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Trabajo Infantil en la realidad Chilena. Como antecedente previo, es pertinente considerar que a fin de diseñar políticas públicas y medidas específicas sobre el trabajo infantil, el Ministerio de Planificación y Cooperación incorporó en la mencionada encuesta (1996), una pregunta específica para cuantificar el trabajo infantil, que no estuvo incluida en la encuesta anterior. Por ello, la información que proporciona esta última encuesta es más precisa y detallada que las anteriores, ya que permite realizar un mayor número de inferencias. (UNICEF, 1998. p.5). “Las cifras que se exponen consideran el trabajo regular y ocasional, siendo en todo caso mayor el porcentaje de niños que trabajan en forma ocasional. Asimismo se presenta la información separada en tres tramos de edad: de 6 a 11 años; de 12 a 14 años y de 15 a 17 años. En el tramo sobre trabajo infantil de niños entre 6 a 11 años el número es escaso lo que no permite hacer mayores inferencias estadísticas; por tanto imposibilita realizar una caracterización adecuada del trabajo infantil de niños con este rango de edad. Ello obliga a presentar solo estimaciones generales. A pesar de lo anterior, el dato es interesante pues describe la magnitud del fenómeno bajo la edad minima tolerada por el convenio Nº 138 de la OIT.” (UNICEF, 1998.p.6). El trabajo infantil es mas frecuente entre niños que entre niñas. Mientras que el 2,0% y el 4,3% de los niños trabajan en forma regular y ocasional respectivamente, el porcentaje de niñas que trabajan en forma regular y ocasional es de 0.8% y 1,2% respectivamente. (CASEN, 1996) Asimismo, el trabajo infantil es mas frecuente en zonas rurales. El 7,3% de los niños de entre 12 y 14 años residentes en zonas rurales trabaja de manera regular y ocasional. En tanto que en las zonas urbanas el porcentaje es de solo 3,5% (CASEN, 1996). Sin perjuicio de lo anterior y debido a que la mayoría de los niños residen en zonas urbanas, al considerar el total de años que trabajan, se tiene que el 76% de los niños que trabajan en forma regular y el 67% de aquello que lo hacen son ocasionalmente niños urbanos.( CASEN,1996).
La mayor deserción escolar observada entre los jóvenes que trabajan significa menores niveles de escolaridad en relación a la población económicamente inactiva. De este modo, mientras aquellos jóvenes que pertenecen a la fuerza el trabajo registran un promedio de 9.5 años de estudio. (CASEN, 1996). Este tipo de cifras viene a justificar afirmaciones hechas por el CEPAL y otros organismos internacionales como UNICEF y OIT, en torno a este tema, en el sentido de que el trabajo infantil en ciertas condiciones construye a la reproducción de los ciclos de pobreza. (CASEN, 1996). En efecto, de acuerdo a un informe realizado en 1995, la CEPAL señala que uno de los principales efectos del trabajo infantil es el menor logro educacional, como consecuencia del escaso tiempo que el pequeño trabajador dedica al estudio. Asimismo el informe de la CEPAL indica que esta menor escolaridad significara que en su vida adulta esos menores trabajadores, perpetúen su condición de pobreza. (UNICEF, 1998). Desde la perspectiva del Estado como garante de derechos, la visión en torno a desarrollar un capital humano resistente a las externalidades económicas y sociales futuras, queda relegada a un segundo plano cuando se declara que la preocupación por la infancia y adolescencia es un deber ético que ha de movilizar a todas las instancias en la generación de condiciones que permitan el total respeto y realización de los derechos establecidos en la Convención sobre los Derechos del Niño, ratificada por Chile en el año 1990. A partir del apartado anterior, lo aún mas relevante es como determina el gobierno el trabajo infantil aceptable e inaceptable que han sido elaboradas por la Oficina Internacional del Trabajo (OIT), y adoptadas por el Estado de Chile, en donde ellas plantean lo siguiente: (INE y SENAME, 2004.)
