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1) Qué se expresa en los movimientos cíclicos que caracterizan a la economía argentina desde mediados de la década de 1940 hasta mediados de la de 1970, incluyendo la cuestión del grado de unidad entre sus fases contrapuestas, según Braun, Diamand e Iñigo Carrera. De considerar relevante el punto de vista de otros autores al respecto, incorpórelos al análisis. Discuta y exponga sus propias conclusiones. Para comenzar, voy a describir brevemente cómo se fueron desarrollando los ciclos económicos en la Argentina desde mediados de 1940 hasta mediados de 1970 y luego expondré las descripciones de cada uno de los autores y sus contrastaciones. Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, que generó un incremento masivo de la demanda de bienes a nivel mundial, provocó en nuestro país un desorbitado aumento de la producción de bienes agrícolas seguido de un proceso de sustitución de importaciones, el cual generó el desarrollo de algunas industrias locales. De esta manera se produjo un fuerte incremento en la tasa de ganancia y en la acumulación de capitales en el país. A partir de los 60, las economías extranjeras, principalmente europeas, tuvieron un restablecimiento económico, lo cual generó la disminución de la demanda, provocando una fuerte disminución de la renta de la tierra y desarrollando una fase descendente en el ciclo económico argentino. A mediados de los 60 el ciclo económico se mantuvo en su fase ascendente, hasta llegar a la crisis mundial del 73, en donde la demanda internacional disminuyó y de esta manera se comenzó nuevamente una fase descendente. A continuación se detallará la explicación de cada uno de los autores, con respecto a los ciclos económicos que se fueron desarrollando en la Argentina entre mediados de los 40 y mediados de los 70. Oscar Braun determina en la economía argentina un conjunto de características que las considera como esenciales: un volumen fijo de producción agropecuaria, una demanda interna de productos agropecuarios insensibles a las variaciones de los precios relativos (pero de elasticidad mayor que cero respecto a cambios en el ingreso y sensible a cambios en la distribución del ingreso), una demanda de importaciones inelástica con respecto a cambios en los precios relativos, y de elasticidad elevada con respecto a variaciones en el volumen de la producción industrial, exportaciones compuestas exclusivamente de productos no industriales. Basándose en estas características, Braun desarrolla el análisis de los ciclos económicos en la Argentina y sus respectivas fases. Plantea que la fase ascendente del ciclo económico se caracteriza por un marcado deterioro de la balanza de pagos, lo cual es consecuencia de un aumento en el volumen de la producción industrial y de haberse reducido las exportaciones a raíz del aumento de la demanda interna de productos agropecuarios producto del aumento del nivel de ingresos y del salario real. Esta fase ascendente culmina al producirse un déficit fiscal en la balanza de pagos, en el momento en el que el Banco Central agota su reserva de divisas, lo cual es consecuencia del exceso de importaciones con respecto a las exportaciones, teniendo que realizar un plan de estabilización que incluye la aplicación de políticas monetarias y fiscales restrictivas y de una devaluación, esto último conlleva al incremento de los precios de los productos agropecuarios de exportación y los precios de los productos industriales que utilizan insumos importados, los cuales aumentan de forma mayor que los anteriores. Braun señala que el aumento de los precios favorece a los productores y desfavorece a los asalariados, quienes si bien tienen un aumento de los salarios nominales, tienen una disminución de los salarios reales. Por otro lado la política de estabilización lleva a reducir el gasto público y la emisión monetaria. La disminución del salario real lleva a una caída en la demanda global, lo cual reduce la actividad industrial y a raíz de ello la inversión en el país. La disminución en el consumo de productos agropecuarios por parte de los asalariados incrementará los saldos exportables y la disminución del consumo por parte de estos, de los bienes importados, provocarán un efecto positivo en la balanza de pagos, lo cual da lugar al comienzo de un nuevo ciclo ascendente. Braun plantea que este análisis deja de lado una gran cantidad de variables que son factores significativos en la conformación de las fases de los ciclos económicos. A su vez Braun estudia el crecimiento secular de la economía Argentina, en donde destaca que en el largo plazo la