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Historia CAUSAS DE LA Desmembración La Yugoslavia que surgió de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) era un modelo de Estado multinacional, pero la incoporación de Kosovo a Serbia ya fue una anomalía. La Federación se construyó bajo una Yugoslavia bajo una clase dominante y las fuerzas de ocupación italo-germanas que fomentavan el fascismo croata y hacian ponerse los albaneses de Kosovo contra los serbios y algunos musulmanes bosnios. El nuevo Estado redistribuyó la economia. Desafió a Satalin, donde socialistas y antiestalinistas se unieron a Tito y reconstruyeron el ferrocarril. La solución era la cuestión nacional que eran unos principios estructurales: una economia socializada (economia en la que el estado manda de la producción de distrubuir los bienes, etc.) y una sociedad igualitaria, luego una constitución que garantizaba los derechos de los civiles, en tercer lugar, una división de territorios en repúblicas en la que aseguraban que la nación serbia (la mayor de Yugoslabia y la anterior dominante) no mandaria. Los comunistas tenian todo el poder político, que estaban apoyados por el pueblo. En Yugoslavia sufrieron un colapso económico por grupos sociales yugoslavos y de occidente que querian restaurar el capitalismo (sistema basado en el prodominio de la empresa privada en la organización economica). La crisis se formo en errores del gobierno yugoslavo en los 70, que pidieron creditos de occidente para pagar el crecimiento mediante la exportación. Les economias occidentales entraron en recesión (aminoramiento de la actividad economica, con la consiguiente falta de dinero), no absorbieron las exportaciones yugoslavas y crearon deudas. El gobierno yugoslavo aceptó las condiciones del FMI, culpando la clase obrera. Como reacción aparecierón grupos sociales en la LCY (liga de Comunistas), de parte de empresarios y financieros ociidentales, que defendian soluciones neoliberales (que concede al estado una intervención limitada en los asuntos jurídicos y económicos), que conviene a les Estados Unidos. La administración de Reagan adoptó en 1984 una resolución por mediación del Consejo de Seguridad Nacional para impulsar el capitalismo en Yugoslavia. Esto destruyó el vínculo colectiviesta que havia entre la LCY y el pueblo. Los efectos fueron diferentes según las partes de Yugoslavia. En Kosovo, se produjo en 1981 una insurrección exigiendo el status de República para el territorio. En esta “revelión” sugieron “separatistas” que querian unir Kosovo con Albania. En Serbia, la intelligentsia intentó reorganizar la relación entre el partido y la población a partir de un nacionalismo serbio y antikosovar, que más tarde dirigiria Miloseic. Para mantener el apoyo del pueblo el partido movilizó el sentimiento del pueblo y chovinista antialbanés, al tiempo ue aplicaba el programa de “ajuste estructural” de la Administración Reagan promovido por el Banco Munial. Ésta era la situación en 1989, cuando el bloque soviético comenzó a desintegrarse. Ninguna de las potencias occidentales tenia intereses significativos en que se mantuviese la unidad de Yugoslavia, pero todas promovían una transición a capitalismo en la región , que a través de una crisis economica inducida cuyo objetivo era destruir las conquistas sociales de la población en el régimen anterior. En el caso yugoslavo , los efectos destructivos de esta táctica fueron especialmente virulentos por la prisa de los responsables políticos occidentales en introducir el nuevo paradigma en los dos primeros países afectados (Ygoslavia y Polonia), y porque algunos gobiernos europeos si querian la desintegración de Yugoslavia. Unos Estados europeos qurían la independencia de Eslovenia y Croacia, los Estados Unidos quiría a toda costa asegurar que Yugoslavia pagase sus deudas a los bancos occidentales y “globalizase” su política económica mediante la terapia de choque; abriendo el país a las multinacionales europeas. Las fuerzas que querían la desintegración de Yugoslavia y la independencia de Eslovenia y Croacia eran el Vaticano, Austria, Hungría, Alemania y Italia. El Vaticano y Austria habían llevado a cabo una activa campaña en Europa central y oriental para reconstruir su antigua influencia, y en 1989 el Vaticano defendió abiertamente la independencia de Eslovenia y Croacia. A finales de 1990, el gobierno austríaco también hizo público estos objetivos. El objetivo de la política austríaca consistia en expandir su influencia regional, ya que “veía la crisis yugoslava como un momento favorable de autoafirmación”. En 1991, la Comunidad Europea se vio obligada a advertir a Austria, que si proseguía por romper Yugoslavia quedaría excluida de una plena