Resumen España está inserta en un proceso de multiculturalidad intenso por el arribo masivo de inmigrantes en la última década, con altísima concentración de sudamericanos.






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Miseria, Generalísimo y…sudacas.

Reflexiones sobre la España inmigrante y multicultural
Felipe Arocena

“Los campesinos de Galicia, que arrastraban una mísera existencia…recordaban a los visitantes ingleses la miseria de los irlandeses” (Raymond Carr, 2008).

Resumen

España está inserta en un proceso de multiculturalidad intenso por el arribo masivo de inmigrantes en la última década, con altísima concentración de sudamericanos. Estos “sudacas” están transitando el camino inverso que recorrieron antes los españoles hacia sus países. El multiculturalismo español, caracterizado por sus antiguas minorías territoriales (Cataluña, Galicia y el País Vasco), y sus recientes minorías sin territorio (inmigrantes latinoamericanos, árabes y rumanos), no debería ser considerado solamente un problema, también es su gran capital y una oportunidad para abrirse al mundo del siglo 21 donde la diversidad cultural es considerada una riqueza mayor.

Introducción

De ser un país netamente de emigración, que expulsó millones de personas, España se ha transformado vertiginosamente en lo contrario, un país que atrae millones de inmigrantes. Durante la segunda mitad del siglo 19 las dificultades en España para adaptarse a la revolución industrial provocaron tal estado de pobreza entre su población, especialmente la rural, de escasos recursos y bajo nivel educativo, que una proporción importante decidió cruzar el Atlántico para “hacer la América”. Gallegos, vascos, canarios, catalanes, asturianos y andaluces desesperados, desembarcaron en América del Sur buscando un trabajo que les permitiera obtener alojamiento y comida, ya con eso bastaba al llegar. Muchos se radicaron en el medio rural en condiciones durísimas criando ovejas, caso típico de los vascos en Argentina y Uruguay, otros se emplearon en el comercio y montaron sus pequeños talleres artesanales. Después de este aluvión de fines del siglo 19, que funcionó como una válvula de escape para la crisis española, la guerra civil que dividió al país en buenos católicos y comunistas, e instauró al dictador Franco en el poder durante cuarenta años, generó un nuevo contingente emigratorio. Otra vez cientos de miles de españoles refugiados políticos o escapados de la segunda guerra mundial volvieron a ver las costas orientales de Sudamérica. Luego de tres, a veces cuatro generaciones, los nietos y bisnietos descendientes de esos inmigrantes, ahora recorren el camino inverso con el mismo sueño de sus bisabuelos o tatarabuelos de vivir en mejores condiciones y darle mayores oportunidades a sus propios hijos. La inmigración en España se multiplicó por 30 en los últimos veinticinco años: el número de inmigrantes pasó de 200 mil en 1981, a 6 millones en 2008 (incluyendo 1 millón que nacieron en el extranjero pero tienen nacionalidad española y que deben ser considerados inmigrantes); 2,3 millones son latinoamericanos, casi todos sudamericanos (INE, 2008, España). Su inserción no es sencilla y permanentemente salen a la luz pública múltiples expresiones de xenofobia y discriminación. La más general de todas ellas es la denominación de “sudacas”, término cargado de sentido negativo. La paradoja es que estos “sudacas” no son otros que los descendientes de los “gallegos” que fueron llegando al sur durante más de un siglo escapando de la miseria o del Generalísimo. En el Río de la Plata se denomina amistosamente “gallego” a todos los inmigrantes españoles sean o no provenientes de Galicia, así como a los descendientes de italianos se les denomina “tanos”, por napolitanos, sean o no de Nápoles. ¿Cuáles son las principales estrategias de integración que adoptaron los recientes inmigrantes latinoamericanos en España y cuáles son las estrategias que adoptó la sociedad española en relación a ellos? Responder estas dos interrogantes es el objetivo central de este trabajo. En la primera sección se presentará someramente el proceso histórico de inserción de los emigrantes españoles en Sudamérica; la segunda sección analizará la reciente emigración sudamericana en España, su procedencia y su inserción; y en las conclusiones hablaré de los beneficios que representa para España el haberse convertido en un país multicultural.


