La teoría del conocimiento es una parte importante de la filosofía. Pero es difícil precisar cuál es su objeto y más aún cuáles son los resultados a los que se






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¿LA CIENCIA SE DERIVA DE LOS HECHOS?

La afirmación de que la ciencia se deriva de los hecho es parcialmente cierta y debe justificarse. Hay dos aspectos bastante distintos involucrados en la afirmación de que la ciencia se deriva de los hechos. Uno concierne a la naturaleza de esos “hechos” y cómo los científicos creen tener acceso a ellos. El segundo atañe a cómo se derivan de los hechos, una vez han sido obtenidos, las leyes y teorías que constituyen el conocimiento.

 

El punto de vista común sobre la percepción en la ciencia supone los siguientes aspectos cuestionables:

 

a)      Los hechos se dan directamente a observadores cuidadosos y desprejuiciados por medio de los sentidos.

b)      Los hechos son anteriores a la teoría e independientes de ella.

c)      Los hechos constituyen el fundamento firme y confiable para el conocimiento científico.

 

Se suele analogar erróneamente la percepción visual al proceso de registro de información que hace una cámara. A partir de ello se piensa que el observador tiene un acceso directo a lo observable, y que dos observadores que ven el mismo objeto ven lo mismo (percepción uniforme).

 

Si así fuera, entonces lo que se ve estaría fundamentalmente determinado por la naturaleza de lo que se mira. Pero muchas pruebas muestran que las experiencias visuales no están determinadas por el objeto visto.

 

Dos observadores necesariamente no ven lo mismo cuando miran lo mismo. Según Hanson hay más en lo que se ve que lo que describe el globo ocular. Las experiencias perceptuales no están exclusivamente determinadas por los registros de la retina, sino que lo visto por un observador está afectado por su conocimiento, sus expectativas y por su experiencia. (psicología de la gestalt)

 

En la ciencia, la observación requiere de manera más intensa un entrenamiento o aprendizaje previo. Es una observación experta, como se muestra en la microscopía.

 

Como lo señala la fenomenología, lo directo e inmediato para el observador son las propias experiencias  y no las representaciones objetivas de las cosas.

 

Sin embargo, la dependencia entre lo que vemos y el estado interno de nuestras mentes y nuestra educación cultural no es tan sensible como para hacer imposible la comunicación y la ciencia.

 

Es necesario diferenciar los enunciados de los hechos, de las percepciones que puedan dar lugar a la aceptación de esos hechos. Los hechos son enunciados en la mente y no son percepciones, y esos enunciados no entran en la mente por los sentidos, sino que se dan en relación con un entramado conceptual apropiado.

 

Los enunciados observacionales se formulan y son significativos desde esquemas conceptuales. En otros términos la base empírica de la ciencia es conceptual (los significados están determinados por  los esquemas y contenidos conceptuales o cargas teóricas) y significativa (todo significa a través de sus relaciones).

 

Estas cuestiones están relacionadas con tres problemas: el problema del psicologismo, el problema de la carga teórica de la observación y el problema del relativismo.

 

El problema del psicologismo lleva a pensar una distinción entre observación y teoría, con los supuestos de que hay observaciones puras y que ellas pueden ser las bases del conocimiento. Pero el hecho de aceptar que no existen observaciones puras, sino observaciones significativas no limita el conocimiento de la ciencia. Al contrario, los datos desnudos no podrían siguiera reconocerse como extraños y a partir de ellos no podríamos elaborar conocimiento, pues sólo forman conocimiento los datos con significado. El problema del psicologismo no se resuelve, sino que se disuelve.

 

Frente al segundo problema se podría plantear lo siguiente: no toda observación está cargada de teoría. Al parecer es así, si se piensa que todas las formas de “ver”, se pueden asumir como “ver como”. Pero no todo es “ver como”, sino también “ver que”. En este último caso, el dato sensible también es significativo, pero no con respecto a un cuerpo teórico.

 

Además, no podríamos siguiera diferenciar cargas teóricas distintas si no se partiera del reconocimiento de aspectos comunes.

