Pueblo de Santa María -heilige Maria un poco de historia






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Pueblo de Santa María -Heilige Maria - un poco de historia

Los alemanes tenían sus propias autoridades 
El Director y la junta consultiva 
“El Director y los Vocales debían vigilar la economía hogareña; nadie podía sacrificar animales para 
su consumo privado sin autorización. El Director, de acuerdo a la efectividad del desempeño de sus 
funciones, recibía un sueldo "extra"; siendo su retribución ordinaria por mes de 30 rublos y los 
vocales apenas un rublo. Pero, en caso de que cualquiera de ellos fuera deudor del fisco por 
préstamos anticipados, dicho importe les era descontado. Los azotes con látigo se aplicaban 
conforme a la gravedad de las faltas y estaban minuciosamente reglamentados por un índice: robo o 
daño intencional, 24 azotes; por desobediencia al vocal, 6; por ofensa al vocal, 12; y por agresión 
al vocal, 18 azotes; si dicha agresión había sido con arma, 40; máximo permitido”. 
"Los Directores de las aldeas (Vorsteher) –refieren los historiadores Popp y Dening-, tan mentados 
por su actuación correcta y comprensiva y sus dos vocales asistentes, debían elegirse popularmente 
entre los mejores y más sobresalientes colonos, entre los 30 y 40 años de edad; los primeros duraban 
un año en sus funciones y seis meses los vocales. Estos últimos eran dos como mínimo y desempeñaban 
funciones policiales; también eran los "escribientes", asignándose a cada uno un sector para una 
rigurosa vigilancia de la limpieza, en las casas, funcionamiento de las chimeneas e instalaciones 
para prevenir incendios. 
El director debía presidir todos los actos importantes de la aldea, o hacer al menos acto de 
presencia en casamientos, bautismos, ceremonias, procurando que no ocurrieran derroches ni desmanes. 
En los casamientos se prohibían los regalos mientras las colonias fueran deudoras de la Corona rusa; 
asimismo controlaban la presencia de haraganes y vagabundos en los hogares, los cuales no eran 
tolerados bajo ningún pretexto. Era inconcebible que personas sanas y normales no participaran 
activamente en la Colonización del Volga. 
El Director y los Vocales también debían vigilar la economía hogareña; nadie podía sacrificar 
animales para su consumo privado sin autorización. El Director, de acuerdo a la efectividad del 
desempeño de sus funciones, recibía un sueldo "extra"; siendo su retribución ordinaria por mes de 
30 rublos y los vocales apenas un rublo. Pero, en caso de que cualquiera de ellos fuera deudor del 
fisco por préstamos anticipados, dicho importe les era descontado. 
En cuanto a las faltas cuyo castigo era de incumbencia del Director, la pena de azotes sólo podía 
ser aplicada cuando existía total acuerdo con los vocales; en cambio los trabajos forzados o multas 
podían aplicarse sin consulta. Los azotes con látigo se aplicaban conforme a la gravedad de las 
faltas y estaban minuciosamente reglamentados por un índice: robo o daño intencional, 24 azotes; por 
desobediencia al vocal, 6; por ofensa al vocal, 12; y por agresión al vocal, 18 azotes; si dicha 
agresión había sido con arma, 40; máximo permitido. 
En cuanto a la desobediencia o agresión al Director el castigo era aplicado por el Comisario de 
Sector o el Kontor. 
Las indemnizaciones por la eliminación o muerte culposa de animales fueron: por una vaca, 7 rublos; 
una oveja, 1,20 rublos; un cerdo, 1 rublo; una cabra, 0,50 rublos; un perro, 2 rublos; si era de 
caza, 5 rublos y un buen caballo 12 rublos; un pavo, 0,20; un pato, 0,06 y una gallina, 0,04 rublos; 
quien derribaba un árbol frutal debía oblar 3 rublos. La mendicidad estaba totalmente prohibida. 
Este cuerpo legal, tan minucioso, preparado especialmente para los colonos europeos, en ningún 
momento tuvo en cuenta la calidad e idiosincrasia de los colonizadores a los cuales debía regir; su 
contenido intrínseco fue extraño a los alemanes que provenían de una región de alto nivel cultural y 
espiritual amamantada ya por la lejana Roma. Primaba en él la mentalidad autocrática que sólo sabía 
legislar para siervos; fue un grave error, pues impidió la expansión de las aldeas con sus colonias 
y también fue lesiva para la economía rusa. 
El pueblo germano, con semejante constitución se sentía disminuido espiritualmente y aplastado; de 
nada valían sus sacrificios por abandonar su tierra natal y perder sus derechos ciudadanos, morir de 
hambre y frío durante el año de peregrinación hacia un edén que sólo existía en los sueños de 
Catalina II... y ahora, un Código primitivo y extraño, en una tierra de siervos los condujo al borde 
de la desesperación; los sufrimientos morales y espirituales estaban en consonancia con los 
físicos”. 
