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V ![]() ------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------ de la Universidad Metropolitana La Gerencia Privada y el Estado Empresario en Venezuela Enrique Viloria Vera Decano de Estudios de Postgrado Universidad Metropolitana Resumen Con la finalidad de analizar los aspectos más relevantes que incidieron y conformaron la Gerencia Venezolana durante el Siglo XX, en el presente trabajo se estudian tanto los factores y características que asumió el sector privado y el Estado empresario en Venezuela. Igualmente, a la luz de los análisis efectuados y de los aspectos relevantes y específicos de la gerencia privada y pública venezolana se formula un conjunto de conclusiones que sintetizan lo que, en nuestro criterio, han sido los asuntos más significativos del acontecer gerencial de la Venezuela del siglo XX. Palabras claves: gerencia, economía, exportaciones, petróleo, finanzas. Tomado de: http://ares.unimet.edu.ve/academic/revista/anales1.1.2001/documentos/viloria2.doc Introducción El desarrollo de la gerencia corre parejo con el crecimiento de la economía. Esta afirmación inicial nos lleva a confirmar que la emergencia y consolidación de la gerencia venezolana son el resultado del crecimiento y diversificación de nuestro aparato productivo. En el presente estudio, vamos entonces a referirnos a dos dimensiones fundamentales del acontecer del siglo XX económico venezolano: la consolidación del sector privado nacional y el crecimiento del sector empresarial público, el Estado empresario, para luego formular algunas conclusiones generales acerca de la influencia de estas dos realidades económicas sobre la gerencia venezolana. 1. La consolidación del sector privado nacional El origen, desarrollo y consolidación del sector privado nacional han corrido parejos con la evolución de la economía venezolana. Y no podía ser de otra manera. En efecto, los inversionistas y empresarios fueron progresivamente aprovechando las posibilidades que ofrecía una economía en constante crecimiento y en franca expansión. Veamos, sucintamente, cómo se ha producido la constitución y emergencia de un importante sector empresarial privado en Venezuela. Advertimos, sin embargo, que la evolución que vamos a analizar es aquella que ha propiciado la aparición de la Gran Empresa en Venezuela, es decir, de aquellos grupos empresariales que controlan importantes sectores de la vida económica nacional. En un primer momento, la explotación agrícola condiciona la emergencia de grupos empresariales vinculados directamente con la Venezuela del agro. En este sentido, los primeros núcleos empresariales venezolanos se dedican a explotar algunos renglones agrícolas que eran apreciados en los mercados internacionales y en el propio país. Esta es la época de la Venezuela pre-petrolera, cuya economía se nutría básicamente de la colocación en los mercados foráneos del café y del cacao, fuente fundamental de ingresos en la Venezuela de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Sin embargo, con el descubrimiento y la explotación del petróleo la estructura del país sufre una profunda transformación. Con la emergencia de la explotación petrolera se sientan las bases para el paso de una Venezuela rural a una urbana, de una Venezuela agrícola a una industrial. Los empresarios nacionales comienzan a tomar conciencia de la necesidad de aprovechar las posibilidades de inversión que ofrece esta nueva situación signada por la importancia del ingreso petrolero en la vida venezolana y por la modernización y el cambio de las pautas de consumo de un país que se organiza a pasos acelerados. De esta forma, comienza a constituirse en Venezuela un importante sector empresarial vinculado con la actividad comercial. La actividad básica consiste en la importación y distribución en el país de bienes producidos en el exterior. El país asiste así a la multiplicación de firmas que ejercían como casas importadoras la representación de empresas extranjeras y, en muchos casos, poseían también la exclusividad para la distribución y venta de productos elaborados en otras latitudes. Todo esto produce la emergencia de una importante red de importadores y comerciantes que vive a expensas de las ganancias generadas por una actitud improductiva y apoyada en pautas y patrones de consumo extraños a la idiosincrasia