Enfoque Psicosocial del trabajo infantil. Entre los efectos psicosociales que produce el trabajo infantil, encontramos el daño social que se genera en los niños, que se traduce en una privación de libertad y la desvinculación con la familia y su entorno. Existen investigaciones como la de Carlos Mora V. sobre la explotación del trabajo infantil que han demostrado cómo el trabajo afecta el desarrollo de los niños y jóvenes, los expone a sufrir accidentes y los predispone a desarrollar múltiples enfermedades. Los niños son más vulnerables que los adultos por la etapa de desarrollo en la cual se encuentran. Además algunos niños y jóvenes en el trabajo se encuentran bajo presión porque desconocen el ambiente laboral, necesitan conservar su trabajo y deben aportar al sustento diario de su familia. Los niños son tan vulnerables a los factores de riesgo laborales que incluso algunas investigaciones han mostrado cómo la exposición laboral de los padres influye en su salud al afectarlos en etapas muy tempranas de desarrollo. (Briceño & Pinzón, 2004). En cuanto al desarrollo y la madurez psicosocial, los niños se encuentran en proceso de evolución de su personalidad y por esto trabajos con peligro de violencia, abuso o adicción los predisponen, aún más que los adultos, a sufrir trastornos psicosociales y además los hace más vulnerables a situaciones laborales con alta exigencia mental y física. El niño es el gestor de su propio desarrollo y son muy importantes su autoestima el desarrollo de su creatividad, y su felicidad. Los niños y niñas trabajadoras con frecuencia trabajan en actividades que son explotadoras, peligrosas y degradantes. Muy a menudo son maltratados, abusados y abandonados por sus patrones. Además el trabajo infantil interfiere con el desarrollo social y académico de los niños. El trabajo les quita tiempo para desarrollar otras actividades como jugar, aprender y compartir en familia. Varias investigaciones han mostrado cómo los niños trabajadores tienen una muy alta deserción escolar y un alto retraso escolar. Teniendo en cuenta que desde una perspectiva biopsicosocial, se enfatiza en la importancia del desarrollo del niño y su relación con el concepto de salud, el trabajo infantil va en contra de los derechos fundamentales de los niños. (Briceño & Pinzón, 2004) Las interacciones negativas entre las condiciones de trabajo y los factores humanos pueden conducir a perturbaciones emocionales, problemas de comportamiento y cambios bioquímicos y neuro-hormonales que presentan riesgos adicionales de enfermedades mentales y físicas. Pueden también preverse efectos nocivos para la satisfacción y el rendimiento en el trabajo. La no-existencia de un entorno familiar y el ingreso al trabajo precozmente los exponen a múltiples riesgos desde el punto de vista de su salud física e integridad psíquica. Como el niño comienza a independizarse tempranamente de la protección familiar, carece de la contención emocional que los mismos proveen, quedando el aparato psíquico expuesto al incremento de estímulos perturbadores, lo que puede obstaculizar los procesos de simbolización. También se verán comprometidas la constitución discriminada del mundo interno y la fluidez de la relación con los objetos externos. No existe o es muy limitada la socialización primaria que ofrece la familia; adquiere la socialización secundaria, no en el ámbito protector e institucional de la escuela, sino en la calle, como el hábitat predominante y como un medio para sobrevivir. La ausencia del grupo familiar lo lleva a buscar figuras de identificación sustitutivas, que son generalmente inadecuadas por el ámbito de semilegalidad o ilegalidad en que se mueven. Internaliza, desde muy temprano, la violación de las normas como algo legitimado por el grupo familiar, por los pares y por los adultos con los que trabaja. Son generalmente los propios padres los que ocultan las actividades laborales de sus hijos, sobre todo en sus formas atípicas o marginales, puesto que la normativa cultural establece que esta etapa de la vida sea destinada al estudio y ellos los que deben satisfacer sus necesidades.(Briceño & Pinzón, 2004). También es necesario señalar que en determinadas condiciones, para niños de sectores populares inmersos en condiciones de marginalidad social, el trabajo puede tener otro significado y ser un elemento positivo para la construcción de una identidad positiva porque construyen procesos de socialización laboral y conocimientos y saberes en torno al mismo. Ahora bien se define a los niños en relación al grado de dependencia para su supervivencia, cuidado y protección de un adulto. Este enfoque caracteriza al niño en relación a la falta de ayuda y protección en la cual se encuentra, por ser la niñez una etapa formativa donde su función social está dada por ser fundamentalmente un “objeto” a socializar. Asimismo, la infancia es considerada como la etapa en que el niño aprende si el mundo es o no un lugar satisfactorio para vivir en él. Si el niño se alimenta regularmente, si no se restringen sus actividades físicas, si se satisfacen sus necesidades fisiológicas y sociológicas básicas, desarrollará una actitud positiva hacia el mundo. Si no se desarrolla esta confianza básica, tendrá dificultades para establecer relaciones afectivas. (Dahse, 1996, en Correa & Valdés, 2001). Otra característica fundamental de la infancia, es