descargar 64.15 Kb.
|
Carlos Contreras en la historia de la planificación urbana Rafael López Rangel Sin lugar a dudas, está reconocido entre los estudiosos de la historia de la arquitectura y el urbanismo del siglo XX en México, que el arquitecto Carlos Contreras –egresado de la Universidad de Columbia-, fue uno de los principales introductores de la planificación urbana funcionalista, en los inicios de la gestión de los primeros regímenes de la denominada Revolución Mexicana. Ahora se trata de establecer el significado de la obra de este profesionista, y de los propios principios de la planificación en nuestro país, a la luz de los enfoques actuales, que permiten reconocer y valorar las aportaciones y al mismo tiempo –como es característica de los textos clásicos de la modernidad funcionalista- las ambivalencias de sus planteamientos. Breve mención acerca de las concepciones más influyentes de la planificación urbana en los comienzos del siglo XX Para lograr lo que nos hemos propuesto, es particularmente valiosa la estrategia de “hacer historia”, lo que implica seguir el paso a las transformaciones de las maneras de ver los procesos urbanos y de los cambios de las preocupaciones al respecto, sobre todo desde las primeras décadas del siglo XX, cuando se produce la inauguración de las “formas propias” de la cultura industrial y se van estableciendo los paradigmas universales del funcionalismo en todos los ámbitos de la producción material e incluso en las propias ciencias sociales. Se trata pues, de uno de los momentos representativos de la Modernidad en los cuales el racionalismo instrumental –que se venía pergeñando desde la Ilustración- va imponiendo una lógica del desarrollo y de la propia vida a tal grado avasalladora, aunque también autoritaria, que tuvo una gran influencia cuando menos, durante casi las dos terceras partes del siglo que acaba de terminar. En el ámbito del urbanismo y la planeación urbana –y sin olvidarnos de sus interrelaciones disciplinares- hemos recorrido en el siglo XX, una serie de enfoques y preocupaciones, lo que demuestra la naturaleza histórica, y en consecuencia cambiante, de las concepciones y prácticas acerca de la ciudad, la edificación y la misma planeación urbana. Y así, en el comienzo del urbanismo funcionalista, se aplica en nuestro país la planificación canónica –cuya referencia básica fue la ya legendaria carta de Atenas- que concebía y organizaba la estructura de la ciudad en espacios funcionales1. Asimismo se vinculaban esos planteamientos con los del zonning norteamericano y centro europeo, que segregaba sectores emergentes que resultaban incómodos –fábricas, vivienda obrera, tintorerías, etc.- para ubicarlos en lugares distantes de los sectores de vivienda y administración de las capas dominantes2. Otra influencia importante en ese momento fue la denominada “Escuela Chicago” (década de los veinte y principios de los treinta), calificada de “ecologista”, la cual, como se sabe, concebía a la ciudad como una estructura de franjas circulares concéntricas según la naturaleza social de sus habitantes así como de acuerdo a sus actividades. En el núcleo de esa estructura se encontraba el Business Central District3, verdadero corazón de los negocios y la administración de la ciudad. Evidentemente, las concepciones espacialistas, simplificaban la compleja realidad urbana para convertirla en un mecanismo manejable, al tiempo que aceptaban y propiciaban la segregación socioespacial. La planeación tendía, simplemente a ordenar y “mejorar” parcialmente los sectores más redituables del asentamiento, tanto en términos económicos como políticos. Con esas ideas, las categorías fundamentales para concebir y hacer ciudad eran las funciones urbanas, la economía urbana vista como rentabilidad, y los espacios urbanos interrelacionados en un sistema simple. Naturalmente esto se trataba como principios abstractos, porque en el momento preciso de su aplicación, las consideraciones políticas, a favor del mantenimiento del estado, se convertía de manera frecuente en una determinación fundamental. De todos modos, es obvio ahora que lo que se excluía o se dejaba de lado en esos