Hacia el tránsito desde el siglo pasado al actual, Chile vivía una situación que, a grandes rasgos, podía calificarse como expectante. Una exitosa confrontación






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Introducción
Hacia el tránsito desde el siglo pasado al actual, Chile vivía una situación que, a grandes rasgos, podía calificarse como expectante. Una exitosa confrontación bélica le había asegurado un caudal de ingresos salitreros que asomaban como casi inagotable fuente de riqueza exportadora, imán de inversiones extranjeras e inyección dinamizadora para la economía nacional; un crudo conflicto civil había terminado por imponer, desde 1891, una concepción parlamentarizante de gobierno, en el marco de una democracia de participación restringida, que parecía contar con el apoyo tácito o explícito de la mayoría del sector gobernante. Consolidar ese favorable conjunto de circunstancias, en un mundo signado por los dictados del liberalismo como sentido común imperante, aparecía como una tarea necesaria. Surgían así, acuciantes, los requisitos de lo que después se ha rotulado como proceso de "modernización" de nuestro país.
La integración exitosa y paulatina de los sectores sociales subalternos al sistema político; la calificación progresiva de la mano de obra; la difusión de prácticas y valores de cuño moderno, ha sido entendido que figuraban como desafíos nacionales que debían ser llevados a cabo. Un elemento que se percibía como indispensable en el logro de tales tareas era la educación y, como primer eslabón del proceso, la alfabetización, paralela a la expansión de la escuela primaria, valorada de modo casi sacral por algunos sectores. Esta convicción, nada de novedosa, ya que hallaba sus raíces desde el período de la Ilustración y, en cuanto Estado chileno, sistemáticamente desde el período conservador, se encontraba detrás de los esfuerzos que, desde diversas trincheras, propiciaban una ampliación de la instrucción primaria así como el establecimiento de su obligatoriedad, entendiendo que por medio de esta medida legal se podría generar un sustrato básico de igualdad y estabilidad política, social y económica.
Como otro elemento anexo a este panorama, la transición desde una economía de histórica matriz agraria hacia una de carácter exportador de materia prima con germinales signos de industrialización, había ido generando el surgimiento y lenta consolidación de organizaciones laborales, bajo formas asistencialistas o de inspiraciones reivindicatorias y confrontacionales. Tales organizaciones comenzaron a erigirse en actores sociales que entendían como su misión el plantear demandas al sistema político, relativas a las condiciones generales de vida, la pauperización endémica del elemento popular -característica del período y chispa de la llamada "cuestión social"- y, bajo peculiares valoraciones, los mecanismos habilitantes para un mejoramiento de la situación de los sectores subalternos. La mayor calificación de la mano de obra; la posibilidad de mayor protagonismo al interior del sistema político formal y la adquisición de pautas de comportamiento modernas, funcionales a un sistema cultural basado en el mundo urbano, parecen haber sido parte del programa tácito de algunas de estas organizaciones, particularmente de aquellas ligadas a los sectores de obreros ilustrados y artesanos urbanos, compartiendo un modo de entender al acto educativo dentro del sistema de escolarización formal como un mecanismo de ascenso social, muy en la tónica de los sectores ilustrados de la élite dominante de mediados del primer siglo republicano.
Al interior del sistema político formal comenzaron a expresarse algunas de las citadas demandas, planteándose con un perfil inicial más bien tenue. La formulación de proyectos alternativos o enmiendas importantes al esquema liberal vigente encontró albergue en algunas tiendas políticas de matriz ideológica liberal, entre las que podemos destacar al partido demócrata o democrático, surgido del tronco del radicalismo, que pretendió encauzar y representar en la escena política formal algunos de los postulados e ideales del artesanado urbano y del creciente movimiento obrero.