producción agrícola crece y que parte de las importaciones inducidas por un crecimiento de la demanda interna pueden sustituirse por producción local, destacando que una combinación adecuada de medidas de política económica puede favorecer un aumento en las exportaciones de productos industriales. Braun señala las interrelaciones entre los movimientos seculares y los movimientos cíclicos de la economía, en donde destaca que el proceso inflacionario dificulta la determinación exacta de la rentabilidad de inversiones que maduran en un largo plazo, mediante esto tampoco se puede prever la rentabilidad de las exportaciones, a su vez la inflación traba el funcionamiento de los mercados monetarios y reduce el flujo de fondos disponibles para préstamos a largo plazo y por último los altos precios y otras trabas impuestas a las importaciones a fin de proteger la balanza de pagos, determinan una disminución en la eficiencia con que se produce internamente y un aumento en los costos relativamente a los costos externos. Braun plantea que a partir de 1967 se comienza aplicar un programa que destaca el “estrangulamiento externo” que es la consecuencia inmediata y directa del carácter “monopolista y dependiente” con el que opera el capitalismo en la Argentina y el cual constituye un freno exterior a la expansión de las fuerzas productivas del trabajo social. En este sentido, el hecho decisivo y fundamental para entender tanto el mencionado freno a las fuerzas productivas, como así también el comportamiento cíclico de la economía Argentina, según Braun, son las trabas impuestas por los países “imperialistas” a las exportaciones de los países “dependientes” como la Argentina. De esta manera el abastecimiento de divisas necesario para permitir un crecimiento sostenido de la economía, es acotado por estas trabas de los países imperialistas y por el giro de utilidades, remesas e intereses hecho, por los capitales extranjeros, desde el ámbito nacional hacia el exterior. Marcelo Diamand comienza planteando que el sector industrial argentino no contribuye a la obtención de las divisas que necesita para su crecimiento, sino que éstas quedan a cargo del sector agropecuario,en donde el principio de la sustitución de importaciones hace que la industria contribuya a mantener equilibrada la balanza de pagos ahorrando divisas. Pero luego el proceso sustitutivo se hace más lento, llegando a neutralizar el incremento de importaciones que trae el progreso tecnológico por la incorporación de nuevos productos. A raíz de esto se desarrolla una serie de divergencias entre el crecimiento del sector del sector industrial y el crecimiento del sector agropecuario, el cual es mucho más lento, siendo el primero consumidor de divisas y el segundo su proveedor. Como consecuencia de esta divergencia, se produce la crisis de la balanza de pagos, donde enfatiza Diamand que constituye el principal limitador de crecimiento del país. De esta manera la expansión de la producción interna, cada vez que se produce, hace crecer las importaciones. Una vez que se agotan las reservas, el país se ve forzado a una devaluación. Para el autor, esta resulta del desequilibrio existente en la estructura productiva, como consecuencia de esta divergencia y el abastecimiento de divisas. Según Diamand el abastencimiento de divisas del país, surge como consecuencia de un dificultoso acceso al crédito y a una falta de mercado de capitales por parte de las empresas locales, procediendo al crédito y a la entrada de capitales extranjeros. Mediante el ingreso de estas divisas se financian indirectamente las importaciones y los demás gastos corrientes del país, compensando el déficit externo, el cual también se compensa con préstamos al extranjero. Una vez que se limite este préstamo, debido a la incapacidad de pago, se procederá a una fuga de capitales y a una correspondiente devaluación de la moneda, llevando al ciclo económico a un momento de crisis. Tras la devaluación, Diamand analiza sus efectos, en donde plantea que se incrementa la exportación de los productos industriales locales y a consecuencia del encarecimiento de los productos importados, su demanda disminuye, llevando a que los mismos sean sustituidos por la producción nacional. Ahora bien el autor asegura que en la Argentina el precio de los productos industriales está demasiado alejado del nivel internacional para que una devaluación provoque un aumento importante de las exportaciones de manufacturas, recalcando que se produce en la Argentina un equilibrio externo distinto al teórico, mediante el cual un encarecimiento de todos los productos importados, conlleva al aumento