principios fundadores, eran las reales y cotidianas necesidades de la población, la cultura de ésta, así como sus identidades, junto a los efectos negativos en el medio ambiente. Tales principios, y al lado de ellos las coyunturas políticas, generaba y seguiría generando las formas de construir la urbe, desde la acción institucional. Por lo demás, los efectos negativos de esa manera de concebir la problemática urbana, que ahora han dejado y dejan una evidencia indudable, en esos momentos no se presentaban con la fuerza que lo ha n venido haciendo cuando menos desde los años setenta. (Sin embargo, se gestaban también líneas críticas, que llegaron a señalar rumbos para la planeación y la arquitectura misma, que poca influencia tenían en los momentos en los cuales se institucionaliza la planeación). Es conveniente recordar la manera en la cual se produjo la introducción del urbanismo y planeación espacialista en México y quienes fueron sus protagonistas. En nuestro país se produjo en la década de los veinte y treinta un movimiento a favor de la planeación de las ciudades y especialmente de la capital de la República, protagonizado por organismos gremiales vinculados con la construcción y la arquitectura. Naturalmente ese movimiento llegó a contar con la simpatía e incluso el apoyo de funcionarios, incluidos los de más alto nivel.4 Destaquemos algunos hitos del movimiento a favor de la planificación:
Pese a lo encendido de esta proclama y los esfuerzos vestidos, no es sino hasta 1927 cuando se lleva a cabo el congreso propuesto.
En ese clima, en 1927 se forma la asociación Nacional para la Planificación de la República (ANPRM), dirigida precisamente por el arquitecto Contreras. Esta asociación publicaba una revista, Planificación, que mostraba en sus páginas los conceptos que se estaban difundiendo en ese momento en la materia y la versión “mexicana” de los mismos. Naturalmente, pretendía ser un instrumento de la implementación institucional de esas ideas y de sus prácticas, ambas coherentes en ese momento con la política, del ulteriormente llamado “Sistema Mexicano”. Como corresponde al pensamiento funcionalista, la concepción que se tenía de la planificación es el de pensarla como una disciplina científica: La planificación de una ciudad es más que un mero conjunto de ideas o de opiniones dispersas de los individuos que la habitan, la planificación es una ciencia, o mejor dicho, un conjunto de ciencias que estudian la ciudad, considerándola ya como un organismo físico, ya como una entidad moral.5 Quizá una peculiaridad “mexicana” de ese ya lejano movimiento a favor de la planificación –y por cierto también de la arquitectura6-, es la mezcla del funcionalismo con el pragmatismo y con los enfoques espiritualistas a manera de los casi olvidados Dilthey y la Escuela de Baden. Tal cosa se muestra con la definición que estamos examinando: En el primer caso (la ciudad como organismo físico. Aclaración nuestra), la “planificación”7 es la fisiología de la ciudad o región, asimilándolo a un organismo vivo del cual estudia todas sus funciones y provee a la realización normal de ellas. En el segundo caso, considerándola como entidad moral, la asimila al alma humana, y estudia y resuelve las cuestiones de orden social que la atarían para hacer que paralelamente con su desarrollo físico, se eleve el nivel moral de sus habitantes, por medio de la educación, de la instrucción y del bienestar que ella crea.8 Se muestra claramente que estas concepciones pretendían clausurar, o cuando menos se desvinculaban de las críticas y proclamas – a las que hemos aludido- manifestadas con insistencia por un buen número de profesionales, para imprimir ahora a la planeación urbana un carácter institucional; y en buena medida, técnico y “neutral”. No obstante, la posición ante las posibles afectaciones –que predisponían a sectores importantes de propietarios e incluso empresarios- era convencer a los “afectados” de que su grupo social sería el más beneficiado. Tal era incluso, una actitud del estado en sus múltiples acciones a favor de la reconstrucción Nacional.9 En consecuencia, los impulsores de la planificación urbana, explicaban