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Magdalena penitente Esquema 1) Ficha técnica ![]() b) Localización c) Cronología d) Autor e) Estilo f) Material g) Técnica h) Formas i) Cromatismo j) Dimensiones 2) Contexto a) Histórico b) Social y económico c) Cultural 3) Estilo a) Características generales b) Escuela Castellana c) Escuela andaluza d) Pleno barroco e) Autor 4) Descripción de la obra 5) Función de la obra y anécdotas 1) a) Magdalena penitente b) Museo Nacional de Escultura, Valladolid c) 1664 d) Pedro de MENA (1628-1688) e) Barroco f) Madera g) Tallado h) Escultura exenta i) Policroma j) 1,65 m alto 2) a) El siglo XVII, representó para España el fin de su hegemonía política, después de haber dominado muchos territorios europeos. Durante esta época el país sufrió una crisis económica y demográfica difícil de solucionar. Con el descubrimiento de América en el 1492 los españoles establecieron una organización administrativa, económica y política en los territorios conquistados. La expansión española empezó por las Antillas y conquistaron territorios como Méjico, Panamá, las costas del Pacífico de América del Sur, el Ecuador, Perú y Bolivia. En todos estos territorios dispusieron una economía colonial, basada en la explotación de los indígenas y en el comercio en régimen del monopolio español. Pero a partir del s. XVII, con el desarrollo de la agricultura y la ganadería, se relucieron las importaciones. Felipe II murió, y le sucedió su hijo Felipe III. Durante el reinado de este último se vivió una época de paz no solo en España, sino también en el resto de Europa. No obstante la crisis generalizada que vivía el país, necesitaba unas reformas urgentes, que tanto el monarca Felipe III como posteriormente Felipe IV, no fueron capaces de establecer. En 1621, tras un periodo de paz, se reprendió la guerra contra los Países Bajos. Es en este periodo en el que empieza la dinastía borbónica después de la Guerra de Sucesión, y se estableció como rey a Felipe V. b) Con respecto a la economía, la agricultura era la principal actividad del siglo. La ganadería, la metalúrgica y la construcción naval sufrieron un retroceso. El comercio interior se vio dificultado por el aumento de las aduanas y el comercio exterior tampoco se encontraba en buenas condiciones. Así la nueva dinastía borbónica inició una reforma económica de política mercantilista, para mejorar la situación. También se produjo en este periodo una crisis demográfica, causada por las epidemias, la fuerte emigración a América y la expulsión de los moriscos. c) Culturalmente el barroco supone un cambio de mentalidad, del optimismo del renacimiento al pesimismo y realismo de este periodo. En literatura española, este siglo es conocido como el Siglo de Oro por la calidad de la literatura de autores como Góngora, Calderón de la Barca, Quevedo y Gracias, que mostraban a la perfección la crispación social de la época. En el ámbito religioso durante toda esta época se sigue con la Contrarreforma católica iniciada con el Concilio de Trento. Este auge de la iglesia influirá decisivamente en el arte. 3) a) Características generales -Se manifiesta principalmente en imágenes religiosas de estética recargada y que representan el sufrimiento humano. -Tipologías más comunes: las imágenes. Los retablos y los pasos procesionales. -Material más utilizado: madera policromada -Técnica del estofado: utilizada habitualmente en los vestidos o en las figuras. Consiste en cubrir la superficie de la estatua con láminas de pan de oro antes de policromarla, la cual cosa proporciona una gran luminosidad a la figura. -Focos principales: Castilla y Andalucía, con sus propias escuelas, que coinciden cronológicamente con la primera y la segunda mitad del siglo XVII. Predominan la sencillez expresiva y la continuidad de las formas renacentistas, durante la primera mitad; mientras que en la segunda mitad se aprecia la expresividad, la teatralidad y el dinamismo de la escultura italiana. Pleno barroco: segunda mitad del siglo XVII. La escultura consigue más expresión y movimiento, y sus focos son Andalucía y Levante. b) Escuela castellana: La escultura castellana de la primera mitad del siglo XVII es profundamente realista y dramática, mostrando figuras que reflejan el dolor, con el objetivo de conmover al espectador. La gran figura de esta escuela es Gregorio Fernández (1576 – 1636). Autor de retablos, imágenes sueltas y pasos procesionales. Entre sus obras principales figuran el retablo de Nava del Rey, los pasos procesionales de la Piedad o el Descenso. De figuras sueltas destaca el Cristo yaciente de los Capuchinos de El Pardo. c) Escuela andaluza: Se caracteriza por ser más serena que la castellana y por buscar la belleza antes que el dramatismo. Sus focos principales están en Sevilla y Granada. En Sevilla destacó la figura de Juan Martínez Montañés (1568 – 1649), del cual destaca el Cristo de la Clemencia, un crucificado vivo de rostro bello