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VISIÓN PANORÁMICA DE LA FILOSOFÍA RENACENTISTA Con el siglo XV toca a su fin la Edad Media y comienza la Edad Moderna que se extenderá hasta finales del s. XVIII o principios del siguiente. (Ya se sabe lo convencionales y discutibles que pueden ser las demarcaciones de las edades o épocas históricas). El Renacimiento puede ser considerado como un período de transición entre la Edad Media y la Modernidad pues muchos fenómenos renacentistas tienen sus antecedentes en la Edad Media1, lo cual significa que el Renacimiento no supone una ruptura total con la Edad Media. Por otro lado, el Renacimiento puede considerarse, a su vez, como el comienzo o primera etapa de la Edad Moderna, pues en él se produjeron ciertos acontecimientos que van a tener una decisiva repercusión muchos años después y que van a cambiar la sociedad europea y su mentalidad2. El Renacimiento fue una época de gran estima por la antigüedad clásica, de aprecio por las bellas letras, por el individualismo, de exaltación de la naturaleza, de elevación del hombre como valor único y libre. Desde el punto de vista de la Historia de la Filosofía el Renacimiento supuso varias cosas: En primer lugar, un “retorno” o resurgir de los principales sistemas filosóficos griegos impulsado por la llegada a Occidente de gran cantidad de sabios bizantinos que llegaron para el Concilio de Ferrara-Florencia y por la caída de Constantinopla (1453). Así, tenemos platonismo (Pletón, Marsilio Ficino, Pico de la Mirandola, …) cuyos intereses fueron fundamentalmente la traducción al latín y comentario de las obras de Platón, la conciliación de todas las religiones y el carácter central del hombre en el universo; aristotelismo en dos versiones, la averroísta (Martín Nifo) y alejandrinista (Pomponazzi) que se interesan por temas como la inmortalidad del alma y la naturaleza del entendimiento. También hubo un renacer del estoicismo, epicureísmo y, en especial, del escepticismo (Montaigne, P. Charron). A pesar de toda esta dispersión de corrientes, la actitud común de los filósofos renacentistas es el antropocentrismo, frente al teocentrismo característico de la Edad Media, y su naturalismo en el sentido de exaltación de la naturaleza, de su fuerza y valor intrínsecos que la hacen digna de consideración y estudio por sí misma. Pero posiblemente los dos filósofos más importantes del Renacimiento son Nicolás de Cusa y Giordano Bruno. El primero defendió, desde fundamentos neoplatónicos, la infinitud del universo, la inexistencia de un centro del mismo, y la coincidencia de los contrarios en dios… Giordano Bruno, apoyándose en la obra de Copérnico, también defendió la finitud del mundo, un mundo sin centro ni regiones jerarquizadas dentro del mismo, un mundo en el que el hombre no ocupa ningún lugar privilegiado, un mundo que se identifica por su infinitud con dios. Por ello, puede considerarse un adelantado a la visión moderna del mundo. (Pero estas ideas le costaron la vida). En estrecha relación con lo anterior está el nacimiento de la Nueva Ciencia. Posiblemente el fenómeno cultural más importante y trascendente de esta época sea la constitución de la Ciencia Moderna, la cual abarca arruinando la visión medieval de la realidad imponiendo una nueva visión (heliocentrismo y mecanicista) del Universo. Copérnico, Kepler, Galileo y después Newton son los principales artífices de esta Nueva Ciencia y de la metodología con la que construirla. Se trata de lo que también se llama “revolución científica”. Esta revolución científica tuvo su campo de batalla más espectacular en la Astronomía, batalla que inició Copérnico, eliminando la concepción geocéntrica del universo y sustituyéndola por el heliocentrismo. Pero, al mismo tiempo, la nueva ciencia fue socavando los cimientos de la física aristotélica (finitud del universo, heterogeneidad de las substancias terrestres y las celestes –inalterables e incorruptibles-, la interpretación finalista del movimiento, uniformidad y circularidad de los cuerpos celestes, la distinción entre movimientos celestes y movimientos violentos, etc). La transformación científica de la que estamos hablando, no se limitó sólo a la visión heliocéntrica del universo, sino que también defendió la estructura matemática de la realidad. La física aristotélica era eminentemente