de la producción de bienes tanto exportables como para el mercado interno y trae aparejada un proceso inflacionario el cual Diamand llama “inflación cambiaria” y que no es producto del exceso de demanda con respecto a la oferta. Esta suba generalizada de los precios, trae como consecuencia la disminución de los salarios reales. A partir de esta “inflación cambiaria” se produce el restablecimiento del equilibrio externo, al disminuir la actividad interna. Diamand sostiene que la sobreelevación de los precios industriales argentinos sobre el nivel internacional no se debe a una productividad industrial particularmente baja, sino que se debe a la menor productividad relativa de la industria argentina frente al agro argentino. De esta manera, afirma que el hecho de que el tipo de cambio esté fijado en base al sector más productivo se convierte en el determinante central de la falta de exportaciones industriales e inicia la cadena de acontecimientos que culmina con las crisis y con el estancamiento argentino y asegura que debería existir un tipo de cambio diferenciado. A su vez plantea que se produce una asignación ineficiente de recursos, al coexistir un sector industrial de productividad relativa menor con un sector primario más productivo, destacando a la división internacional del trabajo y calificando de ineficiente a la estructura industrial argentina. Inigo Carrera plantea que los ciclos responden a las fluctuaciones en la masa de renta diferencial de la tierra que ingresa al ámbito nacional. En esta perspectiva, en el momento en que la masa de renta se expande el ciclo económico exhibe su fase ascendente debido a que se incrementan las formas de apropiación por parte del capital industrial (sea nacional o extranjero) que opera para el mercado interno. En cambio, en el momento en que la renta se contrae el ciclo económico entra en su fase descendente. De esta manera, desde mediado de los años 40, en donde se había producido un incremento de la renta del agro, producto del aumento de la de demanda mundial como consecuencia del fin de la guerra, hasta mediados de los años 70 donde la escala del proceso nacional de acumulación tiene un límite específico en la magnitud de la renta de la tierra agraria apropiable por el capital industrial que toma la forma de productivo en su interior, este es el resultado de los límites con los que choca la acumulación de capital en Argentina, es decir, con la apropiación de la renta diferencia para sostener la valorización de los capitales industriales que producen mercancías para la escala restringida del mercado doméstico. Para Iñigo los ciclos que caracterizan la acumulación de capital en la Argentina en esta etapa, son elementos que sirven para analizar la especificidad que presenta la forma concreta que adopta el modo de producción capitalista en el país. O sea que cuando la renta se expande, se vigorizan las formas de su apropiación por el capital industrial, en este momento la moneda nacional. tiende a la sobrevaluación frente a la moneda que circula en el mercado mundial, a su vez se incrementan los impuestos a la exportación y se incrementa el déficit público, con este último se incrementa la negatividad en la tasa de interés real. Ahora bien, en el momento que la renta detiene su expansión acelerada, sostiene Iñigo que se pone de manifiesto la limitación específica de la escala del proceso nacional de acumulación de capital. Esto tiene una expresión particularmente visible en la balanza comercial y de esta manera, el capital industrial que opera dentro del ámbito nacional, a excepción del agro, es incapaz de poder cerrar su ciclo de valorización vendiendo en el mercado mundial. Pero, ahora bien, cuánto más rápido se expande, más necesita abrir su ciclo de valorización comprando en este mercado. A su vez, necesita restar mercancías agrarias de la exportación para poder abastecer su demanda expandida de fuerza de trabajo. De esta manera el límite específico que tiene el proceso nacional de acumulación, el cual surge de la posibilidad que tiene el capital de medio de poder fragmentarse en él como pequeño capital, el “genuino pequeño capital” de extender su vida como tal y los terratenientes de reproducirse como parásitos sociales, se presenta según este autor, de forma invertida para quienes pasan por alto su especificidad. Aclara Iñigo que esta inversión la hace como un límite abstractamente inherente al insuficiente desarrollo del “modelo de sustitución de importaciones” o a un perverso “deterioro de los términos de intercambio” y las cuales no son más que la expresión ideológica que justifica la entrada de más capital