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ECONOMÍA DEL CUIDAD: Punto de partida para la reducción de la desigualdad de género La desigualdad se ha convertido en uno de los principales desafíos que deben afrontar todos los países del mundo sin excepción alguna. Según una analogía utilizada por José Antonio Ocampo, la desigualdad puede considerarse una pandemia, toda vez que el 76% de la población vive en países donde dicha realidad ha aumentado durante las tres últimas décadas. En relación a Colombia, el diagnóstico no es positivo en la medida en que el país ha llegado a ser el más desigual de América latina y cuarto en el mundo. Ante el panorama presentado, es pertinente preguntarse cuáles han sido las causas del fenómeno en cuestión. Dando respuesta al interrogante planteado, ‘‘la desigualdad no es natural, sino que es el futo de una pacto social. Es decir, es un producto de la historia y no un elemento natural e inherente a la economía’’ (Ocampo; 2012). En ese sentido, las construcciones sociales, políticas, económicas y culturales que han sido creadas durante la historia de la humanidad son las determinantes de la desigualdad. Bajo esa lógica es necesario tener en cuenta que las construcciones recién mencionadas se sustentan en un modelo económico que sirve de catalizador. Es decir, el pensamiento económico materializado en el modo de producción permite expandir y contraer todas las construcciones históricas que crea la sociedad; en este caso en particular, la economía no genera desigualdad pero si es un instrumento que permite ahondarla o erradicarla. Por otro lado, también es indispensable tener en cuenta que la desigualdad tiene diferentes manifestaciones, siendo la de género una de las más significativas y posicionadas en la sociedad. En Colombia en particular, la diferencia entre hombres y mujeres ha trascendido el ámbito biológico hasta un entorno socioeconómico, en donde las posibilidades de progreso de las personas están altamente condicionadas por el hecho de ser hombre o mujer. Teniendo en cuenta las consideraciones presentadas, el propósito del presente artículo es abordar la desigualdad de género en Colombia desde una perspectiva económica. De esa forma, en cumplimiento del fin propuesto, el estudio de la economía del cuidado será el sustento y hoja de ruta del análisis, permitiendo así la generación de insumos para avanzar hacia la construcción de un modelo de desarrollo capaz de combatir efectivamente la desigualdad de género en el país. Economía del cuidado: un concepto de avanzada ‘‘El término economía del cuidado se ha difundido de manera relativamente reciente para referir a un espacio bastante indefinido de bienes, servicios, actividades, relaciones y valores relativos a las necesidades más básicas y relevantes para la existencia y reproducción de las personas en las sociedades en que viven’’. (CEPAL; 2005). Según Óscar Rodríguez, la sociedad se compone de tres órdenes: político, económico y doméstico. De esa forma, la economía del cuidado enfatiza la relación de interdependencia entre el orden económico y doméstico, en la medida en que el funcionamiento de la economía de un país depende de la protección y cuidado brindado en el hogar (órden doméstico), mientras este último necesita para su sostenibilidad los productos hechos dentro de las dinámicas económicas (órden económico). ‘‘asociarle al término cuidado el concepto economía implica concentrarse en aquellos aspectos de este espacio que generan, o contribuyen a generar valor económico. Es decir, lo que particularmente importa de la economía del cuidado es la relación que existe entre la manera en que las ciudades organizan el cuidado de sus miembros y el funcionamiento del sistema económico.’’ (Rodríguez 2005) El surgimiento del concepto responde a una realidad latente en todas las latitudes, asociada a la especialización de actividades llevadas a cabo en los hogares y las cargas de tiempo, esfuerzo y demás, asumidas por hombres y mujeres. Históricamente, al interior de los hogares, las mujeres se han encargado de las tareas domésticas, mientras los hombres son responsables de proveer es sustento. En ese orden de ideas, la labor de la mujer se concentra en la preservación del hogar y el hombre se encarga de su sostenimiento. A primera vista, independientemente de qué actividad es mejor o peor, se supondría una equidad de cargas; la mujer únicamente trabaja en el hogar y garantiza el alimento, aseo y cuidado de niños y, el hombre por su parte trabaja dentro del circuito económico para proveer los