1. 1 El Entorno del comercio y el desarrollo de las sociedades comerciales desde la edad media a los siglos XVI xviii en España y Chile






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título1. 1 El Entorno del comercio y el desarrollo de las sociedades comerciales desde la edad media a los siglos XVI xviii en España y Chile
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3.1.2.3

Las grandes casas y sus negocios


Los negocios de estas firmas abarcaban los más diversos rubros. Desde sus inicios habían combinado la importación de mercaderías diversas con la exportación de minerales y, más tarde, salitre, además de frutos del país, un tráfico bilateral que les permitía remitir el producto de sus ventas, cuando aún no existían bancos dedicados al comercio exterior.

De hecho, algunas de las firmas más antiguas como Gibbs y Huth, se desempeñaban como banqueros además de comerciantes, en cuanto efectuaban transferencias de fondos y tomaban y prestaban dinero a interés. Así, por ejemplo, la primera de estas firmas servía de agente a la Compañía de Gas de Santiago, encargándose de las compras de materiales y equipo, e incluso de la contratación de técnicos, además de financiar las transacciones respectivas. El establecimiento de bancos extranjeros en Chile a partir de 1888 trajo alguna competencia en este rubro Sin embargo, las grandes casas porteñas inglesas y alemanas seguían prestando este tipo de servicio, y una firma como Balfour Williamson se animaba a lanzar un empréstito de £ 200.000 en el mercado de Londres para la Municipalidad de Antofagasta en 191440.

Esta vinculación entre comercio y banca se remonta a los orígenes del sistema de habilitación en la minería en el período hispano, el cual se desarrolló a la par con el aumento de las exportaciones de minerales durante el siglo XIX. Sin embargo, los habilitadores corrían el riesgo de terminar como empresarios mineros en el caso de no pago de sus acreencias y sufrir posteriormente las mismas consecuencias si el mercado se tornaba adverso. Ejemplos aleccionadores fueron los apuros de Walker Hermanos en 1848 y la quiebra de Sewell y Patrickson en 1849, que habían contraído fuertes deudas con las grandes casas británicas de Valparaíso

Las operaciones de comercio exterior de estas grandes casas podían ser por cuenta propia o a comisión. Las primeras, más rentables, tenían el riesgo de pérdida por la variabilidad en las condiciones en los mercados, mientras que estas últimas, aunque menos lucrativas, daban una ganancia pequeña pero regular. Una vez más, la revisión de los balances de Gibbs en Valparaíso permite ilustrar la situación: en 1896, por ejemplo, la compraventa de cobre, plata y carbón proporcionó utilidades por más de 22 mil 500 pesos mientras que los ingresos por comisiones no llegaron a los 5 mil pesos. Sin embargo, diez años antes, cuando los negocios directos, incluyendo salitre, arrojaron pérdidas por más de 108 mil pesos, las comisiones dieron casi 29 mil pesos de beneficio.

Las exportaciones de metales y minerales –cobre, plata, cobalto, plomo– fueron dejando paso al salitre que adquirió creciente importancia entre los negocios de las grandes casas porteñas, a medida que la producción chilena de cobre quedó en manos de las grandes compañías mineras norteamericanas. Para 1913, el nitrato constituía el rubro principal de Gibbs aunque no era el único. También compraba y exportaba trigo, cebada, avena y otros frutos del país. Otras firmas, como Duncan Fox y Williamson Balfour, agregaban los productos de la ganadería lanar a estas mercaderías de exportación.

Varias de estas firmas combinaban la exportación de frutos del país con el negocio de molinería. En 1912, Gibbs se hizo cargo de la firma W. W. McKay dueña de varios establecimientos en el sur, en especial el gran molino "California" de Tomé Duncan Fox había seguido un camino parecido al organizar en 1905 la Cía Molinera el Globo S. A., la que nació de la amalgamación de diversos molinos de la familia Bunster y que, en 1914, tenía establecimientos en Nueva Imperial, Traiguén, Angol, Mulchén, Collipulli, Renaico, Penco y Talcahuano. La más antigua de las casas porteñas en este rubro parece haber sido Williamson Balfour. Ya a fines del siglo pasado había adqurido un molino de harina en Concepción, el que fue modernizado y ampliado, y que en 1913 pasó a formar parte de la Sociedad Molinera Santa Rosa. Esta última compañía fue organizada como sociedad anónima inglesa y sus acciones colocadas en la bolsa de Londres como una forma de recuperar parte del capital invertido. Ese mismo año, Williamson Balfour construyó otro molino en Osorno para lo cual organizó una sociedad aparte. Luego de superar algunas dificultades iniciales estos negocios arrojaron utilidades, y en 1916 y 1917 se adquirieron establecimientos similares en Santiago y San Fernando, bajo el alero de la Cía. Molinera San Cristóbal, sociedad chilena constituida para este efecto. Junto con la compra de trigo para sus molinos y frutos del país, estas casas otorgaban anticipos a los agricultores, además de proveerles de maquinaria agrícola, alambres para cercos y enseres, pagaderos con sus cosechas Estos prestamos no eran muy del agrado de las respectivas casas matrices por cuanto comprometían capitales y restaban flexibilidad frente a las fluctuaciones en los precios de la harina, pero en la medida que la competencia otorgaba anticipos, se estimaba necesario hacer lo mismo.

