Antecedentes: Desarrollo del Dominio Colonial Europeo






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fecha de publicación05.07.2016
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LA EXPANSIÓN IMPERIALISTA EUROPEA DEL SIGLO XIX
Antecedentes: Desarrollo del Dominio Colonial Europeo
Durante los siglos XIV y XV empieza a desarrollarse en Europa la actividad mercantil, estimulada por la búsqueda de nuevas rutas comerciales, que contribuyó en gran parte a los descubrimientos geográficos del siglo XVI. Los navegantes españoles y portugueses, y más tarde, en los siglos XVII y primera mitad del XVIII, los ingleses, franceses y holandeses, llegaron a América Latina, Norteamérica, África y la India, formándose así los grandes imperios coloniales de la Edad Moderna.

Durante todo este período se llevará a cabo una enorme acumulación de capitales y fortunas por parte de los pueblos colonizadores, pero, al mismo tiempo, la explotación de estas zonas colonizadas dio origen a dos hechos fundamentales: El empobrecimiento de estas regiones explotadas y la acumulación de enormes capitales por la burguesía.

El Colonialismo entendido como un sistema de dependencia económica y política que establecen las metrópolis con los territorios conquistados e incorporados a su administración, surge y se desarrolla a medida que evoluciona el capitalismo, sobretodo a partir del siglo XVI. Durante la Edad Moderna, cuando se configuran los grandes imperios coloniales, la función económica que desempeñan estos territorios o colonias es la de suministrar a Europa metales preciosos, que constituían la base fundamental de la riqueza en la etapa del mercantilismo.

El concepto de Colonia se refiere básicamente a la posesión territorial donde el país colonizador impone unas instituciones económicas, políticas y administrativas encaminadas esencialmente al aprovechamiento y explotación de sus riquezas naturales.

Por ello el Colonialismo seria una manifestación de la necesidad de un dominio político que permita la expoliación económica y natural. Por lo cual la colonia vendría siendo el medio económico que permite explotar y obtener materias primas.

Durante las dos primeras etapas, las potencias europeas habían dejado toda la iniciativa a los grandes colonizadores y a las empresas comerciales, reduciendo al mínimo la intervención del Estado. Desde la segunda mitad del siglo XVIII, con las necesidades surgidas de la Primera Revolución Industrial, las colonias van a desempeñar una doble función: como áreas de mercado y como fuentes de materias primas. Esta doble función se irá intensificando progresivamente con la Segunda Revolución Industrial, durante todo el siglo XIX, en la que la explotación colonial será aún más intensa en el contexto del Imperialismo.

Ahora, que el nacionalismo europeo había desembocado en Imperialismo, las potencias desarrolladas del viejo continente empezaron a perseguir sistemáticamente la adquisición de nuevos territorios coloniales y a respaldar con capital propio la conquista y penetración económica de los países subdesarrollados desde su fase inicial.
Causas del imperialismo
Por imperialismo, entenderemos un fenómeno político, económico y cultural que se basa en la dominación de una o varias potencias sobre otros pueblos. En este caso, un grupo de potencias europeas que decidieron colonizar nuevos territorios extendiendo su influencia por todo el mundo. El imperialismo no respeta principios soberanos ni menos aún la libre autodeterminación de otras sociedades.

A partir de 1870 surgió un Imperialismo más activo, que no se preocupará de buscar países ricos en oro y plata, sino más bien territorios que poseyeran hierro, cobre, manganeso, petróleo y trigo. Además, será importante que esos nuevos lugares fueran capaces de absorber el sobrante de población de las grandes potencias. Este Imperialismo Contemporáneo, nacido de la Revolución Industrial, no sólo obedecería a motivaciones de índole económicas, como el Colonialismo conocido hasta entonces, sino que obedecerá a una confluencia de varios factores, tales como:
Factores económicos
Desde 1870, los industriales y hombres de empresa llegarían a la conclusión de que no podían triunfar en su actividad económica particular sin dominar también las demás industrias complementarias. Por ejemplo, si un industrial sólo era dueño de las máquinas, pero no de las materias primas ni de los medios de transporte, le interesaba asociarse con los demás hombres de empresa para tener aseguradas las ganancias en todo el proceso de producción de las mercancías, mediante el acuerdo mutuo de intereses. Ello va a originar la aparición de los Monopolios, formados por la agrupación o convenio de capitalistas que concentran y controlan una gran parte de la producción y la venta de mercancías con el fin de asegurarse ganancias.

