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Elespectador.com 17 Jun 2012 - 9:00 pm ¡Adiós al Producto Interno Bruto! Por: Pablo Correa, Río de Janeiro / pcorrea@elespectador.com Durante los últimos 60 años el mundo midió su riqueza con una fórmula equivocada. Naciones Unidas presentó un índice que incluye el capital productivo, pero también el natural y humano. Colombia es uno de los seis países a los que no les va muy bien. ![]() Puede ser que al final de esta semana, como ha sucedido en los últimos años, una conferencia adonde asisten representantes de 192 países vuelva a fracasar. No parece gratuito el relato bíblico de Babel: cuando se reúnen personas de distintas culturas e idiomas para construir una gran torre, como lo es un acuerdo internacional para detener el calentamiento global o en este caso —en Río+20—, trazar una ruta para el desarrollo sostenible, lo más probable es que todo termine en un gran desastre. Pero recorrer los pasillos del Riocentro y escuchar a economistas hablando de reinventar la economía, a mineros como el sudafricano Nick Holland de extraer minerales sólo si la operación es segura para el medio ambiente y la salud de una población, y al director del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Achim Steiner, diciendo que los mercados deben ser gobernados por la sociedad, hace pensar que el idioma más allá de sus diferencias fonéticas comienza a ser el mismo: el crecimiento económico no puede ser ajeno al cuidado del medio ambiente. Ayer el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente presentó el tan prometido Inclusive Wealth Index (‘Índice de Riqueza Integral’), una nueva medida con la que se busca dejar atrás al estrecho y torpe Producto Interno Bruto (PIB), que desde la Segunda Guerra Mundial ha sido la obsesión de gobiernos y banqueros para medir la riqueza de un país. El primero en reconocer que el PIB era una medida incompleta de la riqueza fue uno de sus creadores. Richard Stone —quien concibió este indicador junto a James Meade y con el apoyo de J. M. Keynes— aseguró en 1984 que su labor se había centrado mayormente en la contabilidad económica y que no había podido dedicar mucho tiempo a su equivalente ambiental. En este primer reporte del Inclusive Wealth Index, que se renovará cada dos años, se evaluaron 20 países en un período de 19 años, desde 1990 a 2008. Colombia fue uno de los elegidos para la medición, que poco a poco se ampliará a otras naciones. Estos representan el 58% de la población mundial y el 72% del PIB del planeta. De las 20 naciones, sólo Rusia presentó un resultado negativo. Pero lo que parece una buena noticia, según Pablo Muñoz, coordinador académico de la iniciativa, cambia cuando se recalcula la riqueza por persona. En ese caso, otros cinco países, entre ellos Colombia y Venezuela, aparecen entre los de crecimiento negativo. Colombia es un buen ejemplo de la cara oculta de la riqueza medida a través del Producto Interno Bruto. Mientras este indicador creció 35% entre 1990 y 2008, el capital natural disminuyo 31%. Si bien el capital humano aumentó 29%, el índice señala que el país no tiene un modelo de desarrollo “sostenible”. Pablo Muñoz utiliza un sencillo ejemplo para explicar este índice. “Es como tener una cuenta en el banco que le da intereses. Si al final del mes ve que su cuenta ha bajado, significa que ha consumido demasiado. Si quiere transferir el mismo capital a sus hijos, tiene que entrar en un juego de decisiones, como consumir menos o invertir más”. El informe también señala, en el caso colombiano, que la pérdida de capital natural ha sido exacerbada por el rápido crecimiento de la población, lo cual se traduce en una tasa de retorno económico por persona mucho más lenta. Considerando que la población está creciendo más rápido que los recursos naturales, parece un asunto urgente que Colombia considere mejor su tasa de crecimiento poblacional y reinvierta en su capital natural, para que de ese modo logre aumentar su índice y retornar a un camino de desarrollo sustentable. Desde ese punto de vista se supone que Colombia no está pensando en dejar a las próximas generaciones un capital natural igual o superior al que recibió de anteriores generaciones. No es el único en esta situación. Prácticamente todos los países evaluados, salvo Japón, asentaron su crecimiento de capital humano y capital productivo sobre el consumo de recursos naturales. La diferencia con Colombia es que los demás gastaron parte de su capital natural, pero con un impacto mayor en las otras dos canastas. Japón es un caso excepcional que se está analizando, pues ha logrado aumentar su capital natural invirtiendo recursos en la reforestación de sus bosques sin perder poder económico. Camilla Toulmin, del International Institute for Environment and Development, cree que poner finalmente un precio a la naturaleza nos llevará a tomar mejores decisiones económicas. En el mismo sentido se pronunció Achim Steiner, del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente: “La economía verde es el gobierno de la sociedad sobre los mercados con principios de sostenibilidad”. Pavan Sukhdev, autor del libro Corporaciones 2020, en el que traza los principios que deben guiar la transformación de las empresas en un mundo con recursos limitados, le explicó a El Espectador que el turno ahora es para los equipos de contabilidad de las industrias, que deben aprender a medir las externalidades negativas y positivas de sus compañías. Esto es, saber cuánto contaminan, cuántos recursos renovables y no renovables consumen, cuánto capital humano producen, y reinventar su forma de llevar la contabilidad. La mejor empresa no es la que más produce. Esa es una obsoleta fórmula de medir el éxito en tiempos de escasez y sobrepoblación. 