y sereno y de perfecto modelado, que emociona sin recorrer a la tragedia. Juan de Mesa (1583 – 1627) fue el más notable discípulo cordobés de Martínez Montañés. Destaca por el patetismo y el fuerte dramatismo. Destacamos su Cristo de la Buena Muerte. En Granada destacó la figura de Alonso Cano (1601 – 1667). Artista polifacético de cuyas obras destacamos la Virgen de la Oliva y la Inmaculada de la sacristía. Su principal discípulo fue Pedro de mena (1628 -1688). En el taller de Cano asimiló la elegancia y la proporción, aunque moderadas por su vocación naturalista y perfección técnica. El gran prestigio y la recomendación de Cano, le permitieron hacerse cargo en 1658 de la sillería de coro de la catedral de Málaga. Hacia 1622 viaja a la Corte llamado por José de Austria donde realiza dos de sus obras más famosas: el San Francisco de la catedral de Toledo y la Magdalena de la Casa Profesa de los jesuitas en Madrid. d) Pleno Barroco: En la segunda mitad del siglo XVII, la influencia de la escultura de Bernini llegó a España, y las formas adquirieron más movimiento y una expresión más intensa. Los principales centros fueron Andalucía y Levante. La figura más significativa del pleno Barroco andaluz fue Pedro Roldán (1624 – 1699). Estuvo caracterizado por las complejas composiciones, de marcado dramatismo y teatralidad. Entre sus obras destacamos el retablo mayor del hospital de la Caridad de Sevilla, con el excelente grupo del Santo Entierro. Otros artistas andaluces son José de Arce, que introdujo las nuevas formas con las figuras movidas y la ropa alborotada. Se le atribuye la finalización del retablo de San Miguel, en Jerez. Otra artista fue Luisa Roldán (1656 -1704), hija de Pedro Roldán, las esculturas de la cual son muy dinámicas y expresivas. Destacamos La Virgen de Triana y La Macarena. Finalmente, el artista granadino José Risueño (1665- 1732) trabajó el barro cocido, con el cual consiguió obras de gran sensibilidad y ternura. La escultura del Levante peninsular se manifiesta plenamente a finales de siglo, gracias al contacto con Italia y a la llegada de artistas extranjeros como Nicolás Bussy. El escultor levantino más notable fue Francisco Salzillo (1707 – 1783). Sus obras están llenas de dramatismo, gracia y dulzura. Lo más significativo de su producción fueron los pasos procesionales, como la Oración en el Huerto. También destacan entre sus esculturas las pequeñas figuras que componen el belén, formado por numerosos personajes llenos de gracia y naturalidad. e) Pedro de Mena (Granada 1628- Málaga 1688) aporta a la escuela granadina unas cualidades distintas a las de Cano, con quien colaboró tras su llegada a la ciudad en 1652. En ese momento Mena ya estaba formado como escultor. Había aprendido con su padre, en la influencia del lenguaje realista y expresivo de la escuela sevillana. No obstante, el conocimiento del arte de Cano se reflejó en algunos de sus modelos o trabajos puntuales, pero no se interesó por la elegante serenidad de este maestro, sino que por el contrario, concibió sus figuras con un penetrante ascetismo, de gran intensidad realista y apasionadas expresiones de concentración interior.Su producción está integrada casi en su totalidad por imágenes aisladas, con las que definió una iconografía devocional de gran éxito, lo que motivó la frecuente repetición de muchos de sus tipos, creando así auténticas series. En este capítulo destacan los San Antonio y el Niño, San Diego de Alcalá, San Pedro de Alcántara, San Francisco de Asís, San José y el Niño, Inmaculadas, santos jesuitas, etc. Eran obras destinadas a cumplir la función esencial de la imaginería barroca, la comunicación con el fiel, para lo que Mena utilizó los recursos del efectismo naturalista propios de la época. No obstante, consigue transformar lo concreto en sobrenatural, merced a la emoción espiritual que plasma en los rostros.Estas cualidades de su estilo aparecen magníficamente expresadas en la pequeña imagen de San Francisco (h. 1663), que le valió el título de escultor de la catedral toledana, donde hoy se conserva, durante su corta estancia en la corte (1662-1663). Representado de pie, rígido y con semblante ascético, basa su iconografía en el hallazgo de la momia del santo en Asís durante el papado de Nicolás V, inspiración ya utilizada anteriormente por Gregorio Fernández. Sin embargo, fue Mena quien popularizó este tema, con el que obtuvo gran éxito y uno de los ejemplos cumbres de la plástica española. Dentro de su producción destaca por su carácter extraordinario, tanto en la calidad como en la habitual dedicación de este artista, la sillería de la catedral de Málaga. A esta ciudad se trasladó en 1658 para realizar cuarenta tableros para este conjunto, que estaba ya iniciado. La variedad de tipos y composiciones, con imágenes casi de bulto redondo en muchos casos, confiere una riqueza plástica excepcional a esta obra, en la que se advierte la influencia de Cano, pero también