Fuente: Elaboración propia a partir de las cifras oficiales de censos y de los municipios españoles publicadas en 2009 por el Instituto Nacional de Estadística, España
Emigrantes españoles en Sudamérica

Con la excepción del Brasil, América del Sur fue una colonia española hasta iniciado el proceso de independencia en el año 1810, de donde nacerían algunas décadas más tarde los actuales Estados nacionales. Por esta razón histórica parece más acertado no referirse a los españoles del período colonial como inmigrantes, sino como colonizadores, porque arribaban a un territorio conquistado que pertenecía a su propio reino y manifestaban poco deseo de radicarse afuera. Luego de la independencia latinoamericana continuaron llegando constantemente españoles a los diferentes países, pero a partir de la segunda mitad del siglo 19 el principal destino fue el Río de la Plata porque Argentina y Uruguay se habían convertido en dos de los países más promisorios del mundo, con escasa población y un nivel de riqueza por habitante equiparable al de Francia o Inglaterra y muy superior al de España. En la revista La Ilustración del año 1889 que se publicaba en España se afirmaba que casi toda “la población sobrante, descontenta y codiciosa” que salía de España se dirigía en esa época a Sudamérica, especialmente a Argentina, y estimaba que entre 1870 y 1886 llegaron 81.000 españoles hacia el Río de la Plata, al tiempo que disminuía el destino de Cuba, última colonia española en América.

La cantidad de españoles emigrados a América durante el período de un siglo que va entre 1882 y 1971 se calcula en más de tres millones. Muchos de estos migrantes españoles del siglo 19 sufrieron las penurias de las llamadas “camas calientes” que siempre tenían ocupantes diferentes a lo largo del día y soportaron el hacinamiento en los vapores que los transportaban con billetes absurdamente caros pero que apenas asignaban a sus pasajeros una tabla para dormir. Otros tantos pasaron por las manos de los llamados “ganchos” que falsificaban los documentos necesarios para el trámite de ingreso y experimentaron la prostitución y el trabajo casi esclavo. En un artículo reciente se explicita bien esta situación (De Cristóforis 2008, p. 88): “Numerosos testimonios coinciden en señalar que muchas veces, las operaciones vinculadas al traslado de estos españoles estuvieron consignadas a la casa “Llavallol e hijos”, anteriormente especializada en el tráfico de negros. Los peninsulares del noroeste hispánico eran contratados por agentes en España, quienes ponían en marcha distintas estrategias propagandísticas y de cooptación. Los sujetos “enganchados” viajaban hacinados, sin suficiente agua ni alimentos. A su llegada a la ciudad de Buenos Aires eran alojados en una barraca, donde nuevamente las condiciones de vida eran penosas, por falta de espacio y la promiscuidad que tenían que soportar. Una vez allí, debían esperar a ser empleados por el gobierno o por particulares. El régimen del tirano argentino Juan Manuel de Rosas fomentó este tráfico humano, con el fin de disponer de una mano de obra barata que ocupara puestos de trabajo en la policía, los hospitales, en el arreglo de las calles o en el gremio de serenos.”1 El extremo de la miseria española puede evaluarse con claridad en el documental de Luis Buñuel filmado en 1933 “Tierra sin pan”. Allí se representa la zona de la península llamada Las Hurdes y el atraso de sus pobladores que morían de hambre y vivían en estado de barbarie: sin comida, desprovistos de sanidad, analfabetos, carentes de trabajo y con estructuras de parentesco completamente promiscuas y endogámicas. Sin llegar a estos extremos, en la región vasca, los pequeños propietarios de tierra a los ojos de los extranjeros “parecían llevar una vida de simplicidad homérica”; y del otro lado del norte de España, “los campesinos de Galicia, que arrastraban una mísera existencia al lado de sus ‘parcelas-pañuelo’, recordaban a los visitantes ingleses la miseria de los irlandeses.” La emigración tuvo tal magnitud que en 1905, en un pueblo de Galicia llamado Boado, los trescientos vecinos, es decir todos, “se ofrecieron al presidente de Argentina en masse. Hubo una protesta patriótica. Los habitantes del pueblo respondieron que ‘el patriotismo consiste en comer y dar de comer a sus hijos’” (Carr 2008, pags. 38-40). Las vicisitudes de la emigración española fueron retratadas en otro documental mucho más reciente, titulado “Nosotros también fuimos los otros”, elaborado por la Fundación Directa (2009) y el gobierno español.