Se inicia la segunda emigración 
Los alemanes del Volga deciden abandonar Rusia 
“Entre 1764 y 1767 se fundaron en ambas márgenes del Volga ciento cuatro colonias, con población 
extranjera en la que el predominio alemán era casi total. Había también franceses y de otras 
naciones, quienes regresaron pronto a sus respectivos países. De esas colonias madres, nacieron 
noventa y una más. En 1912 formaban un total de ciento noventa y cinco. De éstas, algunas, según 
tradición verbal, fueron aniquiladas en las incursiones de hordas salvajes. La primera colonia fue 
fundada el 29 de junio de 1764 y se llamó Dobrinka, la cual en 1912 tenía 5.400 habitantes. La 
mayor, llamada Norka, fue fundada el 15 de agosto de 1767 y tenía 14.236 habitantes”. (Según 
testimonio escirto del historiador Matías Seitz) 
Motivaciones para dejar el Imperio zarista 
“Apenas asumió el poder en Rusia Catalina II, la Grande, comenzó a desplegar un astuto y ambicioso 
plan colonizador para civilizar y expandir el Imperio –argumentan Popp y Dening en su libro “Los 
Alemanes del Volga”-, y nuestro pueblo fue un tanto víctima y resultó sacrificado por la nombrada 
estadista; cuando desembarcaron de los barcos que por el Báltico los condujeron a tierra rusa, 
tuvieron la primera "desagradable sorpresa" al enterarse de que todos debían dedicarse a la 
agricultura, aunque el Manifiesto de su Majestad no contenía dicha cláusula. De la Renania 
(Alemania) salieron 30.000 personas y por las tremendas peripecias del viaje sólo llegaron 27.000 al 
Volga, sobreviviendo apenas 23.000 después de la primera década; naturalmente que durante el siglo 
diecinueve alcanzaron cierto bienestar. 
Esta colonización fue la primera que la Corona rusa condujo sobre las yermas estepas de su Imperio; 
en consecuencia fue un experimento incierto plagado de indecisiones y desatinos. Fueron creados 
organismos especiales para su administración y se dictaron reglamentos para "siervos" de acuerdo al 
estigma social imperante en el país y a la inveterada mentalidad de sus dirigentes y no para 
"personas libres" como eran los alemanes; los funcionarios rusos desconocían el trato con un pueblo 
libre que recién comenzaron a conocer a partir de 1863 —un siglo después de la inmigración de 
nuestros antepasados—, cuando el Gobierno abolió la "servidumbre". 
También es preciso volver al contenido de la invitación de Catalina II, en su tantas veces aludido 
Manifiesto de 1763, cuando —aparte de eximirlos del pago de los tributos habituales del país—, los 
eximió de prestar el servicio militar junto con sus descendientes por tiempos eternos. De esto se 
desprende que nuestro pueblo teóricamente poseía privilegios muy especiales en Rusia, y 
prácticamente constituía un pequeño estado dentro de un gran Imperio; tal vez esta maniobra de 
promesas exageradas para inducir a los alemanes a colonizar el Volga fue un error histórico o... 
una treta desleal y sádica, tan común en los hábitos diplomáticos de aquella época. 
Las guerras y el militarismo los obligaron a huir de su patria nativa hacia el este, ignorando tal 
vez, que el Imperio ruso también poseía un numeroso ejército que nutria sus filas de un pueblo de 
"siervos", que nunca conocieron la libertad hasta 1863; estos soldados —extraídos de la servidumbre 
rural y urbana—, no se incorporaban para adquirir instrucción militar o cívica, sino para continuar 
sirviendo ciegamente a sus superiores. El ejército ruso, hasta fines del siglo diecinueve, no 
gozaba de buena fama y menos en la imaginación de nuestros colonos; cabe agregar que de acuerdo al 
arma, el servicio militar se extendía de cinco a siete años consecutivos, en lugares muy alejados 
del Volga. 
Un pueblo libre, que gozaba de privilegios especiales y que estaba completamente separado de los 
nativos, continuando con sus tradiciones y su lengua, sin obligación de cumplir el servicio militar 
en su nueva patria, no podía continuar así por mucho tiempo; después de esta introducción 
esclarecedora, desarrollaremos los cuatro motivos principales que indujeron a muchos colonos a dejar 
las colonias en forma definitiva; a saber: 
1º SERVICIO MILITAR: El historiador Riffel se detiene especialmente en este aspecto; mas, no 
podemos admitir que los alemanes sean más cobardes que los rusos. Ello quedó muchas veces demostrado 
en las frecuentes guerras de la época con los turcos; pero al difundirse la noticia de que el zar 
Alejandro II dejaba sin efecto la promesa formal de eximir a los colonos alemanes y a sus 
descendientes del servicio militar obligatorio, el impacto fue terrible. Con el sofisma de que para 
los rusos el concepto de "tiempos eternos" se limitaba sólo a "cien años", los colonos se sintieron 
defraudados y nuevamente engañados por los rusos; tener que abandonar, —por primera vez—, sus 
aldeas para alejarse miles de kilómetros por cinco a siete años, para incorporarse a un ejército 
—caballería-infantería-marina-artillería—, compuesto por nativos de la peor calaña y extraídos de 
entre los siervos rusos, era algo inadmisible. 