El predominio de las grandes firmas en el ámbito de las exportaciones no se extendía a la importación de mercaderías, donde los requisitos de capital eran mucho menores y existía más competencia. Había varias casas mayoristas que se especializaban en determinadas líneas de mercaderías, lo que les permitía concentrar sus recursos y esfuerzos. Es, por ejemplo, el caso de Weir Scott y Cía., fundada en 1856, mayorista de abarrotes y menaje que, a comienzos de siglo, había pasado a ser la mayor importadora de té del país; de Allardice y Cía. y Lange y Cía., dedicadas a la importación de tejidos; de Rose-Innes y Cía. en el negocio de ferretería; de Geo. C. Kenrick y Cía. en la importación y distribución de carbón y en servicios portuarios y muy especialmente de Daube y Cía.

El origen de Daube y Cía. se remonta a la botica y droguería abierta en Valparaíso por Antonio Puccio en 1834; había pasado a manos de alemanes en la década de 1860, iniciando un período de expansión. Cuando adoptó esta razón social en 1893, ya era la principal empresa farmacéutica mayorista de Chile. Más tarde, en 1928, Daube y Cía se transformó en sociedad anónima bajo el nombre de Droguería del Pacífico, S.A. con el propósito de atraer nuevos accionistas vinculados a este sector, si bien, en la práctica, siguió en manos de los socios de Daube y de sus descendientes todos ellos alemanes o germano-chilenos

Las grandes casas porteñas trabajaban una amplia gama de mercaderías importadas, si bien su fuerza estaba en las de mayor volumen: carbón y productos del petróleo; explosivos y otros insumos para la industria salitrera y minera; sacos de yute para salitre y frutos del país, enseres para la agricultura; maquinaria de todo tipo, artículos de ferretería y menaje; materiales de construcción desde aguarrás a zinc, y productos alimentarios, como ser, aceite, manteca, y azúcar del Perú, además de té, café, yerba mate, licores y otros. Cada firma tenía un énfasis distinto. Fuera de los rubros mencionados, Duncan Fox era particularmente activa en tejidos de algodón, donde competía con diversas firmas alemanas hasta la Primera Guerra Mundial, mientras que la casa Grace traía, además de los productos ya citados, madera de pino oregón desde la costa oeste de los Estados Unidos y papel de imprenta.

Grandes, medianas e incluso chicas, la mayoría de estas firmas tenía una importante cartera de agencias de fábricas extranjeras en los diversos rubros: maquinaria y equipos de todo tipo, material ferroviario, tejidos de algodón y lana, productos alimentarios, vinos y licores, cigarrillos, coches a caballo y, más tarde, automóviles y camiones. Las casas más importantes solían tener las representaciones de las fábricas más acreditadas. Una lista de las mismas sería larguísima, y solo caben algunos ejemplos a modo de muestra. Graham Rowe & Cía. tenía, entre muchas otras, la agencia de los Explosivos Nobel de Glasgow y de los neumáticos Goodyear. En una época en que predominaban en Chile los autos norteamericanos, Gibbs representaba a la Ford, mientras que Williamson Balfour en la década de 1920 era agente de Chevrolet y Cadillac; Gildemeister tenía la agencia de los motores Deutz y Vorwerk representaba a Krupp en aceros y, por lo menos desde 1909, en armamentos. Esta última casa también era representante de Ludwig Loewe, luego Deutsche Waffen-und-Munitionsfabriken A.G., fabricantes de los rifles y carabinas "Mauser" y junto con Krupp los principales proveedores de armas al Ejército de Chile..

En el rubro de maquinaria agrícola, la concentración de agencias era manifiesta: Saavedra Bénard tenía la agencia de International Harvester de los Estados Unidos, la que pasó más tarde a la casa Grace, que vendía además las máquinas Case y Ransomes. Gibbs, por su parte, tenía la agencia de los tractores Fordson y de la Champion Harvester Co., y Williamson Balfour la de Massey Harris entre otras. Un comisionado del Departamento de Comercio de los Estados Unidos informando sobre este rubro en 1917, afirmaba que cinco grandes casas importadoras concentraban el mercado y que resultaba muy difícil que otro fabricante pudiera entrar a competir.

En otras líneas, Duncan Fox eran agentes de Swift & Co. de Chicago, uno de los mayores productores mundiales de carnes envasadas y manteca y de los betunes para zapato Nugget; Huth, tenían la agencia de coñac Hennessy y gin Gilbey, Saavedra Benard, tenía la del champaña Veuve Cliquot, mientras que Weir Scott representaba un abanico de acreditadas marcas de vinos y licores incluyendo la de coñac Martell y de los whiskies Haig y White Horse Cellar55. Al parecer, Daube y Cía. era quien tenía la mayor colección en su género. Un informante norteamericano declaraba en 1918 que esta firma tenía todas las mejores agencias de productos alemanes y europeos en su línea, y que, "cuando encontraban un producto norteamericano que tenía alguna venta, generalmente [trataban]... de conseguir la representación exclusiva para Chile".