El panorama de dicha época, ese cambio de siglo que se vivía como encrucijada histórica en que, tal como en nuestros días, se apreciaba una posibilidad viable de desarrollo del país, nos ha planteado el interés de dimensionar el rol que se le asignaba en el proceso a la educación en general y a la instrucción primaria en particular. Diversos estudios que hemos realizado a lo largo de nuestra formación universitaria nos han llevado a experimentar una cercanía con este mundo temático, así como, también, nuestra labor docente nos ha abierto múltiples preguntas acerca del valor del acto educativo formal y la escolarización, tanto en cuanto a su existencia como a su apreciación en diversos sectores sociales. Insertos en una coyuntura histórica en la que la sociedad demanda permanente y urgentemente al sistema educativo una profunda renovación y reestructuración, nos parece necesario que ésta pueda ser acompañada de una reflexión acerca de las virtualidades que, desde la sociedad civil y los diversos sectores sociales, históricamente se han percibido en la adquisición de instrucción formal y, dentro de ésta, su primer eslabón: la alfabetización y la educación primaria. El modesto aporte que pudiera significar el rescatar atisbos de pasadas experiencias, sentires y pensamientos para contribuir a este proceso de construcción crítica nos parece suficiente justificación para emprender este estudio.
Por otra parte, en el plano de las motivaciones personales para desarrollar estas páginas, es importante resaltar el diagnóstico, no exento de preocupación, acerca de la falta de conocimiento general del profesorado sobre las pautas elementales del desarrollo histórico de la educación chilena. Ausente o arrinconada en los currículos universitarios como disciplina, la historia de la educación nos parece ser una disciplina necesaria en la formación de los futuros docentes, en los diversos niveles del sistema educacional que deban desempeñar, de suerte tal que no se experimente, como es la tónica actual, una brecha tan amplia entre el mundo de los investigadores en historia y el de los docentes, cada uno encerrado en sus afanes cotidianos.
En la primera parte del presente estudio pretendemos entregar algunos antecedentes acerca de la actitud y las acciones concretas desarrolladas por ciertas agrupaciones particulares, ligadas a la viga maestra de los grupos dominantes, frente al problema de la promoción de la instrucción primaria, durante la segunda mitad del siglo XIX. No es la intención trazar una línea de identificación de tales actitudes y acciones con las del Estado, asimilándolas, pese a que hagamos un particular hincapié en la participación de grupos de parlamentarios representativos de la élite gobernante en dos sociedades promotoras de la instrucción primaria: la Sociedad de Instrucción Primaria y la Sociedad de Escuelas Católicas de Santo Tomás de Aquino. Pensamos que puede resultar algo más innovador observar la acción desarrollada por tales instituciones particulares, fuentes más interesantes a la hora de sacudirnos de una práctica historiográfica que ha privilegiado el estudio de las políticas estatales, desarrollando de este modo una tradición de historia de la educación que privilegia lo legal antes que lo social, lo normativo antes que lo ideológico, lo descriptivo antes que lo problemático.
En esta aproximación a la visión elitaria del fenómeno de promoción de la instrucción primaria hemos usado una perspectiva basada en el estudio de las estructuras de sociabilidad formal que surgieron para ofrecer instrucción primaria en la segunda mitad del siglo pasado. Hemos incursionado en sus sesgos y principales postulados doctrinarios y en la forma en que estos modos de asociación influyeron sobre los congresistas en sus actitudes y acciones ante el desarrollo de la instrucción primaria.
A nuestro modo de ver, el campo de estudios históricos relacionado con la educación es un terreno fértil y provechoso para ser abordado con nuevas herramientas, prestadas o creadas, y con perspectivas que puedan establecer un puente entre una simple narrativa de los hechos de la evolución institucional y los aspectos sociales o de mentalidad que pueden transparentarse a través de las valoraciones que los diversos actores sociales dan a la educación. De tal suerte, hemos deseado desarrollar un enfoque algo heterodoxo del problema de la valoración de la instrucción primaria: heterodoxo en cuanto lo desarrollamos a la luz de algunos conceptos historiográficos de desarrollo relativamente reciente, como el de sociabilidad, que, como se ha dicho, aplicamos a instituciones particulares pro educativas.
En la segunda parte de nuestro estudio, bosquejamos una aproximación a un grupo político particular, el partido democrático. Estudiamos los aspectos estructurales de sus nacimiento y primeros años, en una perspectiva en la cual buscamos poder develar en qué medida dicho partido y sus integrantes son, como es común afirmarlo, representativos de un nuevo mundo social: el de los sectores populares urbanos, nacidos de la modernización económica en curso durante el tránsito desde el siglo XIX al XX. Esta descripción nos interesa en tanto cuanto podemos extraer de este grupo una nueva aproximación valorativa acerca de la instrucción primaria, ligada ahora, presumiblemente, a intereses de cambio social más urgentes y acentuados que en el caso de las sociabilidades formales anteriores, caracterizadas por la integración en ellas de políticos y congresistas de la élite dominante. De uno u otro modo, en esta visión sobre el grupo parlamentario demócrata nos acercamos a la idea de un mini estudio de grupos, un modo de producción historiográfica inserto en una técnica mayor, la prosopografía o biografía colectiva, a la que hemos estado cercanos gracias a nuestro trabajo de investigación de los miembros del Congreso Nacional junto al profesor Armando de Ramón.
Precisar algunos aspectos sobre el partido democrático y sus congresistas, esencialmente los que logró hacer llegar al poder legislativo entre 1894 y 1920, es uno de los intereses de las páginas que siguen. La reconstrucción de aspectos relacionados con el origen, actividades y perfil educacional de los congresistas demócratas nos parece, como decíamos, que puede ser un elemento coadyuvante en la tarea de precisar cuán representativo era el partido democrático de la base social a la que generalmente se le adjudica como clientela política. Junto con el objetivo anterior, también se desea en este estudio perfilar la actitud partidaria y discursiva de los demócratas ante el problema de la expansión de la instrucción primaria, mensurando el alcance que este tema tenía en sus propuestas políticas, así como el rol que le asignaban a la expansión de las primeras letras.
Por último, en la tercera parte, pretendemos examinar algunos aspectos generales relacionados con ciertas sociabilidades formales que, para el desarrollo de la instrucción primaria, se extendieron entre los sectores artesanales y obreros urbanos santiaguinos a comienzos de siglo. Nos centramos en aquel segmento más cercano a los lineamientos del partido democrático. Planteamos, de este modo, una dimensión, entre tantas otras, de los sectores subordinados, disimulada o preterida ante los avatares de lecturas ideológicas del movimiento de trabajadores, que han privilegiado de modo casi exclusivo los aspectos políticos. Se justifica, entonces, bosquejar una descripción de las sociabilidades de carácter educacional de que se fueron dotando el mundo obrero ilustrado y el artesanado urbano cercanos al partido democrático y, especialmente, sus principales valoraciones acerca del tema de la instrucción primaria, para, de este modo, lograr una recomposición sencilla acerca de los modos de abordar el fenómeno educativo expansivo y caracterizar la demanda por educación de los sectores subalternos. Nos ha interesado este fenómeno en la medida que lo entendemos como una continuación de una tendencia que se manifiesta de modo inorgánico desde, al menos, mediados del siglo XIX. En esta parte del trabajo bosquejamos dicho discurso educativo mediante el estudio de la prensa obrera militante o simpatizante del partido demócrata, en la medida que representa a los sectores más instruídos y consolidados del mundo obrero y artesanal en la práctica de sociabilidades formales, insertas en la tradición del mutualismo.
Primera Parte.
1.1 La situación general de la instrucción primaria entre 1880 y 1920 y algunas ideas sobre su historiografía.

