y complemento suyo (Ef 1,23). El celo apostólico, como el de Pablo, se basa en esta realidad esponsal: hacer que la comunidad sea fiel a Cristo Esposo (2Cor 11,1-2). La comunidad humana, redimida por Cristo, le pertenece a él como esposa (Rom 2,4; 1Cor 6,19). Por la redención de Cristo, todos los hombres están llamados a ser "consortes de la naturaleza divina" (2Pe 1,4). la Iglesia esposa tiene como modelo ("Tipo") a María (LG 63-64), "la mujer vestida de sol" como transparencia de Cristo (Apoc 12,1).8
La Iglesia es madre (Gal 4,26), como esposa fecunda y virgen fiel (2Cor 11,2). Así como Jesús nació de María ("la mujer") por obra del Espíritu Santo (Gal 4,4-7), de modo semejante nace ahora de la acción apostólica de la Iglesia, en el sentido de "formar a Cristo" en los evangelizados (Gal 4,19). La naturaleza misionera de la Iglesia es de maternidad. "La comunidad eclesial ejerce por la caridad, por la oración, por el ejemplo y por las obras de penitencia una verda­dera maternidad respecto a las almas que debe llevar a Cristo. porque ella es un instrumento eficaz que indica o allana el camino hacia Cristo y su Iglesia a los que, todavía no creen, que anima también a los fieles, los alimenta y fortalece para la lucha espiritual" (PO 6).9
La acción evangelizadora es de maternidad eclesial y encuentra en María el modelo de fidelidad a la acción del Espíritu Santo. La Iglesia postpascual (de todos los tiempos y en cada época) se inspira siempre en la persona y el mensaje de Jesús, para poder responder a las nuevas venidas del Espíritu Santo, que hace a los apóstoles testigos del Señor. Es siempre la Iglesia del Cenáculo, con María: "Por lo cual, también en su obra apostó­lica, con razón, la Iglesia mira hacia aquella que engendró a Cristo, concebido por el Espíritu Santo y nacido de la Virgen, precisamente para que por la Iglesia nazca y crezca también en los corazones de los fieles. La Virgen en su vida fue ejemplo de aquel afecto materno, con el que es necesario estén animados todos los que en la misión apostólica de la Iglesia cooperan para regenerar a los hombres" (LG 65).10
B) Iglesia, misterio y comunión para la misión
La Iglesia es un conjunto de signos de la presencia eficaz de Cristo resucitado. En este sentido es "misterio" o "sacramento" (signo transparente y portador), "comunión" de hermanos que refleja la comunión trinitaria, para realizar la "misión" de anunciar y comunicar el mensaje de Cristo a todos los pueblos. "Jesucristo, luz de los pueblos, ilumina el rostro de su Iglesia, la cual es enviada por él para anunciar el evangelio a toda criatura (cf. Mc 16,15). Así la Iglesia, pueblo de Dios en medio de las naciones, mientras mira atentamente a los nuevos desafíos de la historia y a los esfuerzos que los hombres realizan en la búsqueda del sentido de la vida, ofrece a todos la respuesta que brota de la verdad de Jesucristo y de su Evangelio" (VS 2).11
La Iglesia es "misterio" o "sacramento", como portadora del misterio de Cristo (Ef 3,9-10; 1Tim 3,16). Toda ella es un conjunto armónico de signos de la presencia activa de Cristo: Palabra, sacramentos (especialmente la eucaristía), hermanos, servicios de caridad... "Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la Misa... Está presente con su virtud en los sacramentos... Está presente en su Palabra" (SC 7).12
La "sacramentalidad" de toda la Iglesia (como sacramento "primordial") se manifiesta principalmente en los siete sacramentos. Pero toda la Iglesia es "como un sacramento, o sea, signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano" (LG 1). Por esto, "manifiesta y, al mismo tiempo, realiza el misterio del amor de Dios al hombre" (GS 45).13
Jesús resucitado, presente en la Iglesia, continúa enviando su Espíritu (Jn 20,23; Mc 16,20), para hacerla su "expresión" (Jn 17,10), su "complemento" (Ef 1,23), la prolongación y continuación de su misma misión. El "misterio divino de salvación", realizado por Cristo, "nos es revelado y se continúa en la Iglesia" (LG 52). La Iglesia es, pues, misionera por su realidad de "misterio" o "sacramento".14
La Iglesia es "comunión" de hermanos, con diversidad de carismas y en la vivencia de la unidad que refleja la comunión trinitaria: "así la Iglesia aparece como un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (LG 4).15
Esta comunión se realiza en cada Iglesia particular, en torno al Obispo como sucesor de los Apóstoles. Y en esta comunión debe resonar y concretarse la comunión de la Iglesia universal presidida por el Papa como sucesor de Pedro. En cada Iglesia particular "se encuentra y opera verdaderamente la Iglesia de Cristo, que es una, santa, católica y apostólica" (CD 11). De esta comunión local y universal, profundamente vivida y amada, brota la eficacia evangelizadora: "Padre, que sean uno, como tú estás en mí y yo en ti... para que el mundo crea que tú me has enviado" (Jn 17,21-23).16
La comunión es el fundamento de la catolicidad de la Iglesia, y debe abarcar a toda la humanidad. "Todos los hombres son llamados a esta unidad católica del Pueblo de Dios, que prefigura y promueve la paz y a ella pertene­cen de varios modos y se ordenan, tanto los fieles católicos como los otros cristianos, e incluso todos los hombres en general llamados a la salvación por la gracia de Dios" (LG 13).17
