CUANDO LA CIUDADANÍA TOMA LAS PLAZAS:
APROXIMACIÓN A UN ANÁLISIS COMPARADO, ARGENTINA 2001 Y ESPAÑA 20111 AUTORAS: MARIA ROSA HERRERA
Centro de Sociología y Políticas Locales
Universidad Pablo de Olavide
INES CORTAZO
PATRICIA SCHETTINI
Facultad de Trabajo Social
Universidad Nacional de La Plata
Resumen:
Argentina: 2001. La sociedad argentina vive, en el plano socioeconómico, una vertiginosa profundización de la crisis económica y de los procesos de ruptura de los soportes de protección social; y en el plano político una profunda crisis de representación. En este contexto surgen, en las grandes ciudades, organizaciones con anclaje territorial y vocación política que pretenden dar respuestas allí donde las organizaciones de intermediación de interés (partidos políticos, sindicatos, ect) parecen ofrecer sólo silencios. Se trata de pequeñas ágoras que además van asumiendo tareas de acción social.
España: 2011. El gobierno español realiza histórico ajustes en el gasto social que se profundizará en 2012, lo que marcará un profundo proceso de retraída del Estado Social; la ciudadanía española da signos de vivir una crisis de representación política y buena parte de la sociedad se declara ‘indignada’. Algunos ‘toman la plaza’ para luego organizarse en asambleas locales. Son espacios de debate político, definición de tácticas de contención política y elaboración de respuestas a una crisis multidimensional.
Las respuestas de la ciudadanía a ambos contextos de crisis, a nuestro juicio, presentan importantes puntos de convergencia, sin desconocer la particularidad de cada sociedad. Nos interesa describir las dinámicas de contención de ambos casos de estudio y localizar los mecanismos que anclan estos procesos contenciosos.
La población de estudio para este trabajo han sido los y las activistas de asambleas populares surgidas, como respuesta a la crisis política y económica de Argentina en 2001 y aquellos/as que militan en asambleas locales del Movimiento 15M.
Nuestro interés ha sido describir los procesos de constitución de estas organizaciones con anclaje territorial, las estructuras organizativas que han diseñado, los objetivos y targets definidos y las principales motivaciones para cooperar en la acción colectiva. En cuanto a este último aspecto tenemos especial interés en indagar en la ‘emoción’ como factor determinante de la participación en acciones colectivas contenciosas. Palabras claves: 15M, asambleas, motivaciones,
INTRODUCCIÓN
En diciembre de 2011, Le monde Diplomatique, en su edición 150, distribuye un dossier que rezaba ‘Argentina 2001, Europa 2011’ y en él José Natason publicaba un artículo titulado ’10 años después, ahora’ en el que llama la atención respecto a la analogía de los procesos de crisis ocurridos en Argentina a comienzos del siglo y los que se venían vislumbrando en Europa una década después.
Con el paso de los años, y concretamente en el caso español, esta analogía parce acentuarse; tanto en cuanto al desarrollo de la crisis y las respuestas ‘austeras’ de los gobiernos, como en la reacción de la ciudadanía frente los efectos de ésta. Por un lado, se repiten los marcos interpretativos y el ‘que se vayan todos’, a modo de ejemplo, se construye, desde el campo popular, como macro-marco o, si se prefiere, el paraguas de sentidoque,también en España, orienta los diagnósticos, pronósticos y prescripciones sobre la crisis. Por otro, las tecnologías de protesta se homologan ampliando los repertorios contenciosos de la sociedad española. Así, por ejemplo el escrache, forma de protesta ingeniada en el seno del Movimiento ‘H.I.J.O.S.’2 en Argentina, es utilizada por la Plataforma Afectados por la Hipoteca, en España.