medio fragmentado como pequeño capital desde el exterior y, por lo tanto, la potenciación del límite específico mismo. Por otro lado, la concentración de la renta se manifiesta según Iñigo bajo las formas de apropiación de la renta opuestas a las de su expansión. Con ello, la inversión respecto de la balanza comercial, se ve superada por otra. Por la de que no es el violento cambio en la masa de la renta apropiable la que determina el violento pase del auge a la depresión y viceversa, sino de que esto pases son el producto mismo de la constante fluctuación en las políticas nacionales. A su vez la brusquedad particular del paso de un momento de auge a un momento de depresión en la acumulación se manifiesta en una fluctuación correlativa en la masa de trabajo puesta en acción dentro del ámbito nacional, fluctuación a la cual se suma el incremento y contracción del empleo público en que se materializa la misma forma de apropiación de la renta. En donde el valor de la fuerza de trabajo toma forma en una oscilación del salario, cuya brusquedad y magnitud se encuentran particularmente determinadas por la forma nacional del proceso de acumulación. Como conclusión, se puede decir que tanto Braun como Diamand intercalan en su análisis económico elementos que pertenecen al contenido y a las formas políticas sin poder diferenciarlos entre sí. Iñigo plantea a los ciclos mediante las estructuras de acumulación, en donde los ciclos económicos representan a las formas políticas que se fueron desarrollando. Braun plantea la entrada de un “monopolismo dependiente”, lo cual sería refutado con Iñigo ya que para él no existen países dependientes y no hay un momento de entrada del capitalismo, sino que todo forma parte de un sistema que funciona al unísono y cada región actúa de forma acorde él, opinión con la que coincido particularmente. Por su parte los tres autores coinciden en destacar la importancia de la renta diferencial de la tierra, como el principal elemento que ayudó al desarrollo de la estructura de acumulación. Diamand por su parte plantea la tasa de cambio diferencial entre el agro y la industria, para que de esta manera se pueda extender el desarrollo del país, lo cual es contradicho por Iñigo, ya que este plantea que el desarrollo del país está dado por la renta diferencial de la tierra. A su vez Diamand plantea la existencia de una inflación cambiaria, la cual es calificada como una inflación distinta a la generada por el aumento del consumo. A mi entender tanto Diamand, como a su vez Braun, son capaces de analizar los ciclos económicos dentro de la perspectiva capitalista, es decir que pueden visualizar las situaciones que generan las distintas fases de los ciclos económicos, en donde proponen elementos para que estos se desarrollen de forma más prolongada o menos prolongada, en definitiva, estos autores nunca plantean que los ciclos económicos no son más que el reflejo del sistema capitalista y de su estructura de acumulación tal, como lo plantea Iñigo. Particularmente, opino que Diamand y Braun, no son capaces de culpar al propio capitalismo como generador de los ciclos económicos, sin pensar en un modelo alternativo, en donde se planteen las relaciones de intercambio, fuera de la concepción mercantil de la misma, con una economía planificada y organizada por la clase obrera. En mi opinión, los principales perjudicados en los peores momentos de los ciclos económicos, son los miembros de la clase obrera, quienes tal como decía Marx (1), El obrero no tiene necesariamente que ganar con la ganancia del capitalista, pero necesariamente pierde con él. Es decir que en momentos de crisis el capitalista despide al obrero o disminuye su salario real, para de esta manera mantener su nivel de ganancia. Ahora bien, en el caso que el ciclo se encuentre en una fase ascendente o de auge, la clase obrera no recibe un aumento del salario real, en la misma proporción que el capitalista incremente su ganancia. Notas:
2) Qué papel le atribuyen Basualdo, Llach e Iñigo Carrera a las políticas neoliberales respecto del desarrollo de la estructura industrial argentina. De considerar relevante el punto de vista de otros autores al respecto, incorpórelos al análisis. Discuta y exponga sus propias conclusiones. El neoliberalismo comienza a gestarse como tal en la Argentina a partir del golpe de Estado del 76. Para Basualdo, a partir del gobierno de facto se rompe el comportamiento económico y social. La industria sustitutiva de importaciones es interrumpida y la misma se suplanta por la valorización financiera. A partir de estos momentos se rompe con la tasa de interés real negativa que tanto caracterizaba a la Argentina superando ésta a la rentabilidad de otras actividades. Se produce una concentración del ingreso y a su vez se produce un incremento de la deuda externa, que fue un elemento clave para la instauración de la valorización financiera. Este nuevo patrón de acumulación, destaca el autor, trajo aparejado un claro predominio del capital sobre el trabajo lo que ocasionó una regresividad en la distribución del ingreso y una disminución de la oferta laboral, creando los “ejércitos industriales de reserva” y a su vez incrementando los niveles de exclusión social. Por su parte el Estado, según Basualdo favoreció a este proceso, mediante el endeudamiento interno (teniendo una tasa de interés elevadísima con respecto al mercado internacional), mediante el endeudamiento externo (que favorece a la fuga de capitales, mediante la provisión de divisas) y mediante la asunción como propia de la deuda externa privada. Con el retorno de la democracia, asegura Basualdo, que se consolida estructuralmente la valorización financiera, en donde predomina la fuga de capitales y donde los principales beneficiarios de esta estructura de acumulación son los grupos económicos locales, extranjeros y la banca acreedora, quienes se enriquecen mediante los recursos que pierden los asalariados a través de dos formas: La reducción de sus ingresos y por el carácter crecientemente regresivo de las estructuras impositivas. Por otro lado, sostiene el autor, que a partir de la valorización financiera, no solamente el ahorro interno es insuficiente para posibilitar los niveles de inversión que garanticen un crecimiento significativo del ingreso, debido al notable nivel de consumo de los sectores de altos ingresos, sino que además una parte significativa del mismo se fuga al exterior. Basualdo destaca que se ha desarrollado durante la dictadura, un “derrota popular”, mediante el “aniquilamiento” de los cuadros políticos que permitían la organización de los sectores populares, una vez acabada la dictadura plantea que los sectores subalternos son “inmovilizados”, es decir, que no son capaces de generar una alternativa política y social que cuestione al nuevo patrón de acumulación que comienza a regir en la dictadura militar. Basualdo trata de explicar de qué manera no se desarrolla la organización de las clases populares una vez que comenzó el período democrático y lo hace mediante el concepto del “transformismo” de Antonio Gramsci adaptado a los años 80 en la Argentina. Destaca el autor que ante la ausencia de un partido orgánico, una vez acabada la dictadura militar, son los propios sectores dominantes, los que asumen la tarea de cooptar al partido político que accede al gobierno, a distintos integrantes del partido opositor y a otras conducciones a través de la corrupción. A su vez plantea la desaparición de los cuadros intelectuales de los partidos políticos y comienzan a aparecer los cuadros orgánicos, asegurando a su vez que la desocupación y la marginalidad social operan no sólo como disciplinador de la clase trabajadora sino también como un factor que impulsa la incorporación de los nuevos cuadros al planteo dominante, es el momento en que aparecen operadores políticos caracterizados por su pragmatismo y su falta de ideología concatenados a su vez por la aparición de los empresarios políticos. Por otro lado asegura que la consolidación de los sectores que fueron la base social de la dictadura militar, avanzó durante esa etapa mediante la confluencia de dos procesos. Uno consistió en la imposibilidad de construir una alianza social, que permitiera modificar el patrón de acumulación en marcha, debido a que su percepción de la situación estructural estaba muy alejada de la realidad. El otro remite a la propia estrategia adoptada por la fracción local de los sectores dominante que enfrentaba la política gubernamental asociada con otras fracciones empresarias y negociaba y subordinaba la acción gubernamental mediante tratativas directas con el partido de gobierno. Mediante esta “transformismo” desarrollado en la Argentina, Basualdo sostiene que se conformaron las herramientas que sirvieron para garantizar el nuevo sistema de dominación en la Argentina y a través del cual se pueden desarrollar las características económicas del neoliberalismo. Durante los 90 el autor sostiene que se termina de conformar el proceso neoliberal, en donde se destacan dos procesos decisivos: La convertibilidad y la privatización de las empresas estatales. Mediante la primera se terminó de destruir a la industria local, debido al abaratamiento de los productos importados y la falta de competencia de la