Entregar una mirada sucinta al desarrollo experimentado por la instrucción primaria durante un período de casi medio siglo requiere una referencia básica acerca del rol de las primeras letras en el sistema educativo nacional de la segunda mitad de la centuria, particularmente a partir de 1860. Es esclarecedor entender que la instrucción primaria, en cuanto alfabetización y entrega de conocimientos básicos, alcanza, con diferentes formas de funcionamiento, regularidad, intenciones y financiamiento, a la población infantil así como a adultos, particularmente de los sectores populares.
No es aventurado señalar que la instrucción primaria era una rama preterida de desarrollo del programa educativo del Estado. Es una visión tradicional la que sostiene que, a mediados de siglo, se plantearon dos estrategias de expansión del sistema educativo estatal: la visión sarmientina, que privilegiaba a la educación primaria como un modo de generar una masa popular capacitada técnicamente y habilitada para un sistema democrático y, por otra parte, la posición de Andrés Bello, finalmente triunfante, que proponía la conformación de una élite por y para el Estado, capaz de asumir la tarea de dar gobernabilidad al país1. Diversos estudios han resaltado, en esta línea de argumentación, la preferencia dada a la educación secundaria y universitaria2.

Si bien la instrucción primaria aparecía como un componente secundario en la estructura de gastos del ramo de Instrucción Pública, era el Estado el que asumía, prioritaria pero no exclusivamente,la generación de una oferta instructiva, inserta en un proceso de centralización del sistema educativo, que era común a todo el Continente. A grandes rasgos, mediante dicho proceso se trataba de abandonar el sistema escolar municipal, de raigambre colonial, y estructurar un orden centralizado y cohesionado3.En el caso chileno, su administración y organización, entregada inicialmente a la dependencia de la Universidad de Chile, paulatinamente fue siendo reglamentada, a partir de la Ley Orgánica de Instrucción Primaria, dictada en 1860. A partir de ese momento, el Estado actúa estimulando el sistema educacional chileno, en busca de encauzar demandas de nuevos grupos e intereses, alimentados por el proceso de desarrollo económico y urbanización4. Hacia el último cuarto del siglo XIX, se aprecia un mayor peso de la enseñanza primaria en el presupuesto y la atención estatal. Si en 1850 ocupaba un 16% del gasto en educación, en 1885 dicho porcentaje se encumbraba al 32%5.
Es también el último cuarto de siglo un período de innovaciones en cuanto a la discusión sobre el rol de la instrucción primaria y las metodologías a aplicar en su enseñanza. En los años '80 se produce una peculiar agitación de ideas pedagógicas: se comienza a manifestar triunfante la influencia alemana, la que en el caso de la educación secundaria se expresa en el profesorado del naciente Instituto Pedagógico( 1889). En el plano de la instrucción primaria, destacados personajes salidos de las primeras generaciones de la Escuela Normal de Preceptores van a encabezar nuevas tendencias. El caso más destacado es el de José Abelardo Núñez, quien desde la Inspección de Instrucción Primaria adopta medidas inspiradas en las nuevas influencias( supresión de castigos corporales, estímulos y premiaciones mediante cuadros de honor, etc)6. Hay una actitud de mayor inquietud en los sectores ilustrados sobre el problema de la educación primaria: Claudio Matte desarrolla su celebrado método analítico-sintético de enseñanza de la escritura; se debate ampliamente en congresos pedagógicos las implicancias de la educación de las primeras letras, ya sea en la infancia o en los obreros adultos y su relación con el proceso democratizador. No obstante, este panorama no encuentra eco en el mundo legislativo, en cuanto a lo que se refiere a la instauración de la obligatoriedad de la instrucción primaria, divisa planteada con cada vez mayor frecuencia por diversos sectores y entendida como un paso indispensable para garantizar un proceso de desarrollo nacional exitoso. Los partidos políticos de raigambre liberal incluían en su programas esta reforma, pero su concreción no lograba producirse.
Al vislumbrarse el cambio de siglo, nuestro país presentaba un panorama que, en lo que se refiere a alfabetización, no era muy auspicioso, de acuerdo a las propias expectativas de los contemporáneos. Atendiendo a lo dificultoso que es cotejar cifras homogéneas acerca de los niveles de alfabetización, se puede trazar una visión panorámica del estado de la cuestión en los últimos años del siglo XIX y comienzos del XX. Así, en 1885, aproximadamente uno de cada tres chilenos sabía leer( y, no necesariamente, escribir): el alfabetismo se elevaba a una cifra de 29.9% de la población, manifestándose en los años siguientes una constante alza en el porcentaje de población que sabía leer:

Tabla nº1: Porcentaje de población analfabeta sobre el total nacional de población. Años 1885 a 1920.