adhesión. El gobierno húngaro de Jozef Antall, elegido en la primavera de 1990, adoptó una política muy similar con objetivos propios referidos a la provincia serbia de Voivodina, y proporcionó en secreto fusiles de asalto automáticos a Croacia. En el punto culminante de la crisis entre Serbia y Croacia, el primer ministro húngaro declaró que los tratados internacionales que defenían la frontera sur de Hungría con Serbia, especialment con Voivodina, se referían solamente a Yugoslavia. Pero las maniobras de Austria y Hungría para romper Yugoslavia fueron superadas por la decisión del gobierno alemán de reconocer como Estados independientes a Eslovenia y Croacia. El odio de los serbios hacia los albaneses tiene sus raíces en los vinculos de éstos con los turcos. El odio albanés se relaciona con que, tras la guerra ruso-turca y la guerra balcánica de 1912-1913, los eslavos del sur, mejor organizados y con aliados más poderosos, ocuparon territorios que los albaneses habitavan desde hacia varios siglos. Los cincuenta años de comunismo en Yugoslavia de Tito demostraron también que se puede vivir sin odios étnicos. La otra parte de la historia evidencia que la idología comunista contenía un fuerte sustrato nacionalista y, lo que el comunismo impidió el desarrollo de los elementos de la sociedad civil, de modo que las nuevas luchas por el poder no tenían donde apoyarse sino en el sutrato nacionalista. A la hora de analizar los factores que explican la ruptura violenta de Yugoslavia hay que evitar, sobre todo, el determinismo historicista pues los eventuales conflictos del pasado no explican los actuales. En otras palabras, la desintegración presente no es el resultado "inevitable" de un mal nacimiento como Estado unitario. Este punto de vista exime parcialmente de responsabilidades a los dirigentes y a los grupos que han optado por la confrontación bélica ya que los factores históricos pueden influir, pero no establecen una relación directa de causa- efecto (Rodríguez Abascal,1992). Hay que ser, pues, cuidadosos al recurrir a la historia para descartar toda interpretación fatalista. Naturalmente, los dirigentes nacionalistas recurren a su uso manipulado para justificar y legitimar su posición, pero no puede ignorarse que los dos principales pueblos ex- yugoslavos, serbios y croatas, son muy afines. Por lo demás, el proceso ha sido exclusivamente interno ya que la comunidad internacional hizo todo lo posible por preservar Yugoslavia. En este sentido, no se puede atribuir la responsabilidad principal a Alemania y Austria pues estos Estados reconocieron a Eslovenia y Croacia cuando la Federación había dejado virtualmente de existir. Se puede discutir su anticipación y no sincronización con relación a la Comunidad Europea, así como su propio interés, pero la “conjura germano- católica” ha formado parte exclusivamente de la propaganda de Milosevic. Con todo, no deja de ser cierto que, tras la desaparición del Pacto de Varsovia, el mantenimiento de Yugoslavia dejó de ser crucial para los EUA y la OTAN. A las causas históricas (las dos tradiciones imperiales, austro- húngara y turca en el norte y el sur respectivamente, además de los avatares de la segunda guerra mundial), hay que añadir la quiebra del sistema económico autogestionario. Pero, sin duda, las razones directamente políticas son las determinantes: la desintegración traumática del sistema de partido único supondrá también el fin del Estado y la identificación del poder central con los intereses de Serbia arruinó la continuidad de la Federación, de ahí la imposición de las tendencias centrífugas por doquier. Ello traduce el fracaso de la política de las nacionalidades de los comunistas y la falta de suficiente consenso cívico para cimentar las bases de la convivencia ya que la rigidez del anterior sistema no permitió la libre expresión del pluralismo. La movilización nacionalista general se explica por la falta de medios alternativos de acción colectiva y la coincidencia entre los intereses político- económicos de las élites y los grupos étnico- nacionales creó las condiciones para ello. La descentralización exacerbó las tendencias anárquicas durante los años ochenta y la introducción de la economía de mercado así como la incipiente democratización agudizaron las tensiones interterritoriales e interélites, deslegitimando al centro. Los conciliadores fueron desbordados en todas partes, siendo imposible la transformación democrática de la Federación y consolidándose los nacionalismos extremistas. En realidad, una de las cuestiones clave en la destrucción de Yugoslavia es la centralidad de la cuestión serbia a la que se le ha prestado una atención secundaria. Ciertamente, los dirigentes serbios (de Serbia y