así aquellas posibilidades: No quiere tampoco predicar ni promover la explicación de la propiedad privada, que considera como sagrada; las propiedades que resulten afectadas en el desenvolvimiento de sus proyectos, serán religiosamente pagadas: pero si pide de parte de los propietarios y habitantes de la ciudad, una cordial y sincera cooperación así como una inteligente comprensión, para no constituir un obstáculo al progreso de México y para darse cuenta de que las mejoras que se intentan realizar, si benefician a todos los habitantes de la capital, benefician en grado más eminente aún a los propietarios.10 Ahora bien, la estructura del organismo director de la Asociación, así como el conjunto de Consejeros, Arquitectos Consultores, y el de los miembros Honorarios, eran significativas en alto grado ya que incorporaban personalidades nacionales e internacionales, algunas de ellas representativas de las tendencias avanzadas en el ámbito del urbanismo y la planeación, o bien representantes de organismos públicos y privados: el Presidente, como se ha mencionado, eran Carlos Contreras, el Secretario, Ing. Francisco Antunez Echegaray, el Tesorero, el Lic. Eduardo Mestre Ghigliazza, los vocales, Dr. Atl (Gerardo Murillo), Luis Sánchez Pontón, Arq. Manuel Amábilis, Fernando Galván. Los Consejeros: Ing. Miguel angel de Quevedo, Presidente de la Sociedad Forestal Mexicana. Dr. Alfonso Pruneda, Rector de la Universidad de México, Don Ricardo Estrada Berg, Gerente de la Compañía Telegráfica Mexicana. Lic. Don Eduardo Pallares, Arq. Manuel Ituarte, Ing. Don Lorenzo L. Hernández, Tesorero General de la Nación, Don Federico T de Lachica, gerente de la Compañía Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey, Don Emilio Elizondo, Auditor de El Universal. Los Arquitectos Consultores: honorable edward H. Bennet, Arquitecto Consultor de la Comisión de Planificación de Chicago, Jaques H. Lambert, “laureado por el gobierno francés”. Por si fuera poco, se nombró un selecto conjunto de Miembros Honorarios, la mayoría prominentes funcionarios de organismos de países del “Primer Mundo” (de Europa y Estados Unidos de América), en los cuales se aplicaban las políticas “más avanzadas” en la materia: + Sir Ebenezer Howrd, Presidente de la Internacional Federation for Housing and Town Planning de Londres. + Raymond Unwin, Arquitecto en jefe del Ministerio de Salubridad de Inglaterra. + Dr. R. Schmidt, Director de los trabajos de planificación en el Ruhr. + Augusto Bruggeman, Profesor del Instituto de urbanismo de París. Senador Luis Dausset, Presidente de la Asociación des Cités Jardin de France. + Jaques Greber, del Instituto de Urbanismo de París. Ing. Arturo Soria, Presidente de la Compañía Madrileña de Urbanización. + John Nolen, Presidente de la National Housing Association. + Lawrence Veiller, Secretario de la National Housing Association + Thomas Adams, Director de los trabajos del Plano Regional de Nueva York y alrededores. + Georege B. Zug, Profesor de Planificación de la Universidad de Darmouth. + Falverl Shurtleff, Secretario de la National Conference on City Planning. + George B. Ford Harland Barthomew, Autores de la Planificación de varias ciudades norteamericanas. Culmina esta lista de prominentes protagonistas del urbanismo oficial mundial, con el único Miembro Honorario mexicano: Arquitecto José Villagrán García.11 Con esto, se convalidaba el reconocimiento que se le estaba dando al profesor de la escuela de la Universidad, que hacía esfuerzos por buscar –dentro del espiritualismo axiológico- un corpus conceptual adecuado al campo y el mercado de trabajo que emergía del Sistema Mexicano. Cabe comentar que de esa asociación quedaban excluidas: la representación de la ciudadanía, de las grandes organizaciones obreras y populares, y en general, los habitantes de la ciudad, aquellos que transitan, disfrutan y sufren la ciudad. Tal cosa no es de extrañarse, ya que se proponía ser un organismo de expertos y funcionarios nacionales e internacionales, así como de algunos empresarios que se consideraban vinculados a la construcción. Aún así, en la conformación del clima político de esa etapa, la presencia