┌───────┬──────────────────┐

│años │ % analfabetos │

├───────┼──────────────────┤

│1885 │ 71.1 │

│1895 │ 68.1 │

│1907 │ 60.0 │

│1920 │ 49.7 │

└───────┴──────────────────┘
Fuente: Dirección General de Estadística, "Censo de la Republica de Chile". Imprenta y Litografía Universo, Santiago, 1920.

En lo que respecta específicamente a la población en edad escolar, esto es, entre 6 y 14 años, en 1909 el alfabetismo se encontraba en un porcentaje de 32,26% del total de niños7. Esto señala una tendencia a un cierto mejoramiento de la situación educacional. Ahora bien, la incerteza de las cifras oficiales se hace manifiesta si comparamos este porcentaje de niños analfabetos con el 41,2% que registra la ciudad de Santiago al año siguiente8.
A inicios del presente siglo se vive un proceso general de crítica frente a la realidad social del país, estimulado por los efectos perniciosos del esquema de desarrollo, en cuanto ligaba la economía nacional a los ciclos depresivos internacionales en un abrazo cada vez más estrecho. Huelgas del naciente movimiento obrero y preocupante violencia popular se hacen presentes en los primeros años de la centuria. Es dentro de este contexto que se dirigen miradas reformistas hacia el sistema educacional. Esta oleada crítica, coincidente con la llamada "crisis del centenario", inicia un camino que pretende democratizar el aparato educativo y que corre a parejas con las pretensiones de mayor ingerencia política de parte de los sectores medios9. Comienza a profundizarse con mayor fuerza en el sentido común de sectores cada vez más amplios de las capas dominantes la pertinencia de ampliar la base de alfabetización del sistema educativo, estimular la educación obrera y darle al sistema entero un cariz más práctico. El modelo industrializador comienza a ganar hegemonía en las estrategias de desarrollo, mientras que se cierne sobre todo el sistema educacional, tanto chileno como latinoamericano, una crítica modernizante y mesocrática, desatándose una verdadera "revolución de las aspiraciones", que mira al aparato educativo como un medio de ascenso social, particularmente hacia la universidad10. Esta mirada repetida, es la misma esperanza de las décadas anteriores, pero generalizada por el crecimiento urbano y la progresiva masificación de los medios de comunicación.
En la década de 1910 se celebran nuevos congresos educativos. Se organizan encuentros con participación de educadores, políticos y diversos actores sociales11. Se presiona, a través de las nacientes organizaciones del magisterio, nacidas precisamente a la sombra de las demandas pro instrucción primaria obligatoria12.

A partir de 1912 se produce una conflictiva transición en el sistema educativo, en el que se promueven cambios desde abajo hacia arriba. En el legislativo se multiplican los proyectos que pretenden dictar la obligatoriedad de la enseñanza primaria, rechazados constantemente por los parlamentarios conservadores, quienes se amparan en la divisa de la libertad de enseñanza, como justificación teórica, y en los mecanismos de obstrucción y prolongación del debate, como método práctico de ejercer su veto13. La negativa conservadora obedece a rezagos de la mentalidad confrontacional que se desarrolló durante el complejo y conflictivo proceso de configuración del Estado Docente, ideal perseguido por el proyecto del mundo liberal como un indispensable ariete secularizador de la cultura y sociedad nacionales.

La agitación que hemos mencionado, que no sólo se expresó en los salones de la alta política y en las instancias universitarias e ilustradas, sino que también se hizo grito y masa en las calles del centro de Santiago14, tuvo como telón de fondo, durante el transcurso de la década de 1910 -pese a marcados vaivenes económicos, producto de la Primera Guerra Mundial- un efectivo mejoramiento de la situación referente a la alfabetización:

Tabla nº2: Cantidad y porcentaje de población analfabeta en edad escolar. Años 1907 y 1920.
┌───────────┬─────────────────────┬───────────────────┬──────────────────┐

│ año │ población total │ No saben leer │ % analfabetos │ │ │entre 6 y 14 años │ │ │ ├───────────┼─────────────────────┼───────────────────┼──────────────────┤ │ 1907 │ 715.202 │ 449.605 │ 62.7 │ │ 1920 │ 843.777 │ 434.120 │ 51.4 │

└───────────┴─────────────────────┴───────────────────┴──────────────────┘
Fuente: "Censo de la República de Chile" años 1907 y 1920. op. cit

La demanda social por la obligatoriedad de la enseñanza primaria es, de acuerdo a la medida de lo posible, tomada en cuenta en las cifras que el gobierno asigna al sector. Estas, como se ha dicho, no son estables, debido a la circunstancia global de la economía mundial de la década y al rol de Chile en ésta. Por otra parte, la depreciación real de la moneda significa que las partidas asignadas en los presupuestos anuales fueran muchas veces meramente virtuales. A fines de la década, paralelamente a la etapa de discusión final de la ley de instrucción primaria obligatoria, se aprecia la caída en el porcentaje de presupuesto de instrucción pública dirigido al sector primario:

