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Los efectos sociales de las políticas neoliberales en Argentina Julia Merediz En este texto haremos referencia a los efectos sociales de las políticas neoliberales en la Argentina, a las consecuencias sobre la estructura social y acerca de los mecanismos de movilización y reorganización social que adoptaron los sectores mas vulnerados de la sociedad civil en un contexto de empobrecimiento y desocupación. Durante la década del 70 la Argentina fue progresivamente transformándose en una sociedad fragmentada y desigual. Estos cambios son producto de una estrategia política y económica a nivel global y profundizado en las políticas adoptadas en la década del 90 y que consolidan un modelo excluyente. En este marco, el Estado actuó como un medio eficaz de fragmentación social con mecanismos como el terrorismo de Estado, durante la dictadura militar, y mediante el retraimiento en el nivel de calidad de las prestaciones primarias en educación y salud, la desvinculación de los servicios públicos a favor de los monopolios internacionales, la pauperización del trabajo industrial, y el aumento de la subocupación y la desocupación, en los ´90.
La implementación de las políticas neoliberales ha afectado el rol y el funcionamiento de los Estados capitalistas a nivel mundial. El final de la década del 70 es el momento en que se hace evidente el quiebre del proceso de crecimiento económico sostenido, basado en el modelo productivo industrial, y que se manifiesta en la tendencia a la distribución desigual de los beneficios sociales. En la década de los años 80, la mayoría de los países latinoamericanos, entre ellos la Argentina sumado a los modelos autoritarios de gobiernos militares, se vieron afectados particularmente por la contracción de los ingresos de la actividad productiva, profundizándose la inequidad en la distribución y aumentando la concentración del ingreso en los sectores más ricos, acompañados por políticas de ajuste y achicamiento del gasto publico, políticas de apertura comercial y reforma financiera. Los efectos sociales y las escasas políticas de compensación, generaron un costo social muy duro para los sectores más desprotegidos.1 En la década del noventa la profundización de las consecuencias de dichas políticas fue de la mano del empeoramiento de la distribución del ingreso y el aumento de la desigualdad. Este trayecto de 30 años intercaló etapas de crisis y estancamiento económico y social, atravesado por la represión y la fragilidad institucional en manos de los militares, y el surgimiento de los gobiernos democráticos. La sociedad argentina se transformo de manera sistemática y continua dejando marcas indelebles en la estructura social y en las prácticas políticas y culturales. Todo este proceso no solo marcó las transformaciones negativas que llevaron a una enorme mayoría de los argentinos a las puertas de la pobreza y la exclusión, sino que también modificó los vínculos sociales y las estrategias colectivas de demanda y participación política. Algunas de las consecuencias de las políticas neoliberales fueron que “en los países ricos del capitalismo tenían sistemas de bienestar en los que se apoyaban, aun cuando quienes dependían permanentemente de estos sistemas debían afrontar el resentimiento y el desprecio de quienes se veían a sí mismos como gentes que se ganaban la vida con su trabajo. En los países pobres entraban a formar parte de la amplia y oscura economía ‘informal’ o ‘paralela’, en la cual hombres, mujeres y niños vivían, nadie sabe cómo, gracias a una combinación de trabajos ocasionales, servicios, chapuzas, compra, venta y hurto. Otras de las consecuencias de las políticas neoliberales se expresan en quienes perdieron peso político y aquellos que ganaron espacios. Entre los primeros están los partidos socialdemócratas o laboralistas de base obrera en Europa que se fueron adaptando a las premisas neoliberales; y entre los segundos hay nuevas fuerzas políticas ´que cubrían un amplio espectro, que abarcaba desde los grupos xenófobos y racistas de derechas a través de diversos partidos secesionistas (especialmente, aunque no sólo, los étnico-nacionalistas) hasta los diversos partidos ‘verdes’ y otros ‘nuevos movimientos sociales’ que reclamaban un lugar en la izquierda. Algunos lograron una presencia significativa en la política de sus países, a veces un predominio regional´”.2 La Argentina de la década del 90 consolidó un modelo político-económico en el que primó un proyecto de desmantelamiento del sistema productivo industrial, a cambio de establecer facilidades para generar las condiciones para la acumulación de capital. Este proyecto impuso como condición la reformulación del lugar y el rol que habría de ocupar el Estado, tanto en la Argentina, como en el resto de América Latina. Estos estados debieron abocarse a la garantía de los intereses de las instituciones del libre mercado, ajustando sus intervenciones a la defensa de los derechos de propiedad y afectando particularmente a la fuerza de trabajo y a la protección social de sus individuos. De este modo se avaló y legitimó el debilitamiento de las condiciones del mercado de trabajo, afectando