 

Es decir, los datos de los sentidos no podrían ser las fuentes primarias de nuestro conocimiento. En este caso, la actividad en la que se está comprometido en relación con los datos sensibles es fundamental para poder discriminar y seleccionar los datos sensibles mismos.

 

Pero una cosa es la disponibilidad de los recursos necesarios para la formulación y lo significativo de los enunciados observacionales, y otra la verdad o falsedad de esos enunciados.

 

Otra gran conclusión es que la observación no es pasiva y privada, sino activa y pública

 

Los hechos observables son falibles: no se sustentan a partir de razones concluyentes, sino de buenas razones que surgen del cúmulo de pruebas observacionales prácticas, bien parametrizadas y sujetas siempre a revisión.

 

Pero la falibilidad de la percepción de los datos sensibles implica que percibir no sólo es sensación significativa, sino también acción.

 

Piaget, en su artículo titulado El mito del origen sensorial de los conocimiento científicos, afirma lo siguiente:

 

Nuestros conocimientos no provienen únicamente ni de la sensación ni de la percepción, sino de la totalidad de la acción con respecto de la cual la percepción sólo constituye la función de señalización. En efecto, lo propio de la inteligencia no es contemplar, sino transformar y su mecanismo es esencialmente operatorio.[1]

 

Piaget muestra cómo algunas nociones matemáticas como la adición, la sustración, la conmutación, la transitividad, etc. se desarrollan en el niño a través de acciones relacionadas con la manipulación de objetos, como la utilización de los dedos de las manos para contar.

 

El desarrollo de estas nociones matemáticas no sólo se moldea a través de las acciones, sino que tiene como condición una degradación inicial de lo representacional, en lugar de un mayor desarrollo. La acción requiere de percepciones, pero sólo de las que denomina Piaget propioceptivas, que cumplen una función especialmente relacionada con la señalización de la acción.

 

CRITICAS A LA INDUCCION

Desde Platón y Aristóteles se ha supuesto que la ciencia procede por inducción o deducción, en camino ascendente, de lo empírico a lo teórico o en camino descendente, de lo teórico a lo empírico. Metafóricamente se ha denominado a este doble proceso el “arco del conocimiento”.

 

Desde Hume y especialmente en Popper, se cuestionó profundamente la primera parte de este arco, la inducción, como proceso válido de conocimiento.

 

La inducción es un procedimiento lógico que consiste en llegar  desde enunciados particulares relacionados con la experiencia a enunciados universales no relacionados con la experiencia. Ello implica saltar de una instancia a otra instancia, salto que se llama “inferencia inductiva”,  y que el mismo  Popper define como sigue:

 

Se entiende aquí por inferencia inductiva una inferencia de casos observados repetidamente para concluir de ellos casos aun no observados. Tiene una importancia comparativamente mayor si tal inferencia de lo observado hacía lo no observado es, desde el punto de vista del tiempo, predictiva o retrodictiva, si inferimos que el sol saldrá mañana o que salió hace 100.000 años[1]

 

Un ejemplo de inducción muy sencillo que ofrece el mismo Popper es el siguiente: pasar de la afirmación repetida de enunciados de observación particulares como el siguiente: “cada cisne es blanco”, a la afirmación, por inferencia inductiva, del enunciado universal siguiente: “todos los gansos del planeta son blancos”, sin haber observado la totalidad de los gansos existentes en el planeta.

 

Esta operación es lógicamente insostenible porque tendríamos que observar la totalidad de casos posibles, cosa que en la gran mayoría de las situaciones es imposible en la ciencia. Por lo tanto, los enunciados que por inducción consideramos más probables, no son enunciados lógicos, sino enunciados producto de una creencia. La razón de fondo es esta: en la inducción la conclusión de un argumento no puede tener mayor contenido empírico que las premisas.

