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TEMA 1 LA LITERATURA ESPAÑOLA DEL SIGLO XVIII A TRAVÉS DE LA PROSA DIDÁCTICA Y EL TEATRO
Recibe el nombre de Ilustración, o Siglo de las Luces, el movimiento cultural e ideológico que renueva profundamente el pensamiento y la mentalidad a lo largo del siglo XVIII. El principio general ilustrado es el cuestionamiento del criterio de autoridad y, por tanto, el desarrollo del método inductivo, de la observación y de la experimentación. Esto llevará a desligar ciencia y teología, provocando, de este modo, la crítica de numerosos postulados religiosos. La Ilustración se define, pues, por el deseo de saber. Rasgos típicamente ilustrados son:
La publicación en Francia de los volúmenes de la Enciclopedia (1751-1772), como compendio de todos los saberes de la época, plasma la intención ilustrada de liberar al espíritu humano del peso de la superstición, que lo oscurece, y guiarlo hacia las luces de la razón. El Neoclasicismo artístico del siglo XVIII se basa en los modelos clásicos greco-latinos: las obras de arte deben estar también sujetas a la razón y obedecer, por tanto, a unos principios de ordenación lógica. En literatura el orden y el equilibrio se consiguen, fundamentalmente, a través de la separación de los distintos subgéneros. A finales del siglo XVIII, las ideas del filósofo Jean-Jacques Rousseau determinan la aparición de una nueva sensibilidad. Frente a la actitud neoclásica, basada en la razón y el equilibrio, surge el Prerromanticismo, que prioriza lo natural y lo individual, preludiando, así, el Romanticismo del siglo próximo.
Aparecen, en este siglo, las primeras publicaciones periódicas. Los periódicos se emplean como canal para difundir las nuevas ideas ilustradas, aunque son seguidos muy de cerca por la censura. La prensa tiene la virtud de contribuir a dos aspectos relevantes: la creación de un estilo más ágil y directo, que se aleja del retorcimiento expresivo del Barroco; y la ampliación del público lector. En este afán por difundir las ideas de la Ilustración, la prosa de ficción se ve desplazada por la prosa didáctica: el género literario en prosa preferido por los ilustrados es el ensayo – disertación escrita de intención didáctica, muy variable en cuanto a temas y estilo según cada autor, que adquiere la forma de epístola, memoria, informe, etc. –. Los autores más significativos en este campo son: Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764), Ignacio Luzán (1702-1754), José Cadalso (1741-1782) y Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811).
Prototipo de verdadero ilustrado, arremete contra las supersticiones y las opiniones infundadas, rebelándose frente a la rutina de la anquilosada cultura barroca. Postula la razón y la experiencia como bases de la ciencia y del pensamiento moderno, por lo que rompe con el criterio de autoridad. La utilidad pública es el fin que guía sus ensayos, en los que se dan cita temas como el bien común, la libertad, el trabajo, la paz y la educación. Deben abandonarse los lugares comunes y la vieja filosofía escolástica, dando cabida no sólo a las ciencias humanas, sino también a los saberes de tipo técnico. Su estilo neoclásico, simple y sencillo, está presente en sus obras: Teatro crítico universal (1726-1739), y Cartas eruditas y curiosas (1741-1760). Teatro crítico universal Consta de ciento dieciocho ensayos que abordan diversas materias: filología, física, matemática, ciencias naturales, medicina, astronomía, geografía, economía, derecho, religión, política, filosofía, literatura, etc. Fue una de las obras más divulgadas y polémicas del siglo XVIII español, alcanzando la astronómica cifra de más de 600.000 ejemplares vendidos, y siendo traducida al inglés, francés, italiano, alemán y portugués. El objetivo de Feijoo venía enunciado en el título, al pretender corregir viejas supersticiones, prejuicios y costumbres. Cartas eruditas y curiosas Continuadora de Teatro crítico universal se divide en:
En conclusión supone un magno esfuerzo enciclopédico de divulgación de las novedades de su época y de lucha contra errores y supersticiones, dentro de una completa conformidad con el dogma católico, todo ello con un espíritu analítico y racionalista.
Destaca por ser el autor de La Poética (1737): tratado sobre teoría literaria en el que se establecen los preceptos que deben guiar las obras neoclásicas. Deben distinguirse el género lírico, el épico y el dramático; este último debe respetar las tres unidades clásicas, y desarrollarse en verso cuando sea tragedia y en prosa si es comedia.