Los broches que cerraban estos collares de representaciones extranjeras eran las agencias de compañías navieras y de seguros. El caso de las compañías alemanas es el más evidente: la casa Vorwerk actuaba para la Kosmos Linie de Hamburgo desde 1872, siendo socia fundadora de la misma, mientras que las otras dos líneas principales, la Hamburg Amerika Linie, y la Roland Linie, estaban a cargo de Weber & Cía, que representaba además a los veleros salitreros de F. Laeiz. En cuanto a las compañías inglesas, la más importante, la Pacific Steam Navigation Company, tenía oficinas propias en Chile, pero las demás estaban representadas por las grandes casas: Duncan Fox tenía a la Lamport & Holt Line y, más tarde, a la Compañía Holandesa de Vapores; Allardice, a la Gulf Line y la Cía. de Vapores Nautilus; Gibbs, por su parte, era agente de la New York & South America Steamship Co. fundada en 1904 para la carrera entre los EE.UU. y Chile58. En esa misma ruta competían también la West Coast Line, a cuya fundación había contribuido la casa Hemenway que era su agente en Chile, y las empresas navieras de los Grace, atendidas en Chile por sus filiales en el país. La primera de estas fue la Merchants’ Line formada en 1882 con su flota de veleros; diez años después se constituyó la New York and Pacific Steamship Co. Ltd., sucedida en 1916 por la Grace Line. En 1903, esa firma abrió también un servicio entre la costa norteamericana del Pacífico y Chile, incorporado luego a la Grace Line, y a partir de 1918, otra de sus empresas, la New Orleans & South America Steamship Co., cubría la ruta entre los puertos del Golfo de México y Valparaíso59. Cuando en 1906 la Toyo Kishen Kaisha estableció el primer servicio regular entre Yokohama y los puertos de Chile y Perú la representación de la misma en ambos países quedó en manos de la casa Grace.

Las agencias de seguros resultaban un excelente complemento al comercio de importación y exportación y, de hecho, la gran mayoría de estas casas tenían agencias desde antigua data. Williamson Balfour representaba en Chile a la Standard Marine Insurance Co. y a la Guardian Insurance Co. desde la década de 1870, mientras que Duncan Fox había sido nombrada agente de las compañías Lancashire y British and Foreign ya en 1863, compitiendo con Vorwerk y Graham Rowe que representaban en Valparaíso a otras compañías inglesas61. La Primera Guerra Mundial obligó a romper los contactos entre los nacionales de uno y otro bando, y terminó por concentrar las agencias de las compañías británicas en manos de firmas inglesas y norteamericanas, a la vez que las casas alemanas tomaron las agencias que las firmas aliadas debieron dejar62. Así, de las 16 aseguradoras británicas que operaban en Chile en 1922, no menos de 11 estaban en manos de firmas como Gibbs, Grace, Allardice, Wessel Duval y Duncan Fox. La excepción más prominente era Buchanan Jones, empresa salitrera que representaba a dos compañías.

3.1.2.4

Moneda extranjera y cambios


En el caso de estas firmas que tenían su casa matriz y socios principales en el extranjero, era natural que consideraran las perspectivas de los negocios en términos de libras esterlinas, marcos alemanes o dólares. Esta tendencia se fue acentuando en la medida que el peso chileno perdía valor en relación con las monedas convertibles en oro. La revisión de los balances de la casa Gibbs y Cía. en Valparaíso en este período resulta bastante esclarecedora. Durante la década de 1880 y hasta 1897 las cuentas están expresadas en pesos chilenos, sin perjuicio de que los beneficios obtenidos fueran calculados sobre la base de moneda esterlina. Esto se aplicaba no solamente a los negocios de comercio exterior sino también a las inversiones locales; así, por ejemplo, el valor asignado a las acciones y bienes raíces en el balance de cada año, dependía del tipo de cambio vigente a la fecha, lo que afectaba, en consecuencia, las ganancias del ejercicio. A partir de 1898, cuando fracasó el breve intento de volver al patrón oro, los balances fueron presentados tanto en pesos corrientes como en libras esterlinas, y desde 1913 las cuentas quedaron expresadas solo en moneda inglesa

Esta situación no era excepcional: desde el retorno al patrón oro en 1895 la libra esterlina era recibida como moneda de oro en Chile. Tras la inconvertibilidad en 1898, el propio fisco chileno calculaba el cobro de los derechos de importación y exportación en pesos oro, y la Tesorería aceptaba letras sobre Londres para el pago de impuestos de exportación de salitre u otros, mediando autorizaciones especiales y garantías.

