En los tiempos prehistóricos






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EN LOS TIEMPOS PREHISTÓRICOS

Tal vez siguiendo los valles fluviales del Viar y del Huéznar y procedentes de las terrazas del Guadalquivir, hicieron su aparición en nuestras tierras los primeros gru­pos de individuos pertenecientes al género «homo».
Los indicios más remotos de su presencia hasta ahora encontrados, parecen per­tenecer a grupos de primitivos cazadores que utilizaron ya como habitación las Cuevas de Santiago, en la orilla cazallera de la Rivera de Benalija. Dichos indicios se refieren a dos cuchillos de 7 cm. longitud, una astilla tallada y una punta del tipo «muste­riense». De estos restos, hallados a finales del pasado siglo, nos dio cuenta D. Feliciano CANDAU, habiendo sido catalogados, según este autor, en el Museo de Historia Natural de Sevilla con los números 76, 119, 111, y 72, respectivamente (1). Estos objetos, y siempre según el Sr. CANDAU, fueron encontrados en niveles bastante superficiales del suelo de la cueva. A la vista de estos datos, sólo podemos arriesgar­nos a afirmar que hombres del Paleolítico Medio o Superior habrían habitado territo­rios que comprenden hoy el término municipal de Cazalla de la Sierra.
Las noticias se hacen más seguras y fiables para la siguiente etapa del Neolítico. Ello es debido a los trabajos realizados por el Departamento de Arqueología de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla, bajo la dirección de Dª Pilar ACOSTA, en el yacimiento de la Cueva Chica de Santiago (2). Los resultados obtenidos en el estudio del mencionado yacimiento han contribuido a formular, según la directora de las excavaciones, un nuevo planteamiento sobre los inicios del Neolítico en el Sur peninsular. Según los datos proporcionados por las estratigrafías de ésta y de otras cuevas (Nerja, Dehesilla, etc.) parece necesario concluir que en el VI milenio (5.940 a.C. es la fecha aportada por el C-14), si no antes, se inicia una civi­lización de productores, que poseen muy tempranamente unas cerámicas con decora­ción de relieves y de tratamiento a la almagra, que no tienen, al parecer, relación alguna con el Neolítico cardial de otros lugares de la Península.