No todo sacrificio fue en vano ya que muchos españoles alcanzaron éxitos notorios porque vencieron a la pobreza y llegaron a ser ciudadanos acaudalados siguiendo “la dura ‘carrera’ de la inmigración. Para hacernos una idea aproximada de la cantidad de dinero que enviaban a España los emigrantes vale la pena destacar la información de la revista La Ilustración en el año 1887, donde se afirmaba que desde Buenos Aires se habían enviado a España 9,8 millones de pesetas a través del Banco Español, el Banco Carabassa y la Casa Santiago y Cia. La equivalencia de ese dinero al valor de hoy puede estimarse comparando que la construcción de Puerto Madero en ese tiempo costó significativamente menos que esa suma. Si a eso le sumamos una cantidad similar desde Montevideo, porque habían cantidades parecidas de españoles, entonces podemos decir que la riqueza que salió solamente desde el Río de la Plata hacia España fue verdaderamente “una especie de mini Plan Marshal” (Cazalá 2009). La actual Secretaria de Estado de Inmigración y Emigración de España, Consuelo Rumí (2009), lo expresó con claridad cuando reconoció que las razones de la emigración española fueron políticas y económicas y que “saber que la historia de la emigración es parte indisociable de la historia de España debe ser una lección obligatoria para la ciudadanía de un país cuyo progreso se ha forjado en buena medida gracias al esfuerzo de quienes ayudaron a construirlo desde la distancia”.

Efectivamente, este debería ser el telón de fondo contra el cual observar la emigración sudamericana actual en España. Esa lección obligatoria parece estar mal aprendida por una parte significativa de la actual ciudadanía española, y es también obligación del propio gobierno nacional y de los gobiernos regionales hacerla conocer entre los jóvenes. Si se tuviera bien clara esta historia de la emigración española hacia Sudamérica (y hacia Cuba, México y Dominicana) entonces la manera como se acoge a los hoy inmigrantes sudamericanos seguramente sería muy diferente. Empezando por eliminar el contenido discriminatorio de “sudacas”, y la asociación de este calificativo con personas que llegan a quitar el trabajo a los peninsulares y a aprovecharse de la riqueza ibérica reciente luego que el país se integró a la Comunidad Europea. Los inmigrantes sudamericanos no son personas sin hábito de trabajo, de cualidad moral dudosa, que contaminan la población española. Esta lección obligatoria también debería incluir la descriminalización del inmigrante y el reconocimiento de sus derechos como seres humanos, tal como lo demandaron otrora los emigrantes hispanos. Para lograr esto hay todavía camino por recorrer.

Emigrantes sudamericanos en España

Estudiar los emigrantes sudamericanos en España es particularmente interesante por varios factores. En primer lugar por el alto número de emigrantes que han llegado a España en los últimos 10 años. Según los datos del INE de los padrones municipales de 2008, un tercio de los 6 millones nacidos en el exterior que residen en España, son de origen latinoamericano. Hace apenas 13 años, en 1995, los datos del INE registraban solamente 260 mil inmigrantes provenientes de América Latina, en 2008 esa cifra alcanzó los 2,3 millones, o sea que se multiplicó casi por diez en una década; este crecimiento es explosivo, tiene pocos equivalentes en el mundo, y por supuesto supera ampliamente el crecimiento demográfico de España. Al contrario de lo que ocurre con la emigración latinoamericana a Estados Unidos, donde los mexicanos representan la mitad del total, en España los inmigrantes provenientes de América del Sur representan el 87%. El mayor contingente proviene de Ecuador desde donde salieron 458 mil, le siguen Colombia con 330 mil, Argentina 290 mil y Bolivia con 240 mil. La cantidad de uruguayos es de 87 mil, muy similar a la de cubanos y más que la de chilenos, paraguayos y mexicanos, pero en relación a la población de su país de origen la proporción de uruguayos es la mayor (Gráfico 1).