2012-06-14 Mensaje ante la Cumbre Río+20 de la Red “en Defensa de la Humanidad” “La solución no puede ser impedir el desarrollo a los que más lo necesitan. Lo real es que todo lo que contribuya hoy al subdesarrollo y la pobreza constituye una violación flagrante de la ecología. (…) Si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestrucción, hay que distribuir mejor las riquezas y tecnologías disponibles en el planeta. Menos lujo y menos despilfarro en unos pocos países para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la Tierra. (…) Cesen los egoísmos, cesen los hegemonismos, cesen la insensibilidad, la irresponsabilidad y el engaño.” Fidel Castro, Río de Janeiro, 1992. Ahora, veinte años después, inspirados en aquellas palabras de Fidel, en el reciente encuentro que sostuvo con un grupo de fundadores de nuestra red y en su llamado a seguir luchando sin descanso por salvar la especie humana, conscientes de que el egoísmo y la ceguera de los poderosos seguirán bloqueando toda iniciativa asociada a las verdaderas soluciones, circulamos este MENSAJE ANTE LA CUMBRE RÍO+20 a los demás capítulos y miembros de la Red En defensa de la humanidad y a otros movimientos sociales, organizaciones, redes y personas que no están dispuestos a aceptar el modelo suicida que se ha impuesto al mundo ni nuestra extinción como destino fatal. Debemos exigir por todos los medios a nuestro alcance ante el sistema de organismos internacionales de las Naciones Unidas: 1. Que la Cumbre RÍO+20 parta del análisis del estado de cumplimiento de los compromisos asumidos en la Agenda 21 y los Principios acordados en la Cumbre Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo de Río de 1992 y reiterados en la Conferencia de Johannesburgo. 2. Refutar la pretensión de sustituir el enfoque en torno al cumplimiento de los principios del desarrollo sostenible y de los objetivos de desarrollo del milenio por las nuevas tesis planteadas en torno a la “economía verde”. Rechazar este concepto y cualquier otra forma de explotación por parte del poder transnacional y exigir un abordaje multisectorial y multidimensional del enfrentamiento a la crisis. 3. Condenar la privatización de los recursos naturales y toda forma de mercantilización de la naturaleza. Reconocer y valorar la concepción integral de la vida de las culturas originarias y de los principios de solidaridad, igualdad, complementariedad y reciprocidad en que se basan alternativas como el Buen Vivir y otras, para la relación armónica con la naturaleza y la supervivencia de la especie humana. 4. Reconocer la urgencia de colocar la defensa de los derechos de nuestra especie y de la naturaleza como eje central de las negociaciones e instrumentos normativos internacionales en detrimento de los derechos del capital. Desde esa perspectiva, reconocer la necesidad de un tribunal penal sobre el ambiente. 5. Que se condenen las guerras, las políticas imperiales y la carrera armamentista como las mayores agresiones al medio ambiente y a la preservación de la especie humana, tanto por sus consecuencias directas como por los gastos incalculables que provocan. Estos recursos bien podrían utilizarse para solventar los principales retos sociales y medioambientales que enfrenta la humanidad. Que se denuncie el carácter suicida de los arsenales nucleares y se demande su eliminación y prohibición absoluta. 6. Que las autoridades públicas asuman como obligación principal aplicar un enfoque basado en los derechos de sustentabilidad, bienestar y progreso de la sociedad, y se reivindique la responsabilidad inexcusable de los gobiernos de proporcionar servicios esenciales para la vida a la totalidad de los ciudadanos. Que cambien radicalmente los indicadores de desarrollo y progreso para que tengan en cuenta los costos ambientales, la equidad social y el desarrollo humano. 7. Que se reconozca como imprescindible la transformación de los patrones de producción, consumo y distribución del ingreso. La búsqueda de acumulación creciente de ganancias y la orientación de la producción en función de la demanda solvente y no de la necesidad social, propia del sistema capitalista, no puede, ni podrá nunca, generar igualdad, eliminar la pobreza, ni garantizar un desarrollo armónico con la conservación del medio ambiente. La urgencia real de migrar hacia tecnologías no contaminantes no puede reducir los análisis a aspectos meramente tecnológicos. 