Tabla nº3: Porcentaje del presupuesto de instrucción pública destinado al sistema de instrucción primaria entre 1912 y 1920
┌───────────────┬─────────────────────────────────────────────┐

│ años │ % presupuesto de instrucción pública │

│ │ destinado a instrucción primaria(aprox.) │

├───────────────┼─────────────────────────────────────────────┤

│ 1912 │ 55 │

│ 1914 │ 62 │

│ 1916 │ 52 │

│ 1918 │ 41 │

│ 1920 │ 36 │

└───────────────┴─────────────────────────────────────────────┘
Fuente: "Ley de Presupuestos de los gastos de la Administración Pública de Chile". Imprenta Nacional, Santiago, años 1912 a 1920

En este panorama se insertan esfuerzos asistencialistas de diversos sectores,15 los que, sin embargo, como se verá más adelante, tienen manifestaciones anteriores.
Sobre todo este apretado panorama que hemos presentado cabe señalar algunas puntualizaciones importantes. Como primer asunto, es relevante dejar establecido que en la historiografía educacional chilena este período ha contado con un menguado interés. En rigor, las preferencias de nuestros historiadores se han concentrado en el período de nacimiento del Estado Docente y, al interior de éste, en el subsistema secundario y superior, trasunto más fiel de un agitado y atractivo mundo de polémicas que remiten, en última instancia, a un modo de producción historiográfica que privilegia la dimensión política. Preterida en los presupuestos y en las estrategias del estado chileno decimonónico, la instrucción primaria ha estado también al margen de la corriente central de interés de nuestra historiografía.
Por otra parte, es necesario intentar una breve caracterización del tipo de producción historiográfica que ha inspirado la instrucción primaria, en el período que abordamos. En los años en que se comenzaba a discutir con mayor frecuencia lo pertinente de implantar su obligatoriedad, sirvió de tema para la elaboración de numerosas memorias de prueba de jóvenes estudiantes de leyes, generalmente entusiastas promotores de que se concretara la pronta dictación de una ley de instrucción primaria obligatoria16.
Posteriormente, el período ha sido mencionado en visiones de conjunto sobre el desarrollo de la instrucción primaria, las que han incursionado en dos tendencias principales, que han constituído líneas maestras de nuestra producción historiográfica sobre el tema. Estas dos tendencias se relacionan con el tipo de óptica utilizado( historia heroica y/o descriptiva)17 y, por otra parte, la casi unilateral referencia al tema de la ley de instrucción primaria obligatoria como eje narrativo y articulador de la investigación.
Acerca de lo primero, la tendencia a elaborar un tipo de historia moralizante que refleje el escenario educacional como un teatro en que se escenifica el progreso, nos parece detectar tal orientación, como decíamos, en un amplio repertorio de memoristas que abordan el problema de la instrucción primaria. Ora generalmente, ora específicamente acerca de las primeras décadas de nuestro siglo, escriben bajo la convicción de fondo- no siempre explícita, por lo demás- de que la ley de instrucción primaria obligatoria sería una suerte de meta lograda, que informa y articula todo el proceso histórico que "conduce" a su promulgación. Toda la carga histórica del asunto se adhiere entonces a las discusiones doctrinarias. La geografía de este mundo histórico tiene cuatro paredes y se llama Congreso Nacional. Su acontecer es un devenir legal: la normativa se erige en obsesión, en clave secreta que devela todo el proceso. No parece, entonces, extraño que el sustrato heroico que yace en este tipo de aproximaciones, sea servido tan eficientemente por una técnica descriptiva de acentos institucionales, legalistas, políticos y, eventualmente, en un asomo de modernidad historiográfica, estadísticos18.
Por otra parte, considerar como eje del problema a la ley de instrucción primaria obligatoria por sí misma, nos parece legítimo aunque limitado. Se escurre al interior de este tipo de aproximación una creencia acerca de la naturaleza modificatoria de la ley sobre la realidad entera. Cabe, según nuestro criterio, entender el problema como una intersección de caminos, una coyuntura en la que economía, legislación, política, ideología y mentalidad juegan papeles interdependientes: Haití, primer país latinoamericano en legislar acerca de la obligatoriedad de la enseñanza primaria, tiene hasta hoy el lastre de un elevado analfabetismo19. Y si atendemos a ese cruce de caminos que era el Chile de 1920, fecha de dictación de la ley de instrucción primaria obligatoria, se percibía claramente que la legislación por sí sola no sería capaz de modificar estructuras de raíz económica-la falta de alimentación de la infancia popular, enemiga de la escolarización obligatoria-20 y prácticas y mentalidades acendradas desde antaño en los sectores subordinados- su socialización infantil, ajena al mundo escolar formal-21.
Recientemente, se ha experimentado un renovado interés por develar ciertos aspectos del desarrollo de la instrucción primaria como subsistema educacional, a la luz de un enfoque que, en algunos casos, buscando develar el trasunto de los conflictos sociales mayores en el aula, hace hincapié en los rasgos de disciplinamiento social que acompañan a la práctica de los preceptores primarios durante el período. Esta óptica tiene como mérito el intentar establecer un puente entre la realidad del sistema de instrucción primaria y el marco global en que ella se inserta y, por otra parte, referir a los protagonistas del proceso. Lo mismo reza para trabajos que buscan insertar el sentido del desarrollo del sistema de instrucción primaria en las estrategias de desarrollo económico asumidas por las élites gobernantes, con todos los elementos positivos y negativos que tales opciones han tenido22.