A pesar de los acuerdos establecidos entre las diversas empresas que formaban los monopolios, la rivalidad de intereses entre las grandes potencias no va a desaparecer, sino que se va a intensificar. Estos grandes monopolios no sólo van a controlar la producción de una determinada rama de la industria y del propio mercado nacional, sino que tenían también el control de los mercados extranjeros, lo que hacía inevitable el enfrentamiento con los intereses de otros países que no podían competir con ellos. Aquellos países donde la industrialización había alcanzado un mayor desarrollo eran los que tendían a ampliar sus áreas coloniales y a apoderarse de las posesiones de otros más débiles, iniciándose así la fase cumbre del Imperialismo.

En 1873 la economía europea vive una fase depresiva, debido a una crisis de superproducción. La única forma de seguir creciendo se logrará con la búsqueda de nuevos mercados para dar salida al excedente productivo, de tal manera de absorberlo, por medio del consumo. Por otra parte, como los países de Europa, a excepción de Inglaterra, habían adoptado un régimen de aduanas cada vez más proteccionista, abriendo a duras penas los mercados continentales, se hacía necesario iniciar mercados fuera de Europa y sólo la política colonial permitiría encontrar nuevos contingentes de consumidores. Asimismo, los países más industrializados tenían una considerable masa de capitales excedentes que necesitaban ser invertidos y, en las colonias podían lograrse rendimientos superiores a los obtenidos en los lugares de origen. El desarrollo económico de las colonias se promueve de acuerdo a los intereses y necesidades de los colonizadores.

Ante la incesante carrera por la producción y búsqueda de nuevos mercados, va a plantearse la necesidad de tener garantizado el suministro de materias primas y la venta normal de los productos para evitar la competencia entre los distintos países capitalistas. Estas condiciones fueron ampliamente satisfechas en África y Asia, que poseían un rico suelo y subsuelo, para proveer a los europeos de variadas materias primas, así como una abundante población que, además de consumir, le proporcionaría mano de obra barata. En estos continentes, los colonizadores intentarán transformar los cultivos de subsistencia de manera que pasen a conformarse los nuevos sistemas de “plantaciones”.
Factores políticos-ideológicos.
Gran Bretaña cuida el valor estratégico de sus enclaves coloniales en función de su actividad económica, para asegurarse una serie de escalas seguras en los viajes a las colonias de su Imperio, permitiendo a sus barcos el reaprovisionamiento, a la vez que le sirven de protección para sus rutas comerciales.

La mayoría de los dirigentes vieron la política colonial como un medio para mantener, incluso para aumentar, la hegemonía y el prestigio de sus respectivos países. Muchos políticos pensaban que una nación no era poderosa si no poseía colonias.

En pocos años, el nacionalismo se transforma en Imperialismo. A los pueblos o naciones ya no les bastaba con desempeñar un papel importante dentro del sistema de Estados Europeos, sino que ambicionaban ser una potencia ultramarina. La expansión territorial adquiere, pues, un nuevo matiz. No se desean los territorios sólo como explotación económica o ubicación demográfica, sino que también se desean porque su posesión hace que esa nación mejore su status; de simple potencia europea pasa a ser considerada gran potencia mundial.