Fuente: Elaboración propia a partir de las cifras oficiales de censos y de los

municipios españoles publicadas por el Instituto Nacional de Estadística, España
En los últimos dos años en casi todos los países latinoamericanos se han expresado duras críticas al gobierno español por la manera como trata a los extranjeros latinoamericanos en su frontera, deportando cantidades numerosas sin justificación fundada y brindándoles un trato cuando menos incómodo, incluso llegándose a casos de extrema violencia. Apenas como un ejemplo concreto vale la pena mencionar el caso de la deportación de Patricia Rangel y Pedro Luiz Lima en 2008. En su tránsito por el aeropuerto de Barajas hacia un congreso de la Asociación Portuguesa de Ciencia Política a celebrarse en Portugal estos dos estudiantes de posgrado brasileños fueron deportados hacia su país de origen. La noticia fue difundida en la prensa de Brasil y la opinión pública reaccionó indignada. Como consecuencia de este problema el gobierno de Lula respondió deportando a ciudadanos españoles que deseaban ingresar al país, basándose en la política de reciprocidad que aplica en su política exterior. Varios gobiernos latinoamericanos pidieron explicaciones a España por motivos similares, aunque Zapatero afirma una y otra vez que no existen indicaciones para que los funcionarios españoles actúen de esta manera.

Han aparecido, además, fuertes expresiones xenófobas y racistas hacia los “sudacas” en España, cuyos protagonistas desconocen completamente el destino de cientos de miles de sus ancestros hacia América Latina, cuando huían de la miseria, de la violencia, de la persecución franquista, o de todas estas causas juntas. Uno de los casos de violencia hacia los inmigrantes que obtuvo mayor difusión internacional fue el de un muchacho español que propinó una andanada de patadas en el rostro a una joven latinoamericana que viajaba solitaria en un metro, hecho que fue registrado por cámaras de video.

¿Cómo es la inmigración sudamericana en España y qué rasgos distintivos tiene? ¿De qué forma podemos caracterizarla brevemente y entender su proceso de integración? La Encuesta Nacional de Inmigrantes realizada por el INE en el año 2006-7, aporta información muy relevante para responder estas preguntas. En primer lugar, hay que decir que casi todos los latinoamericanos llegaron a España en los últimos diez años, por lo que es una inmigración muy reciente, parte de lo que se denomina el aluvión migratorio de la última década, que está en pleno proceso de adaptación e integración. Si bien es cierto que desde los años setenta desembarcaron miles de exilados políticos huyendo de las dictaduras sudamericanas de Chile, Argentina, Uruguay y Brasil, entre otras, incluyendo a intelectuales y artistas de renombre internacional, la inmigración masiva es muy reciente y los datos demográficos lo demuestran cabalmente. En segundo lugar, es una de las inmigraciones más numerosas que ha llegado a España y su origen está fuertemente concentrado en los países sudamericanos. El propio INE en su análisis de los datos sostiene que puede ser conveniente dividir los inmigrantes latinoamericanos en dos: el grupo que proviene de los países andinos (Ecuador, Bolivia, Perú y Colombia) de los que provienen de países no andinos (Argentina, Venezuela, Uruguay, Paraguay, incluyendo también a Cuba, República Dominicana y Brasil). Las diferencias de estos dos grandes grupos son que entre los primeros predominan personas más jóvenes, con poca formación educativa, con alta participación en asociaciones y redes de inmigrantes compatriotas en España, ocupan más bien trabajos no calificados, y tienen ciertos padrones parecidos a los inmigrantes provenientes de países poco desarrollados como los de África y Este de Europa. Esta es una inmigración que típicamente busca mejoras económicas. En cambio, los inmigrantes de países no andinos “muestran una cara muy diferente” (p. 136) porque predominan situaciones mucho más parecidas a los de inmigrantes de países desarrollados europeos, con personas más calificadas, mayores niveles educativos, una estructura familiar menos numerosa y con participación mucho menor en redes de asociaciones y de parentesco. En este caso la inmigración no se da tanto por la búsqueda de empleo, sino conjuntamente con la búsqueda de una mayor calidad de vida, entendida ésta de diversas formas: menor violencia, mayor consumo, más seguridad, estabilidad y confort. Es claro que estos dos grupos no son bloques totalmente homogéneos, porque entre los colombianos hay personas también altamente calificadas y entre los inmigrantes de países no andinos existen quienes ocupan trabajos poco calificados y tienen escasa formación, pero en términos agregados los dos grandes grupos se distinguen con bastante nitidez. Estas diferencias se repiten en las representaciones estigmatizadas que la prensa española construyó de los inmigrantes latinoamericanos. Un trabajo realizado en 2004 llega a la conclusión que de los ecuatorianos se resalta su situación de precariedad económica y su bajo nivel cultural “que es visto con paternalismo compasivo.” De los colombianos se suele destacar su violencia y se estigmatizan a los sicarios, asesinos y narcotraficantes “vistos con una mirada aterrorizada y desconfiada.” En cambio a los argentinos se les ubica en otra categoría de mayor cercanía cultural y “son vistos con una mirada fraternal y familiar que rescata la naturaleza de la clase media abatida por la crisis o de artistas e intelectuales arrojados por imposición política” (Retis 2004, p.1).