Este neolítico de las Cuevas irá evolucionando durante el V y IV milenios a.C. hasta ser suplantado paulatinamente por el Calcolítico con la aparición de la metalurgia del Cobre en un momento, que según los análisis del C-14, tendría lugar a finales del IV milenio a.C. (3).
En fin, las Cuevas de Santiago, por lo descrito y otros datos más, se nos presen­tan como el gran templo de la Prehistoria cazallera, lo que, unido a su belleza natural, le concede un enorme atractivo como monumento a cuidar y conservar.(4).
Pero la presencia de culturas neolíticas en Cazalla de la Sierra no es exclusiva de esta área limítrofe de nuestro término municipal. Como ha puesto de manifiesto D. Manuel Carlos PÉREZ GÓMEZ (5), en los alrededores de nuestro núcleo urbano actual, son cada vez más abundantes los hallazgos (fortuitos y a ras de suelo) de úti­les pulimentados relacionados con pobladores neolíticos, lo que podría colocarnos en la hipótesis de la existencia de un asentamiento más o menos permanente, ya para esta época, en lo que hoy es el casco urbano. Hachas, azuelas, moletas, etc. han aparecido en la Fuente del Altar, La «Malena», Cerro «Panchón», Molino del Monte, cruce del Camino de las Laderas con el de la Carrasquilla, y, no hace mucho, en la misma Fuente Nueva. Lugares, como se puede apreciar, todos muy cercanos a la población actual. El tema está por estudiar y por excavar.
Aunque las formas neolíticas permanecieron en la zona durante mucho tiempo, poco a poco comienzan a aparecer elementos culturales novedosos que nos indican la entrada en otra etapa. Son los rasgos de la Edad del Cobre o Época Calcolítica. Este fenómeno se inicia, como ya apuntamos, a finales del IV milenio a.C.
A dicha fase cultural parece corresponder la generalización de la vida al aire libre, aunque las cuevas continúen siendo importantes lugares de habitación, como lo demuestran las estratigrafías de la Cueva Chica de Santiago. Características de esta fase son el apogeo de la industria lítica del sílex, con piezas que intentan imitar a las de cobre; el predominio de la cerámica lisa sin decoración y de variada forma y tamaño; la presencia de «idolillos», sobre todo en hueso, y las necrópolis dolménicas, que a veces pretenden ser fechadas en época neolítica.
Ejemplos de dólmenes han quedado localizados en la Dehesa del Valle Bajo, a orillas del Pantano del Pintado. Su descubrimiento tuvo lugar de modo casual en el año 1965. A pesar de que no fue sometido a una investigación sistemática y profunda, el entonces Delegado Provincial de Excavaciones Arqueológicas, D. Francisco COLLANTES DE TERÁN, informó, a la vista de los datos manejados, que estábamos ante un dolmen «con dos galerías situadas, respectivamente, en forma de T, construi­das con piedras de gran tamaño y de una longitud de diez metros en su rama más larga» (6). Dentro del dolmen, y pese a la pequeña extensión excavada, se encontraron nume­rosos objetos junto a los restos de varios esqueletos, como clara manifestación de ente­rramiento colectivo, dato que ha llevado a pensar en una cronología neolítica. Entre los útiles hallados en su interior se encuentran «vasijas de barro cocido de las más diver­sas formas y tamaños, cuchillos de sílex, hachas del mismo material, algunas intere­santes y bellas; una medalla-lápida (ídolo-placa?) con grabados, etc.» (7).
Posteriormente, «y a poco más de un kilómetro del emplazamiento del primer dolmen, se han practicado investigaciones en un montículo muy parecido al que cubría a aquél, y según todos los signos parece se puede afirmar que debajo de una capa de tierra de no mucho espesor existe otro dolmen similar al primitivamente descu­bierto...» (6).
Ya a la Plena Edad del Bronce (en el II milenio a.C.), parecen pertenecer las sepulturas de «cistas» que localizadas en la finca «Berlanga», en un cerro situado junto al Valle de la Paloma, cercano a la Rivera de Huezna, fueron examinadas por los señores Machado y Macpherson en el año 1869. Se trata de sepulcros individuales de forma rectangular, formados por cuatro o más lascas verticales y otra horizontal que las cubre (7). Similares características podrían tener los enterramientos hallados en Arroyo Nogales, La Viñuela (?), Los Carboneros (?), etc., lugares de los que se poseen constantes referencias bibliográficas pero escasa evidencia arqueológica, al menos por nuestra parte, restos que necesitan de una confirmación y estudios actualizados.
Que la riqueza minera de la zona fue posiblemente conocida y aprovechada por los hombres de este período podría atestiguarlo el pico minero de diorita encontrado por D. Félix Zabalza y del que también da noticia D. Feliciano CANDAU (8). Este dato podría estar relacionado con la ya inserción de la zona en el área cultural tarté­sica, en el período que los arqueólogos denominan Bronce Final, desde comienzos del primer milenio antes C.. No obstante, el influjo tartésico en nuestro territorio no debió ser demasiado intenso a tenor de la escasez de noticias (arqueológicas y literarias) que poseemos al respecto.
De la época de las colonizaciones se ha hablado de la existencia de restos feni­cios en las recientes excavaciones realizadas en la Cartuja. De ello sólo poseemos referencias indirectas.
Como afirman D. Miguel PUYA y D. Juan M. CAMPOS, «la plata fue muy explotada por los cartagineses, citándose en la provincia de Sevilla las minas de Ilipa (Alcalá del Río), cuyo emplazamiento desconocemos pero que hemos de localizar lógicamente en algún lugar inmediato de la Sierra Norte» (10).
Dicha afirmación podría tener alguna conexión con las antiguas explotaciones mineras de nuestro término municipal.

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