medios de pago necesarios para sostener su familia. Sin embargo, la equidad de cargas se rompe una vez las mujeres ingresan al mercado de trabajo, creando una dinámica en la cual el género femenino trabaja el doble porque el hecho de tener un trabajo no implica dejar de responder por las labores del hogar. A partir este momento se configura una de las categorías que componen la desigualdad de género. ¿Qué importancia tiene la economía del cuidado dentro de la sociedad? Actualmente en Colombia las oportunidades de empleo, los niveles salariales, las oportunidades de estudio, entre otros, varían significativamente entre hombres y mujeres. Por ejemplo, según el DANE, en el trimestre de junio – agosto de 2012, la tasa de participación de los hombres en el mercado laboral a nivel nacional es de 75,4%, mientras las mujeres representan únicamente 54,4%. Según las mismas cifras y fuente, la tasa de ocupación de los hombres asciende a 69,6% mientras la de las mujeres es 47,1%. Por consiguiente, la tasa de desempleo en hombres es de 7,7% y la de las mujeres es 13,5%. En términos de educación, en preescolar y básica primaria los hombres tienen más participación representando el 51,4% y 52,1% respectivamente del total de estudiantes, mientras el porcentaje de las mujeres muestra una participación de 48,6% y 47,9% respectivamente. Aun así, es necesario decir que en educación media y profesional son más mujeres que hombres. En términos salariales, según Ana María Ibáñez, Colombia registra brechas entre hombres y mujeres, haciendo que sean los segundos quienes generan más ingresos propios. Reforzando aún más el problema, en el país una mujer embarazada recibe en promedio 9% menos salario que una mujer no embarazada. En relación a las horas de trabajo remunerado (mercado de trabajo), los hombres trabajan 43 horas y las mujeres 40, mientras en trabajo no remunerado (labores del hogar) la relación es 13 horas de trabajo para los hombres y 37 horas de trabajo para las mujeres. Teniendo en cuenta las cifras que evidencian las disparidades entre hombres y mujeres en Colombia, se puede afirmar que la inserción de la economía del cuidado dentro del ordenamiento político, económico y cultural de la sociedad es sinónimo de lucha contra la desigualdad. Es precisamente a partir de esta premisa que se desarrolla la importancia de la economía del cuidado en la sociedad. En la medida en que el país adquiera conciencia acerca de la necesidad de igualar en oportunidades a hombres y mujeres, se podrá insertar la sociedad en una senda de desarrollo. En ese orden de ideas, la importancia de la economía del cuidado radica en que permite generar dos efectos dentro de la sociedad. Por un lado se garantiza el empoderamiento de las mujeres para que su desarrollo integral no se vea limitado por el hecho de ser mujer. Por otro lado, dentro de la sociedad se posiciona un sentimiento colectivo de reconocimiento a la labor que permite la preservación del ser humano. Valga la aclaración, dicho reconocimiento no está direccionado a legitimar y fortalecer un rol impuesto a la mujer que implica su especialización a las tareas del hogar, sino que busca generar corresponsabilidad entre hombres y mujeres, permitiendo así que las segundas se desvinculen a voluntad y en cierta proporción de las labores de cuidado, mientras los hombres se apersonan de su deber dentro del hogar, asumiendo así parte de las tareas domésticas. Dicho comportamiento permite liberar el exceso de cargas de las mujeres y de esa forma equilibrar la cantidad de trabajo remunerado y no remunerado. Implicaciones macroeconómicas de la economía del cuidado En términos macroeconómicos, el hecho que los individuos generen ingresos que les permita superar la economía de subsistencia e ingresar en la economía de consumo, implica una dinámica de aumento de la propensión marginal a ahorrar y disminución de la propensión marginal a consumir. En ese sentido, el ahorro interno posteriormente se convertirá en inversión estimulando así la producción, el empleo y la dinamización de la economía. Ahora bien, Colombia tiene un problema estructural de generación de ingresos, toda vez que la tasa de desempleo en Agosto de 2012 es de 9,7% pero la pobreza cubre la mitad de la población y la informalidad asciende cerca del 70%. Ese diagnóstico significa que en el país, siguiendo la economía ortodoxa, aunque haya empleos, las condiciones laborales son precarias, constituyendo así un modelo de paliación de la pobreza en vez de lucha contra la misma. Ante ese panorama, la economía del