MÁs allá de los sueños (Surgimiento del polo turístico avileño)






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MÁS ALLÁ DE LOS SUEÑOS


(Surgimiento del polo turístico avileño)

Larry Morales



A Elio Scansa, descubridor de sueños en mi país.
A Clodoaldo Parada, turista de la soledad.
AGRADECIMIENTOS

En primer lugar quiero darle las gracias a Lina, poeta, compañera y esposa, por obligarme a trabajar todos los días en este libro y recordarme que llevaba doce años intentando escribirlo y a Larry Carlos por su estoicidad y comprensión.
Agradecerle a mis amigos italianos Aldo Abuaf, Eugenio Ciocca y Alfredo Bassani la celosa traducción que hicieron de los documentos para que yo los pudiera leer en español. A Sisto Gungui por enviarme desde Brescia casi todo el archivo sentimental de sus tiempos hemingwayanos en la Corriente del Golfo. A Arnaldo Cambiaghi por su entrevista amplia y su amor por mi país. Al ingeniero físico nuclear Jorge Castillo por traducir las fotos al lenguaje digital, desbloquearme la computadora y reinstalarme windows más de veinte veces. Al licenciado Noisy Espinosa, de la Agencia de Estudios del Medio Ambiente de la empresa Geocuba de Ciego de Ávila, por la precisión de los datos que hubo de aportarme, a Eduardo Veiga, de la dirección del MINTUR y a Gonzalo Tarrero, de la dirección de Palmares, por el apoyo y la confianza de ambos.
Muchísimas gracias a todos los que sin saberlo me ayudaron en este empeño.

El autor

MOTIVACIONES Y CONTRATIEMPOS

No es nada extraño que la idea de escribir un libro surja en un bar, y si se trata de un libro que hable de la historia del turismo, resulta, si se quiere, lógico, porque un buen bar –sin salvar la distancia- es como un salón de partos. La idea de realizar esta obra nació precisamente en el más acogedor de los bares del Hotel Morón, el Manatí, el cual, dicho sea de paso, ya no existe, por obra y gracia –o desgracia- de las remodelaciones que de un tiempo acá los inversionistas y arquitectos han puesto de moda.
Sucedió una tarde del verano de 1992 cuando mi amigo Oscar García Monteagudo –a la sazón asesor de la entrada en Cayo Guillermo de la Flamingo International Travel Consultant- me sugirió la idea de abordar el tema del turismo en una de mis obras. A la caída del sol, y después de una larga plática interrumpida sólo por el barman Mario Ortiz, Mayito, al acercarse a nosotros para renovar el contenido de las copas, brindamos por el nacimiento de la idea del futuro libro.
Ni Oscar ni yo, ni el barman que presenció aquel brindis irrevocable, éramos capaces de suponer que pasarían doce años sin que se escribiera la primera palabra del libro prometido. Sin embargo, a partir de aquella promesa, la más informal y demorada de cuantas he hecho en mi vida, cada vez que Oscar y yo nos encontrábamos en aeropuertos, hoteles, oficinas, playas, carreteras sobre el mar, calles desiertas... hablábamos del tema con el entusiasmo y la seguridad de la primera vez, pero igualmente no pasaba de la euforia.
Una mañana de abril de 1995 Oscar y yo coincidimos en Villa Cojímar, el primer hotel que se erigió en Cayo Guillermo. Incitado quizás por el fantasma de Ernest Hemingway, quien navegaba incansable frente a nosotros a través de la Corriente del Golfo, me propuse dar los primeros pasos para iniciar la obra: una entrevista al propio Oscar García, quien había sido Director de la Empresa Turística Provincial de Ciego de Ávila y tenía incontables vivencias sobre el tema. Nos dimos cita en la habitación 44, un recinto que lo mismo servía para una reunión de trabajo que para dormir plácidamente. En aquella suerte de cuartel general tracé las estrategias de la primera entrevista, a través de la cual supe que la historia del turismo en esta región no era otra cosa que una aventura real maravillosa.