industria nacional en el mercado mundial, a través de esto se incrementó la desocupación y la subocupación, agrandando el ejército industrial de reserva y se crearon leyes que favorecieron a los dueños de los medios de producción como la flexibilización laboral. A su vez produjo un incremento de la deuda externa, debido a que se obtenían divisas para poder regular las reservas del Banco Central y de esta manera poder mantener la paridad de un peso un dólar. Por otro lado, la privatización de las empresas estatales abrieron la puerta a los capitales extranjeros, que obtuvieron las mismas a un precio de mercado muy barato y mediante ello se pudieron establecer precios monopólicos y se llevaron a cabo despidos y reducción de salarios. Por su parte Juan Llach, realiza un estudio del neoliberalismo en donde no enfoca el análisis en profundidad de su gestación, sino que comienza explayando aquello que se fue desarrollando a principio de los 90. Este autor destaca la estructura económica de entonces y la relaciona con el gobierno del momento, quien se lleva sus congratulaciones. En primer lugar se encarga de vanagloriar la convertibilidad, la cual según el autor, permitió el incremento de las inversiones, tanto de capitales nacionales, como de capitales extranjeros debido a la estabilidad monetaria, por otro lado la apertura económica generó la expansión de la frontera de posibilidades de producción mediante el ingreso al país de nuevos factores que la mejorarían, tales como la inversión extranjera, la incorporación del empresario, el incremento de cambios tecnológicos. También sostiene que los capitales que se habían fugado regresan al país debido a la mayor rentabilidad existente y los recursos naturales se transforman en rentables. A su vez plantea que los consumidores ejercen un papel más importante, el cual según el autor no lo tenía anteriormente debido a las políticas keynesianas aplicadas. Por otro lado destaca un incremento en la productividad, lo cual se debe según el autor, a una convergencia a los niveles de productividad y calidad internacionales y en los cambios de asignación de recursos entre la distintas actividades de la economía, lo cual favorece al desarrollo de ventajas comparativas. Con respecto a la nueva política industrial, plantea que apunta a un “perfil productivo” con capacidad de crecimiento “autosostenido”, el cual no es otra cosa, según el autor, que el resultado obtenido por la apertura económica, la desregulación y la privatización de las empresas estatales, en donde se obtenían insumos importados a muy bajo costo y de esta manera se podía incorporar valor en ellos. Esto provocó el desarrollo de una industria con mayor escala y calidad, en donde destacan varios tipos de manufacturas: La de insumos industriales, la automotriz y la de alimentos y bebidas. Por otro lado, la privatización y la desregulación, permitió el mejoramiento de los servicios públicos, como las telecomunicaciones, la electricidad, los ferrocarriles, la salud, la educación, etc. Destaca a su vez la instalación de las grandes cadenas de supermercados, las cuales lograron una disminución de los precios y una mejora de la calidad en la mayoría de sus artículos. También asegura que se fueron desarrollando de forma masiva una gran cantidad de empresas pequeñas y medianas. Por último, Llach destaca que hoy es mucho más difícil recurrir a las tradicionales “vías de escape”, es decir a las formas especulativa de obtener ganancias, debido a que no se podría desarrollar una fuga de capitales, o una bicicleta financiera. Para Iñigo, en el año 73 se genera a nivel mundial una crisis de superproducción, en la cual a raíz de ello se produce una expansión de la renta de la tierra, ya que la Argentina se convirtió en el país vendedor de productos agropecuarios a la Unión Soviética, tras ser embargada internacionalmente por su invasión a Afganistán, esta estructura de acumulación tiene su forma según Iñigo, con la sobrevaluación de la moneda, en donde mediante esto y la disminución de los impuestos a las importaciones se logra por un lado hacer desaparecer a una serie de capitales del ámbito nacional (aquellos que era considerados innecesarios) y por el otro se favorecen aquellos capitales que requieren en su producción la compra de productos importados. Por otro lado Iñigo destaca el incremento progresivo de la renta de los recursos naturales, tales como la pesca, los hidrocarburos, la producción hidroeléctrica, las cuales se mantenían en su mayoría, en manos del Estado. A su vez destaca que desaparece durante la dictadura la tasa de interés negativa, con la cual se permite la entrada