nacional. Por otra parte, ya hemos dicho que la explotación del petróleo motivó una franca emigración rural hacia las ciudades. Venezuela inicia, en este período de los años 30, el proceso que ha de conducirla a la hoy evidente urbanización distorsionada. Este proceso de urbanización acelerada del país, unido a otras condiciones económico-sociales, abre un nuevo campo de inversión para los sectores empresariales: la construcción de viviendas y la inevitable especulación en bienes raíces. Planteadas así las cosas, se puede observar que para los años 30 y 40 el sector empresarial privado se va moldeando de acuerdo con las exigencias de un país que no sabía qué hacer con los ingresos provenientes de la explotación del petróleo. En este período se experimenta una franca expansión de actividades especulativas tanto en el comercio como en la industria de la construcción y la venta de bienes raíces, y una evidente declinación de las actividades vinculadas con la explotación del agro venezolano. En esta evolución que venimos comentando, nos parece importante señalar la aparición de un sector financiero que con el tiempo se convertiría en uno de los sectores donde la participación de los particulares se aprecia con especial énfasis. Tanto el comercio como la construcción necesitaban los recursos con los cuales financiar su expansión. Esta situación dio origen al surgimiento de bancos comerciales que, en un primer momento, atendieron los requerimientos de las crecientes actividades mercantiles. Estas instituciones bancarias (el Banco de Venezuela, el Banco Unión, el Banco Caracas, etc.) tenían como cometido inicial el financiamiento de las actividades vinculadas con el consumo y la importación de bienes para un mercado en franco crecimiento. Posteriormente, la importancia creciente de los negocios en el ramo de la construcción y la venta de bienes raíces obligaron a los bancos comerciales a diversificar sus áreas de trabajo, dando así origen a la aparición de los bancos hipotecarios. Finalmente, en el curso de la evolución que venimos comentando, el gran impulso para la consolidación de un importante sector privado nacional fue dado por el proceso de industrialización. A continuación, comentaremos en detalle los aspectos más relevantes relacionados con el proceso de industrialización de carácter sustitutivo que emprendió Venezuela después de los años 40, y que sirvió de base para la diversificación de nuestro aparato productivo y para la consolidación final del sector privado nacional. * Los inicios El proceso de industrialización venezolano, a semejanza de lo acontecido en otros países del área latinoamericana, fue el resultado de una situación de carestía típica del período que se inicia con la Segunda Guerra Mundial. En efecto, antes de la conflagración mundial donde se vieron inmersos los países industrializados de la época, Venezuela no poseía un sector manufacturero importante. Luis Ugalde y Juan Carlos Navarro sostienen que, hasta 1940, apenas se puede hablar de industrias manufactureras modernas, ya que sólo tienen cierto relieve las industrias alimenticias y de bebidas, junto con algunas textileras y otras industrias vinculadas con la construcción, como las fábricas de cemento. Así, en las primeras cuatro décadas del siglo XX, Venezuela presenta una lenta transición de la artesanía a las formas de una incipiente, pequeña y mediana industria. La industria manufacturera existe escasamente en el país; es sólo hacia los años finales de la década de los 30 cuando se comienzan a dar los primeros pasos del proceso de industrialización nacional. El proceso de industrialización, en sus inicios, se encuentra estrechamente vinculado a las serias dificultades de abastecimiento de productos manufacturados importados que produjo a la Segunda Guerra Mundial. Como respuesta a estas dificultades y restricciones se comienzan a producir determinados bienes en el país, se desarrollan ramas industriales nuevas como la metalmecánica, la fundición, la misma industria farmacéutica y algunas otras particularmente del sector alimenticio. Las circunstancias permiten un desarrollo industrial más fuerte que el agrícola que ayuda a resolver la escasez de bienes provocada por la falta de importaciones. La década de 1940 a 1950 marca el inicio de la industrialización venezolana en condiciones bastante sui-géneris. Se hace perentorio comenzar a