Surgen además las afirmaciones pseudocientíficas darvinistas (Charles Darwin) de la lucha por la existencia y la supremacía de las especies, que se trasladan del campo de la biología a la política. Aparece la “Ley del más fuerte” o “del pez grande que se come al chico”; es decir, la supervivencia de las naciones más adaptadas a costa de las pequeñas (y, en consecuencia, la extinción de las indefensas y peor adaptadas) se ve como un hecho natural, casi “biológico”. Existía la plena convicción de que sólo las naciones capaces de transformarse en imperios serían las que en el futuro se impondrían. En Gran Bretaña algunos políticos, pensaban que existía una lucha entre razas, suponiendo cualidades superiores en la “raza británica”. Los teóricos del Imperialismo, como Lord Roseberg, señalan que “somos responsables de que el mundo, en la medida en que aún está por moldear, reciba un carácter anglosajón y no otro”. Agregando, What’s empire but the predominance of race (¿Qué es el Imperio sino la supremacía de la raza?)

Como es lógico, esta nueva ideología supuso un completo cambio en las relaciones internacionales entre las potencias. La visión de la expansión colonial como una necesidad vital de las grandes naciones llevó a una guerra abierta por el colonialismo, hasta el punto de que hubo que reglamentar y transportar el equilibrio europeo a las colonias (Conferencia de Berlín de 1885 sobre el Reparto de África). Aún así, la fuerza de estas ideas “pseudocientíficas” planteaba problemas; de hecho entre 1890 y 1898 hubo un período de “crisis de redistribución colonial” en el que la potencia más fuerte, por el sólo hecho de serlo, tenía las razones suficientes para ver cumplida su voluntad.

También hay que destacar la influencia de doctrinas pseudohumanitarias, como la de Rudyard Kipling del “White Man Burden”, (el deber del hombre blanco), la responsabilidad de las naciones blancas de transmitir a los pueblos subdesarrollados las conquistas de la civilización europea. Este pensamiento, aún revelando una “buena voluntad”, está muy unido al pensamiento racista de Europa y especialmente al germano: las razas blancas, y sobretodo las teutónicas, estaban llamadas por naturaleza a dominar a los pueblos de color, ya que poseían una mayor vitalidad y superioridad cultural.

Kipling creía en el deber moral de las naciones privilegiadas, de llevar la luz de la civilización y el progreso a los pueblos que esperaban en las tinieblas la hora de su redención. Desde ahí su idea imperial creció a una velocidad sorprendente hasta alcanzar niveles místicos. Toleraba a las culturas y sus credos locales; sin embargo, no dejaba de mirar a los indios como a seres inferiores incapaces de administrar sus asuntos en forma autónoma y por ello, estaban condenados al inmovilismo. Estaba convencido de que necesitaban de la supervisión británica, dada su “antiquísima ineptitud racial”.
Factores demográficos y sociales
Europa aumentó su población entre 1815 a 1870 de 190 a 300 millones, y de 1870 a 1914, a 450 millones de habitantes. Esta superpoblación trae consigo desempleo y emigración, por lo cual muchas personas no tendrán más opción que iniciar una nueva vida en otros continentes, donde encontrarán albergues y fuentes de trabajo. A lo largo de todo el siglo XIX se calcula que emigraron 40 millones de europeos, con cifras récord entre 1887 y 1914.

La superpoblación unida a la inflexión económica, planteaba a los gobiernos el doble problema de la pobreza y la agitación social. Desde esta perspectiva, la colonización suponía cierta esperanza. El proletariado desempleado vio en ella una forma de mejorar sus condiciones económicas, laborales y sociales.

Además, el avance de los transportes y el aspecto psicológico de incitación agudizarán el fenómeno migratorio. El burgués, en su afán de enriquecerse, y el proletario, por librarse de sus adversas condiciones materiales y sociales, apoyarán la política colonial imperialista.
Formación de los imperios coloniales europeos

Inglaterra

Hacia 1850, Inglaterra era el único imperio colonial europeo que se mantenía en pié. Sus territorios de ultramar se pueden clasificar de la siguiente forma:

  • Territorios conquistados a otros países durante los siglos XVIII y XIX:

Integrados por los territorios de Malta, Corfú y las islas Jónicas en el Mediterráneo. Gibraltar, Santa Elena, El Cabo, isla Mauricio, Adén y Ceilán, en la ruta de las Indias; Singapur y Hong-Kong en la ruta de China.