1.2. La mirada elitaria en pro de la instrucción primaria. Sociabilidades educativas.
Intentando develar algunos aspectos de cómo los sectores elitarios de la segunda mitad del siglo pasado valoraban la instrucción primaria, nos hemos encontrado con la formación de gran cantidad de diversas sociedades privadas, destinadas a ofrecer instrucción primaria a sectores subordinados, desde una óptica paternalista. Nos ha parecido que este mundo societario puede constituir un ángulo válido de aproximación a la mirada ilustrada frente al problema de la pertinencia de la expansión de las primeras letras y la valoración dada a este fenómeno. En tal entendido, hemos escogido a dos de estas sociedades, por su permanencia en el tiempo, su sesgo ideológico crecientemente marcado y, por último, sus vínculos evidentes con el mundo de la élite, en tanto cuanto grupo de poder político formal. En términos de cobertura educacional significativa, empero, se entiende que estas sociedades hayan sido marginales respecto a la acción desarrollada por el Estado.
Estas sociedades instructivas, que se estudian en las páginas siguientes, se inscriben dentro de un contexto de auge de la asociatividad formal. En tal sentido, pueden ser estudiadas en tanto cuanto estructuras de sociabilidad formales. Para intentar definir la sociabilidad como herramienta historiográfica, es posible apelar a los dos significados más claros del término, sus "significados de diccionario", que tienen que ver con lo muy general( "aptitud de la especie humana para vivir en sociedad"), así como con lo excesivamente específico( "la aptitud del individuo a frecuentar a sus semejantes"). El terreno que le concierne más propiamente al historiador, en este marco, "está precisamente entre los dos, más allá del individuo singular y más acá de la especie"23.

Teniendo en cuenta lo anterior, la sociabilidad asentada en la red de relaciones que constituyen el terreno intermedio entre individuo y especie, puede devenir en un rasgo de sicología colectiva, siendo una herramienta útil y válida para su uso historiográfico. Es una calidad colectiva de relación, que varía en el tiempo y en el espacio, existiendo coyunturas de mayor o menor fecundidad para el surgimiento de asociaciones voluntarias con un carácter determinado. Esto es manifiesto, por ejemplo, en lo que respecta a la política, en el caso de los clubes republicanos franceses o las sociedades políticas, en el caso chileno24.
Lo que hace más visible y manejable historiográficamente a una sociabilidad es su paso a la formalidad, su establecimiento como un espacio regular y normado de relación colectiva. De tal manera, variados campos posibles de investigación se abren para develar el cómo y el porqué, los contenidos y estilos de las interacciones voluntarias y formales que determinados grupos de personas sostienen. En tal sentido, la historia de las asociaciones se ofrece como un terreno fértil y provechoso a la hora de encarar un estudio de sociabilidades. Allí se evidencian, al observar su formalidad y estructuración, gracias a sus vestigios documentales- memorias, folletos, etc., elementos que pueden ayudar a una aproximación a las ideas y la mentalidad de quienes las formaban25.
1.2.1. La Sociedad de Instrucción Primaria26
La Sociedad de Instrucción Primaria nació a mediados de la década de 1850, en un período de ampliación de los esfuerzos estatales para ofrecer educación. Como respuesta a estas iniciativas y al llamado formulado por una memoria escrita por el futuro congresista Miguel Luis Amunátegui, se difundió en sectores de la juventud ilustrada santiaguina la idea de crear una organización que promoviera la instrucción primaria, facilitando el acceso a ella de nuevos sectores sociales. Una sociedad de beneficencia, en definitiva. Una más, en el marco de la creciente red societaria que empezaba a tejerse, reflejando el natural interés de los sectores dominantes por propagar su ideario. Este grupo de jóvenes, muchos de ellos de la más alta sociedad, compartían ésta y otras inquietudes en torno a la tertulia de Marcial González, figura liberal de la política criolla. La iniciativa se concretó gracias a la labor de Paulino del Barrio y Fernando Llona. Junto a ellos, aparecía una serie de personajes que, con el curso del tiempo, tendrían acceso al Congreso y animarían la escena política nacional: Benjamín Vicuña Mackenna, Domingo Santa María, Marcial González, Diego Barros Arana, Manuel Carrasco Albano, Aniceto Vergara, Juan Nepomuceno Espejo, entre otros. Buena parte de estos personajes formó una generación ligada al desarrollo de las ideas liberales, tanto en su actuación política "militante"- muchos de ellos participaron de sociabilidades políticas como la Sociedad de la Igualdad y el Club de la Reforma-, como en su concepción global de la realidad. De hecho, Vicuña Mackenna y Barros Arana, por ejemplo, son paradigmas de la política y del pensamiento liberal chileno decimonónico.
No obstante lo anterior, al inicio de sus actividades era posible percibir que en la SIP se daba una presencia plural, puesto que junto a conspicuos liberales también figuraron personajes ligados al mundo conservador y a la propia Iglesia. En tal sentido, baste solamente destacar la presencia de Manuel Carvallo, primer presidente de la institución, Rafael Minvielle, así como los sacerdotes Moisés Picón, Manuel Orrego y Francisco de Paula Taforó, entre otros. Esto hace que sea poco aceptable la percepción de que esta sociedad hubiese nacido siendo una institución netamente liberal, exenta de católicos y con eventuales influencias masónicas, por lo menos en lo que respecta a sus primeras décadas de funcionamiento27. Sin embargo, el sesgo doctrinario de la SIP se fue reforzando, paralelo al recrudecimiento de los conflictos entre liberales y conservadores, por lo que, a la larga, los parlamentarios que participaron en ella fueron mayoritariamente liberales y radicales