La libra esterlina se usaba con frecuencia para las grandes transacciones comerciales, como una forma de resguardarse contra el efecto de la inflación, y varias empresas, no solo extranjeras, solían expresar su capital en esta moneda65. El empleo cada vez más generalizado de la libra esterlina en la forma de letras a 90 días giradas sobre Londres contra bancos y firmas de primera clase, reforzó la preeminencia de las casas comerciales extranjeras, puesto que tenían mayores facilidades para girar letras directamente contra un aceptante en Inglaterra. Los ejemplos más notorios son Gibbs y Huth, consideradas firmas de primera clase en Londres para efectos de la tasa de descuento, y cuyos socios principales eran miembros del directorio del banco de Inglaterra Otras firmas de menos abolengo, también giraban contra sus casas matrices en Gran Bretaña o contra su línea de crédito en algún banco mientras el resto debía adquirir la divisa en un banco, o con más frecuencia en la Bolsa de Corredores

Esta institución había nacido hacia 1880 en torno a un grupo de corredores que frecuentaba la oficina del martillero Alfredo Lyon Santa María para tomar parte en los remates de acciones y bonos y realizar negocios entre sí. Al aumentar el número de corredores y el volumen de los negocios, especialmente el de letras de cambio, se trasladaron a una oficina en la calle Prat; esta terminó por hacerse estrecha, y en 1892 se arrendó un local más amplio al frente del anterior, en la esquina de la calle Urriola, que fue conocido como el "Salón de Corredores”. En 1898 se transformó en una sociedad de hecho con el nombre de Bolsa de Corredores. Cuando la prosperidad de los negocios bursátiles abrió la posibilidad de adquirir la propiedad que ocupaban, los corredores se vieron obligados a constituir una sociedad anónima en 1905. Su capital era de 325 mil pesos dividido en 65 acciones de cinco mil pesos cada una, de los cuales la mitad correspondía a los derechos en la antigua Bolsa de Corredores.

Entre los corredores más antiguos estaban Francisco Blanco, Fedor Anthes, Eduardo J. J. H. Sandiford, Arturo E. Price, Walter Squire, Emilio H. C. Detmer, Carlos T. Berry y Owen P. Paddison, cuyos apellidos reflejaban bien las distintas nacionalidades que confluían en el mundo comercial de Valparaíso del cual eran parte integrante. Algunos de estos corredores, como se verá en el caso de Sandiford, participaban en la organización de sociedades anónimas y tomaban un asiento en su directorio. El propio Alfredo Lyon, en sociedad con su hermano, fue accionista fundador y primer gerente de la Compañía Sudamericana de Vapores72. Con todo, un ejemplo más representativo del gremio podría ser el británico William Russell Young. Vino por primera vez a la costa del Pacífico en 1878 como empleado de la PSNC. Al terminar su contrato regresó a su patria en agosto de 1881 y seis meses más tarde se encontraba nuevamente en Valparaíso como empleado de Huth y Cía. Al cabo de ocho años se retiró de la firma y pasó a ser corredor independiente, sin perjuicio de actuar para esa casa durante el resto de su vida.

La Bolsa de Corredores concentró las transacciones de letras de cambio y moneda de oro hasta fines de 1922 cuando la Bolsa de Comercio de Santiago inició las operaciones en este rubro. Con todo, la institución porteña mantuvo la primacía indiscutida en negocios de letras y oro en los años siguientes, concentrando un 88,2 por ciento del total de estas transacciones.

3.1.2.5


El gran comercio organizado en sociedades comerciales y la industrialización chilena

Las grandes casas importadoras de Valparaíso supieron adaptarse al desarrollo de la industria nacional cuya producción competía con las manufacturas importadas Sus agencias de firmas extranjeras se complementaron, en forma creciente, con la representación de las industrias nacionales a las que aportaban su organización comercial y su capacidad crediticia. De esta manera, la industrialización no era necesariamente antagónica a las actividades del gran comercio sino que fue, en cierto modo, complementaria.

Una carta de la gerencia de Gibbs en Valparaíso a Londres en 1919 expone las ventajas de este negocio:

Hay una muy buena oportunidad aquí para el negocio de mercaderías, y es participar en las empresas industriales locales. Las actuales dificultades laborales en Europa y Norteamérica deberían permitir que Chile pueda entrar a fabricar muchos productos que hasta ahora han debido ser importados. Ahora estos artículos pueden ser fabricados más barato en plaza que importados, y con los elevados aranceles actuales, se obtiene un muy buen margen de ganancia.

Nuestro interés en cualquiera empresa es, por supuesto, obtener la compra de materia prima y la venta del producto elaborado y los pedidos de nueva maquinaria, etc. por un determinado período, asegurándonos un ingreso para nuestro negocio de mercaderías...

Ya en 1892, una firma como Duncan Fox había conseguido la agencia de la Compañía de Fósforos de Talca. Diez años después tomó la representación en 1902 de la que sería la Fábrica de Tejidos La Unión, cuyo crecimiento fue financiado por la casa porteña, y más tarde, se hizo cargo de la venta de la producción de la Fábrica de Tejidos El Salto de Santiago.