cuidado adopta un papel estabilizador de la economía y corrector de las desigualdades existentes. Según Carlos Lemoine, se estima que la economía crecería un 20% con la participación de las mujeres dentro del circuito económico. Así mismo, el citado autor afirma que la presencia equilibrada de hombres y mujeres en las empresas genera más eficiencia y productividad. Por ejemplo, de acuerdo a Nedereh Chamlou, economista en jefe para la mujer del Banco Mundial, el 20% de la productividad en Estados Unidos es atribuida a 50 años de avances en equidad e igualdad de género. En ese sentido, la inclusión de la economía del cuidado, macroeconómicamente representa una expansión económica impulsada por una masa de trabajo femenina que consume, ahorra, invierte, demanda empleo, oferta empleo y optimiza procesos. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que dicho proceso debe ir acompañado de una reestructuración en el mercado laboral que permita utilizar un modelo que contrario al pensamiento económico clásico (menores salarios, más empleo) genere una dinámica de dignificación del empleo y eliminación de restricciones a las mujeres para emplearse. La importancia de la dignificación del empleo radica en que si las condiciones son precarizar, las mujeres no tienen incentivos para emplearse, aumentando así la masa de desempleados y privando a la economía de los aportes que las mujeres pueden dar en mejor condiciones que los hombres. De hecho, Nedereh Chamlou ha afirmado que de acuerdo a los estudios del Banco Mundial, en la actual crisis europea, los países que peor están se caracterizan por tener los menores niveles de participación femenina en el mercado de trabajo; evidentemente no es el único determinante de su situación pero si impacta significativamente. Reflexiones finales La economía del cuidado es el instrumento que permite incluir a las mujeres, garantizarles oportunidades dentro de la sociedad y de esa forma reconocer su labor como garantes de la reproducción social. Avanzar en ese proceso no solo permite equilibrar las cargas de trabajo (remunerado y no remunerado) entre hombres y mujeres; también da la posibilidad de romper con el esquema de especialización femenina en trabajos domésticos e incluir a los hombres en las labores del hogar. Por otro lado, la economía del cuidado permite estimular la economía y de esa forma crear una base de trabajo que amortigüe los efectos de las eventuales crisis y garantice la optimización de los procesos en los diferentes sectores económicos. Es un avance para el crecimiento aumentando el PIB y para el desarrollo mejorando el bienestar del conjunto de la sociedad. Por último, la economía del cuidado, representa un potencializador de la lucha contra la desigualdad de género y es un instrumento de avanzada que permite reducir la pobreza del país. Es necesario tener en cuenta que las políticas progresivas conducentes a la generación de desarrollo deben incluir la economía del cuidado y en esa medida fortalecer el rol de las mujeres dentro del entramado social. ‘‘para consolidar la igualdad de género es necesario empoderar a las mujeres a través de instrumentos como la economía del cuidado, en vez de marginalizar y subestimar su potencial a través de las políticas de discriminación positiva (véase ley de cuotas)’’ Autor: Jairo Alexander Neira Sánchez Carrera: Gobierno y Relaciones Internacionales Semestre: Octavo Celular: 3017214867 Contacto: jairoalex334@hotmail.com ; Jairo.neira@est.uexternado.edu.co ; @jairoalneira BIBLIOGRAFÍA: Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE); ‘‘Magazín de la gestión estadística’’. Edición especial. Bogotá, diciembre de 2012. Rodríguez Enríquez, Corina. ‘‘Economía del cuidado, equidad de género y nuevo orden económico internacional’’. En publicación: Del Sur hacia el Norte: Economía política del orden económico internacional emergente. Giron, Alicia; Correa, Eugenia. CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Buenos Aires. Octubre. 2007. ISBN 978-987-1183-78-4. Disponible en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/sursur/giron_correa/22RodriguezE.pdf Rodríguez, Óscar; ‘‘¿crisis de regulación o crisis de la intermediación en el sistema general de seguridad social en salud?’’. Cuadernos de Doctorado, Universidad Externado, Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales. Bogotá, octubre 20 de 2011. Seminario Internacional ‘‘Bases para un desarrollo con equidad. Para el crecimiento económico y el desarrollo social se requiere equidad’’. Hotel Tequendama, Julio de 2012. |