Gráfico Nº1: Parlamentarios que participaron en el directorio de la Sociedad de Instrucción Primaria entre 1856 y 1936, según partido político
La SIP nació a partir de la reunión celebrada en el salón de la Filarmónica el 20 de julio de 185628. Desde esa oportunidad se procedió a conformar su primer directorio, centrado esencialmente en una labor organizativa que no impidió, no obstante, que antes de cumplirse un año pudiesen prosperar iniciativas concretas. Así, con fecha 12 de agosto de 1856 la SIP inauguraba cuatro escuelas primarias, en locales arrendados para tal efecto. Y ya al año siguiente, publicaba un cuaderno con una serie de documentos relativos a su fundación y organización, siendo éste un testimonio claro de las motivaciones de sus jóvenes miembros, que estimulaban a la fundación de asociaciones similares en otras ciudades del país.29
El inicio de las actividades fue bastante optimista, dada la masiva atención que había concitado la iniciativa en los sectores ilustrados. Ese mismo año de 1856, con la inauguración de las cuatro escuelas nocturnas para adultos, que funcionaban en los locales de las escuelas municipales de Santiago, y siete escuelas para niños y niñas, la matrícula global de las escuelas de la SIP bordeó los mil alumnos30. Los resultados llevaban a sostener que
"...500 individuos han aprendido lo suficiente para considerarse ya completamente iniciados en el camino de la instrucción primaria".31
Con todo, los auspiciosos comienzos fueron deviniendo en una seria estrechez económica, que hizo peligrar seriamente la continuidad de la institución. Cuando no llevaba más de tres años de funcionamiento, la falencia económica en que se encontraba hizo que un par de intelectuales simpatizantes, futuros parlamentarios, pidieran, a través de la prensa, ayuda para financiarla:
"los bienes que esa sociedad lleva hechos son incalculables. Sus escuelas, sembradas en toda la extensión de la capital, han dado educación a una inmensa cantidad de niños, adultos y hasta viejos. Puede asegurarse sin temor que, desde la fundación de las escuelas de esa sociedad, se ha doblado y triplicado el número de niños que en Santiago saben leer y escribir"32
No obstante, la Sociedad pudo subsistir a esta situación crítica, así como a la forzada ausencia de importantes asistentes y contribuyentes, ausencia generada por razones políticas. El alzamiento de 1859 y su posterior represión tuvo como consecuencia el exilio para algunos y para otros el forzado silencio.
Así, pese a sus dificultades, a través de las últimas décadas del siglo, la Sociedad fue consolidándose como una organización significativa, que le valió un reconocimiento expreso en 1889, al ser invitados algunos de sus directores a las discusiones del Congreso Nacional Pedagógico, lo que demuestra que esta asociación era un "interlocutor válido" a la hora de las reflexiones sobre el futuro de la instrucción primaria nacional33. Representando a la SIP participaron en este certamen: Manuel A. Henríquez, Pedro Bannen, en ese momento Diputado, Alvaro Bianchi Tupper, Octavio Echegoyen y Claudio Matte, que pocos años después llegaría al Congreso Nacional.
En la medida que la SIP se consolidaba en su formalidad como tipo de asociación, robusteciendo su funcionamiento, a través de los diferentes documentos que publicaba, iba configurando una suerte de ideario o discurso particular. En él, resulta importante buscar la autojustificación que dan los miembros de la Sociedad para haberla establecido, pues precisamente está relacionada con la adopción del concepto de sociabilidad, como espacio de interacción voluntaria y formal. En tal sentido, esta institución es la expresión de la puesta en práctica de la "doctrina asociativa". Con esto, se quiere decir que en el ambiente intelectual de la década de 1850, particularmente en aquel relacionado con los sectores políticamente más liberales, circulaba como coordenada ideológica la idea de asociación. De esto da testimonio la propia introducción a los documentos iniciales de la SIP, donde se sostiene que:
"el espíritu de asociación que tantos prodigios ha obrado en la industria, en las artes,en el fomento material de la riqueza de las naciones, se pone ahora al servicio de intereses más valiosos aún, al servicio de las clases desvalidas de nuestra sociedad en su condición más desgraciada, para regenerarlas por el influjo de la educación y devolverlas a la patria, a la familia, dignas de los altos destinos a que la religión, la república y la civilización las llaman".34
Este "espíritu de asociación", concepto tributario del pensamiento ilustrado, se encuentra absorbido, corregido y aumentado por las referencias admirativas que la intelectualidad criolla emite sobre el desarrollo de los países que lo han puesto en práctica, como Inglaterra y Estados Unidos, asumiéndolo por medio de esta admiración como una práctica que debe ser llevada a cabo para cada ámbito de la realidad. Se constituyó así en una apropiación doctrinaria que sirvió para legitimar ésta y otras instancias de acción societaria. Así, los individuos en su asociación voluntaria reclamaban un espacio de acción frente a un Estado en proceso de configuración. La asociación, el ejercicio de la sociabilidad, debía expresarse, claro está, al interior de los sectores dirigentes, como medio de promover su visión de mundo, su ideal de país, en el cual la educación jugaba un rol modelador.