los salarios y promoviendo la desregulación y flexibilización de las condiciones de los trabajadores. Otros aspectos que profundizaron la reconversión de las funciones del Estado tuvieron que ver con las formas de regulación y el repliegue de la participación en la economía. Sin dudas, los efectos de estas políticas provocaron efectos negativos sobre los asalariados a través de la privatización de las empresas publicas y los despidos que acarreó su reestructuración en manos privadas, la desregulación de los mecanismos de seguridad social, o el empobrecimiento de los servicios sociales universales como la salud y la educación fundamentalmente, quebrando así las redes estatales de solidaridad. En este contexto el Estado tendió a transferir a la sociedad la responsabilidad de resolución de las condiciones de vida de los sectores más marginados y excluidos que aumentaban crecientemente y se hacían visibles en los números de desocupación y pobreza. 2. Los números de la pobreza: el mecanismo de la desigualdad Las condiciones del proyecto neoliberal y la reformulación del papel del Estado dejó como efecto inmediato la profundización de la pobreza en sectores que ya la padecían y que puede identificarse como pobreza estructural. Sin embargo, como nuevo fenómeno extendió estos efectos a los sectores medios y medios bajos. 4 millones de argentinos ingresaron a la categoría de pobres, llegando a calcularse a fines de 1998 que casi 12 millones de personas eran pobres, alrededor del 29% de la población. Básicamente, la pobreza aumentó y se extendió, volviéndose heterogénea y empeorando de manera generalizada las condiciones de vida, el acceso a los servicios básicos y al mercado de trabajo de amplios sectores sociales. Este panorama se mostraba peor en las provincias del interior de la Argentina a través de los indicadores de pobreza e indigencia. En 55,9 % de la población en las provincias del Noroeste era pobre y la indigencia trepaba a un 17,6 %. En el Noreste, los números no eran muy diferentes: con un 57,3 % y un 18,8 % de pobreza e indigencia, respectivamente. En el año 1994, el 20 % más rico de la población pasó de ganar 11 a 14,7 veces más que el 20 % más pobre, profundizando las relaciones de desigualdad. En 1999, el 10 % más rico alcanzaba el 37,2 % de los ingresos, mientras que el 10 % mas pobre solo alcanzaba a percibir el 1,5 %. Si se expresara gráficamente, el 10 % de la población (3,7 millones de personas) ganaba tanto como los 33,3 millones restantes. Gráfico N°1. Desigualdad en la Argentina (1992-2004) ![]() Fuente: Centro de Estudios distributivos, laborales y sociales de la Universidad Nacional de La Plata -CEDLAS- (2005). En el Gran Buenos Aires la proporción de personas pobres e indigentes alcanzó el 25,9% en 1998. Esta cifra hacía visible a las familias que no alcanzaban a comprar una canasta básica de bienes y servicios valuada, en aquel momento, en $450 mensuales (pesos cuatrocientos cincuenta). Teniendo en cuenta que la región metropolitana de CABA y Gran Buenos Aires estaba compuesta por 11,8 millones de personas, en octubre de 1998 eran 3.056.000 los individuos que no alcanzaban a comprar una canasta básica de bienes y servicios. En términos de indigencia el panorama era aún menos alentador. El 6,9 % de la población del área metropolitana de Buenos Aires ni siquiera podía acceder a una canasta elemental de alimentos valuada en la mitad de aquel monto. El 8,8 por ciento habitaban en el primer cordón del Gran Buenos Aires (GBA) y el 10,2 % en el segundo cordón. Gráfico N°2. Evolución de la Pobreza e Indigencia de las personas del GBA (1988-2007) ![]() Fuente: EPH. INDEC y Altimir y Beccaria (1998) para 1974, 1980 y 1986. Entender los orígenes y consecuencias del modelo neoliberal en la Argentina implica considerar tanto aspectos macroeconómicos como el impacto de estos en las condiciones sociales y económicos de miles de familias e individuos. Millones de personas sufrieron transformaciones en materia de ingresos, consumo, estructura familiar y vivienda, entre otros aspectos. Fundamentalmente se redefinieron las identidades de estas personas. “Es importante destacar que la pobreza no constituye una identidad social surgida en los grupos subalternos y objetivamente pobres; sino mas bien es una categoría estatal a la que muchos hogares adhieren como forma de obtener ayudas, lograr ser involucrados en los programas de políticas sociales. Ser pobre es mas bien un estigma; aunque no tanto como “negro”, “villero”, “bolita” o “indio”. Es una categoría elaborada, y a veces bendecida por el Estado. Reconocerse pobre, para la mayoría de las personas es una “vergüenza”, sentimiento propio de una situación transitoria y relativa. Transitoria, porque por más que las condiciones estructurales cercenen las posibilidades de salir de la pobreza siempre hay un imaginario, una fantasía de zafar. Desde la perspectiva entonces de los actores no hay pobreza estructural fija. La referencia de los pobres para sostener este imaginario son sus propias experiencias sociales en diferentes periodos socioeconómicos por los que atravesó la familia. Relativa, porque muchos pobres señalan que hay situaciones peores”3 a las que ellos viven. La pobreza se convirtió en un tema central de análisis social, económico y cultural. Se transformó en un problema para la legitimidad política tanto del Estado como de otras instituciones de representación social pero fundamentalmente atravesó la vida de entre el 25% y el 30% de los hogares en la Argentina. Millones de mujeres, niños, jóvenes y adultos mayores nacieron, crecieron y vivieron en condiciones de extrema pobreza. 