producir en el país determinados bienes que antes procedían de mercados foráneos. Del taller artesanal y de la pequeña industria, había que pasar al taller manufacturero y a la industria de carácter capitalista; a estos fines se utilizó intensivamente el exiguo equipo con que contaba el país y se recurrió a la materia prima nacional. Esta primera experiencia industrializadora, que puede ser definida como la de un espontáneo desarrollo hacia adentro, tuvo una vigencia limitada ya que en 1945, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, y ante una nueva situación favorable (recuperación de las economías de los países industrializados y nuevo auge de la entrada de divisas por concepto del petróleo), se comenzó otra vez a importar del exterior bienes de consumo masivo, en lugar de promover una decidida política industrializadora. En este primer período inicial se firma el tratado de Reciprocidad Comercial con el Gobierno de los Estados Unidos(*). Con la firma de este convenio se agudiza la dependencia del país frente a las importaciones, ya que el tratado brindaba a los productores norteamericanos la posibilidad de exportar casi doscientas partidas arancelarias relacionadas con las industrias tradicionales y con la de bienes intermedios. * Una década de franca importación En la década de 1950 a 1960, la explotación intensiva del petróleo y sus consecuencias en el ingreso fiscal, así como la normalización del comercio internacional, van a producir efectos innegables en el desarrollo industrial venezolano. El petróleo se afianza como factor dinámico de la economía venezolana; el gobierno se convierte en el mayor perceptor de la renta que origina la actividad petrolera y el Estado se va transformando en el motor de proceso económico nacional mediante la orientación del gasto y del crédito público, y de la utilización de las divisas que genera el sector petrolero. Por otra parte, la plena vigencia del Tratado de Reciprocidad Comercial con los E.E.U.U. -habida cuenta de la exclusión de ciertos renglones del mismo debido a la presión de los industriales venezolanos- va a producir una grave distorsión en el proceso industrial venezolano. En efecto, el mercado nacional permaneció abierto, con las bajas tarifas arancelarias convenidas en el tratado referido, a los productos manufacturados provenientes de los mercados foráneos. En este período de 1950 a 1960 se opera un cambio fundamental en el proceso industrial venezolano. Recordemos que en la década anterior (1940-1950), las dificultades de abastecimiento orientaron la actividad industrial, originando un proceso de crecimiento hacia adentro que implicó la plena utilización de recursos, equipos y materia prima nacional. En la década del 50 al 60, el proceso industrial adquiere otro carácter: la eliminación de los obstáculos para la importación, así como la alta disponibilidad de divisas que engendra la actividad petrolera, impusieron un rumbo distinto a la industrialización; ésta dependía de los mercados foráneos; por un lado, la importación de bienes manufacturados era la norma fundamental y, por otro, la producción nacional se realizaba dentro de un marco que estimulaba la adquisición de maquinarias e insumos en el exterior, en virtud de la casi total exoneración de derechos aduaneros. En síntesis, se puede señalar que este período (1950-1960) se caracteriza por una alta importación de productos manufacturados y por la creación de nuevas industrias que importaban, a su vez, la maquinaria y el equipo para producir en el país. La consecuencia lógica de esta situación fue la proliferación de empresas de importación que gestionaban la entrada de productos e insumos para la producción, amparadas en una favorable política arancelaria. (*) Este tratado fue denunciado durante el primer gobierno de Rafael Caldera, es decir, ya no tiene vigencia * La sustitución de importaciones Ahora bien, no es sino en 1958, con el derrocamiento de la dictadura y con el advenimiento del régimen democrático, que se plantea de manera decisiva la necesidad de establecer una serie de principios y de normas de política industrial que orientasen el desarrollo del sector industrial. Se comienza a hablar de la necesidad de sustituir las importaciones, es decir, producir en el país aquellos bienes que se venían importando. En la década del 60, hay un cambio notable caracterizado por la toma