  • Establecimientos comerciales en la costa de África:

Sierra Leona y Gambia.

  • Colonias de Plantación:

Antillas, Honduras y Guayana, que suministran productos tropicales.

  • Colonias de poblamiento blanco:

Destinadas a absorber excedentes de población emigrante: Canadá, Australia, Nueva Zelandia, África del Sur.

  • Colonias de explotación típica:

En este sentido, la India fue el eje del Imperio. Administrada desde 1777 por la Compañía de las Indias Orientales, que tuvo un rol preponderante en la economía británica por ser proveedora de algodón. Inglaterra mantuvo gran interés en este territorio y trató de aislarla y controlar sus accesos. Para esto, compró 176.000 acciones del Canal de Suez y bloqueó la entrada de otros estados europeos, con los protectorados de Cachemira, Beluchistán y Afganistán.

Otros territorios bajo su dominación fueron Jamaica, Bélice y las islas Falkland en América.
Consecuencias del proceso imperialista
El desarrollo demográfico y las pavorosas condiciones de vida de las clases trabajadoras provocaron, después de 1815, una gran corriente emigratoria desde Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda. Entre 1830 y 1850 hubo, como promedio, 350.000 emigrantes por año. La mayor parte de esta oleada se dirigió a los Estados Unidos; pero también a Canadá y Australia; después de 1840, a Nueva Zelanda. En estos países, el dominio inglés se extendió por una simple toma de posesión de las regiones “aún vacantes”, en las que poblamiento, organización y mejoramiento, iban de la mano. Así, Canadá pasó de 250.000 habitantes en 1800, a más de dos millones en 1851; Australia, de 400.000 en 1851, a más de un millón, desde 1858, después del descubrimiento de minas auríferas.
Francia

La expansión francesa se orientó al control de África Mediterránea, especialmente Argelia. Con capital francés y el proyecto de Fernando de Lesseps, se construyó el Canal de Suez. También extendió su dominación en el sudeste asiático: La Cochinchina y el protectorado de Camboya.

A partir de 1883, partiendo de Cochinchina, penetraron el río Mekong, buscando una vía hacia China. Ocuparon Annam, Tonkin y Laos. Con estos territorios ocupados, los franceses formaron la Unión Indochina.

Otro punto clave en el imperio Francés, fue la isla de Madagascar.

Rusia
Atraviesa la región de los Urales y se expande por Asia: Primero conquistan las tierras del sur del Cáucaso; luego, entre 1858 y 1869, luego de atravesar la Siberia, alcanzan la costa asiática del Pacífico y fundan Vladivostok; y, por último, entre 1865 y 1893, llegan al Turquestán Occidental y Pamir.

Bélgica
La cuenca del río Congo fue explorada entre 1871 y 1877 por Stanley. Al año siguiente, el rey Leopoldo II creó en Bruselas la llamada “Asociación Internacional del Congo”, que proclamó intereses científicos y filantrópicos hacia aquellas tierras. Luego, esa organización fundó Leopoldville, como base de colonización en el centro de África.
La repartición del mundo

  • ÁFRICA

África fue dividida entre las grandes potencias, trazando fronteras artificiales sobre un mapa. Sin considerar las diferencias culturales o los conflictos interétnicos, los estados europeos instalaron sus administraciones políticas y económicas en cada uno de los nuevos territorios. En la Conferencia Internacional de Berlín, celebrada entre 1884 y 1885, los representantes de las naciones que tenían capacidad técnica y armamentística para ocupar regiones africanas, aprobaron las normas, fronteras y principios que regirían la colonización africana. Entre estos principios destacaba el derecho a la ocupación del interior de un territorio por la potencia que ocupara sus costas, la libre navegación de los grandes ríos africanos y la prohibición de la trata de esclavos. Esta última medida existió en el papel, pues el tráfico de esclavos negros fue un lucrativo negocio de aquella época. Con la excepción de Etiopía, que resistió la invasión italiana, la República de Liberia y parte de Marruecos, que también resistieron las invasiones, el resto de África quedó bajo control total de las potencias europeas.