Las casas comerciales porteñas estuvieron vinculadas a la industria de refinamiento de azúcar, aunque sin alcanzar la prominencia de las firmas inglesas en la molinería chilena. Cuando la Refinería de Azúcar de Viña del Mar (CRAV) de Julio Bernstein se constituyó en sociedad anónima en 1887, su presidente fue Adolfo Schwartz de la firma Heinecken, Schwartz & Co. sucedido dos años más tarde por Juan Naylor de Graham Rowe, cuya firma se encargaba de la compra de materia prima en el Perú. Ambas firmas figuran entre sus accionistas originales. La distribución estuvo a cargo de la casa Besa hasta 1921, cuando pasó a manos de Williamson Balfour y Schernau Schmutzer, antecesora de Codina. Poco más tarde, la CRAV absorbió la Refinería de Azúcar de Penco, formada en 1889, de la cual era agente Duncan Fox, la que continuó en calidad de tal. La casa Grace, por su parte, importaba azúcar cruda peruana y más tarde estableció la Compañía de Industrias y Azúcar (COIA) con su propia refinería en Viña del Mar, constituida como sociedad anónima en 1938

Estas representaciones nacionales eran muy deseables, pero difíciles de conseguir. Como señalara la gerencia de Gibbs en Valparaíso en otra carta,

... no podremos obtener muchas agencias de venta de industrias nacionales a menos que estemos dispuestos a ayudar financieramente a los fabricantes o invertir una cierta suma de capital en dichas empresas. Esto es una cuestión que deberá plantearse en cada caso, ya que sabemos lo reacios que son, hablando en general, a inmovilizar capitales

Pese a esta reticencia, son numerosos los ejemplos de grandes firmas comerciales que participan en la organización o expansión de empresas fabriles, entranto en calidad de socios y directores de las mismas. Esta tendencia se hizo más estrecha a partir de la década de 1930 en la medida que, cada vez más, la industria nacional sustituía los productos que antes importaban estas mismas casas.

Cuando se organizó la Compañía Industrial en 1900 sobre la base de una fábrica de productos químicos, abonos y jabones en Santiago, las casas Vorwerk y Weber contribuyeron con alrededor de un séptimo de su capital y aportaron sendos socios a su directorio81. En el rubro textil, la misma casa Vorwerk adquirió, en 1904, la Fábrica de Tejidos Victoria de Puente Alto, mientras que Allardice & Co. formó, en 1900, su propia industria textil, The Chilean Mills Co. Ltd., la que, sin embargo, solo sobrevivió hasta 192282. Tres firmas importadoras, Saavedra Bénard, Vorwerk y Hormann y Cía., eran los principales accionistas de la Fábrica Nacional de Papeles y Cartones de Puente Alto y Quillota a fines de 1905. Gibbs, por su parte, fue importante inversionista en la Fábrica Nacional de Clavos constituida en 1913 a partir de la fusión de cinco establecimientos en Santiago, Valparaíso y Concepción

Otro ejemplo es el de Weir Scott, que desde la primera década del siglo, tenía una moderna planta de leche condensada y evaporada en Graneros la que suministraba virtualmente todo el consumo de Chile84. Por otra parte, Andrés G. Scott, socio principal de la firma, adquirió en 1908 un tercio de la fábrica de galletas McKay de Santiago

Un caso especial es el de Daube y Cía. Como resultado de la Primera Guerra Mundial y el bloqueo marítimo, la firma vio interrumpidas sus importaciones de Alemania, donde tenía una oficina de compra en Hamburgo desde 1893. Al ser puesta en la "lista negra" de los aliados, Daube buscó otras fuentes de suministro, especialmente en los Estados Unidos, para lo cual abrió otra oficina en Nueva York en 1915. Sin embargo, la entrada de los norteamericanos en la guerra dos años más tarde cerró esta posibilidad.

Quizás previendo esta situación, la casa Daube había establecido un laboratorio en Valparaíso, en la calle San Agustín, el que inició sus actividades en 1916 con 73 personas. Allí se elaboraban diversas sustancias que antes importaba, usando de preferencia materias primas nacionales. El incremento de sus actividades hizo que el local pronto resultara estrecho. Ante ello la compañía adquirió una propiedad de 232 mil metros cuadrados en Llay-Llay en 1920 para instalar allí su industria, lo que le permitió ampliar la gama de productos fabricados, incluyendo abonos para la agricultura.

3.1.2.6


Valparaíso y la industria salitrera

La explotación del nitrato de sodio en la provincia peruana de Tarapacá estuvo vinculada desde temprano a la economía chilena. Ya en 1842 Valparaíso era el centro comercial de la naciente industria salitrera: allí recalaban para vender el cargamento los buques que zarpaban de Tarapacá rumbo al Atlántico; a comienzos de los años 1870 tres cuartos de todas las transacciones de salitre se efectuaban en Valparaíso. Las casas comerciales porteñas, extranjeras y nacionales, negociaban activamente esta sustancia, otorgaban crédito a los productores tarapaqueños y aprovisionaban a las oficinas salitreras especialmente de alimentos.