de los territorios exteriores mayoritariamente poblados por serbios que se han rebelado contra las autoridades croatas y bosnias) son considerados como los principales responsables del conflicto bélico. Un tercio de los serbios vive fuera de Serbia y eso, que antes carecía de importancia alguna, se ha convertido ahora en un factor esencial para entender la lógica de una larga guerra de desgaste y de operaciones militares limitadas. Históricamente, hay que recordar que los serbios formaron el primer Estado sur eslavo independiente y mientras hoy se ha producido la reunificación alemana se ha dado casi al mismo tiempo la partición de los serbios. De ahí que uno de los principales argumentos de sus dirigentes sea el siguiente: si los eslovenos y los croatas han tenido derecho a un Estado independiente del mismo modo los serbios pretenden reunirse en uno propio. Esto es, las minorías serbias de Croacia y Bosnia no quieren depender de las nuevas autoridades de esos países, ni como “extranjeros” y ni siquiera como “ciudadanos” de los mismos. Por lo demás, Serbia aduce que la liquidación de la Federación yugoslava obliga a redefinir el principio de la autodeterminación étnico- territorial y a revisar las anteriores delimitaciones internas. Los inicios de la transición y la crisis de los años ochenta. Yugoslavia tuvo durante los ochenta el proceso de transición más tortuoso y diferenciado de la Europa del Este, finalmente malogrado. En el proceso post- titista no se producirá ni un choque frontal entre los comunistas y la sociedad civil (Polonia), ni negociación en un contexto crítico (Hungría), ni tampoco mero continuismo (Bulgaria y Albania en un primer momento). Ciertamente, la transición hacia el pluralismo fue desigual, pero imparable durante la década, concretándose en varias Repúblicas, pero no en la Federación, bloqueada por los inmovilistas. En otras palabras, se produjo una renovación parcial en algunas Repúblicas, pero, en cambio, fue imposible abordar la reforma en toda la Federación. Por lo demás, la democratización ha sido relativa en casi todas las Repúblicas (salvo en Eslovenia) y meramente formal en Serbia y Montenegro. Desde luego, la creciente crisis económica que Yugoslavia empezó a sufrir desde 1980 contribuye a explicar muchos factores. En efecto, a partir de ese año se asiste a un empeoramiento general productivo, financiero y comercial, así como a crecientes dificultades en el mercado laboral y a la reducción de los servicios sociales. La autogestión fue puramente nominal y se redujo el limitado espacio del mercado por el excesivo intervencionismo del Estado. Además, no sólo la autogestión funcionó burocráticamente, sino que favoreció la atomización de la producción. Todo ello supuso el brusco fin de un período de constante expansión anterior, de ahí el programa “de choque” de Markovic en 1989 que, sin embargo, supuso una política monetarista de liberalización fracasada. La autogestión y el federalismo tradicionales acentuaron la fragmentación del espacio económico común y la tendencia al localismo. El estancamiento fue la norma y cada unidad productiva se limitó a mantener el statu quo. El sistema autogestionario no incentivó la inversión, de ahí la búsqueda de empréstitos y de financiación exterior, aún siendo reducido el margen autónomo de toma de decisiones. A su vez, el federalismo, que en Yugoslavia tuvo cierta virtualidad como factor de reparto de cuotas de poder entre elites locales, acabó operando económicamente como elemento de fragmentación: cada autoridad territorial ha actuado para preservar sus intereses y los de su zona a fin de consolidarse y contar con apoyo social. Por tanto, no es casual que los diversos planes de reformas económicas fracasaran sucesivamente por las diferencias entre las elites políticas de las Repúblicas que fueron cerrando el mercado interior: la falta de cohesión y coordinación económicas, favorecida por las posibilidades descentralizadoras de la Constitución de 1974, reforzó las tendencias centrífugas y la autarquía local. En definitiva, el complejo y contradictorio proceso de transición en Yugoslavia durante los años ochenta erosionó la legitimidad del sistema y el post- titismo no resistió la prueba del mantenimiento de sus bases estructurales. La crisis definitiva ha acabado con los tradicionales polos sobre los que descansaba el modelo: el ideario titista (el peculiar comunismo nacional) y el sistema autogestionario federal a modo de "tercera vía". Finalmente, ni el recuerdo de la resistencia (la visión mítica de la Segunda Guerra Mundial), ni el “no- alineamiento” posterior (el “orgullo patriótico” de ser un Estado independiente internacionalmente respetado y reconocido) han servido: el propio |