“Las mujeres somos más fuertes, más valientes. ¡Podemos superar todo!”






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título“Las mujeres somos más fuertes, más valientes. ¡Podemos superar todo!”
fecha de publicación05.08.2017
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“Las mujeres somos más fuertes, más valientes. ¡Podemos superar todo!”
Ser responsable e independiente, esas son las cosas de las cuales Esther Villalba aprendió muy pronto. Después de terminar la escuela con los 11 años ella se fue a trabajar, primero como empleada doméstica, después en la compañía que construía la Panamericana. Con el dinero que ganaba compró un poco del terreno de sus abuelos y pagó a un albañil para que le construya una casita de tierra. En esta casa se fue a vivir con sus cuatro hermanos menores, para que el padrastro ya no los pudiera maltratar.
En esta casita Doña Esther hace tostado el domingo por la tarde, cuando estuve en la comunidad de Cuniburo. El aire está lleno de humo, junto al tostado también está calentando palo santo en el fogón de gas. Añade saumerio y el plato, despidiendo humareda con un olor fuerte, está puesto al lado del cofre del niño Jesús, para dar gracias a dios por la vida y la salud.

Después de mostrarme su casa la señora bajita con el pelo largo y negro me da comida, el tostado con leche caliente. En la mesa de madera en la esquina de la habitación ya están sentadas dos niñas, su última hija Abinadab de seis años y su nieta Daniela de cuatro años.


La nieta Daniela (izquierda) y la hija Abinadab tienen casi la misma edad
No vive ningún hombre en la casa, sólo hay tres mujeres: Esther, su última hija y su nieta. El padre de los seis primeros hijos de la doña Esther murió hace 18 años, el padre de los últimas dos hijas vive en Cayambe, el centro poblado del cantón. Al momento Esther no se quiere casar con él: “Cuando estuvimos en el registro civil él me dijo, que no quiere sacar créditos, pero yo lo necesito para poder pagar la educación de mis hijos. Por eso me fui callada, sin casarme con él”. Para ella sí es un problema grave, que en los bancos para los créditos siempre quieren tener las firmas del esposo y la esposa. Esa es la razón por la que es tan importante la Caja de Ahorro y Crédito de la comunidad. La caja les da la oportunidad a las mujeres de tener su propio dinero, sin depender del esposo. “La caja es buena. Se genera y se tiene más dinero y no se necesita los créditos de los bancos”
En esta tarde se ha ido la luz, parece que por la lluvia fuerte de la mañana se rompió el cable en algún lugar. Cuando los dos hombres de la empresa eléctrica pasan por la casa, Esther Villalba les invita a tomar leche y comer tostado, también. Es evidente que ser hospitalario es muy importante para ella.
Esther es la promotora del grupo agroecológico de la comunidad Cuniburo. Esto significa que ella es la persona que va a los talleres y capacitaciones que organiza la fundación ejecutora “SEDAL”. Después transmite sus conocimientos, sobre derechos, la economía solidaria, la agroecología y mucho más, a las compañeras de su grupo. Ellas son todas campesinas agroecológicas también y pertenecen al proyecto BioVida.

Producir agroecologicamente es muy importante para Esther Villalba. Nunca ha usado químicos porque no le gusta aplicar venenos a las plantas. Cada quince días visita a las socias de su grupo para que ellas se sienten más comprometidas en la agroecología. Ella ve como están sus compañeras y les da consejos para que ellas puedan mejorar sus parcelas.


En el camino a la casa de una compañera del grupo
Por la noche, la penúltima hija y su padre vienen a visitar a Esther. Con sus ocho años Betsaida ya no vive donde su mamá, sino en casa de su padre y sus tías en Cayambe. Así el camino a la escuela no es tan lejos: “a mi hija le gusta vivir allá, porque le ayudan a nivelar en las materias.” Tanto el padre como sus cuatro hermanas son profesores.

Las tres niñas se van a jugar dentro de la casa. Los padres se sientan en la cocina a conversar, en la mesa está prendida una vela. La luz todavía no ha regresado.
La próxima mañana, es lunes, todos se tienen que apurar. Toca vestir las niñas, darles de comer y a las seis y media viene el primer hijo de la doña Esther para buscarles y llevarles a la escuela. Después todo está en calma en la casa. Esther empieza a preparar el almuerzo y pone a cocinar arroz de cebada. A continuación tiene tiempo, se sienta conmigo a la mesa y me empieza a contar más de su pasado. Como su mamá nunca le quería contar quién era su padre verdadero, hasta que descubrió ocasionalmente por una prima, pero él no quería saber mucho de ella. Me cuenta como era cuando su esposo de repente murió de un derrame cerebral y le dejó a ella con seis niños y 40.000.000 sucres de deudas. Y habla de Pamela, una de sus hijas que se embarazó a los 16 años de un chico de la comunidad, vecino de ellos, quien hasta el día de hoy pasa por su hijita Daniela sin verla.

Son historias que emocionan, historias que tratan de una mujer que tenía que luchar mucho en su vida. Ha trabajado muy duro para poder pagar las deudas, hacía peñas bailables, rifas, trabajaba como distribuidora de huevos, seguía haciendo pan para la panadería que tenía en Cayambe... Por eso sus hijos saben defenderse, piensa ella. Han aprendido lo que significa sufrir, pero también lo que significa luchar.
Es tiempo de darles comida a los animales, como dos veces al día. Los cuyes reciben hierba, recién cortada del propio huerto, los tres chanchitos comen una mezcla de afrecho y desechos de la cocina, las gallinas y patos reciben granos. No le gusta ni Cayambe, ni Quito, le gusta la vida en el campo, cuenta Esther. Lo bueno de la agroecología es que la comida crece detrás de la casa, y no se tiene que gastar mucho dinero para la alimentación. “Antes cuando vivíamos en la ciudad, teníamos que comprar todo. También por eso nunca alcanzaba el dinero. Ya no quiero irme del campo.” Cuenta que es duro trabajar en el huerto grande sola, a veces desea que tuviera un esposo quien le ayudaría. “Pero mientras uno tiene salud y vida uno alcanza hacer las cosas. Toca organizarse bien para lograr hacer todas las cosas que hay que hacer.” Además para una madre nada es imposible. Lo único por lo que reza Esther todos los días es que Dios le de salud, porque para sus hijos es padre y madre al mismo tiempo, la necesitan.

Le pregunto cuales son sus deseos para el futuro. Para ella lo más importante es que todos sus hijos sean profesionales, eso era el deseo de su esposo fallecido. “Y que toda la comunidad sembrara agroecológicamente, que dejen de usar químicos, que la caja de la comunidad se haga grande y que los dineros queden en la comunidad para todos.” La feria de Cayambe también es importante para ella, le gustaría que se haga inmensa y que siempre se mantenga.

Con toda la fuerza que tiene, seguro que logrará lo que se propone.
Texto por Amelie Büll

Voluntaria de SEDAL




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