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CHE GUEVARA CRITICO MARXISTA DEL REFORMISMO «¡Tenemos la necesidad imperiosa de pensar, ¡imperiosa!» Che Guevara 1
Iniciamos esta breve y muy sintética charla-debate sobre el Che como crítico del reformismo, organizada por Askapena, recordando la frase con la que comenzábamos la conferencia de hace más de tres años sobre el mismo tema. Entonces debatimos sobre la ponencia Los marxismos de Che Guevara (2008), a disposición en Internet, y decíamos que tal como se estaba deteriorando la sociedad capitalista --¡y malvivíamos justo el comienzo de la actual crisis!-- teníamos la imperiosa necesidad de pensar críticamente qué estaba sucediendo. La exhortación del Che para pensáramos, para que ejerciéramos el método dialéctico de la crítica constructiva, y del estudio radical de las contradicciones sociales, aparecía entonces una especie de llamado esnobista porque en junio de 2008 aún no había comenzado la segunda fase de la actual crisis, que estalló al finalizar ese verano, pero sí malvivíamos ya bajo sus golpes desde verano de 2007. Pero no éramos los únicos, en ese mismo mes de junio A. Borón2 explicaba magistralmente cómo el Che había recreado el marxismo de forma decisiva: «El legado teórico del Che es inmenso y la tarea de recuperarlo recién ha empezado. Sus pesimistas apreciaciones sobre la escena internacional de su tiempo, dominada por la “coexistencia pacífica” proclamada por la URSS, fueron proféticas; su visión de que no se puede construir el socialismo “con la ayuda de las armas melladas que nos legara el capitalismo” es irrebatible a la luz de la experiencia reciente; sus análisis sobre la naturaleza incorregible y brutal del imperialismo se corroboran día a día, desde los “bombardeos humanitarios” de Bill Clinton hasta las torturas a niños y niñas iraquíes de 10 a 12 años definidos por Bush y su pandilla como “amenazas imperativas”, tal como lo expusiera Juan Gelman en este diario el pasado 12 de junio; igualmente preciso es su diagnóstico sobre la centralidad de la ideología cuando dice que “el capitalismo recurre a la fuerza pero además educa a la gente en el sistema” y lo viene haciendo desde hace quinientos años, con lo cual nos convoca a librar la “batalla de ideas” en todos los frentes. Y así podríamos seguir enumerando hitos de una reflexión teórica que no se detiene ante el saber establecido y prosigue incansable su marcha hacia horizontes de comprensión cada vez más profundos y abarcativos. Cuatro décadas después de su cobarde asesinato, el Che está más vivo que nunca». A. Borón profundizaba en este texto en una serie de reflexiones comunes en la izquierda de las Américas, mientras que gran parte de la izquierda europea3 seguía viendo al Che en 2007 como el revolucionario antiimperialista hecho famoso por una fotografía y por su muerte, pero asegurando que en la medida en que creciese el imperialismo europeo, el Che se haría más y más conocido y necesario. Pero, ahora, en otoño de 2011, cuando leemos en la prensa crítica que la pobreza y la precarización vital sigue extendiéndose como una plaga por Euskal Herria4 y por el mundo, comprendemos la urgencia de enriquecer nuestro pensamiento, llenarlo de contenido teórico y, sobre todo, avanzar en propuestas prácticas. Cuando el Che hablaba de pensar, hablaba de mejorar la acción revolucionaria. Para él, el pensamiento era un componente esencial de la acción, de la práctica. Por eso era un pensamiento crítico. Y con esta aclaración queremos empezar nuestro debate hoy: he citado el texto que ofrecí entonces al sacrificio público, el de los marxismos del Che, porque pienso que debemos ejercitar permanentemente la crítica, y que es más necesario hacerlo conforme se aceleran e interactúan las contradicciones del sistema y tienden a aumentar las resistencias populares, pero a la vez tienden a reorganizarse y a contraatacar las fuerzas reaccionarias, como está sucediendo. Sin embargo, la crítica y la autocrítica son casi desconocidas en la izquierda revolucionaria, incluida la independentista y socialista vasca. Somos más dados a la descalificación y al desprecio, a la imposición dogmática, que al debate fraterno y creativo, a la crítica constructiva. ¿Por qué? Una parte fundamental de la respuesta la encontramos en las palabras de V. Morles Sánchez5 que no puedo dejar de citar: «Criticar es juzgar con valentía, es identificar méritos y debilidades; develar lo oculto, actuar de forma abierta y no dogmática; llamar a las cosas por su nombre. Es una actividad que implica riesgos porque el ser humano (autor también de las obras criticadas) es un ser contradictorio