de conciencia del país con respecto a la necesidad de acometer el proceso de industrialización. Venezuela, hasta entonces un país fundamentalmente minero y comercial, se da cuenta de que no podía continuar en esa vía, de que si proseguíamos consumiendo los recursos del petróleo, al acabarse éste, el crecimiento se detendría bruscamente por lo que había que buscar alternativas para promover una economía diversificada y autónoma de la riqueza petrolera que pudiera reemplazar en el momento de su declinación. Por su parte, Ugalde y Navarro, precisando las razones que condujeron a la formulación de una política de industrialización sustitutiva, señalan que “el país necesitaba la industrialización, para evitar la cuantiosa salida de divisas en pago de las importaciones; para generar numerosos puestos de trabajo y combatir así el desempleo y subempleo, para independizar al país del extranjero con la creación de producción manufacturera propia”. Así, a partir de 1960, se inició en el país el llamado proceso de sustitución de importaciones. Se pretendía incrementar la producción de bienes de consumo no duradero (alimentos, jabones, cigarrillos, etc); comenzar a producir nuevos bienes de consumo duradero (artefactos eléctricos, automóviles, etc.) y acometer la creación de una importante industria de bienes de capital o intermedios (maquinaria, equipo, insumos industriales en general). Para impulsar esta nueva etapa de importaciones se adopta un conjunto de medidas: se establece una política de exoneración de impuestos aduaneros a la importación de productos dirigidos a la industria (máquinas, equipos, materia prima, etc.); se otorgan terrenos a bajo precio para la creación de parques industriales; se reducen o se exoneran impuestos; se establece el plan de arrendamiento de activos fijos con opción de compra; el Estado concede créditos y avales a los inversionistas y, en general, se adopta una política de protección de la industria nacional dirigida a gravar los productos importados y a propiciar el “compre venezolano”. Esta política proteccionista provoca una fuerte movilización, tanto del sector privado interno como del internacional, que buscaban aprovechar las posibilidades que ofrecía la nueva política sustitutiva. Las firmas extranjeras, sobre todo, sacan provecho de esta nueva coyuntura y en vez de continuar exportando sus productos, localizan nuevas plantas industriales destinadas a producir internamente el producto que antes exportaban, y para ello, utilizan todas las ventajas que ofrecía la política de sustitución de importaciones. Comentando esta situación, Ugalde y Navarro sostienen que “desde el lado de las transnacionales se vio esta política como una oportunidad para exportar a Venezuela no sólo los productos sino las plantas industriales como filiales de las matrices extranjeras. Las transnacionales se beneficiarán de las facilidades arancelarias, exoneraciones y estímulos ofrecidos por el gobierno para vender al país las plantas, las maquinarias, alquilar a precios altísimos las patentes, el personal directivo y cierto capital. Todo este paquete instalado en el país, constituía para ellas, por una parte, una fuente permanente de divisas que remesaban a su país de origen y, por otra parte, esta filial se convertía en compradora permanente y en importadora de materia prima, bienes de capital y productos semi-elaborados que recibirían el último toque en la industria instalada en Venezuela. De esta manera, no se redujeron las importaciones, sino que se incrementaron aunque ahora no fuera de productos finales, sino de productos semi-acabados. El ejemplo típico de esta situación, lo constituye la industria automotriz, ya no se importa el vehículo terminado, sino que se traen al país las diferentes piezas (productos semi-elaborados) para ser montados y producir el bien final, es decir, que en este y en tantos otros casos, más que de industrialización se puede hablar de ensamblaje o montaje de partes”. Esta política de sustitución de importaciones sin duda alguna arrojó resultados positivos. En efecto, el país es menos dependiente de la importación de bienes manufacturados. Sin embargo, Venezuela se ha hecho, progresivamente, más dependiente de la importación de bienes intermedios y de capital (maquinarias, equipos y partes industriales); manteniéndose así el carácter importador de nuestra industrialización. |