Estos puntos de conexión entre procesos ocurridos en latitudes tan lejanas y con una década de diferencia nos son sugerentes. El presente trabajo es producto de acciones de colaboración entre investigadoras de la Universidad Nacional de La Plata (Argentina) y el Centro de Sociología y Políticas Locales (UPO, España) y pretende explorar en las acciones colectivas contenciosas que se articulan y los escenarios que facilitan el surgimiento de particulares procesos de ciudadanización. Pero sobre todo, se pretende explorar en las motivaciones de los actores para cooperar en estas acciones colectivas.
En el primer apartado se describen los casos y los escenarios que nos interesan, la Argentina de 2001 y la España de 2011, destacando los factores macro-estructurales y las respuestas ciudadanas a ambas crisis, en las que la estrategia de articulación asamblearia es un denominador común. Posteriormente, se plantea el marco analítico y la metodología de trabajo. Finalmente, se presentan las discusiones y principales conclusiones de un estudio que tiene vocación exploratoria. 2- LOS CASOS Y LOS ESCENARIOS La literatura sobre movimientos sociales profundiza en las explicaciones que analizan el surgimiento de la acción colectiva contenciosa mediante diferentes tradiciones teórico-analítica que asigna privilegio metodológico a distintos factores que facilitarían la acción colectiva. Así pues, y a riesgo de caer en reduccionismos, podríamos distinguir tres vertientes, una centrada en la privación, otra en la racionalidad y, la última, en la identidad. Las dos primeras nos remiten a factores ambientales (económicos, sociales y políticos) y, por tanto, son de interés para plantear el escenario en el que se desarrollan los dos casos que nos ocupan.
Concretamente, por un lado, la vertiente de la privación que atribuimos a la corriente clásica (Gurr, 1970) de los movimientos sociales enfoca, a grosso modo, los cambios estructurales y percepciones que tengan los sujetos, como elementos desencadenantes de los movimientos sociales. Por otro lado, la vertiente de la racionalidad (Tilly, 1978; 1986; Tarrow, 1994) a la que atribuimos el modelo de movilización de recursos y de procesos políticos, enfoca en las oportunidades (como ventajas) que ofrece el ambiente y que pueden ser orientadas a reducir los costes de la acción colectiva. En este sentido, el primer modelo prioriza los cambios en los flujos de recursos que pudieran facilitar la acción colectiva y el segundo en las oportunidades que ofrece el ambiente político, ya sea en la dimensión más formal del sistema político, como apertura, ya sea en la dimensión más informal, como acceso al sistema político.
Tomando en consideración los aportes desarrollados a partir de estas escuelas, podríamos identificar tres elementos claves desde el punto de vista de la literatura de los movimientos sociales y estratégicos desde el punto de vista de la comparabilidad de los casos que nos ocupan. Muy esquemáticamente, y con la finalidad de describir el escenario en el que surgen los eventos que aquí se estudian, atenderemos a: a) los cambios socio-económicos, b) las redes de movilización que se vienen tejiendo, y c) los cambios o fracturas en el ambiente político. En los siguientes párrafos se describen estas dimensiones para cada uno de los casos de estudio.
2.1-La Argentina del 2001: cacerolas, asambleas y renuncias
Diferentes aspectos socio económicos se constituyeron en el contexto desde donde se pueden señalar elementos de continuidad y ruptura en un proceso que tuvo su momento culminante en diciembre de 2001.
Existe en la literatura especializada (Tironi y Lagos, 1991; Cortazzo y Schettini, 2006; López y Díaz Pérez, 1990) un amplio consenso en que las políticas de ajuste estructural implementadas en los ’90 comenzaron durante la última Dictadura Militar (1973-1983) y se profundizaron durante el primer gobierno de Menem (1989-1995). Este gobierno implicó el afianzamiento de un modelo económico con rasgos típicos de neoliberalismo que se profundizaron a partir de las leyes de Reforma del Estado y de Emergencia Económica (1991) determinantes de un nuevo patrón de acumulación crecientemente concentrador en lo económico y excluyente en lo social.