y orgulloso que construye, inventa y progresa, pero teme los juicios que puedan descubrir sus errores o debilidades. La crítica es, por naturaleza, polémica; genera discordias y enemigos, pero también amigos. Puede producir ideas y conocimientos, así como cambios, siempre necesarios, en las obras y en los seres humanos. De allí que lo normal es que el poder establecido o dominante trate siempre de suprimir o de ocultar la crítica» Vamos, pues, a criticarnos a nosotros mismos, como independentistas, como comunistas, yo al menos sí, mediante el estudio del Che, analizando cómo estos más de tres años transcurridos desde aquél debate premonitorio han reforzado la actualidad de este marxista que murió con un fusil en una mano y con un libro en la otra. Debemos hacerlo porque la desidia e indiferencia teórica de la izquierda revolucionaria durante los pasados años de envenenado y podrido auge capitalista, a excepción de honrosos casos, ha sido co-responsable de la impunidad con la que el reformismo descarado o encubierto, y la casta académica e intelectual, han estado diciendo las mayores tonterías sin encontrar respuesta crítica alguna. La industria político-mediática y cultural, el sistema universitario, siervo del capital6, han sido y son fuerzas disciplinadotas que imponen lo que J. P. Garnier7 define como «la voluntad de no saber» de la casta intelectual: «‘Capitalismo’, ‘imperialismo’, ‘explotación’, ‘dominación’, ‘desposesión’, ‘opresión’, alienación’…Estas palabras, antaño elevadas al rango de conceptos y vinculadas a la existencia de una “guerra civil larvada”, no tiene cabida en una “democracia pacificada”. Consideradas casi como palabrotas, han sido suprimidas del vocabulario que se emplea tanto en los tribunales como en las redacciones, en los anfiteatros universitarios o los platós de televisión». La crítica del reformismo, en cualesquiera de sus formas, es en estos momentos una necesidad tan imperiosa como la de pensar, porque, además de otras causas, el reformismo político-sindical es una de las fundamentales que explican por qué los pueblos trabajadores todavía se encuentran muy lejos de pasar a la fase ofensiva de la lucha revolucionaria, la fase en la que se atacan directamente los pilares de la civilización del capital, como son la propiedad privada de las fuerzas productivas y el Estado burgués. De hecho, pensar y criticar el reformismo son la misma y única cosa, porque el reformismo se basa en la credulidad, en la fe y en la ignorancia de la historia humana, mientras que el pensamiento se basa en la consciencia de la contradicción irreconciliable y en el principio de la objetividad de la explotación. 2.- QUÉ ES EL REFORMISMO Pero antes de seguir debemos precisar lo suficiente qué es el reformismo. Dicho con rapidez, es la negación de la dialéctica entre los fines y los medios, entre los objetivos por un lado, y por el otro la estrategia y la táctica. La ruptura de esta dialéctica, que puede ser gradual y no traumática, termina conduciendo al movimiento revolucionario al desastre bien por la integración en el orden burgués, bien por su destrucción brutal al haberse confiado en las promesas del Estado. D. Coates8 define como reformismo la tesis de sostiene que se puede avanzar al socialismo aprovechando las instituciones, leyes, aparatos estatales burgueses, que se trata de un tránsito gradual, pacífico. Las bases del reformismo provienen del socialismo utópico y de corrientes de la Ilustración, pero encuentran muchos de sus argumentos en las tesis revisionistas elaboradas a finales del siglo XIX y que, según B. Gustafsson9, se caracterizan por negar tres principios elementales del marxismo: uno, la teoría de la explotación y de la plusvalía; otro, la teoría del Estado, de la democracia y de la violencia; y por último, la teoría del conocimiento, la dialéctica materialista. Por su parte, el Che, dice N. Kohan10 y con razón, hace hincapié en tres requisitos fundamentales para el triunfo de la revolución que, añadimos nosotros, niegan frontalmente las tesis reformistas y revisionistas: Primero, la lucha contra el Estado capitalista y la lucha por la toma del poder por el proletariado; segundo, la recuperación del sujeto revolucionario, activo, consciente, ofensivo, que no se limita a esperar la llegada de las “condiciones objetivas”, sino que las acelere e impulse con su consciencia subjetiva de masas, creativa y por ello también objetiva; y tercero, que tanto el poder proletario como el sujeto colectivo luchen por un humanismo socialista, comunista, irreconciliable con la demagogia burguesa, que empiece a practicar una forma de vida cualitativamente