Compartí la entrevista con el periodista italiano Alberto Taliani, quien también estaba empeñado en formularle algunas preguntas a Oscar acerca del surgimiento del turismo en la provincia de Ciego de Ávila, de modo que mi amigo, con su relato de aquellos azarosos días en que se había transformado en todo un moderno Robinson Crusoe, mató –como decimos los cubanos- dos pájaros de un tiro. Luego Taliani usó la entrevista en un reportaje para el diario Il Giornale, de Milano, y yo la guardé en el baúl de los recuerdos, pues el compromiso conmigo mismo de concluir un voluminoso libro que ya se había añejado lo suficiente, me impidió continuar el curso de esta investigación.
Entre mis planes para el nuevo siglo y el tercer milenio que recién se estrenaban, estaba la terminación de la obra de marras. Aproveché la presentación de uno de mis libros en Italia y entrevisté a muchos de los protagonistas de los días iniciales del turismo en esta región y en el país. Así fue como Arnaldo Cambiaghi, a la sazón Presidente de la Asociación Nacional de Amistad Italia-Cuba, en un viaje hacia la ciudad de Piacenza en la que nos encontramos con el periodista y escritor Gianni Miná, me relató cómo él puso su granito de arena para romper la hermeticidad del bloqueo norteamericano a nuestro país y traer a los primeros turistas italianos a ver una realidad que ellos ansiaban palpar. El fotógrafo Aldo Abuaf volvió a vivir, en sus conversaciones conmigo en su casa de Palmanova, aquellos días transparentes en que su cámara fotográfica captaba las incipientes imágenes de El Ultimo paraíso, un hotel flotante encayado voluntariamente en los Jardines de la Reina. El aventurero Eugenio Ciocca me repitió con vehemencia –pues ya habíamos hablado sobre el tema en Cuba- las anécdotas de sus andanzas alucinantes por los mares, llanos, montañas e islas desiertas, unas veces como turista, otras como turoperador o representante de firmas y otras como un genuino Marco Polo del Caribe descubriendo realidades. Alfredo Bassani anduvo junto a mí por varias ciudades de la Lombardía, traduciendo mis encuentros con el público italiano y contándome con visible nostalgia las peripecias de sus años en Cuba y específicamente en la región avileña. Virgilio Negri, durante una cena en el antiguo restaurant familiar que él heredó de sus ancestros, junto al lago Pusiano, un inmenso espejo donde se miran las montañas, me confesó su gran pasión por la cacería de patos en los aguachales de Falla y me contó sobre sus intentos de desarrollar este tipo de turismo en Morón. A Sisto Gungui traté de verlo en Brescia pero, ante la imposibilidad de un encuentro inmediato, acudí al correo electrónico y en pocos días, a mi regreso a Cuba, obtuve un testimonio tan exacto como una crónica de viaje sobre su participación al frente de la Flamingo en el desarrollo del turismo en los jardines recién estrenados al norte de Morón.
Si de algo estaba convencido a mi regreso de Italia, era de que, ¡al fin!, iba a pagar mi promesa hecha aquella lejana tarde del verano de 1992 en el bar Manatí. Volví a la carga con las entrevistas. A Oscar lo torturé al estilo medieval con un cuestionario de más de cincuenta preguntas; a Juan Pérez, Severo Morales, Gilberto García, Manuel Villar, Rogelio Oliva y María Elena Felipe, los fui sentando uno a uno en el banquillo de las confesiones y no los dejé en paz hasta sacar el último balde de agua del pozo de los recuerdos. Algunos de los que había entrevistado en Italia vinieron a visitarme para ver cómo marchaba la obra y quedaron atrapados en la tela de araña de la investigación e hicieron confesiones nuevas que los vientos tropicales trajeron a sus memorias.
Me hubiera gustado vaciar el pozo de los recuerdos a otros protagonistas de las historias que aquí relato, pero no podía esperar más, pues doce años es demasiado tiempo para cumplir con una promesa, de modo que con estos testimonios casi cinematográficos y algunos documentos que he rastreado en gavetas de archivos olvidados y discos duros de computadoras casi inaccesibles, me he propuesto conformar un libro sin académicos y enrevesados cuerpos referativos; es posible que prescinda hasta de las citas bibliográficas para que el lector no desvíe su atención ni un instante cuando esté junto a mí en uno de los promontorios de Cayo Coco, o navegando a la altura de la barrera coralina, o sobre las dunas de Cayo Guillermo, o escribiendo su nombre en una de las paredes de La Bodeguita, mientras contempla a través del cristal el mar verde-azul que lo hace a uno suponer que delira, o pescando un cocodrilo en los Jardines de la Reina, o desembarcando con algunos de los piratas que merodearon la zona a esconder un tesoro, o acompañando a Hemingway a cazar submarinos. No, ningún escritor tiene derecho a romper tales hechizos con citas y referencias inoportunas.
Quedarán sin duda muchas cosas por decir pero en un centenar de cuartillas es imposible decirlo todo, de modo que otros tendrán que llenar esas lagunas, continuar los relatos, desbordar el manantial de los recuerdos de quienes mañana serán historia. Hoy me ha tocado a mí revelar las alegrías, sorpresas y decepciones de un grupo de hombres que se empeñaron en llevar la civilización a la cayería inhóspita y desolada que conforman los Jardines del Rey y de la Reina; me ha tocado desentrañar los misterios del silencio milenario, las transculturaciones, desembarcos, marejadas; he tenido que hurgar en los comienzos de cada piedra, ensenada, en cada amanecer.
Esa es la historia que he escrito en estas páginas, pero con mi pulso conectado a las gargantas de los protagonistas para que la luna llena, el rugido de las olas, el barquichuelo encallado, la expectativa de los primeros turistas, la formación del polo, no sean simples adjetivos efectistas en complicidad con el escritor, sino verbos contundentes capaces de demostrar a los lectores que esta geografía turística que se ha adueñado del paisaje avileño no siempre fue así.
EL AUTOR
CONFESIONES DE ARNALDO CAMBIAGHI:

EL HOMBRE QUE LE MOSTRO A LOS ITALIANOS

EL CAMINO HACIA CUBA
(Entrevista exclusiva realizada por el autor para esta obra a Arnaldo Cambiaghi, Presidente de la Asociación Nacional de Amistad Italia-Cuba. Milano, 9 de julio del 2001)

¿Cómo nació la idea de organizar el turismo de masa de Italia hacia Cuba?

Al final de 1966 yo trabajé en la agencia Italturist que entonces era una de las agencias turísticas más grandes de Italia.

Italturist en ese tiempo tenía el monopolio del turismo en el área de los países llamados socialistas del este europeo, particularmente hacia la Unión Soviética. Con la intención de ensanchar el mercado turístico, el gerente de Italturist, Luigi Remigio, en coordinación con la dirección del Partido Comunista Italiano y la dirección del periódico L’Unitá se propuso programar hacia Cuba algunos viajes con precios especiales. Yo tuve cierta responsabilidad con esta nueva ruta.

En 1967 el mercado turístico italiano con Cuba no existía. Los agentes de viajes de las distintas compañías se habían marchado, debido a la victoria de la Revolución. A pesar de ello, estudiantes italianos, delegaciones políticas y gerentes de Italturist visitaron la Isla. A Franco Lucchetta, a la sazón gerente de Italturist en el norte de Italia, le surge la idea de programar viajes a Cuba y funda el Club Unitá Vacanze, proponiendo así un nuevo y particular programa de viajes para los lectores del periódico L’ Unitá.

Ellos me dieron la misión de visitar a Cuba y llevar el programa para dar comienzo a un turismo de masa hacia la isla caribeña. Ese era mi primer viaje a Cuba, y lo realicé con gran satisfacción y voluntariamente, empleando mi tiempo libre, ya que yo era el Presidente de la Asociación de Amistad Italia-Cuba en mi ciudad de Milán.

¿Qué le impactó de la nueva realidad de Cuba?
Partí para Cuba en un vuelo de Iberia. Me hospedé en el hotel Deauville. Sostuve un breve encuentro con algunos integrantes del INIT (Instituto Nacional de la Industria Turística) y quedamos en vernos el próximo día con los ejecutivos cubanos del turismo.
De mañana vinieron a buscarme al hotel en un automóvil americano grande pero viejo, y me condujeron hacia las oficinas donde se encontraba la Presidencia y el aparato del INIT, en la Habana Vieja. La dirección entera se había congregado allí entre tres o cuatro buroes sencillos, máquinas de escribir anticuadas, lápices para tomar apuntes en pedazos de papel, un télex viejo, los teléfonos en abundancia aun cuando sólo contaban con dos líneas. Los hombres y mujeres vestían con guayaberas amarillas tradicionales y pantalones y vestidos de color castaño.
Imagínate mi impresión: ¡yo que venía de una agencia con luminarias de neón, las mesas de trabajo y escritorios finamente decorados, las fotografías brillantes y a todo color, muchos afiches de los destinos turísticos variados, máquinas de escribir y calculadoras de último modelo, pizarra telefónica con muchas líneas y un operador! Pero el impacto que me causó la oficina del INIT en Cuba fue muy bueno aunque contrastante, gracias a la cortesía, a la calma, a la espontaneidad cubanas y, después de todo, a mi personalidad y a la convicción profunda del nuevo cambio que traería el reciente triunfo de la Revolución cubana.