Las principales modalidades que adoptó dicho proceso se manifestaron en la implementación de cinco políticas determinantes: liberalización de la economía, desregulación, descentralización administrativa (manifestada en la educación y la salud), privatizaciones de empresas del estado y flexibilidad laboral. La puesta en marcha de estas políticas tendió a conformar y preservar ámbitos privilegiados de acumulación del capital caracterizado por un nulo riesgo empresario y ganancias extraordinarias que fueron internalizadas por grandes grupos empresarios (locales y globales). Esto permite identificar líneas de continuidad de la última dictadura y el gobierno peronista de los ’90 y el gobierno de la Alianza3.
Entre octubre de 1991 y octubre de 1993, mientras el PBI crecía a una tasa promedio de 8% anual, la tasa de desempleo del conjunto de las áreas urbanas subió del 6,5% al 9,6% y la tasa de empleo se mantuvo aproximadamente en el 37%. A partir del ’94 los porcentajes de desocupación aumentaron a dos dígitos, alcanzando en mayo de 1995 al 17,5% para llegar en el 2002 a la tasa más alta de la serie, 19%. La contracción de la demanda de empleo causada por la caída abrupta en el nivel de actividad económica produjo tan solo entre mayo del ‘94 y mayo del ‘95 la destrucción de 380.000 puestos de trabajo.
Durante los años de recuperación (1996-1998), la creación del empleo permitió disminuir significativamente el desempleo. Los sectores que más puestos de trabajo crearon, fueron los servicios financieros y a las empresas (22% de incremento entre septiembre de 1996 y septiembre de 1998), así como también el comercio (18% de creación neta de puestos de trabajo). Estos datos no impactan en toda la población por la falta de capacitación para los nuevos trabajos.
Sin embargo, entre 1998 y 2000, la tasa de desempleo volvió a incrementarse, esta vez en 2,3 puntos lo cual significó 415 mil nuevos desempleados. En el 2001, la desocupación subió nuevamente, esta vez al 17,4%. A su vez quienes estaban ocupados presentaban características propias del continuo deterioro del mercado. Por un lado, el número de empleados “en negro”,asalariados no registrados, pasó del 26% del total de empleados en los '90, al 41% en el 2001. Por otro lado, se redujeron los puestos de más de 35 horas semanales lo cual, junto a la creciente inestabilidad laboral, causó un incremento en la proporción de ocupados insatisfechos por el número de horas trabajadas, situación que se tradujo en el elevado número de subocupados demandantes4.
Elaboraciones hechas por Artemio López5 de la consultora Equis señalaba:
En mayo de 2001, el 60 por ciento de los habitantes por debajo de la línea de la pobreza (2,4 millones sobre 4), provenían de hogares de clase media, cuyos ingresos declinaron y sólo 1,6 millones correspondían a pobres estructurales que desde hace mucho residen en villas o asentamientos precarios. Esto se refleja en una fuerte transformación de la estructura social argentina, en la que los sectores de ingresos medios retrocedieron del 65 al 45 por ciento de la población total, los pobres estructurales también se redujeron del 30 al 20 % y surgió el fenómeno de los nuevos pobres, que alcanza a uno de cada tres argentinos. El sindicalismo tuvo un rol importante favoreciendo los cambios estructurales que signan los años ’90, lo que aceleró su fractura. Frente a la Confederación General del Trabajo (CGT) oficialista se levanta la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) que enfrenta al sindicalismo sumiso y manejable de la CGT (Armelino, 2004). La sociedad salarial (Castel, 2004) que basaba el sistema de seguridad social en los derechos de los trabajadores estables y formales, llegaba a su fin. La movilización del 19 de diciembre
El malestar social crece, a la realidad social de los pobres que ven aumentar sus filas se agrega el descontento de las clases medias altas y altas cuando el gobierno decreta la confiscación de ahorros y del dinero circulante, al que se llamó:“el corralito”.