Los claros destellos de una postura ilustrada, presentes en estas palabras, testimonian el tono optimista con que este grupo, punto de encuentro de personajes predominantemente deudores del liberalismo político, asumía la construcción de la república. Una tarea apoyada en la razón como instrumento. Una "guerra a la ignorancia", tal como era el lema e idea fuerza de la SIP, en que la ignorancia era un mal social, que debía ser enfocado no sólo por el Estado, ya que también la sociedad civil algo tenía que decir:
"aunque esté entre los principales cometidos del gobierno la enseñanza, los ciudadanos no dejan de tener grandes deberes que llenar. La obra de hacer la luz en los espíritus es inmensa, y necesita de minuciosos cuidados que no pueden tener los administradores"35.
La sociedad ha de preocuparse, junto con el Estado, de la construcción de una oferta educativa que permita redimir, desde el paternalismo animado de piedad cristiana o filantropía humanista, de su marginación y sus lacras a los sectores postergados, asociadas por los intelectuales de la SIP a la falta de instrucción.
Esta acción de organismos como la SIP tiene que ser complementaria del Estado, pero necesariamente autónoma con respecto de éste, para no caer en una relación de dependencia que pueda desvirtuar sus principios: cuando la educación del pueblo
"se entrega exclusivamente en manos de los gobiernos, la influencia de éstos se extiende más y más sobre los pueblos, mientras que si los mismos ciudadanos tienen parte en ella, aquella influencia deja de ser tan poderosa. Del primer modo la educación está sometida a las variaciones de la política, y cede a la influencia oficial, mientras que del segundo es completamente independiente de todo poder, y por lo tanto más estable...No se debe buscar la protección de los gobiernos porque ese apoyo en lugar de dar vida mata...La Sociedad de Instrucción Primaria lo ha comprendido así. Desde su fundación hasta el presente ha seguido una marcha más o menos próspera según las circunstancias, pero siempre lejos de la autoridad"36
En el marco del pensamiento de la SIP, la instrucción deviene en una herramienta de modernidad, de progreso.Para este sector, la adquisición de nuevos conocimientos, el acceso a la cultura escrita, no es un pecado prometeico, sino una llave modernizadora, un elemento cohesionador e integrador de la sociedad que se quiere configurar. Cohesionador, porque significa beneficios directos para todos los sectores. De esta manera, en las palabras de uno de los futuros diputados participantes de la SIP:
"para el industrial, trabajo; para el comerciante, ventas; para el agricultor, buenas cosechas; para los gobernados, respetabilidad; para los gobernantes, estabilidad"37
Aquí se aprecian con claridad y en forma sintética las dimensiones de lo económico y lo político como campos de incidencia favorable de la mayor instrucción del pueblo, desde el predicamento de los miembros de la SIP: la alfabetización constituyéndose en un gesto de apertura a la modernidad, en cuanto lograría facilitar la incorporación de mayores niveles de productividad y de cohesión y disciplina social, al constituir un modo regular de transmisión de conocimiento técnico y de valores de subordinación.
El aumento de los niveles de instrucción en sectores sociales ajenos a la élite económica y social, podría despertar suspicacias en torno a su pertinencia. Mas, el optimismo liberal se hace presente en el pensamiento de los sustentadores de la SIP, ya que, para ellos, todo riesgo de alteración sistémica de las relaciones sociales se destruye al generar, con la instrucción que se entrega, un sólido sentimiento de integración, reproduciendo en el sentido común de sus destinatarios la idea de "nación", mediante una suerte de "formación ciudadana", en la mayor cantidad de personas posible, con la masificación de la lectura, elemento habilitante a la hora de adquirir la categoría de ciudadano con derecho a voto. Esta "formación ciudadana"es un basamento en la construcción de una democracia liberal, una meta a la que un político como Guillermo Matta aspira, sin duda:
"No será, pues, de las escuelas, en donde la inteligencia humana aprende el vuelo del pensamiento y estimula su ardor en la contemplación de sus prodigios; no será, repetimos, de esa morada de instrucción y de enseñanza, de donde pueda salir, como algunos temen, un pueblo rencoroso y anarquista. En donde se instruye a la ignorancia se enseña el trabajo, se glorifica la paz y se preconiza el derecho y el deber de todos los hombres a lo justo, lo bueno y lo verdadero"38
Lo justo, lo bueno y lo verdadero, que si bien no está exento de elementos de la predominante visión cristiana, convive con el paradigma sustentado por el núcleo de la SIP: el del ciudadano, el del hombre político. Así, se tiende a comprender la instrucción como un camino formativo tanto en valores cristiano y respeto religioso como en la idea de una vía preparatoria para el advenimiento de grados cada vez mayores de libertad en un sistema democrático:
"Es necesario que al mismo tiempo que se enseña al hombre sus obligaciones para con Dios, es preciso que a la vez se le instruya en la religión del espíritu, se le haga conocer los deberes y los derechos que les impone esa otra religión del ciudadano que se llama
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