¿Tenía Italturist en esos años interés en un turismo particular hacia Cuba?
En la reunión con los ejecutivos cubanos, nosotros empezamos a discutir ciertos programas para Italia. Ya se habían preparado algunos viajes turísticos y yo estaba interesado en introducir visitas de interés político-social como, por ejemplo, a las fábricas, a las escuelas; visitas en las que se indagara por las cuestiones sociales. Al final de las primeras entrevistas, me habían informado que al día siguiente me llevarían a un recorrido por Santiago de Cuba, Bayamo, Cienfuegos, Trinidad, Santa Clara, Varadero y Pinar del Río, con el objetivo de que yo conociera aspectos más amplios acerca de Cuba y las estructuras turísticas, entre otros aspectos.
Al final de mi gira, pude poner en orden los programas para los turistas que vendrían, coordinar el tema de las visas y muchos detalles que era preciso definir. Desde el principio habíamos establecido dos viajes al año a través de Italturist: uno en verano, por la conmemoración del 26 de julio, y el otro en invierno, en vísperas de año nuevo y por el aniversario del triunfo de la Revolución. La propuesta fue comenzar con 160 personas en cada viaje.

¿Qué experiencias tuvo en su gira de conocimiento de las estructuras turísticas de Cuba?

Tuve experiencias interesantes. Partí a las 7.00 am. con el chofer y un guía, en un automóvil americano viejo y enorme. No tenía aire acondicionado y el calor nos asfixiaba. Yo estaba bañado en sudor, como dicen los cubanos pero, cuando tomamos la carretera, el aire me refrescó un poco. Desde la ventanilla pude contemplar el hermoso panorama cubano: las palmas, la caña de azúcar, las crías bovinas, las cabañas típicas de los campesinos, las pequeñas y hermosas plazas de las ciudades, los monumentos, las consignas revolucionarias escritas en carteles a lo largo de todo el camino.
Pero no todo fue maravilloso en este viaje. En la provincia de Pinar del Río estaba prevista mi visita al orquideario y al salto de agua. ¡El primero estaba cerrado y el salto estaba seco, sólo caían unas gotas de agua!
En Cienfuegos, yo estaba en el hotel Jagua. Una noche, de repente, la luz desapareció y con la misma comenzaron a golpear en la puerta de mi cuarto. Abrí y vi delante de mí a una camarera, grande como un armario, con un rifle en el hombro. Cualquiera podría imaginarse cuál fue mi asombro, pues pensé que había comenzado una guerra o algo parecido. La camarera me informó que se trataba de la presencia de unas lanchas de contrarrevolucionarios cubanos venidos desde Miami a provocar. En mi itañol rudimentario le dije que yo también quería participar en las acciones contra los gusanos de Miami y salí del hotel en medio de la oscuridad hacia la Escuela Marítima. Allí me mantuve acuartelado junto a un buen número de ciudadanos y estudiantes. Cuál no sería mi sorpresa al encontrarme con mi guía y mi chofer.
Como a las tres de la madrugada regresé al hotel junto al guía y al chofer, con la satisfacción de haber participado en un acto patriótico de esa magnitud en Cuba.

¿Cómo comenzó la promoción turística de Cuba en Italia?

A mi regreso a Italia me reuní con Lucchetta y Nicola para formular los precios del viaje y decidir qué línea aérea disponible utilizaríamos para transportar a los turistas hacia Cuba.

Por esa época las únicas líneas disponibles eran: Iberia, CSA, Aeroflot, Interflug. Coincidimos en que la más apropiada era la CSA, ya que tenía el permiso del gobierno italiano para una línea Milano/Praga con 70 pasajeros y dos vuelos semanales. Preguntamos si la CSA podía recibir la autorización del gobierno italiano para operar con un avión IL 62, con capacidad para 160 pasajeros, y viajar del 22 de julio hasta el 6 de agosto. La respuesta no fue negativa, de modo que, con el periódico L’Unita, empezamos una propaganda promocional del primer viaje de masa a Cuba.