la rapidez con que en este período de la vida ocurren el desarrollo físico, intelectual y afectivo del ser humano, por lo que es considerada como la fase más crítica de su existencia ya que es muy vulnerable o está expuesto a riesgos que pueden alterar su proceso de crecimiento y desarrollo intelectual y dejar una marca desfavorable difícil de borrar en su funcionamiento físico intelectual y social en la edad adulta. (Dahse, 1996, en Correa & Valdés, 2001). En este mismo enfoque se encuentra la definición dada por la Defensa Internacional de los Niños (DNI), según la cual, la niñez es una etapa de la vida, breve y determinante que tiene su fin y no es endosable a otros momentos futuros. Esta fase de la vida está enmarcada en un ambiente familiar, social y cultural que va condicionando su desarrollo. De la estructuración de su familia, de los medios de la vida que ella posea, del acceso a los servicios de salud, del grado de escolarización de sus padres y del tipo de colegio al cual tenga acceso, así como de las formas de protección e la edad preescolar, dependerán, en grado determinado, el nivel de desarrollo de las capacidades individuales a las que el niño aspire y su realización en cuanto tal, cuestiones que serán claves para enfrentar la adultez.(Torres,1998, en Correa & Valdés, 2001) Enfoque social: Según este enfoque, los niños pertenecientes a los sectores populares se ven obligados a vivir su infancia de una manera que poco tiene en común con idealización preexistente. Las condiciones materiales y económicas de su vida, los empujan a asumir muy temprano responsabilidades y roles, de manera que no sólo alcanzan una madures y una experiencia que no va acorde con su edad, sino que aparecen y están comprometidos en las soluciones de los problemas que afectan a la sociedad en la cual están inmersos; no se están preparando o esperando el día en el cual se insertaran productivamente a su comunidad, puesto que ya en el presente están insertos como insustituibles agentes que, con sus practicas, ideas y trabajo ayudan a enfrentar las dificultades y las crisis. A pesar de esto se sigue negando al niño pobre una existencia social, madures y responsabilidades que se les exigen a su vida, se les niega en el momento de reconocerlos como agentes sociales y portadores de una identidad. (Manthoc, 1996, en Correa & Valdés, 2001). Esto es lo que provoca, según los autores, la llamada “invisibilidad de la niñez”, es decir, invisibilidad de un sujeto social y de sus posibilidades, de sus intereses y necesidades, y en fin, de su derecho a ponerse no sólo como objetos de políticas asistencialistas siempre manejadas por otras personas, sino mas bien como un actor de su propio destino y de su propia lucha (Manthoc, 1996, en Correa & Valdés, 2001). Enfoque sobre el trabajo infantil: Frente a este concepto coexisten propuestas heterogéneas y aún separadas entre sí. Los estudios sobre trabajo infantil no han logrado hasta ahora nuclear una propuesta cohesiva de definición del concepto. Así, Alison Scott, asume como objeto de estudio aquellos casos de trabajo infantil que cumplen “funciones centrales” ósea aquellas “actividades que formen parte principal de la rutina diaria del niño, cumpliendo una función esencial para la empresa implicada y una contribución significativa para el ingreso familia” (Schibotto, 1999, en Correa & Valdés, 2001). A partir de esto, Andraca y Gajardo proponen la siguiente definición: Se entiende por trabajo infantil el “conjunto de actividades realizadas por los niños en edad de obligatoriedad escolar, pudiendo estas realizarse en el ámbito domestico y no domestico, y significar o no una contribución económica para sí mismos o para el núcleo familiar (Gajardo, 1999, en Correa & Valdés, 2001). Por otro lado Walter Alarcon, considera como trabajo infantil solamente aquellas actividades que: (Schibotto, 1999, en Correa & Valdés, 2001).
Ante estas perspectivas, se cree que no se pueden seguir adoptando definiciones rígidas sobre el trabajo en general, y sobre el trabajo infantil en particular, debido a que el trabajo infantil no logra ser comprendido en su complejidad, ya que se adopta una definición clásica construida con pocas variantes. (Schibotto, 1999, en Correa & Valdés, 2001). Desde esta perspectiva el trabajo infantil debe entenderse como cualquier actividad de un menor de edad que, no ejercida con prevalente intencionalidad de juego, entrenamiento o a nivel meramente simbólico, contribuye a la satisfacción de necesidades materiales básicas, estas ultimas relacionadas con el desarrollo físico biológico y con los indispensables procesos de socialización, en un contexto no sólo individual sino familiar, obviamente excluyendo aquellas actividades que se dan como consumo inmediato o como servicios directos a una persona en si misma (Schibotto,1999, en Correa & Valdés, 2001). Se considera como trabajo infantil, a los servicios personales, intelectuales o materiales con valor económico prestados por un menor de 18 años, sea en virtud de un contrato de trabajo o sin dependencia de un empleador alguno. Se incluyen los trabajos que sin ser retribuidos con un salario, constituyen un beneficio económico para el niño, su familia o un tercero que se apropie del producto de su trabajo (Vergara del Río, 1998, en Correa & Valdés, 2001). |
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