 

Para Popper la creencia en la que está basada la inducción está afirmada, a su vez, en otras dos creencias: la de un realismo de sentido común y la de una teoría de conocimiento de sentido común.  El realismo propone la existencia de un mundo real fuera de nuestras sensaciones. La teoría de conocimiento propone que nuestros sentidos son las únicas fuentes de nuestro conocimiento del mundo y que a partir de ellos se recoge cierto contenido empírico del mundo, algo así como átomos o moléculas de conocimiento que provienen del mundo externo a nosotros y se traducen en sensaciones.

 

Las anteriores críticas a la inducción, son las mismas críticas tradicionales realizadas a partir de Hume, pero planteadas a la manera de Popper. Según Popper, Hume explica de una manera más detallada, que la inducción tiene dos problemas: uno lógico y otro psicológico; ella es inválida lógicamente, y sin embargo se sigue empleando psicológicamente, desde el sentido común.

 

Popper cita y comenta a Hume sobre esos dos problemas, de la siguiente manera:

 

El problema lógico: ¿estamos justificados racionalmente al razonar a partir de repetidas instancias de las que tuvimos experiencia, para llegar a instancias de las que no hemos tenido ninguna experiencia?

La inquiebrantable respuesta de Hume fue: no; no estamos justificados para ello, por más grande que sea el número de instancias repetidas.

(...) El problema psicológico: ¿cómo es que, aunque todas las personas razonables esperan y creen que las instancias de las que no han tenido experiencia, se conformarán a aquellas de las que sí han tenido experiencia? O, en otras palabras, ¿por qué todos tenemos expectativas, y por qué nos aferramos a ellas con tan gran confianza o con tan firme creencia?

La respuesta de Hume a este problema psicológico de la inducción fue: “por costumbre o hábito”, o, en otras palabras, por el irracional pero irresistible poder de la ley de asociación.[2]

 

Es decir, en otras palabras, Hume demuestra que la inducción es lógicamente inválida, pero los hombres seguimos empleándola por la naturaleza irracional humana.

 

Popper responde a Hume, primero, al plantear que sus respuestas nos llevan al irracionalismo, al escepticismo, a concebir que la razón es esclava de las pasiones; y segundo, al corregir y completar la argumentación de Hume desde el falsacionismo.

 

Popper corrige desde el falsacionismo el problema de la inducción para que se anule el choque entre los problemas lógico y psicológico, aceptando lo que Hume plantea sobre el problema lógico, pero reelaborando lo que Hume plantea sobre el problema psicológico. Así, Popper evita caer en la posición escéptica, irracional de Hume. “(...) Mi opinión es que la respuesta de Hume al problema lógico es la correcta, y que su respuesta al psicológico es un error, pese a su gran poder de persuasión.”[3]

 

En detalle esa corrección procede de la siguiente manera: por un lado, ampliando o completando la formulación del problema lógico de la inducción, para que la invalidez lógica de la inducción se compense con la validez lógica de la deducción; y por otro lado, transfiriendo la solución dada del problema lógico, al problema psicológico. A la pregunta de Hume, expresada en términos de instancias primeras e instancias segundas, según la lógica de la inducción, Popper le agrega contrainstancias y orienta el procedimiento lógico hacía la veracidad o falsedad de las leyes o teorías:

 

¿Estamos racionalmente justificados al razonar a partir de instancias o de contrainstancias de las que hemos tenido alguna experiencia, para descubrir la veracidad o falsedad de las correspondientes leyes, o llegar a instancias de las que antes no hemos tenido ninguna experiencia?

 

La idea es esta: la inducción es lógicamente inválida y por lo tanto, si ese camino de explotación de la experiencia para producir conocimiento se hace no viable, queda otro posible camino que también explota la experiencia, y que sí es viable; es el camino de la falsación o el que procede a través de contrainstancias, y que ya no es inductivo, sino deductivo.

 

Se trata de pensar que para poder hacerle caso a la experiencia no estamos obligados psicológicamente a ser inductivos y soportar las consecuencias irracionalistas de ello. Podemos hacerle caso a la experiencia siendo deductivistas, falsacionistas, que es un procedimiento lógicamente válido y racional y que puede transferir su validez y racionalidad a nuestra disposición natural de hacerle caso a la experiencia.