A fines del mes de mayo no teníamos ningún afiliado para el viaje. Lucchetta estaba preocupado y con mucha razón, pues si al llegar el 15 de junio no había suficientes pasajeros, el destino Cuba se cerraba; pero sucedió que en los primeros días del mes de junio comenzaron a aparecer los primeros y el propio 15 de junio ya había ¡240 afiliados! Nosotros estábamos felices puesto que finalmente el turismo italiano podría tener a Cuba como un destino.
Se trataba de un turismo político, realizado sobre todo por personas sensibles a los problemas de Cuba; personas empujadas por el deseo de conocer la realidad de Cuba después de la Revolución. Ellos eran estudiantes, profesionales libres, maestros, médicos, obreros y empleados. La mayoría eran jóvenes.

¿Podemos decir entonces que el destino turístico Cuba interesó a los italianos?

Ciertamente. Aunque desde el primer momento tuvimos muchas dificultades para efectuar el viaje. La semana antes de la salida (22 de julio de 1967), el gobierno italiano rechazó la proposición de la compañía aérea CSA de cambiar el avión de 70 personas, establecido por los acuerdos interestatales, por el de capacidad para 160 pasajeros, que era el que necesitábamos. Este inconveniente era serio, puesto que ya estaban vendidos los 160 viajes. Inmediatamente advertimos a la Dirección de Italturist en Roma para que interviniese en los órganos pertinentes, pero todas las respuestas fueron negativas.
Nos dirigimos hacia la dirección de los ferrocarriles del Estado a pedir un tren especial que corriera de Milán a Praga, para que los turistas pudieran partir desde allí aquel sábado 22 julio con destino a Cuba. Tampoco la respuesta de los ferrocarriles del estado fue positiva. A esta altura de los acontecimientos, nos dirigimos a la compañía de los autobuses que hacen servicio a los aeropuertos de Milán, el Linate y el Malpensa, e hicimos la gestión para resolver cinco autobuses para el traslado de los turistas a Praga. Esta vez la respuesta fue afirmativa. Los autobuses llegaron y nosotros embarcamos a los turistas.
Pero los problemas no acabaron allí. El gobierno italiano hizo algunas maniobras para entorpecer el viaje y con ello nos causó contratiempos. Hasta el comandante del aeropuerto de Praga nos tuvo que ayudar en este empeño. Lo primero que ocurrió en el aeropuerto fue la detención de la salida del vuelo porque nadie había avisado a la guardia de la frontera de Bratislava que venían 160 italianos por ómnibus y ahí también se presentaron contratiempos. El propio comandante del aeropuerto telefoneó al Ministerio del Interior de Praga para que llamaran a la frontera y se resolviera la situación
Finalmente este obstáculo se venció, y en la mañana del 23 de julio nuestros turistas se embarcaron en el avión directo a Cuba. Había tenido un comienzo aterrador la salida del avión del primer viaje a Cuba. Los turistas en cambio que volaron con la compañía Iberia, no tuvieron problemas de ningún tipo. Ellos partieron a tiempo y llegaron a Cuba normalmente.
Yo tengo mucho que agradecerle a la Srta. Paola Cremonesi, una guía turística nuestra que dirigió el grupo que viajó con la CSA, y al compañero Vando Martinelli que se nos prestó voluntariamente para servir de guía al grupo que viajó con Iberia.
¿Es una experiencia particular el primer viaje de masa a Cuba?

Fue una experiencia incluso política. Cuba estaba fuera de los destinos turísticos tradicionales. A través de Checoslovaquia, en ese tiempo, era necesario hacer dos programas para viajar a Cuba: uno que dijera oficialmente que los turistas iban a vacacionar en las montañas de Tatras y por consiguiente había que sacar un boleto aéreo para Praga y el verdadero que era el viaje a Cuba. Hubo un momento en que la compañía aérea CSA se negó a partir del territorio italiano con destino diferente a Praga. La guerra fría también influenció en el turismo.
Previendo cualquier situación, yo partí hacia Praga primero que los turistas y esperé por ellos en el aeropuerto. Muchos turistas habían hecho adquisiciones en Cuba: camisas, guayaberas, machetes, sombreros de paja, los puros, el ron... Yo había recomendado que dijeran en la frontera italiana que las vacaciones habían sido en Praga. Aunque no era muy creíble la mentira por los souvenires que traían. Finalmente todo salió bien.
¿Tuvieron los turistas italianos dificultades en Cuba? ¿Qué impresión se llevaron de su primer viaje?
Ciertamente ellos no disfrutaron de las estructuras y de los servicios de hoy. Entonces los hoteles eran esos que habían construido los americanos. Algunos se habían restaurado ligeramente, otros grandes como el Internacional de Varadero o el Capri de La Habana, necesitaban un mantenimiento riguroso. El bloqueo económico impuesto por EE.UU a Cuba se dejaba ver mucho en este sector. Si un grifo se rompía, no se podía cambiar por uno original, había que buscar uno cualquiera. El servicio en el restaurante era ese tradicional a las mesas. El transporte de los turistas no era en los nuevos autobuses Mercedes de hoy, sino en viejos Leylands ingleses que se rompían muy a menudo.
No obstante, la limpieza en los hoteles era intachable y el personal era muy amable, siempre sonriente y feliz, aun cuando el servicio tampoco era bueno. Hay muchos italianos que contribuyeron a la mejoría de estas dificultades; yo recuerdo entre otros a Helio Borgonovo, Sandro Perugino, Vando Martinelli, Aldo Abuaf, Alfredo Bassani, Gaita, Graziella, Casadei, Menori y otros.