Los imperios más importantes en África fueron el británico y el francés. Gran Bretaña comenzó con Egipto, luego Sudáfrica. Donde encontraron la resistencia de los boers, descendientes de colonos holandeses que habían arribado con anterioridad. Además ocuparon grandes zonas de África occidental y oriental. Francia ocupó prácticamente todo el noroeste del continente, Madagascar y parte de Somalia.


  • AMÉRICA

El continente americano fue la gran región que se libró de las potencias europeas. Gran Bretaña poseía una influencia económica importante, especialmente en materia de finanzas, pero lo cierto es que ningún país europeo estuvo interesado mayormente en esta zona. Entre otras cosas, no existieron buenas razones para transgredir la doctrina Monroe (1823), según la cual el presidente Monroe de los estados Unidos había sentenciado que cualquier intervención en América Latina sería considerada una agresión para su país.

Para algunos historiadores, la interpretación de la doctrina Monroe era que sólo Estados Unidos podía intervenir en el resto de América. De hecho, Estados Unidos, en lo que fue el inicio de una carrera expansionista que tuvo su esplendor en el siglo XX, extendió su influencia política sobre las antiguas colonias españolas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas.


  • ASIA

La mayor parte de los imperios de Asia se mantuvieron nominalmente independientes, pues las potencias occidentales establecieron en ellas zonas de influencia. Los lugares que conservaron su independencia fueron considerados estados tapón, ya que se hallaban en el límite de los imperios británico y francés. Fue el caso de Siam, la actual Tailandia, y de Afganistán, que separó los dominios británicos de los rusos. La India fue la colonia más importante de los ingleses en Asia, mientras Birmania era la región que servía de límite al avance francés desde Indochina. Francia, por su parte, ocupó los actuales países de Vietnam, Laos y Camboya.
INTRODUCCIÓN AL SIGLO XX
De la belle epoque al desmoronamiento del sueño
A comienzo del siglo XX, Europa parecía vivir los frutos de un sueño hecho realidad. Sus posesiones coloniales habían convertido al viejo continente en el líder indiscutido en el mundo en el ámbito económico y militar, mientras que los valores ideológicos y sociales de su cultura, se habían transformado en modelos dignos de imitación en muchas regiones del planeta.

El crecimiento económico, los avances científicos y tecnológicos que permitían prolongar la vida, viajar con facilidad a otros lugares y avanzar cada vez más en el conocimiento y conquista de la naturaleza, era el telón de fondo de un ambiente de optimismo y confianza que vislumbraba el futuro como un espacio lleno de esperanzas y oportunidades.

Desde 1815, ninguna gran potencia de Europa se había enfrentado a otra. El ambiente de paz, optimismo y progreso, dio la denominación de la “Belle epoque” a los años transcurridos entre 1880 y 1914, teniendo como protagonista a la burguesía. Pero esa misma clase social en ese periodo fue abandonando paulatinamente los rígidos valores morales que la habían caracterizado en la etapa anterior, donde la austeridad y el trabajo constituían jerarquías de primer orden. Cierto tono frívolo y despreocupado comenzó a dominar la vida de la clase alta en las principales ciudades de Europa, estilo que cundió con rapidez en los grupos de la llamada clase media o pequeña burguesía, que a través de la moda, la arquitectura, la decoración, y los modos de divertirse, aspiraban a diferenciarse de los obreros urbanos.