 

Criticar la inducción no significa criticar la exigencia de darle contenido empírico a las teorías, sino que significa cambiar el camino por el cual se les da ese contenido empírico: una teoría tiene mayor contenido empírico no en la medida en que afirme más, sino en la medida en que prohiba más.

 

Antes de Popper se pensaba que la teoría científica que mayor contenido empírico tenía, era la que más afirmaciones empíricas hacía, y de esa manera era la mejor teoría. Pero Popper muestra que mientras más afirmaciones empíricas reúne una teoría, más riesgos tiene de ser refutada, y por tanto, sus afirmaciones empíricas negadas. Es decir, en suma, esas teorías resultan ser menos empíricas y menos probables.

 

Popper propone escoger una teoría no por  lo que afirma, sino por su capacidad para negar cosas de otras teorías y responder a negaciones que se le hacen a ella misma o por aguantar mejor la refutación. Negar un  aspecto, en cierto sentido no se opone al hecho de afirmar los demás aspectos, por lo tanto se asume que cuando algo niega, más posibilidad tiene de afirmar aquello que no niega, es decir, mayor contenido empírico tiene.

 

La frase que niega lo siguiente: “María no es fea”, ofrece más posibilidades para afirmar otras cosas, que esta otra frase que afirma: “María es fea”; pues con la primera frase se puede suponer una buena salida ante la situación comprometedora en la que nos preguntan “¿cómo te parece María?” En ese caso, nuestra respuesta: “María no es fea”, deja espacio empírico para que pensemos que “María es más o menos bonita”, “María tiene su gracia”, etc.; pero con la segunda frase no se puede suponer nada, sino sólo aceptar que María es fea.

 

En fin, aunque parezca lo contrario Popper muestra que la falsación, tomada como procedimiento negativo,  puede ofrecer más contenido empírico y dar más probabilidad a las teorías que la inducción, tomada como procedimiento positivo.

 

 

CRITICAS A LA VERIFICACION

 

Después de la críticas a la inducción, el otro procedimiento metodológico sostenido por los pensadores modernos es la deducción. Pero existen dos procedimientos deductivos: la verificación y la falsación. Y Popper va a cuestionar la verificación y a proponer la falsación.

 

Ambos procedimientos son hipotéticos-deductivos. Es decir, parten de una hipótesis o conjetura y de manera deductiva la relacionan con lo empírico. Pero la verificación busca confirmar la hipótesis, para llegar a un conocimiento verdadero, y la falsación busca refutar la hipótesis, con el propósito de descartarla o corroborarla, no como conocimiento verdadero, sino confiable.

 

En general, Popper cuestiona que la verificación sea la deducción más apropiada y válida para la ciencia y afirma que la falsación es el único procedimiento  totalmente válido y apropiado. La verificación se práctica de manera común en la ciencia, pero a pesar de ello no tiene la misma validez y la generalidad de la falsación.

 

Las críticas que Popper le hace a la verificación pueden sintetizarse de la siguiente manera:

 

1.      La verificación se orienta desde una idea de correspondencia entre lo teórico y observable, que es muy cuestionada por Popper y por la mayoría de epistemólogos después de él.

2.      Desde esta idea de correspondencia se cree que a través de la verificación es posible llegar a la verdad.

3.      La verificación supone que las teorías se evalúan de manera independiente o sin compararse con las demás teorías rivales.

4.      La verificación no permite diferenciar apropiadamente entre el conocimiento más científico, del menos científico. Dos teorías que buscan ser científicas y se refieren a lo mismo, podrían verificar sus hipótesis con la experiencia y no habría forma de escoger la mejor entre ellas. Por ejemplo, una teoría astrológica que predice la influencia de la posición de los astros sobre la vida de las personas, puede verificar con innumerables casos particulares acertados, observados  y registrados cuidadosamente, que los planteamientos de la teoría astrológica son ciertos.

 
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