cualitativa. La nueva ciencia se va a caracterizar especialmente por su matematización de la realidad. Pero hay más. El nacimiento de la nueva ciencia va a suponer un nuevo método. El clásico método aristotélico va a ser suplantado por el método experimental o hipotético-deductivo. Por último, habría que añadir que la nueva ciencia nace con un espíritu utilitarista. La ciencia, tal y como se entendía desde Aristóteles era eminentemente teorética, contemplativa, (saber por saber). A partir de ahora, la ciencia va a ser esencialmente práctica. El fin de la ciencia no es la contemplación de la naturaleza sino el dominio de ésta. Francis Bacon va a ser el más claro defensor de esta mentalidad aunque no el único. En el terreno de la Filosofía Política y el Derecho se dieron dos posturas bien contrapuestas: la de los partidarios del humanismo cristiano (Erasmo de Rótterdam y, sobre todo, Tomás Moro) empeñados en promover una sociedad ideal (utópica) presidida por la paz y la justicia. La actividad política nunca debe separarse del ámbito de la ética. En su “Utopía”, Tomás Moro describe y ofrece ese modelo de sociedad perfecta, aunque inexistente. La otra postura es la de los analistas de la política real, tal y como se desarrolla y practica. Nicolás Maquiavelo es el mejor representante. Maquiavelo sostiene que la política debe operar como lo hacen las demás ciencias, recopilando datos y explicándolos mediante hipótesis que los hechos confirmarán o no. A Maquiavelo le interesó cómo son las cosas en la política, no cómo deberían ser (separación de política y ética). Maquiavelo funda así la politología moderna que pretende la comprensión efectiva de la política, más allá de exigencias morales y teológicas, tal y como se revela en la experiencia y en la historia. FILOSOFÍA POLÍTICA MAQUIAVELO
1459: Nace en Florencia, en una casa solariega, junto al Ponte Vechio. Su padre, notario, de familia noble rural pero venido a menos, le educa esmeradamente. 1494: Tiene 25 años y ve roto el equilibrio de los estados italianos según la paz de Loti, al ser invadidos por Carlos III, rey de Francia. Italia es el campo de batalla entre franceses y españoles (“bárbaros” los llamará siempre Maquiavelo). Carlos III expulsa a los Médicis; impone la república en Florencia, siendo uno de sus más famosos presidentes el dominico Savonarola, iluminado, asceta y que acabará siendo quemado por sus enemigos. Acto presenciado por Maquiavelo. Caído Savonarola, entra en el juego político Maquiavelo: Es nombrado Secretario “de la Segunda Cancillería de la República” y, más tarde, Secretario “de los nueve” encargado de reclutar la milicia. Son años de gran actividad política llegando a presidir embajadas ante gran parte de las cortes absolutistas europeas. 1512: Los españoles ayudan a derrotar la República y restablecer a los Médicis. Maquiavelo es multado, desterrado y condenado a la total inactividad política. Muere el político y nace el escritor: tiene 44 años. En la campiña, a 15 km. de Florencia, a la que se le ha prohibido visitar, participa en la vida rural de trabajo y de ocio, incluso en las partidas de naipes del mesón: su intención es estudiar a los campesinos en sus reacciones primarias. Sus análisis son descritos en la correspondencia que mantiene con su amigo Francesco Vettori y serán el esquema de sus tres obras posteriores. 1530: Muere en Florencia, a la que puede retornar por haber sido derrotados los Médicis y restablecida la Segunda República. Deja a sus hijos en extrema pobreza. Nacionalista. Escritor comprometido. Entusiasmado con los nacientes estados europeos, pretende hacer de Florencia el estado fuerte, la república del norte de Italia.
Carta de Maquiavelo desde su exilio: “Llegada la tarde, vuelvo a casa, me despojo de la ropa de cada día, llena de fango porquería y me pongo paños reales y curiales. Vestido decentemente entro en las antiguas cortes de los antiguos hombres, donde –recibido por ellos ansiosamente- me alimento con aquella comida que es la única verdaderamente mía y para la cual nací. No me avergüenzo de hablar y de preguntarles la razón de sus acciones y ellos por su amistad me responden: durante cuatro horas no siento pesar alguno; me olvido de todo afán, no temo la pobreza, no me acobarda la muerte: todo lo transfiero a ellos”. Es evidente el paralelo con De Consolatione Philosophiae.