superior a la alienada y fetichizada del capital. Estimamos que no es necesario seguir amontonando más definiciones sobre el reformismo porque lo esencial, lo permanente, está ya dicho: Uno, el reformismo rechaza parcial o totalmente la teoría de la explotación porque aceptarla le obligaría a aceptar la necesidad de la lucha política revolucionaria. La explotación existe porque la burguesía posee las fábricas y el capital, mientras que la humanidad trabajadora no posee más que su fuerza de trabajo. Frente a esto, el reformismo propone aumentar los salarios, pero se niega a socializar las fábricas y los bancos, devolviéndoselos a sus verdaderos propietarios, a la humanidad trabajadora y explotada. Dos, el reformismo rechaza la teoría marxista del Estado, que sostiene que éste es un instrumento decisivo de la burguesía para mantener la explotación y asegurar la propiedad privada, por el contrario, el reformismo sostiene que el Estado de la burguesía es neutral, puede ser utilizado a favor del pueblo y dentro del socialismo, por lo que no hay necesidad de destruirlo y menos violentamente. De lo que se trata es, dicen, de lograr una abrumadora mayoría legal, la “sociedad civil”, que sólo con su peso electoral convenza a la minoría para que, pacíficamente, vaya devolviendo sus empresas, bancos y armas al pueblo desarmado. Tres, niega la dialéctica y acepta el neokantismo porque rechaza la unidad y lucha de contrarios irreconciliables, la posibilidad de conocer y transformar el mundo, la necesidad de dar el salto cualitativo, revolucionario, a una situación nueva, mientras que cree que es posible quedarse con lo “bueno” del capitalismo rechazando lo “malo”, y sostiene que no puede ser destruido porque, en el fondo, es incognoscible. Por esto, el reformismo debe rechazar la teoría marxista de la crisis, imprescindible para conocer qué es el capital y cómo funciona. Cuatro, el reformismo acepta la alienación y el fetichismo porque combatirlos le llevaría a enfrentarse con la propiedad privada, con el mercado, con la ley del valor-trabajo y con el valor de cambio, pilares de la civilización del capital, aceptando así la forma de vida burguesa, centrada en el fetichismo de la mercancía y en la alienación. A lo sumo que puede hacer un “reformismo verde”, ecologista, es a proponer el “consumo responsable” y el decrecimiento, en vez de un socialismo ecologista y antiimperialista, el eco-comunismo. Y cinco, mundialmente el reformismo critica lo “malo” de la llamada “globalización”, proponiendo el “diálogo de civilizaciones”, la “gobernanza mundial democrática”, la reforma negociada de instituciones criminales como el FMI, el BM, la OMC y otras, bajo la “supervisión de la ONU. El marxismo plantea abiertamente tanto el derecho a la independencia de los pueblos como que la Tierra pertenece a las generaciones futuras y a los pueblos que la habitan, lo cual conlleva la derrota del imperialismo, la devolución de la Tierra a los pueblos y fin de la propiedad privada material e intelectual. Resumido el reformismo en su quintaesencia, lo primero que debemos dejar en claro es que el método teórico del Che que sustenta y asume esta definición, ha superado la prueba de la historia en lo referente a la evolución de las contradicciones capitalistas, según muestra O. Martínez11 contundentemente. Como se aprecia, nos limitamos al debate sobre la naturaleza esencial del capitalismo, sobre sus contradicciones insalvables, y no a otros debates particulares y más concretos, por ejemplo el de la planificación socioeconómica, la valoración de la NEP, el papel del mercado en el socialismo, el papel del cooperativismo obrero en el avance al socialismo y a la superación de las categorías mercantiles, etcétera. Para la crítica actual del reformismo y para la defensa del internacionalismo debemos centrarnos, antes que nada, en la naturaleza esencial de la explotación burguesa, y en su carácter mundial, imperialista. 3.- TEORÍA MARXISTA E INTERNACIONALISMO Hablar del Che es lo mismo que hablar de crítica implacable del reformismo, del internacionalismo militante, de la unidad de objetivos históricos que unifica a la humanidad trabajadora en su lucha contra el capitalismo a nivel mundial. La práctica antirreformista del Che es parte de esta concepción, y no a la inversa. Si definimos el modo de producción capitalista como una realidad mundial, entonces la lucha contra el reformismo adquiere un contenido mucho más grave y decisivo, porque cualquier concesión a la burguesía en cualquier parte del mundo se vuelve en el acto como una traición a los intereses emancipadores de las luchas concretas y particulares, por