de la opinión ciudadana y popular era un hecho necesario. Por ello mismo, ante la estructura de la ANPRM no podemos dejar de preguntarnos si estamos ante un producto típico de la revolución Mexicana, o simplemente –como lo hemos dicho más arriba- de un organismo meramente “neutral”, de índole técnica exclusivamente. La expansión de la promoción de la planificación en México En base a los documentos y publicaciones que hemos examinado, la ANPRM llevó a cabo una gama importante de acciones. A las ya dichas, subrayemos las siguientes: difundir las ideas y opiniones acerca de las condiciones de las principales ciudades del país, impulsar y publicar las propuestas al respecto, dar a conocer lo que se hacía en otras ciudades del mundo. En 1927 –del 26 de septiembre al 22 de octubre- la ANPRM presentó la exposición de Planificación de Ciudades y Regiones en el local de la Compañía de Construcciones y Equipos, en la ciudad de México. En este evento participaron varias dependencias gubernamentales: Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, Dirección General del estado, Dirección de Estudios Geográficos y Climatólogos, Comisión Nacional de Caminos y el Museo Nacional.12 En 1928, la ANPRM publicó un artículo del estado que guardaba de –acuerdo a su criterio- la ciudad de México, y con ello marcar la necesidad de su planificación: EL crecimiento real de la metrópoli, valga la expresión, ha sido por medio de “parches” alrededor de su periferia, que han trastornado la relación de vida y la relación entre sus partes constitutivas, motivando esto la congestión de las zonas centrales, con el resultado de que un gran número de edificios y de seres humanos se encuentran en lugares inadecuados y que el volumen de tráfico ha aumentado de manera innecesaria.13 Esta caracterización tiene una visión evidentemente funcionalista del crecimiento urbano y sus consecuencias. No alude a las causas estructurales negativas de la segregación espacial, la pobreza urbana y mucho menos el daño a la naturaleza. ¿Será mucho pedir, para esa época? Podríamos pensar que en parte lo es, ya que las patologías urbanas no eran tan evidentes y dramáticas como lo fueron desde la década de los setenta. Pero cuenta mucho, par verlo de manera crítica, su enfoque epistemológico y en consecuencia ideológico que le impedían realizar análisis diferentes, con una visión de expertos implicados en las necesidades de la población mayoritaria, como lo hacían, por cierto, otros grupos interesados en la arquitectura y la planeación en México. Tan es así, que en el artículo comentados, se da la “solución” fríamente técnica y luego la 2estrategia a seguir”, de la misma índole:
Tal reclamo se concretaría en 1935, cuando se presente el Plano de Desarrollo de la Ciudad de México 1935-1985, elaborado por el propio arquitecto Carlos Contreras, del cual nos ocuparemos más adelante. Para 1928, Contreras es nombrado director de la recién formada Comisión de Planificación de la Ciudad de México, la cual tuvo una importante participación en casas, fraccionamientos, servicios urbanos, etcétera, así como a la promoción de la Ley General de Planeación de la República (1930), en la que suponemos tuvo una influencia significativa. El Plan de Desarrollo de la Ciudad de México. 1935-1985 ¿En qué consistía este Plan elaborado por Contreras? ¿Cuál era su naturaleza ideológica? En primer lugar habría que resaltar que el Plan se estructura de acuerdo a lo que su autor consideraba los problemas o cuestiones prioritarias a enfrentar en ese momento:
Ya en otra parte hemos dicho que privaba en este plan el criterio funcionalista y formal, tanto en la concepción del problema como en sus propuestas,15 ya que como veremos su tendencia era más la de un ordenamiento espacialista de funciones urbanas que de atención a las necesidades y contradicciones sociales y culturales de una urbe que empezaba a mostrar las patologías de las acciones de su modernización. Y así, en el caso de “Preservación del centro Histórico”, se tenía como objetivo alcanzar “una arquitectónica armónica” en ese sector central, a través de la construcción de un boulevard de 60 metros de ancho, para