8. Que el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas, reconocido en la Declaración de Río, se traduzca en reales mecanismos de financiación, flexibilidades y políticas de acceso a la tecnología y el conocimiento para los países más necesitados y en obligaciones ineludibles para los países industrializados. 9. Denunciar el cínico “discurso limpio” de las potencias del Norte que intentan hoy inculpar a los países del Sur mientras ocultan su responsabilidad histórica y presente en el atraso de las tecnologías de esos países y en la deformación de sus economías y favorecen las operaciones “sucias” de las transnacionales en el Sur. Las marcas y patentes “verdes” deben ser denunciadas como un renovado y peligroso mecanismo de reafirmación de la dominación hacia todos los países tecnológicamente dependientes. 10. Que la Cumbre se pronuncie por la imprescindible evaluación precautoria de las tecnologías según sus impactos sociales y ambientales. Debe gestarse con urgencia una Convención mundial para el control de tecnologías nuevas y emergentes, basada en el principio de precaución y la evaluación participativa. 11. Denunciar la llamada obsolescencia programada y que se favorezcan las tecnologías que atiendan a la máxima vida útil de los productos, beneficien la estandarización, la reparación, el reciclaje y un mínimo de desechos, de manera que se satisfagan las necesidades humanas con el menor costo ambiental. 12. Condenar el control del comercio mundial por las transnacionales y el papel de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en la imposición de acuerdos que legitiman la desigualdad y la exclusión e impiden el ejercicio de políticas públicas soberanas. Promover acciones concretas para lograr un intercambio comercial más justo, y en armonía con los requerimientos medioambientales. 13. Acordar medidas concretas para frenar la volatilidad de los precios de los alimentos y la especulación en los mercados de productos básicos, como medio indispensable para combatir el hambre y la pobreza. 14. Denunciar la compra masiva de tierras en países del Sur por parte de potencias extranjeras y multinacionales para explotar sus recursos naturales o dedicarlos a proyectos que comprometen el medio ambiente o el equilibrio de sus ecosistemas. 15. Promover un convenio marco para la responsabilidad ambiental y social de las empresas y legislaciones nacionales que condenen prácticas nocivas y abusivas de las mismas, teniendo en cuenta el carácter transnacional de sus operaciones. 16. Promover acciones de control sobre la publicidad comercial, la incitación al consumo desmedido y la creación de falsas necesidades, sobre todo los dirigidos a la infancia y la juventud, y establecer en cambio políticas de impulso a la publicidad de bien público, que constituya fuente de información y prácticas sustentables. 17. Que se realice un firme pronunciamiento en favor de orientar la educación y la ciencia en beneficio del desarrollo humano y no en función del mercado, basada en una nueva ética del consumo que, sin sacrificar lo esencial de las satisfacciones materiales, rechace los productos fruto de prácticas ecológicamente agresivas o del trabajo esclavo y de otras formas de explotación. 18. Promover la revisión y modificación del sistema de propiedad intelectual vigente, a la luz de las negociaciones medioambientales, la agenda de lucha contra el cambio climático y los derechos humanos, de modo que pueda facilitarse la transferencia de tecnologías y conocimientos prácticos ambientalmente sanos, o el acceso a ellos. 19. Exigir a la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) como organización del sistema de Naciones Unidas, que enfrente la urgente necesidad de un cambio de paradigma en torno a la investigación científica internacional y el conocimiento, de manera que, dejando a un lado los mecanismos de mercado, fomente la necesaria colaboración, la investigación coordinada y la difusión y aplicación de sus resultados a gran escala. Que se implementen por esta organización los mecanismos necesarios para propiciar en el menor tiempo posible una transición energética efectiva y las medidas de mitigación del cambio climático. 20. Que se promueva una reevaluación integral del sistema de gobernanza ambiental existente, que ha demostrado ser incapaz de frenar la catástrofe ecológica, y se sienten las bases de uno nuevo, inclusivo, auténticamente democrático y participativo, que se dirija a las causas profundas de la crisis, y sea capaz de promover soluciones reales a estos problemas para las actuales y futuras generaciones. Generar un nuevo Contrato Social en nuestros países y a escala internacional. ALAI, América Latina en Movimiento 2012-06-15 |
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![]() | «la lógica de una decisión de verter los residuos tóxicos en África es una lógica impecable. Es preciso contaminar los países menos... | ![]() | |
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