Las vinculaciones comerciales se reforzaban con la presencia de obreros y empresarios chilenos en la región. El censo chileno de 1875 calculaba que había 15 mil chilenos en Tarapacá, a lo que deben sumarse otros 4.800 en las actividades salitreras de Antofagasta. Agréguese a lo anterior la presencia de pioneros, como el porteño Pedro Gamboni que promovió la aplicación del vapor indirecto en la industria salitrera, y los aportes de capitales de diversas sociedades anónimas de Valparaíso. En efecto, entre 1871 y 1873 se constituyeron en este puerto 11 compañías salitreras, diez de las cuales correspondían a Tarapacá. Gracias a estos aportes, los capitales chilenos llegaron a representar el 28 por ciento de la producción salitrera del Perú en 1872.

Sin embargo, los productores chilenos pronto experimentaron diversas dificultades. La caída de los precios del salitre les impedía competir con los productores extranjeros que eran más eficientes, y los efectos de la posterior nacionalización de la industria dispuesta por el gobierno peruano recayó con más fuerza sobre los chilenos. El resultado fue reducir su presencia en Tarapacá al extremo que en 1878 representaban solo el 7 por ciento de la producción total de la región. La declaración de guerra al año siguiente llevó a la expulsión de los chilenos residentes en esa provincia.

Distinta era la situación de la otra sociedad anónima chilena domiciliada en Valparaíso, la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, cuyos accionistas principales eran Agustín Edwards y la casa Gibbs. Dotada de maquinaria moderna y administrada en forma eficiente por esta última firma, tenía además la ventaja de operar en territorio boliviano donde no pagaba impuesto a la exportación91. Esta exención estaba garantizada por un acuerdo internacional y, como se sabe, su vulneración por el gobierno boliviano dio origen a sucesivos reclamos diplomáticos y en último término a la guerra contra Bolivia y el Perú.

Luego de que las fuerzas chilenas tomaron posesión de Tarapacá, el Gobierno debió resolver sobre el destino de las salitreras expropiadas por el Perú. Este había emitido unos certificados en pago de las propiedades, los cuales debían ser cancelados con el producto de un empréstito que no llegó a materializarse. La decisión de Chile de devolver las salitreras a los poseedores de estos certificados, que representaban los derechos de los antiguos propietarios, tuvo profundas consecuencias sobre la nacionalidad de la industria. Para los productores extranjeros, británicos y alemanes que estaban trabajando sus propiedades bajo contrato con el gobierno peruano, esta medida les permitió recuperar sus propiedades de inmediato. Sin embargo, los más beneficiados con esta política fueron aquellos que supieron identificar las mejores y más importantes propiedades salitreras y adquirieron los certificados correspondientes, que por entonces se transaban a muy bajo precio. Fue el caso de J. T. North y Robert Harvey quienes, por esta vía y mediando el financiamiento del Banco de Valparaíso, consiguieron hacerse de varias excelentes oficinas y terrenos.

Un segundo factor que, por estos mismos años, transformó a la industria salitrera, fue la aplicación del sistema Shanks, usado para la fabricación de soda, a la refinación del caliche. Esta innovación redujo los costos de producción en forma drástica, a la vez que generó una demanda de capitales para financiar las maquinarias e instalaciones necesarias para implementarla.

Algunas firmas, como la que formaron Henry B. James y George M. Inglis en 1883, para la habilitación de salitreros y la explotación de calicheras, tenían los recursos suficientes para llevar a cabo estas transformaciones. Distinto fue el caso de North y Harvey que, sin contar con el dinero necesario, consiguieron apoyo en Gran Bretaña para constituir la Liverpool Nitrate Company que trabajaría una oficina salitrera en Pampa Ramírez93. Esta fue la primera de una serie de sociedades anónimas salitreras formadas en Inglaterra por North y sus socios en los años siguientes cuyas acciones eran colocadas en la Bolsa de Londres. El negocio dejaba pingües ganancias a sus promotores. Y aunque la ganancia en la venta de acciones no fuera tanta, la operación les permitía liberar capitales, y al mantener el control del directorio, podían conservar la agencia de la compañía en Chile, una fuente segura de comisiones. El ejemplo fue seguido por otras firmas británicas, como ser Gibbs y James, Inglis & Co., o alemanas, como Gildemeister cuyas propiedades fueron transferidas a la Rosario Nitrate Co. en 1889. A fines de ese año había 17 compañías salitreras que transaban sus acciones en la Bolsa de Londres.

Las empresas salitreras organizadas en el extranjero y dotadas de maquinaria moderna, terminaron de desplazar a los empresarios chilenos en Tarapacá; en 1886, las dos compañías de propiedad nacional no llegaban al ocho por ciento de la producción total en la provincia95. No obstante la tendencia a la incorporación de capitales británicos a la industria salitrera en las últimas décadas del siglo pasado, uno de los productores más importantes de Tarapacá se transformó en sociedad anónima porteña en 1890. Fue el caso de la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Agua Santa, en septiembre de 1890 formada sobre la base de las salitreras de la firma Campbell Outram y la concesión ferroviaria que le otorgara el gobierno de Balmaceda, en la que participaron Lauro Barros, Pedro Wessel y E. J. J. H. Sandiford, quedando los dos primeros como directores de la sociedad.