2.1. La pobreza tiene cara de mujer En el contexto de empobrecimiento e incremento de la pobreza se da un fenómeno que focaliza el aumento de esta situación en la población femenina. La feminización de la pobreza se fue configurando como un elemento particular de los efectos de las políticas neoliberales. Una de las características de este fenómeno tiene que ver con los índices de pobreza. En este sentido se hace evidente una tasa de desempleo superior en la población femenina y el incremento de hogares con mujeres jefas de hogar, particularmente en las franjas más pobres. Generalmente, y por factores tanto económicos como culturales, las mujeres pobres son las que menos participan en el mercado de trabajo. Dificultades como el cuidado de los hijos, la escasez de herramientas de capacitación a las que han tenido acceso y la escasa formación laboral, son algunos de los elementos que garantizaron una tasa de hasta el 160% de desocupación en este sector de la sociedad. No solo se trata del desempleo que sufren estas mujeres, sino también la precarización o el acceso a los empleos con menores garantías o derechos. El trabajo femenino, de hogares pobres particularmente, se concentra en el trabajo domestico o trabajos altamente informalizados y precarizados como talleres de costura o ensamblaje de productos eléctricos, por ejemplo. Fueron también las mujeres jefas de hogar desocupadas quienes, frente a la crisis y la expulsión de los varones del mercado de trabajo, respondieron al hambre de su familia buscando nuevas estrategias de supervivencia mínima en tareas de servicio domestico mal remuneradas o en el trabajo comunitario. 2.2. Niños y adolescentes: variable de ajuste Como las mujeres, los niños, niñas y adolescentes fueron de los sectores más vulnerados y desprotegidos de este proceso de neoliberal. Las consecuencias lógicas del deterioro del acceso al mercado de trabajo de los adultos produjeron que el 50 % de los niños del país se ubicaran bajo la línea de la pobreza, alcanzando en el Noreste argentino al 65 por ciento. De los 13 millones de niños, niñas y adolescentes, el 23 por ciento no tuvo asegurada una comida diaria. Los programas alimentarios diseñados como paliativo a esta situación sólo alcanzaban al 44 por ciento del total en el segmento que va desde los 0 a 2 años, y el 20 % en el de 3 a 4 años. La mitad de las causas de muerte antes del año de vida eran de carácter evitables y el nivel de desnutrición infantil llegó a alcanzar entre el 11% y el 17% hacia el año 2001, dependiendo de la región del país. La salud también ha sido un aspecto deficitario para la población infantil y juvenil: la tasa de mortalidad de niños menores de 5 años fue de 24,3 por mil, lo que equivale a 47 muertes diarias y 17.000 al año. La tasa de embarazos adolescentes alcanzó al 20 por ciento. De acuerdo a datos de 2001 (INDEC), 296.000 niños y niñas de 5 a 14 años trabajaban en los conglomerados urbanos. En esa franja etaria, 1.580.000 estaban vinculados a actividades domésticas en sus propios hogares atendiendo la casa, preparando la comida o cuidando a los hermanos cuando los mayores salían del hogar para trabajar. Esta situación repercutió severamente sobre los índices de deserción escolar, a tal punto que sólo el 23 % de los niños pobres finalizaban la escuela secundaria y el 10 por ciento de los niños en edad escolar no asistía a la escuela o tenía una asistencia deficitaria. 4 3. La transformación del mercado de trabajo: empleo–desempleo. El péndulo de la exclusión Desde la restauración democrática en 1983 la fuerza de trabajo entró en un proceso de lo que podemos llamar desalarización. Los salarios reales sufrieron una caída cercana al 20% entre 1990 y 1995. Asociado a la caída del número de asalariados, la informalización y la precarización de los puestos de trabajo, el 37% del total de trabajadores del sector privado era no-registrado o precario en 1991. Por otra parte, el mercado de trabajo que expulsa el sector privado aumenta el componente público de los trabajadores asalariados alcanzado un 31% del total entre 1980 y 1991. Otra característica tiene que ver con la caída de los puestos de trabajo del sector industrial, un aumento en el sector terciario y el acelerado incremento del cuentapropismo o el trabajo informal que alcanza a un 27% de los trabajadores varones, en 1991. Entre otras transformaciones del mercado de trabajo, los sectores mas calificados se vieron seriamente afectados con la devaluación de los títulos académicos, por la escasez de puestos de trabajo calificados y consolidando el fenómeno del “ingeniero que tiene por ocupación manejar un taxi”. Tabla N°1. Indicadores de la evolución del mercado de trabajo (1974-2000)5
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