En conjunto, la emigración latinoamericana tiene la particularidad de que está fuertemente feminizada y eso la diferencia de los migrantes provenientes de África y de países del este europeo con predominio masculino, y también de quienes llegan desde los países desarrollados europeos donde hay paridad de sexos. El nivel educativo de la inmigración latinoamericana es significativamente superior a la de los migrantes africanos e inferior al de los países europeos desarrollados, y las mujeres, como ocurre en sus países de origen, tienen mayor capital educativo. En el conjunto de inmigrantes a España predominan las personas casadas, pero entre los latinoamericanos hay mayor proporción de solteros en comparación con los inmigrantes africanos. También es significativo que los latinoamericanos tienen mayor inclinación a construir matrimonios mixtos con una pareja española, mientras que los africanos o del este europeo tienen mayores tasas de endogamia.

La amplísima mayoría de los inmigrantes, independientemente de su origen, el 90%, llegaron a España directamente desde su país de nacimiento, y para ocho de cada diez España representa el primer país extranjero en que han vivido, por lo cual es su “primera experiencia migratoria trasnacional” (p. 140). Esto es muy significativo porque reduce enormemente el complejo tema de la construcción de identidades múltiples. Casi todos los inmigrantes se encontrarán con una experiencia de vida que los expone fundamentalmente a dos culturas nacionales por lo cual es más fácil la construcción de identidades guionadas: español-boliviano, argentino-español, etc.

Uno de los indicadores que se utilizan para evaluar la integración de los inmigrantes en su país de destino es la participación en asociaciones secundarias. Si bien existen más de setenta asociaciones de inmigrantes en España, éstas no se han constituido en asociaciones numerosas de gran convocatoria, aunque el volumen de participantes aumenta a medida que pasan los años de residencia. Precisamente a este respecto la emigración sudamericana y la proveniente de otros países, manifiesta una voluntad de radicarse en España por los próximos años, sin que esto implique cortar los lazos con sus países de origen. La vinculación entre los inmigrantes y sus países se manifiesta de varias formas, entre las que se deben destacar las comunicaciones telefónicas o por Internet, las visitas físicas al país, y el envío de remesas.

Cada grupo de inmigrantes sudamericanos tiene sus particularidades: se concentran más en algunas regiones de España, su juntan más con sus propios compatriotas, recrean sus señas de identidad, se insertan en diferentes actividades, y también tienen distintas relaciones con España y sus países de origen. El libro
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