Un tercer factor menos evidente, pero no menos real, es el hecho que junto con devolver las salitreras a los representantes de los antiguos propietarios se estableció un impuesto a la exportación de salitre que hizo del Estado el socio principal de la industria. Y este socio, como bien observa Julio Pinto, tomaba sus decisiones no en Valparaíso sino en Santiago

El esfuerzo por aumentar la producción y reducir los costos trajo consigo el crecimiento de las exportaciones y, con ello, la disminución de los precios internacionales. Por otra parte, la necesidad de disponer de grandes capitales para la explotación dio lugar a una concentración de la propiedad salitrera, la que, a su vez, facilitó la organización de acuerdos, o "combinaciones salitreras" como se las llamaba, destinadas a mantener los precios mediante cuotas de producción98. El Comité Permanente del Nitrato de Londres, formado en 1889 por los representantes de todas las compañías inglesas, y la Asociación Salitrera de Propaganda, creada en 1894 con sede en Iquique, organizaciones gremiales de los productores que trabajaban unidas para la difusión del uso del salitre en la agricultura, sirvieron de coordinadoras para estos acuerdos.

Sin perjuicio de la desnacionalización de la industria salitrera, la incorporación de Tarapacá y Antofagasta a la soberanía nacional favoreció sus vínculos con Valparaíso. Las firmas comerciales porteñas, y en menor grado los bancos, financiaban a los productores de salitre, a la vez que la agricultura y la naciente industria encontraban allí un mercado para sus productos. Las cifras de cabotaje entre Valparaíso y los puertos del norte de Chile entregadas por Julio Pinto y Luis Ortega avalan sus afirmaciones sobre la importancia de la región salitrera para la economía porteña. Las casas de Valparaíso eran proveedoras de maquinarias, herramientas y instalaciones mecánicas. Suministraban, asimismo, algunos insumos importados, tales como sacos de yute para envasar el salitre, carbón y petróleo, este último empezó a utilizarse como combustible en las salitreras en los primeros años de este siglo. Los dos proveedores de petróleo era Duncan Fox que tenía la agencia de la Union Oil Company de California desde 1906, y Williamson Balfour que desde 1910 representaba a la West India Oil Company, de la cual la casa matriz inglesa era socia minoritaria, y subsidiaria de la Standard Oil de Nueva Jersey.

Junto a esto se mantuvo la corriente de trabajadores hacia el Norte desde la zona central de Chile, los que eran reclutados o "enganchados" para ir a laborar en las oficinas y embarcados desde Valparaíso y otros puertos. Hasta 1891 dicho reclutamiento era efectuado separadamente por cada compañía. Ese año, la Asociación Salitrera acordó establecer una agencia en común para este objeto, financiada por contribuciones de cada compañía, que logró satisfacer las necesidades de mano de obra de la industria103. Continuó, asimismo, la participación de algunos ingenieros chilenos en la industria salitrera, como fue el caso de los porteños Gustavo Jullián, constructor de varias oficinas y delegado fiscal de salitreras, y Roberto de Nordenflycht, inventor de un proceso de lixiviación.

Con todo, Valparaíso parece haber perdido por entonces una parte de su primacía como centro de ventas del salitre. La nacionalización del gobierno peruano ya había favorecido a Iquique en detrimento del puerto chileno. Con el establecimiento de las comunicaciones telegráficas, las compañías salitreras de Iquique pudieron vender su producción en Valparaíso a través de corredores que operaban en una y otra plaza, sin que para ello las naves tuvieran que recalar en este puerto. En 1896 había no menos de 13 corredores en Valparaíso dedicados a este rubro, algunos de los cuales, como Wulff y Cía. y Price y Oxley, trabajaban con agentes o socios en Iquique. Este contacto con el norte era vital, al extremo que la interrupción del servicio por cable entre ambos puertos en enero de 1900, detuvo temporalmente las transacciones. Otra lista de corredores de salitre de 1910 incluía al español Elías Ahuja, el agente de la poderosa compañía Du Pont de los Estados Unidos

Hay un factor adicional. Si bien los precios del salitre estaban determinados en último término por las condiciones del mercado, la organización de combinaciones salitreras mejoraba la posición de los productores al momento de negociar. Más aún, para fortalecer esta tendencia, los industriales ingleses comenzaron a consignar el nitrato de soda directamente a sus agentes representantes en Europa y Estados Unidos, lo que repercutió en forma negativa sobre el comercio salitrero de Valparaíso

Desde la primera década del siglo Valparaíso cobró o, mejor dicho, recobró cada vez más importancia con respecto al mercado del salitre. A ello contribuyó la menor atracción que ofrecía formar compañías salitreras en Inglaterra tanto por el menor interés de los inversionistas como por razones tributarias. El fuerte aumento del impuesto a la renta en Gran Bretaña durante la Primera Guerra Mundial hizo del todo inconveniente la creación de sociedades anónimas inglesas para trabajar en Chile. Incluso, no faltaron casos en que, aprovechando esta circunstancia, algunos inversionistas chilenos adquirieron el control accionario de compañías salitreras inglesas, según se verá más adelante, y trasladaron su gerencia a Valparaíso. Con ello, no solo se evitaba el impuesto a las utilidades sino se lograba un control más directo de las operaciones.

