Una nueva y peligrosa crisis






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Redistribución del ingreso, un lento proceso para una “revolución”



La pequeña propiedad rural va en contra de la eficiencia productiva y de la reducción de la pobreza… repartir una propiedad grande en muchas pequeñas es repartir pobreza”
Rafael Correa (01/10/2011)
Ahora, ¿qué ha pasado con quienes no son dueños de los medios de producción ni del capital bancario? Veamos a continuación cuál ha sido la situación económica de las grandes mayorías de la población ecuatoriana: la clase trabajadora, sus familias y los desposeídos del sistema.

Mientras los grandes grupos económicos han sido los principales beneficiarios del correísmo, hay resultados para el resto de la población que merecen ser analizados. Es cierto que disminuyó la pobreza y la pobreza extrema, así como la desigualdad medida a través de los ingresos, pero hay más por escudriñar y analizar.

Entre 2007 y 2014 se observa una distribución más equitativa del ingreso. Según el Instituto Ecuatoriano de Estadísticas y Censos (INEC). el coeficiente de Gini del ingreso per cápita pasó de 0,55 a 0,47: efectivamente hay una reducción en la desigualdad de ingresos entre las mayorías de la población33. Si se compara estos resultados con el período 2000-2006, en donde el coeficiente de Gini pasó de 0,57 a 0,54, se observa que en términos de desigualdad, los últimos 8 años han mostrado una mejor evolución que los primeros años posteriores a la crisis de tornasiglo34.

Respecto a la incidencia de la pobreza también existe una importante reducción. El porcentaje de población pobre cayó del 36,7% en 2007 al 22,5% en 2014. Sin embargo, a diferencia de la desigualdad, el ritmo de reducción de la pobreza es menor al que se registró entre los años 2000-2006, bajando de 64,4% a 37,6%. Luego de una gran crisis, como la vivida en el tornasiglo, suele existir una fuerte disminución “inercial” de la pobreza. Después, en la medida que se alcanzan niveles de pobreza cada vez más bajos, se va volviendo cada vez más complicada su reducción.

Si bien estos resultados en términos de reducción de la pobreza son importantes, no son logros únicos del Ecuador. Según datos de la CEPAL, en promedio, América Latina -con una amalgama de gobiernos neoliberales y progresistas- ha disminuido su desigualdad, pasando de un coeficiente de Gini promedio simple de 0,52 en 2008 a 0,497 en 2013. Igualmente la pobreza muestra una importante reducción en la región pasando del 33,5% al 28,1% (según este indicador de la CEPAL la pobreza en Ecuador pasó del 42,7% en 2008 al 33,6% en 2013, diferente resultado al indicador publicado por el INEC)35.

Ahora, si revisamos indicadores que tomen en cuenta la interacción entre las grandes mayorías y los dueños del capital, podremos ver que la estructura económica del país no es tan favorable a los grupos sociales populares como uno creería al revisar los mencionados datos de distribución del ingreso y pobreza.

Según informaciones del censo económico del 2010, un 44% de personas empleadas trabajaban en pequeñas empresas (1 a 9 personas), las cuales solo concentran un 20% del total de activos fijos (y un 24% de los ingresos). En cambio, las empresas de 100 trabajadores o más emplearon al 31% del total de trabajadores y concentraron un 52% de los activos fijos (y un 46% de los ingresos). Es decir, las empresas que menos trabajo generan son, al mismo tiempo, las empresas que concentran la mayor cantidad de activos fijos e ingresos. Así mismo, en donde hay una mayor concentración del capital existe una tendencia a requerir de menos trabajadores.

Considerando datos del Banco Central del Ecuador, para el año 2013 un 58% de los trabajadores empleados fueron asalariados, quienes participaron de un 36% del PIB por medio de sus remuneraciones. En cambio, un 3,7% de las personas empeladas fueron patronos dueños del capital, quienes participaron de un 26% del PIB. Además, los trabajadores por cuenta propia representaron un 38% del total de trabajadores y participaron de un 32% del PIB. Vemos así que un grupo muy reducido de personas concentra más de la cuarta parte de toda la producción del país. Aunque cabe reconocer que ha existido una reducción en la participación de los patronos respecto al PIB en comparación al año 2007 (35,6%).