Yo tengo que decir que en esa época el turismo internacional no merecía la atención requerida de la dirección política del país. Era considerado una rueda de repuesto.
Los turistas del primer viaje, regresaron entusiasmados; no sólo por el paisaje, el mar, las playas, los museos que visitaron, sino por la impresión que les causó el contacto con la población, el pueblo cubano que les dio la bienvenida sonriendo en sus casas, en las escuelas, en los hospitales, en las fábricas.
¿Y del viaje de la víspera del nuevo año 1967, qué experiencias sacó?

El éxito de los dos viajes iniciales permitió a la dirección de Italturist aumentar los programas del año siguiente. Se le agregaron la fecha de la fiesta del 1° de mayo y las vacaciones de verano en agosto. También estos viajes aumentaron la confianza de Italturist, al punto que se propuso al mercado italiano el viaje a Cuba como un nuevo destino turístico.
Usted ha conocido a los ejecutivos de diferentes organismos del turismo cubano ¿Qué impresión ha tenido usted de ellos?
Yo conocí a los diferentes ejecutivos del INIT, de Cubatur, de Cubanacán, de Havanatur, las más grandes compañías turísticas de ese tiempo. Tuve reuniones con el Ministro del Turismo, Osmani Cienfuegos, con el presidente de Cubanacán, Abraham Macique, y tengo que decir que siempre he recibido una impresión buena del trabajo de ellos acerca de "la reconstrucción de la oferta turística cubana." Han desarrollado un trabajo poderoso. En ese tiempo el turismo internacional se representó, como el movimiento de masa, de Canadá, de Francia y de Italia, evidentemente por encima de los países llamados socialistas de Europa del Este. En las reuniones con los ejecutivos cubanos, nosotros hemos discutido sobre las demandas de los turistas.
¿Después de este éxito en el turismo hacia Cuba, qué otras experiencias ha acumulado?

La mejor experiencia fue con el turismo político, social y de solidaridad con Cuba. Recibimos el apoyo de la Asociación de Amistad Italia-Cuba y, a su vez, el turismo animó las actividades de esta asociación.
En 1973 organizamos una parte de la Brigada Internacional del Trabajo que se desarrolló en Cuba por los meses de verano. La primera brigada europea estaba compuesta por 160 participantes. Yo recuerdo que Vando Martinelli acompañó al grupo y desplegó un cartel a la llegada a La Habana, que decía: "Nosotros no somos turistas", queriendo con esto diferenciarnos del turismo normal.
¿Qué otra experiencia ha tenido usted con el turismo cubano?

Una de las más grandes experiencias ha sido el Primer Festival Internacional de la Juventud que se desarrolló en La Habana en 1978. Desde el primer momento en que se había anunciado, nosotros, a través de Italturist, habíamos reservado los vuelos de CSA, Interflug, Iberia, para un total de alrededor de 900 localidades. Participamos en las reuniones de organización y estuvimos trabajando duramente hasta el final.

¿Qué piensa usted del turismo que hoy oferta Cuba?

Treinta y cuatro años han pasado del primer impacto y del primer viaje a Cuba organizado por Italturist. No puede compararse el turismo de aquellos días al de hoy. Las ofertas que Cuba introduce en el campo turístico están listas para satisfacer cualquier demanda. También ha habido mucho avance en el sector del entretenimiento, en las iniciativas culturales, en todo.

El turismo ya no es la "rueda de repuesto" para la economía, ahora es un punto fundamental. Y es correcto que sea así. El período especial que Cuba está pasando, ha puesto en movimiento recursos humanos increíbles y un desarrollo de las estructuras y de las infraestructuras. Yo tengo mucha fé en el futuro de Cuba.
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