Por otra parte, la explotación de nuevos yacimientos en la provincia de Antofagasta disminuyó la importancia relativa de las salitreras de Tarapacá. Mientras que en 1904, esta producía el 72 por ciento del total de salitre, en 1910 solo alcanzaba al 45 por ciento Esto se tradujo en una menor gravitación de Iquique como centro de los negocios salitreros en beneficio de Valparaíso, donde se organizaron nuevas sociedades en este rubro. A las mencionadas Compañías de Salitres de Antofagasta y de Salitre y Ferrocarril de Agua Santa, se sumaron otras, como ser la Cía. Salitrera el Boquete formada en 1905. A partir de ese año, se establece en Valparaíso una delegación de la Asociación Salitrera de Propaganda a cargo de de J. Eduardo Pini, uno de los socios de la casa Vorwerk. En 1912 había 24 compañías salitreras domiciliadas en Valparaíso, incluyendo algunas de propiedad extranjera, cuya exportación alcanzaba a más del 42 por ciento del total.

La reorganización de la Asociación Salitrera de Propaganda en 1911, en el marco de un debate entre los productores sobre el rol del Estado en la promoción del fertilizante, debilitó la situación de los salitreros de Iquique. Al reformar sus estatutos se consideró la posibilidad de trasladar su sede a Valparaíso con el fin de estar más cerca de la sede de gobierno, medida que se llevó a cabo dos años más tarde. Por otra parte, y a raíz de estos cambios, el Comité Permanente de Londres, integrado solo por compañías inglesas, fue sucedido por el Chilean Nitrate Committee en el que había igual número de delegados elegidos en Chile y en Londres, además de dos representantes del Gobierno.

Fueron las autoridades de gobierno quienes, preocupadas por el porvenir incierto del salitre frente a la competencia de otras sustancias azoadas, presionaron a los productores para organizarse y racionalizar la industria salitrera. El resultado fue la formación en 1919 de la Asociación de Productores de Salitre de Chile con sede en Valparaíso que, junto con reemplazar a la Asociación Salitrera de Propaganda en sus tareas, debía fijar cuotas de producción y centralizar las ventas. A ella terminaron por ingresar la gran mayoría de los productores con la sola excepción de las compañías norteamericanas que no podían hacerlo por las leyes de su país.

Aunque se mantenía el Chilean Nitrate Committee en Londres y otro comité en Berlín constituido en 1916 durante la guerra, el centro de decisiones de la industria salitrera en su conjunto estaba indiscutiblemente en Valparaíso. En la Asociación se reunían los representantes de los productores extranjeros y nacionales, que en algunos casos eran los personeros de las grandes casas exportadoras. Considerando que cada compañía tenía un número de votos en proporción a la capacidad productiva de sus oficinas salitreras, y que varios delegados representaban a más de una compañía, las decisiones dependían, en efecto, de un grupo relativamente reducido de personas.

Esto aparece claro en la asamblea extraordinaria de la Asociación de Productores para acordar su prórroga, efectuada el 17 de mayo de 1923. A ella asistieron 32 personas que representaban a 73 de los 78 miembros y la casi totalidad de los votos. La reunión estuvo presidida por Jorge H. Jones, de Buchanan, Jones & Cía. Pascual Baburizza, por entonces el empresario salitrero más importante del país, asistía con dos de sus colaboradores. De las grandes firmas exportadoras estaban presentes dos socios de Gibbs, David Blair y Bertram Norton; un representante de Williamson Balfour y otro de Grace; Juan Bostelmann de la casa Weber, y Siegfried Gildemeister. Estos últimos, junto a Otto Framm, gerente de la Cía. Salitrera de Taltal y Max Mooyar por la Cía Salitrera de Tocopilla representaban a los intereses alemanes; W. O. Simon, jefe de la Casa Lockett de Iquique, iba por las compañías del grupo North, y por la Cía. de Salitres de Antofagasta asistía su gerente Arturo Titus114. Dentro de este conjunto, Baburizza, Titus, Jones, y los delegados de Gibbs, Grace y Williamson Balfour, siete personas, representaban a 35 asociados y reunían más de la mitad del total de votos.

El control de las ventas por parte de la Asociación de Productores de Salitre reforzó el liderazgo de Valparaíso en este rubro fundamental para la economía chilena. Sin embargo, en la medida que los crecientes problemas de la industria salitrera afectaban los ingresos fiscales, la injerencia del gobierno se hizo más marcada. La decisión del controvertido Ministro de Hacienda Pablo Ramírez de terminar con la centralización de las ventas y promover el apoyo estatal a la industria a raíz de la crisis de 1926, desplazaba el centro de decisiones hacia Santiago. La Superintendencia de Salitre y Yodo, creada al año siguiente, tenía entre sus objetivos vigilar las utilidades de los intermediarios en el negocio salitrero lo que afectaba derechamente al mundo comercial porteño. Los años siguientes acabarían con la relación entre Valparaíso y la industria del nitrato.

4-.CARACTERISTICAS GENERALES DE LAS SOCIEDADES

4.1ANALISIS DE LA SOCIEDAD EN COMANDITA
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