evitar innecesarias entradas de vehículos a esa zona de la ciudad, al mismo tiempo se proponía el control de uso, alturas y tamaño de las construcciones, así como la creación de centros cívicos y espacios públicos. Claro está que consideramos positiva la creación de estos centros y espacios, aunque hay una importante omisión a los barrios y su mejoramiento, enfrentando esta problemática a los intereses de las inmobiliarias especulativas. Por lo demás esas contradicciones no están presentes en la totalidad del Plan. Tal actitud, por cierto correspondía –como lo señala Manuel Perló- a la falta de interés del gobierno por la atención a la vivienda popular. En lo que respecta al transporte y descongestionamiento vial, la estrategia general consistía en generar un Sistema Coordinado de Transporte del Distrito Federal, que comprendería autobuses, aeropuertos y sus respectivas terminales. Asimismo, ordenamiento y eficientización de las vías férreas. Ahora bien, las acciones inmediatas consistían en:
Es evidente la prioridad del Plan en lo que respecta a vialidades. La cuestión es saber si realmente se estaba pensando en integrar el territorio urbano, o simplemente se trataba de conectar áreas funcionales y cubrir mediante esquemas de origen-destino y periferización de vías, distancias considerables. Por lo demás, la propuesta de conversión de ríos en avenidas, constituye también una operación modernizadora que se aplicó en numerosas ciudades, hasta que se tomó conciencia de que depredaban peligrosamente, cuando emerge con fuerza la conciencia ambiental del desarrollo y ulteriormente, la idea del desarrollo sustentable. En lo que respecta a la vivienda en el Plan se habla de la “creación de nuevos barrios residenciales”, diferenciados de tal modo que establecían la segregación espacial de la ciudad. Así, ubica tres Zonas Residenciales. El primer grupo de éstas, lo sitúa en una franja que se desarrolla hacia el sur del “sector central”, y en el norte del Distrito Federal. También en cinco franjas periféricas a sendos Parques Nacionales en el sur y suroeste. Estas Zonas Residenciales, están descritas como: Apartamentos, Comercios, Teatro, Hoteles. El segundo grupo de Zonas Residenciales, están descritas como: Casas solas de clase media, trabajadores de la industria ligera. El tercer grupo de Zonas residenciales para trabajadores de la industria pesada, están ubicadas en las cercanías del norte y el oeste del Sector Central. Se propone asimismo, una Zona Agrícola, de pequeñas granjas, con una “base artificial” en el centro del Lago de Texcoco, y una Zona de Reserva en un extenso territorio al este y sureste del Distrito Federal, abarcando Iztapalapa y Xochimilco. Finalmente, en lo que se refiere a las Zonas Industriales se ubican dos: al noreste, la “industria pesada” y al oeste del FC a Cuernavaca, la industria ligera. Con lo que hemos analizado y cuestionado, queda claro que el Plan de Contreras tenía aciertos dentro de su visión sistémica funcionalista, aunque lo que operó en su contra, fue, primero, -hasta donde sabemos- no fue oficializado y en consecuencia, no fue obligatorio su seguimiento. Seguramente, si hubiera sido así, se habrían realizado múltiples y sistemáticas correcciones, ya que, fue hecho sobre la base de estimar, para 1985, sólo dos millones de habitantes. Ahora bien, la justificación para pensar en fuertes acciones de ubicación “ordenada” de vivienda, puede avalarse si tomamos en cuenta que, en primer lugar, como lo señala Manuel Perló, en la etapa cardenista (1934-1940) abundaban las colonias que estaban fuera de la ley de fraccionamientos. Asimismo, por los efectos de la Reforma Agraria, las actividades especulativas y estrategias político-electorales. Perló afirma la existencia de 100,000 personas de la capital en la situación de ilegalidad con respecto a su vivienda. Con el Plan de Contreras, aparentemente aséptico, se lograría la incorporación de un alto número de vivienda al sistema tributario del gobierno de la ciudad. Conclusiones Intentaremos, resumiendo lo dicho, responder, de manera concisa, a la pregunta ¿cuál es el significado histórico de las propuestas de Carlos Contreras?