Un caso particular de análisis es el sector agrícola, que posee problemas que no solo se expresan con una inequitativa distribución de la tierra, sino que incluso los niveles de ingresos laborales obtenidos por los trabajadores agrícolas (y en general por los trabajadores rurales) muestran una fuerte diferenciación respecto a los demás tipos de trabajadores. Así para diciembre de 2014, mientras que un jornalero o peón rural obtuvo en promedio un ingreso laboral mensual de 270 dólares, en cambio un empleado de gobierno urbano obtuvo un ingreso mensual de mil dólares. También entre empleados privados hay diferencias: mientras un empleado privado rural obtuvo en promedio 460 dólares al mes, en cambio un empleado privado urbano obtuvo 540 dólares al mes.

A nivel de ramas de actividad la situación también es compleja. En 2014 un trabajador agrícola rural obtuvo, como ya lo anotamos, un ingreso laboral mensual de 270 dólares. En contraste, los trabajadores del sector manufacturero recibieron ingresos laborales un poco más altos 410 dólares en el área rural y 500 dólares en el área urbana36.

Como podemos observar, la economía ecuatoriana, a más de sus estructuras y prácticas oligopólicas, todavía posee enormes disparidades en la distribución del ingreso, la riqueza, la tierra, el capital e incluso en la distribución de los ingresos entre trabajadores (dando una importante ventaja a los empleados del Gobierno). Si bien en ciertos aspectos la situación ha mejorado, cabe hacerse al menos dos preguntas:

  • ¿Esas mejoras no son un efecto arrastre provocado por el fuerte ciclo creciente de los ingresos que en general los países capitalistas rezagados han logrado obtener por el crecimiento de los precios de los commodities?

  • ¿No ha sido muy lento el avance en aspectos de reducir la desigualdad luego de casi nueve años de un gobierno autoproclamado como “socialista” y “revolucionario” y en donde los trabajadores directamente involucrados en la administración pública parecen ser los grandes ganadores del proceso (junto con los grandes grupos económicos)?


Lo cierto es que con la actual crisis muchos de esos avances podrían estancarse o perderse, sobre todo porque todo señala que no se han sentado bases estructurales sólidas para enfrentar las embestidas externas. En otras palabras, no se construye una base económica endógenamente más sólida.

Hay otro dato en el cual se observa que la “revolución” se ha quedado corta. Mientras que en 2007 las tasas de subempleo y desempleo fueron del 49,58% y del 6,07% en el área urbana en 2007, para 2014 estas tasas pasaron a ser del 43,78% y el 4,54% respectivamente. En el caso del área rural, estas tasas bajaron del 76,92% y el 2,85% en 2007 a 67,63% y 2,25% en 2014. Es decir, todavía nuestro país posee niveles de subempleo y desempleo que, en conjunto, absorben a más de la mitad de la población trabajadora (especialmente en el área rural, lo que explica los menores ingresos laborales que esta área posee).

Ahora, especialmente en el caso del subempleo, hay que admitir que han existido reducciones. Sin embargo, esas reducciones han sido de un ritmo muy lento: entre 2007 y 2014 el subempleo urbano ha disminuido a un ritmo de menos de un punto porcentual por año (0,725 puntos porcentuales), mientras que en el área rural la disminución ha sido de 1,16 puntos porcentuales al año. Bajo estas condiciones, una proyección muy simple daría a entender que de aquí a 50 años la tasa de subempleo llegaría a un 7,5% a nivel urbano y 9,6% a nivel rural37.

Es decir, al ritmo de la “revolución ciudadana” y asumiendo que no hay ninguna crisis, ni que se reduzca el ritmo de expansión del Estado, ni después de medio siglo lograríamos que el subempleo baje hasta igualar al desempleo (peor llegar a un pleno empleo, como debería ser el objetivo de un socialismo auténtico). Esto también es fiel resultado de la falta de una transformación productiva real en la economía.

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