Un actor social que tuvo mucha presencia en estos actos de protesta fue la clase media, que había tenido dos épocas de glorioso crecimiento y explosión del consumo; la primera, llamada la “plata dulce” de finales de los ’70, la segunda, la época del “deme dos”, el inicio de la convertibilidad de 1991. Pero el idilio, duró lo que duran los idilios; poco. Y, a partir de 1995 la clase media se ve afectada por crecientes índices de desocupación y subocupación, y se agrandan las desigualdades sociales. Parte importante de esa clase media pasa a constituirse en lo que dio en llamarse “los nuevos pobres”. En ese momento, casi el 40% de los desocupados pertenecía a la clase media. Es decir, la situación no afectó solamente a los menos calificados sino también a profesionales universitarios, a pequeños comerciantes, a PyMES. Otro dato importante es que la clase media comenzó a ser totalmente vulnerable al trabajo informal o “en negro”; recibiendo un salario mínimo con todas las cargas sociales, pero el mayor componente de su salario se le liquidaba bajo como bonificaciones no remunerativas.
El fin del sueño consumista que atrajo a las clases medias a endeudarse para mejorar su posición económica fue uno de los grandes motivos del desencanto y una causa legítima para salir a golpear las cacerolas en las esquinas más importantes de las ciudades y los pueblos, ocupando el espacio público en la plazas y las calles, llamados: los cacerolazos.
Por otro lado, grupos organizados de desocupados cortaban calles y encendía ruedas de autos (levantando gruesas columnas de humo propias del caucho cuando se quema) se dieron el llamar: piquetes.
Finalmente, comenzaron los saqueos. Fue en la Provincia de Entre Ríos, en la ciudad de Concepción del Uruguay, donde grupos de personas, entre ellos mujeres y menores fueron pacíficamente a demandar comida en los supermercados, habiendo acordado, previamente entre ellos, que no irían a producir estragos ni demandarían por bebidas u otro tipo de mercaderías. Pero todo salió de control, entran en supermercados y se llevan lo que pueden. En este lugar, la policía no pudo controlar la situación. Este fue el detonante, luego siguió en Córdoba, en donde fue ocupada la Municipalidad, luego en Rosario, Santa Fe, San Juan, diversos lugares del conurbano en la Provincia de Buenos Aires y la Ciudad de Buenos Aires. En algunos comercios, los empleados se quedaron al lado de los jefes como forma de proteger su fuente de trabajo, llegando al extremo, en algunos casos, de armarse para el combate, con palos, hierros, bombas molotov, etc. Paradojalmente, en algunos momentos y lugares, se produjo una lucha de pobres contra pobres, pues los trabajadores estaban listos para defender sus trabajos.
Todo empezó quince o veinte días antes del 19 de diciembre con lo cual se generó una suerte de rebelión. Algunos supermercados aumentaron la vigilancia armada, incluso armando a sus empleados; a partir de allí, la situación se descontrola sin encontrar límite alguno.
Frente a la protesta generalizada que va en crecimiento se decreta el estado de sitio y el gobierno lanza la orden de reprimir a los manifestantes con gases lacrimógenos y balas de goma. Caos, destrucción, saqueos. Parte de las escenas vistas en esos días por TV recuerdan escenas del Golpe de Estado del ‘55 y del Rodrigazo ’75; la gran diferencia de esos momentos con el 2001 fue la ausencia de la intervención militar y del apoyo de la clase media y alta de la sociedad. En el 2001 - una vez más- el pueblo perdió la confianza en los gobiernos elegidos pero la reacción es dentro del sistema democrático, en su defensa y empujando las fronteras de la participación popular. No se discutía la democracia (como en tantas otras oportunidades pasadas) sino un tipo de democracia que se presentaba excluyente.
Saqueos, piquetes y cacerolazos se van constituyendo en las nuevas imágenes de la protesta en la Argentina democrática. El resultado fueron 35 muertos, 4.500 presos.El Presidente de la República -elegido por el voto- se marcha en helicóptero de la casa de gobierno, después de haber anunciado su renuncia indeclinable y a pesar de que horas antes había apelado a las fuerzas políticas a hacer un gobierno de unidad nacional.
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