Considerado el padre de la Ciencia Política porque pretende basarla en regularidades, convertirla en un arte racional: calcular las empresas y dosificar la fuerza y la astucia. Su política será sin connotaciones morales, trascendentales o fantásticas buscando el acto político puro: autónomo y simple, que sólo es válido si resulta eficaz: “no vale la pena empezar con métodos condenados al fracaso”. Su método es calificado de precientífico y su pretensión es hallar las leyes inmutables y necesarias que rigen el universo del hombre histórico basado en una repetición constante de los hechos del hombre: que es, ha sido y será siempre igual. Por lo tanto, tal cual ha sido, podemos deducir que será la historia que resta por hacer. La política es amoral en Maquiavelo, porque sólo debe regirse por un puro pragmatismo: se hace lo que funcione, da igual que sea bueno o malo moralmente. Se atribuye por tanto a Maquiavelo la independencia de la ciencia política respecto a cualquier otra instancia (moral o religión). Para Maquiavelo la política debe simplemente partir de los hechos para describir cómo funcionan los Estados y de qué manera se adquiere, se mantiene y se pierde el poder político. Como cualquier otra ciencia que aspire a obtener resultados. Maquiavelo inicia un proceso secularizador, separa la política de la ética y la religión, ideas que el estado tiene que dejar a un lado para ser fuerte. Lo importante para un político es que se consigan las cosas, cómo no importa, la gente quiere que se consigan. El gobernante es quien más hábilmente tiene que comportarse sin referencia a la ética, pues vivimos entre hombre reales y quien se fije en lo bueno se labrará su ruina, porque la mayoría no lo hace. Si la conducta real de los hombres está alejada de una ética ideal, quien quiera sobrevivir entre ellos deberá prescindir de la bondad ética. La conducta de un gobernante, aunque a veces deba parecerlo, no debe estar pendiente de la ética nunca, sino de la realidad humana en la que se desenvuelve. El príncipe debe aprender a ser bueno o malo en función de sus intereses, que son para él su única guía.
… “Aspirando a compartir con los nobles los honores y las riquezas, las dos cosas que los hombres más estiman”. (Discorsi 1.5) … “Siendo además los deseos del hombre insaciables porque su propia naturaleza la impulsa a quererlo todo”. (Discorsi 11.89)
Su personalidad debe poseer cualidades especiales para llegar al poder y mantenerse en él:
El gobernante debe buscar siempre el interés de su Estado, si es necesario cometiendo actos éticamente reprobables, pero sabiendo ocultarlos hábilmente, esta idea es la llamada RAZÓN DE ESTADO: por interés del Estado hay que hacer lo que sea, la política tiene que estar al margen de consideraciones idealistas. Al gobernante le interesa el bien del Estado porque será su propio bien. El gobernante podrá incluso utilizar alguna religión para mantener la cohesión social, independientemente de su valor de verdad o de su carga ética, cualquiera de ellas podría ser válida si se convierte en un instrumento al servicio del poder, en lugar de condicionarlo, porque él se mueve en un nihilismo ético (aquella opinión que niega la existencia de cualquier valor ético, o su realidad: para los nihilistas no hay cosas que estén bien o mal, eso son sólo ilusiones. “Nihil” quiere decir “nada” en latín). Para Maquiavelo el beneficio del gobernante pasa necesariamente por el fortalecimiento del Estado, cosa que según él beneficiaría a todos. El gobernante debe ser una persona a la que todo el mundo censure éticamente, pero en el fondo se alegre de que lleve los asuntos públicos con esa sagacidad, porque en asuntos de política todo aquel que quiera comportarse como una buena persona labrará su propia ruina y con ella la de su Estado.
Justifica la romana como la más perfecta. Incluso hay una velada defensa de confianza en el hombre como ser social capaz de gobernarse: “Es más justo luchar por alcanzar un Estado más alto, que permanecer en el que se tiene; la libertad está mejor en manos del pueblo, que en el de los grandes”. Ésta es la temática de sus Discorsi, obra poco conocida pero muy importante. Aunque Maquiavelo, personalmente, era republicano y aspiraba a convertir Florencia en un estado fuerte, en el Príncipe, como mal menor, acepta que en ciertos momentos de corrupción y desorden es más útil y eficaz la acción de un solo personaje, adornado de cualidades excepcionales. |