Los jóvenes dedicados únicamente a la labranza de las tierras y a sus iglesias, no conocían otra 
cosa que su aldea o las colonias vecinas; no es de extrañar que, cuando los primeros reclutas 
salían de sus aldeas, las campanas eran echadas a vuelo y la multitud los acompañaba por un largo 
trecho, con lágrimas en los ojos. Era frecuente ver a las esposas de los soldados, arrojarse delante 
del tren que los llevaba al lejano regimiento porque, decían, si ya no estaba quien sostenía a la 
familia, ellas no tenían por qué seguir viviendo. 
Todo un drama, tal vez exagerado, entre los pacíficos colonos, que al partir, al cumplimiento del 
servicio militar, se consideraban perdidos... Con ello comenzó la desconfianza hacia todo aquello 
que provenía del Gobierno ruso, considerado tan serio y cumplidor. Cuando, al fin, lograron cierto 
bienestar, comenzaron las peores dificultades para generar nuevos pensamientos para emigrar al 
lejano interior del gran Imperio; así llegamos al siguiente motivo: 
2° ESCASEZ DE CAMPO. Tal como lo mencionamos, el régimen MIR, o sea la permanente redistribución de 
las tierras por períodos decenales en cada comunidad (aldea), provocaba una sensible disminución 
—por el aumento vegetativo— de asignación de tierra por habitante masculino; no obstante las dos 
ampliaciones otorgadas por la Corona, el crecimiento de la población fue tan intenso, que en la 
Bergseite en 1798, aún correspondía a cada habitante un promedio de 16 has. Pero en 1869, dicho 
promedio apenas alcanzaba 1,6 has por cabeza. 
A partir de 1870 el Gobierno ya no cedía campo en el Volga a los alemanes; quien necesitaba tierra 
para cultivar tenía que buscarla en Siberia en la Rusia Asiática; los hijos que iban a suceder al 
padre en el laboreo del predio agrícola, ya no podían —por el servicio militar obligatorio—, 
permanecer en las colonias con seguridad... ello, nuevamente obligaba a tentar la búsqueda de algún 
lugar de radicación definitiva. Asimismo, el Gobierno ruso, un tanto alarmado por el crecimiento y 
la expansión alcanzada por nuestro pueblo, en ningún momento se opuso a la emigración de sus 
descendientes; incluso se les dio diez años para salir libremente del país. Como siguiente factor 
para emigrar citaremos: 
3º POLÍTICA DE RUSIFICACIÓN. Nuestro pueblo se había mantenido totalmente ajeno al sistema de vida y 
de la cultura rusas hasta entonces; quebradas las promesas de Catalina II en lo relativo al servicio 
militar y reducidas las atribuciones administrativas y judiciales otorgadas a las colonias de los 
alemanes del Volga, no cabía duda que se avecinaba lo peor. La poca autonomía de la cual aún gozaban 
en sus aldeas fue completamente derogada en 1876; recién entonces se dieron cuenta de que vivían en 
un país hostil que los consideraba como "intrusos". Muy pocos conocían el idioma ruso y los vínculos 
con los nativos eran casi nulos: quien pensaba quedarse, debía comenzar de nuevo y someterse a dicho 
tren de asimilación a un pueblo que muy poco antes había salido del estado de servidumbre, con 
modos de vida tan distintos, era suficiente razón para buscar nuevos horizontes en la emigración. La 
juventud rusa había acunado un nuevo slogan —a imitación de los americanos—, "Rusia para los rusos" 
que ya indicaba claramente que en el futuro quedarían pocas opciones y se sabía que el nuevo zar 
comulgaba también con esas ideas; aún resumiremos otros motivos: 
4º MOTIVOS MENORES. Ante un panorama tan incierto y difícil, se agregaron años de sequía y sin 
cosechas y ello aumentó la aflicción y desesperación de nuestros colonos al máximo; tan es así, que 
en 1871 toda la región sureña del Volga se vio afectada de una gran sequía, muy extraña por cierto, 
y otros años similares siguieron luego y la decepción se extendía cada vez con mayor fuerza. 
Citemos también el influjo negativo que siempre tuvo sobre nuestros antepasados la crudeza del 
invierno ruso. 
Finalmente, ante ese cúmulo de dificultades que se interponían en la vida habitual en Rusia, también 
surgió el temor de una eventual restricción de la libertad de culto, o de conciencia, o la 
imposición lisa y llana de la exigencia de adoptar la religión ortodoxa oficial de Rusia, como 
acaeció más o menos en la época, sobre las costas del Mar Báltico, en donde más de tres millones de 
católicos y protestantes fueron obligados a profesar la religión ortodoxa”. 
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