su personal hacer realista y emotivo.La ejecución de la sillería le proporcionó la fama que le llevó a la corte. En ella permaneció poco tiempo, visitando también Toledo. En Madrid los jesuitas le encargaron una María Magdalena para su Casa Profesa (Museo Nacional de Escultura, Valladolid), que terminó en 1664 después de retornar a Málaga. Esta imagen, al parecer con antecedentes castellanos, está representada de pie como es habitual en él, y contemplando con arrobo místico la cruz que sostiene con una de sus manos. Destaca el virtuosismo de la talla, con el que consigue magníficos efectos realistas en el tratamiento de las calidades. En Málaga permaneció hasta el final de su vida, incorporando a sus últimos trabajos el interés por el movimiento propio de la época. A estos años pertenece una de sus tipologías más logradas, los bustos cortados del Ecce Homo y la Dolorosa, con manos ó sin manos, concebidos para ser contemplados de cerca, intensificando así su carácter devocional (Descalzas Reales de Madrid, 1673). 4) La imagen de la Magdalena es prácticamente de medida natural y fue tallada con mucho cuidado en madera de cedro, material habitual en las obras selectas. Extremidades: la Magdalena fue tallada con exquisitez: manos y pies fueron tratados con gran detallismo. Parte media: Sujeta con fuerza contenida el crucifijo con la mano izquierda y con la derecha se oprime el corazón como impidiendo que se desborde. El moldeado de estas manos es delicado y de una suprema elegancia. Se trata de una mujer que conserva gran parte de su belleza, pero no transmite sensualidad: su aspecto queda en segundo plano, desplazado por sus emociones, y su cuerpo se esconde bajo la túnica de palma, de modo que las formas femeninas no quedan ni insinuadas. Rostro: Es una figura juvenil, de perfiles hebreos. La postura de la Magdalena, ligeramente inclinada hacia delante, hace que la atención recaiga en su rostro, emocionado y concentrado en mirar el crucifijo, símbolo de la redención. La cara de la Magdalena, con los labios resecos, los ojos rojos y el cuello en tensión, comunica dolor y arrepentimiento y un dramatismo contenido que también se aprecia en la tensión de los dedos de la mano. El bellísimo óvalo de facciones grandes acentuadas por el gesto abrumado y dolido, por tanto, proclama toda la contenida emoción de un infinito arrepentimiento. Los mechones de cabello, largos y húmedos, parecen conducir hacia el suelo el llanto de la mujer, y ocultan el cuerpo casi tanto como el tosco sayal. En resumen, la expresión de Magdalena, con la mirada concentrada en la cruz y las lágrimas en el rostro, muestra el arrepentimiento de su pasado como pecadora, mientras que la rústica túnica ligada con una cuerda y los pies descalzos simbolizan la penitencia que ha de acompañar el arrepentimiento sincero. Su rostro, como en muchas figuras de Mena, encienda la visión mística y no la exacerbación del dolor. Paleta de colores: la intensidad de la figura se realza por el uso sobrio del color, lejos de las estridencias castellanos. El mismo carácter doliente de la figura queda magnificado con la sobriedad de paleta: ocres, pardos, algunos marrones rojizos llamados tierras de Sevilla y pocos oscuros impiden altos contrastes que arruinarían el contenido dramatismo que emana de la obra. 5) Significación: las obras del escultor, y esta no es una excepción, suelen ser lánguidas y contemplativas e invitan a la oración en su presencia. La sencillez y claridad del mensaje hicieron muy populares estas imágenes que apelaban a la emotividad religiosa y ni a complejas teorías teologales. La imagen fue encargada para la casa profesa de los jesuitas de Madrid, llamada San Felipe Neri, y respondía al interés de la Iglesia para remarcar el arrepentimiento, sobretodo después del concilio de Trento. Mena firmaba sus esculturas porque los encargos le llegaban de puntos lejanos, donde, posiblemente, no lo debían conocer. Por eso firmó esta obra en Málaga, en el año 1664, recalcando que era de Granada (Petrus D. Mena I Medrano Granatensis malaca Faciebat Anno 1664) Función: la Magdalena penitente tiene una clara función religiosa y a la vez simbólica, puesto que representa el arrepentimiento necesario para la redención. Las tallas de Mena, que insistían en la tristeza de maría, la muerte redentora de Cristo, el arrepentimiento de María Magdalena, y los santos como a ejemplos a imitar, conectaron en seguida con la sensibilidad y la religiosidad del pueblo. Mena solía hacer obras de medida reducida, muchas de ellas en forma de busto dentro de una urna, por lo que facilitaba la diseminación de su producción y que su fama llegase al interior de la Península. La Magdalena de Mena fue una de las imágenes más repetidas en su tiempo y hay copias por toda Castilla. Los Talleres se encargaban de hacer nuevas reproducciones, normalmente supervisadas por el maestro, que era quien daba forma a las partes delicadas, como las manos y la cara. |