Conviven en Cadalso los ideales ilustrados con cierta añoranza de un pasado glorioso que se sabe que no volverá. Alternan dos actitudes en su obra: la de la confianza en las reformas ilustradas y la escéptica y desilusionada ante la imposibilidad de llevar acabo dichas reformas dada la naturaleza de los seres humanos. Su estilo se basa en la sobriedad y la contención: se aleja de la retórica barroca y defiende el empleo de una lengua llana y sencilla. Aunque escribe poesía y teatro, es en la prosa donde alcanza sus mayores logros. Así sucede en: Los eruditos a la violeta (1772), Noches lúgubres (1772) y Cartas marruecas (1793, previa publicación periódica). Los eruditos a la violeta Sátira de la educación superficial y de los individuos que aparentan tener vastos conocimientos cuando en realidad son unos ignorantes. Noches lúgubres (obra inconclusa) Es una obra dialogada – dividida en tres partes – en la que el protagonista, enloquecido por la muerte de su amada, intenta desenterrar su cadáver para morir junto a él pegándole fuego a su casa. En los parlamentos del personaje principal se incluyen extensas reflexiones de carácter filosófico que muestran su natural delicado y sensible. Las quejas lastimeras, la sentimentalidad exacerbada, la autocomplacencia en el dolor, el uso de una prosa poética que busca crear un clima emotivo y la sensibilidad subjetiva, marcan el tránsito del sentimentalismo neoclásico al prerromanticismo. Cartas marruecas Siguiendo el modelo epistolar de las Cartas persas (1721) de Montesquieu, Cadalso presenta tres personajes que comentan la realidad española desde tres diferentes perspectivas: la de Gazel, joven marroquí de visita en España; la de Ben-Beley, también marroquí y maestro de Gazel; y la de Nuño, español. La crítica se centra en tipos sociales y costumbres varias: la nobleza inútil y parasitaria, el excesivo número de religiosos, el menosprecio de la ciencia y del conocimiento, así como del comercio y de la industria, etc. Para mejorar la situación del país se proponen diversas reformas que siguen los principios ilustrados: la tolerancia, la moderación, la formación de buenos ciudadanos, etc.
Su espíritu reformista le lleva a menudo a ser crítico con los dirigentes del país. Su estilo, además de poseer las características propias del Neoclasicismo, se caracteriza por el uso de un lenguaje técnico específico determinado por los temas tratados en sus obras: Memoria sobre espectáculos y diversiones públicas (1790), Informe sobre la ley agraria (1794), y Memoria sobre educación pública (1802). Memoria sobre espectáculos y diversiones públicas Jovellanos propugna que las formas de entretenimiento estén incluidas en los planes ilustrados de reforma. Critica espectáculos sangrientos como las corridas de toros, defiende la libertad de los bailes y fiestas populares y postula un tipo de teatro que se ajuste a las reglas neoclásicas. Informe sobre la ley agraria Analiza las causas del atraso de la agricultura española y propone los remedios para modernizarla: tipos y sistemas de cultivo, regadíos, capacitación de los campesinos, desamortización de las tierras poco productivas de la Iglesia y la nobleza, etc. Con esta obra el autor se granjeó la enemistad de los más poderosos de su época. Memoria sobre educación pública Para Jovellanos la educación es la base de la prosperidad de una nación, por lo que defiende la importancia de los métodos prácticos y desecha la metodología escolástica. Apoya el empleo del castellano en lugar del latín, el aprendizaje de otras lenguas modernas, el uso de las bibliotecas, las lecturas complementarias… y el papel del profesor como guía o consejero.
Durante la primera mitad del siglo XVIII se siguen representando las obras de Calderón de la Barca. Se prefieren las comedias costumbristas, las comedias de capa y espada, y las comedias heroicas. No hay innovaciones, se tiende a la imitación o a la refundición de las obras del Barroco. Este teatro, denominado posbarroco, es sustituido por el teatro neoclásico, implantado desde el poder puesto que el espectáculo teatral se considera un magnífico canal para la difusión de los nuevos ideales. De este modo, uno de sus rasgos principales es el de la finalidad didáctica, lo que conlleva la búsqueda del orden y el equilibrio en la obra teatral a través del respeto de las tres unidades clásicas (espacio, tiempo y acción), la división de las obras en tres actos, la separación de los distintos géneros y la búsqueda de verosimilitud. |