1 Casi no habría que recordar los “espacios funcionales” en los que la Carta Atenas dividía a toda la ciudad, puesto que aún ahora, empezado el tercer milenio, se manejan en no pocas escuelas, al menos en México: habitar, trabajar, recrear, y circular. 2 Ver Franco Mancuso, Las experiencias del zonning, Gustavo Gili, varias ediciones. 3 Sus representantes más influyentes fueron E. Burgués y R. E. Park. Uno de los textos clásicos de esta Escuela es “Urban Areas”, Universidad de Chicago, Chicago, 1925. 4 Está documentado que los integrantes del Grupo Sonora –algunos de los cuales llegaron a ocupar la presidencia de la República- se dedicaban entre otras actividades a los negocios inmobiliarios, que tenía una etapa de auge en virtud del crecimiento de las grandes ciudades, sobre todo la de México, Ver. De Rafael López Rangel, La ciudad de México y su planificación. 1900-1940, UAM-A, México, 1993. También, de este autor, La modernidad arquitectónica mexicana. Antecedentes y vanguardias1900-1940, UAM-A, México, 1989. También tenía tribunas importantes como la “Sección de Arquitectura” del diario Excélsior, que estaba a cargo de la Sociedad de Arquitectos de México. En esta sección, escribían a favor de la Planificación urbana significativos profesionistas como Juan Galindo, Alfonso Pallares, Luis R. Ruiz. Asimismo, se difundían las propuestas acerca del tema. 5 Planificación, número 3, México, noviembre de 1927. 6 Nos referimos, en el caso de la arquitectura, a las influyentes reflexiones del profesor de teoría de la arquitectura de la UNAM, José Villagrán García. 7 Ibídem 8 Ibídem 9 Arnaldo Córdova, al analizar la etapa del Maximato, cita las palabras dichas por el propio Plutarco Elías Calles ante la reacción de algunos empresarios por la intención de implantar la Reforma Industrial: La palabra control aterra a los hombres de negocios: pero este proyecto no debiera asustar a los industriales verdaderamente aptos. ¡Si es en interés de ellos! Y en resumidas cuentas en interés de todos. No habría huelgas ni cierres fabriles porque la junta mixta sabría en cada momento lo que una industria podría conceder o no… De momento opino que debe conservarse la propiedad y la iniciativa privada, bajo la supervisión de esa junta triangular de que estoy hablando, de paso que mejoremos nuestra industria, hay que ir cambiando la psicología de unos y otros…” La ideología de la Revolución Mexicana, ediciones varias, México. 10 Ibídem 11 Planificación, número 7, México, marzo de 1928. 12 Rafael López Rangel, La Planificación de la Ciudad de México, op cit. 13 Planificación, número 7, marzo de 1928. 14 Ver La Modernidad Arquitectónica Mexicana, op cit. 15 Íbidem 16 Nos referimos al grupo de arquitectos como Álvaro Aburto, Raúl Cacho, J. L. Cuevas, Ricardo Rivas, los cuales presentaron al Congreso de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios una ponencia titulada “El problema de la arquitectura y del urbanismo en México”, en 1937 con una posición cercana a las necesidades de la población trabajadora. Ver la revista Edificación de la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura del Instituto Politécnico Nacional, enero-febrero de 1937. Otro organismo que estaba compuesto por arquitectos progresistas fue la Unión de Arquitectos socialistas, constituida por Carlos Leduc, Enrique Yáñez, Enrique Guerrero, Alberto T. Arai, Balbino Hernández, además de los mencionados Rivas y Cacho. También manifestaban una opinión autónoma frente a algunas tendencias oficiales. La Unión presentó en 1938 una ponencia al XVI Congreso Internacional de Planificación y de la Habitación, realizado en la ciudad de México. La ponencia tenía el significativo título de “proyecto de Ciudad Obrera en la ciudad de México”. Ahí expuso también su “Doctrina Socialista de la Arquitectura”. En ella hablaban de lograr un “funcionalismo socialista”. Un celebre protagonista de esta tendencia era Hannes Meyer, arquitecto suizo radicado en México, invitado por Lázaro Cárdenas, quien fue un difusor de las tendencias radicales y director del primer posgrado en Urbanismo en la misma ESIA-IPN, en 1938. |