distantes que estén e insignificantes que parezcan. Tampoco hace falta decir que el internacionalismo del Che era la forma que adquiría su extremo respecto por la lucha de liberación de los pueblos sojuzgados por el imperialismo, de modo que la lucha por la independencia era en él la expresión práctica y concreta de la lucha antiimperialista e internacionalista. Pero sí hay que insistir en que, con toda razón, para el Che el internacionalismo y la liberación antiimperialista eran parte del choque a muerte entre el capitalismo y el socialismo, no existiendo fricción alguna esta contradicción irreconciliable abierta desde 1917 --más vigente ahora que entonces, como veremos--, y las liberaciones antiimperialistas. Pérez Hinojosa12 explica cómo la lúcida visión del revolucionario argentino sobre las traiciones de las burguesías llamadas “nacionales”, que se plegaban a las exigencias del imperialismo en contra de sus pueblos, coincidía con las concepciones revolucionarias de Mariátegui sobre el internacionalismo, la unidad continental de la lucha latinoamericana y su naturaleza socialista, la esencia criminal del imperialismo, etc. No hace falta recordar que Mariátegui investigó y teorizó mejor que nadie en su época el decisivo papel de la emancipación de los pueblos autóctonos indios dentro de la revolución socialista latinoamericana, emancipación que se centraba en la reconquista de la propiedad de la tierra por estos pueblos, acabando con la propiedad privada de terratenientes, burgueses y transnacionales capitalistas. Nos encontramos aquí ante una de las afirmaciones decisivas contra el reformismo: ¿se puede confiar en la burguesía? Los reformistas dicen que incluso se puede y se debe confiar en lo estratégico, y no sólo en lo táctico, es decir, creen que la burguesía respetará. Nosotros pensamos, al igual que Pérez Hinojosa, que el marxismo del Che, como el de Mariátegui, iba más allá de Latinoamérica, era mundial, y que este contenido definidor es una de las razones que explican el por qué han aparecido fotos y camisetas con la imagen del Che en movilizaciones de masas de la reciente Primavera Árabe a pesar de la impresionante campaña de desprestigio que sufre, solamente equiparable a la que sigue soportando Lenin. N. Malaj13 estudió hace tiempo las dos peores maneras de tergiversar al Che para silenciar su praxis: santificándolo o excomulgándolo, demostrando que tanto un método como el otro buscaban el mismo objetivo, destruirlo. Una forma más tosca y zafia, y por ello inútil como se ha demostrado, fue la de A. Vargas Llosa14 quien con una serie de cuatro artículos en los que arremetía con el Che y, de rebote y desde el inicio, contra quienes le rinden “culto” tachándolos abiertamente de ignorantes. Los insultos y el menosprecio siempre han sido características de la ideología burguesa y muestran su ausencia de razón y argumentos. Otra manera de negar al Che directamente a la vez que se dice reivindicarlo fue la de G. Llamazares a la sazón Coordinador General de IU, al reducirlo a simple utopista romántico que buscaba «reconstruir el contrato social con una agenda diferente»15. O sea, se reduce el Che a un defensor de la ideología burguesa del “contrato social”. La actualidad antirreformista e internacionalista del Che, como la de Lenin, se acrecienta porque ambos acertaron de pleno en la única solución históricamente válida que tiene la humanidad trabajadora para emanciparse de sus cadenas: lucharon hasta la muerte por la conquista del poder proletario y por el triunfo de la revolución mundial. Bien es cierto que Marx y Engels defendieron lo mismo, y lo teorizaron con una profundidad científico-crítica que demuestra la superioridad cualitativa del marxismo sobre la ideología burguesa y sus “ciencias sociales”, pero vivieron en una fase y contexto capitalista en los que no se habían desarrollado tanto las contradicciones del sistema. Además de otros marxistas, como Rosa Luxemburgo y un largo etcétera, Lenin y Guevara llevaron a la praxis esa solución esencial en sus respectivos contextos vitales. En realidad, no fue un “acierto”, no “acertaron de pleno” en la solución, como he dicho arriba abusando de la licencia literaria. Fue el resultado de una sostenida praxis en la que la acción se simultaneaba con el pensamiento, la mano con el cerebro. Lenin y el Che, y los marxistas en su conjunto, se caracterizaron por una titánica militancia teórica, por un esfuerzo científico-crítico casi sobrehumano. Por poner el ejemplo de Lenin, según explica P. A. de Sampaio16, entre 1912 y 1916 el revolucionario bolchevique estudió 148 libros y 232 artículos sobre economía, releyó |