En 1914 la prosperidad y estabilidad de Europa fue bruscamente interrumpida al declararse la primera guerra mundial. Desde entonces, todos los fundamentos sobre los que se había organizado la sociedad europea del siglo XIX, y que había proyectado a gran parte del denominado “mundo occidental”, entraban en una profunda crisis. Para entonces el orden político y económico del mundo había experimentado profundas transformaciones, lo mismo que los valores, convicciones y esperanzas que hasta 1914 parecían inmutables.
Los pilares de la civilización occidental

Afines del siglo XIX, una serie de procesos, la mayoría de ellos de un prolongado desarrollo, habían logrado fortalecerse en Europa configurando lo que daría en denominarse la civilización occidental.
El capitalismo
El capitalismo, que se desarrolla como consecuencia de la crisis del feudalismo desde los siglos XI al XIII, se consolida como sistema económico a partir de la revolución industrial del siglo XVIII. Desde entonces, las principales potencias de Europa inician una expansión que permitió ampliar sus fronteras económicas y también las políticas en un proceso conocido como imperialismo.
Quiebre en la historia de la humanidad
A partir de 1914 todas las certezas que sustentaban la sociedad occidental se hicieron trizas. La primera guerra mundial inauguró una etapa en la historia que varios historiadores definen como catástrofe. Todas las “seguridades” parecieron naufragar entre dos guerras que involucraron a gran parte de los Estados europeos y extendieron su reguero de muerte mucho más allá de sus mares.

ANTECEDENTES DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL
La Paz Armada
Se denomina así, al período que precede la Primara Guerra Mundial, caracterizado por el alineamiento de las grandes potencias en bloques y grandes tensiones internacionales que estuvieron a punto de provocar el estallido de la guerra, ya que los países habían emprendido una carrera armamentista de proporciones.

Habían nacido dos bloques de países; La Triple Alianza, coalición formada por Alemania, Austria – Hungría e Italia y La Triple Entente o Entente Cordial, constituida por Francia, Inglaterra y Rusia.
La conflictiva zona Balcánica
En el siglo XIX, los Balcanes se habían convertido en un área especialmente conflictiva, donde se habían resuelto los principales episodios de la Cuestión de Oriente, producto de la desmembración del Imperio Turco. Contribuyeron con estos conflictos:


  • La diversidad étnica:

Convivían allí pueblos diferenciados por su origen, lengua, religión y cultura. En el Sur vivían 8 millones de griegos; al Norte, 25 millones de eslavos, en cuyo tronco podían distinguirse 8 millones de serbios y un número similar de búlgaros; 4,5 millones de croatas; 1,5 millones de eslovenos; 1 millón de macedonios y 500 mil montenegrinos. Cada grupo trataba de aproximarse al Estado correspondiente y les resultaba difícil el nacimiento de una nación común.


  • Los problemas políticos:

El Imperio Turco, desfalleciente, conservaba el dominio político de la zona, pero carecía de fuerza militar para su control. A Austria se la había confiado la administración de la provincia más próxima: Bosnia – Herzegovina, por el Congreso de Berlín de 1878. Serbia por otra parte, se había convertido en líder de los proyectos de unión de los eslavos del Sur (Yugoeslavos).


  • Las ambiciones internacionales:

La posición estratégica y por el momento sin control, había despertado los intereses de los países vecinos. Austria era el más interesado en lograr el dominio sobre la región, ya que había perdido territorios que le daban una salida al mar. Rusia por su parte, había conseguido la concesión de un ferrocarril Este – Oeste, que cerraba las posibilidades de flujo comercial que pretendía conseguir Austria.


  • Las rivalidades económicas:

El afán imperialista de las grandes potencias europeas por conseguir mayores beneficios en los mercados coloniales, las llevó a serios roces políticos. Es importante destacar además, la competencia que se generó cuando los países con menos entrada a los mercados coloniales comenzaron a colocar productos y fueron desplazando el comercio internacional a aquellos productos fabricados por los países que siempre habían manejado dichos mercados.

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