La Iglesia es "instrumento de unidad de todo el género humano" LG 1). La catolicidad indica la armonía de las Iglesias particulares con la Iglesia universal. Tiene, pues, el sentido misionero de esfuerzo por construir una comunión que enraíce en toda comunidad humana convertida en Iglesia del Señor. La Iglesia "es católica porque ha sido enviada por Cristo en misión a la totalidad del género humano" (CEC 831).18
La apostolicidad de la Iglesia indica la fidelidad a la sucesión de los Apóstoles, representada por el Papa (sucesor de Pedro) y por los Obispos (sucesores del Colegio Apostólico). Pero esta fidelidad no consiste sólo en custodiar la herencia recibida (1Tim 6,20) y en continuar el servicio apostólico de dirección, sino también en cumplir el mandato misionero dado por Cristo a sus Apóstoles y a toda la Iglesia. Por consiguiente, es fidelidad a las nuevas gracias del Espíritu Santo que urge a realizar la misión. "Por medio de los Apóstoles, la Iglesia recibió una misión universal, que no conoce confines y concierne a la salvación en toda su integridad, de conformidad con la plenitud de vida que Cristo vino a traer (cf. Jn 10,10); ha sido enviado para manifestar y comunicar la caridad de Dios a todos los hombres y pueblos" (RMi 31).19
C) Iglesia "escatológica", peregrina hacia el encuentro final
La misión eclesial tiene dimensión escatológica. La Iglesia vive siempre pendiente de la venida definitiva del Señor: "Jesús... vendrá" (Act 1,11); "ven, Señor Jesús" (Apoc 22,20).20
No se trata de precisar el tiempo (cercano o lejano), sino de una tensión fecunda y activamente comprometida entre la primera venida del Señor y su venida definitiva. Por esto, "antes de que venga el Señor, es necesario predicar el evangelio a todas las gentes" (AG 9; cf. Mt 24,14); Mc 13,10). La misión tiene sentido escatológico porque consiste en dar testimonio de las dos venidas del Señor, señalando la venida del tiempo presente bajo signos eclesiales.21
La acción misionera de la Iglesia tiende a "recapitular todas las cosas en Cristo" (Ef 1,10), de suerte que todos los valores auténticos de la humanidad lleguen a la "plenitud" en Cristo (Col 1,13-19; AG 9). El Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia, crece continuamente hasta llegar a esa plenitud, que será herencia de todos los pueblos (cf. Ef 1,22-23; 4,13).22
Cuando la Iglesia celebra el misterio pascual en la eucaristía, entonces anuncia que el Señor vendrá: "pues siempre que coméis de este pan y bebéis de este cáliz, anunciáis la muerte del Señor hasta que él vuelva" (1Cor 11,26). La Iglesia tiende hacia una "herencia incorruptible... reservada en los cielos para vosotros, a quienes el poder de Dios guarda mediante la fe, para una salvación que ha de manifestarse en el momento final" (1Pe 1,4-5).
La Iglesia, pues, "prepara los caminos a la venida del Señor" (AG 1). La evangelización, por su misma naturaleza, tiene este dimensión escatológica. "Así la actividad misionera tiende a la plenitud escatológica: pues por ella se dilata el Pueblo de Dios, hasta la medida y el tiempo que el Padre ha fijado en virtud de su poder... se aumenta el Cuerpo místico hasta la medida de la plenitud de Cristo" (AG 9).
Este crecimiento hasta la plenitud en Cristo (Ef 4,13) tiene sentido cultual, como de "templo espiritual donde Dios es adorado en espíritu y en verdad" (AG 9). Es toda la humanidad la llamada a ser "pueblo adquirido en posesión" (1Pe 2,9). De este modo, la acción evangelizadora tiende a que "la ofrenda de los pueblos, consagrada por el Espíritu Santo, sea agradable a Dios" (Rom 15,16).
La misión tiende esencialmente a la construcción de "un nuevo cielo y una nueva tierra" (Apoc 21,1), donde "los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre" (Mt 13,43). Así, pues, "gracias a esta actividad misionera, Dios es glorificado" (AG 7).23
En la evangelización, se obra siempre a partir de la presencia actual de Cristo en la Iglesia, que un día será una venida definitiva: "cuando Cristo, vuestra vida, aparezca, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él" (Col 3,4). Somos "coherederos" de su misma gloria de resucitado (cf. Rom 8,17). "El Dios de toda gracia os ha llamado a su eterna gloria en Cristo" (1Pe 5,10).
Desear y "amar la venida" del Señor (2Tim 4,7-18), consiste en trabajar en este mundo para cambiarlo según el plan salvífico de Dios. El corazón de la Iglesia aspira a llegar a la casa definitiva; pero está insertado en el mundo para cambiarlo desde dentro abriéndolo a la libertad y a la verdad del amor. "La espera de una tierra nueva no debe amorti­guar, sino más bien avivar, la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre del mundo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del reino de Cristo, sin embargo, el primero, en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa en gran medida al reino de Dios" (GS 39).24
La
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