de capitales ficticios que llevan a cabo la fuga de capitales, sin embargo los principales capitales tomadores de créditos, fueron aquellos que se desarrollaban en el ámbito comercial e industrial. Se debe proceder a una devaluación, debido a que el incremento de la tierra, como consecuencia de la demanda soviética es insostenible en el tiempo. De esta manera aquellos que tomaron préstamos en la “moneda fuerte” (dólares), deberían pagarlo en esta moneda, sin embargo el Estado responde pagando la diferencia y de esta manera se incrementa también el endeudamiento externo. En la década del 80, el autor plantea que se produce una renovación en las maquinarias, con la intención de generar la desaparición de otro conjunto de industrias. Esto provoca un cambio bastante importante en la composición orgánica del capital, lo cual provoca un aumento en la acumulación de capitales, con la consecuencia de una gran masa de fuerza de trabajo sobrante y como consecuencia de ello, una disminución del salario real. A su vez Iñigo destaca que la renovación de la maquinaria, transforma la formación del trabajador, quien antes se especializaba en realizar una tarea de ajuste y ensamblaje, hoy en día se especializa en un trabajo manual e intelectual. Esto conlleva a la formación de obreros de primera categoría y obreros de segunda categoría. Producto de la gran masa de fuerza de trabajo sobrante, Iñigo plantea que su forma política está dada por la aparición del cuentapropismo. A fines de los 80 se produce una crisis económica, en donde Iñigo destaca que el gobierno de Alfonsín que venía desarrollando un populismo tibio, representando a la clase obrera con categoría, no es capaz de afrontarlo y de esta manera surgen nuevas formas de sacar al gobierno, distintas a la dictadura militar. (Huelgas, saqueos, etc). Al principio de los años 90, se produce una fase de expansión, en la cual el salario real tiene una fuerte recuperación, pero no se produce una disminución de la masa de fuerza de trabajo sobrante. Como consecuencia de la convertibilidad, sostiene Iñigo, la venta de la fuerza de trabajo se realiza por debajo de su valor, ya que disminuyó el precio de los elementos que el trabajador necesitaba para reproducir su vida material como obrero. Por otra parte destaca el ingreso de capitales ficticios, los cuales ingresaban al país como consecuencia de la alta tasa de interés positiva. Por otro lado en plan de la convertibilidad, señala Iñigo, se mantenía en su forma discursiva, como estabilizadora de los precios, para ello, no se iban a lanzar más billetes en circulación, que las reservas en dólares del Banco Central. Para mantener sus reservas en dólares, el Banco Central, presupone un aumento de la exportación y la entrada de inversiones extranjeras, como método de obtener divisas, pero en verdad sostiene Iñigo que el incremento de las exportaciones ocurría en 2 sectores, principalmente en los recursos naturales, más que nada el aluminio y en la industria automotriz, la cual se vio beneficiada con el desarrollo del Mercosur, en donde en realidad por cada auto que se exportaba, entraba uno importado. A su vez las inversiones del extranjero directas, no eran otra cosa que las inversiones en las empresas estatales que fueron privatizadas y una parte que se invirtió en el pequeño capital, pero en realidad estas inversión no representaban cada una más del 2% del producto. De esta manera Iñigo sostiene que la manera en que se sustentó la convertibilidad fue mediante la obtención de divisas a través del endeudamiento externo, el cual se incremento de forma progresiva. Tanto Iñigo como Basualdo si bien tienen diferencias en el modo de analizar la realidad, ambos coinciden de forma plena en que el neoliberalismo es un proceso económico que no cambia en nada la forma de acumulación capitalista y que la única diferencia con los procesos anteriores, es que se incrementa la tasa de ganancia de los dueños de los medios de producción y se perjudica la situación de la clase obrera, debido al incremento de los “ejércitos de reserva” y de la disminución del salario real. Ambos coinciden a su vez en que el neoliberalismo se caracterizó por desarrollar una estructura de acumulación basada en los intereses financieros. Basualdo a diferencia de Iñigo, determina que la adopción del neoliberalismo parte como una “derrota” a partir de la dictadura militar y que logra un transformismo en la política Argentina, mediante ello se eliminaron los cuadros políticos que representaban a la clase obrera y aparecieron nuevos cuadros que permitieron la instauración de este sistema. En cambio Iñigo plantea que el neoliberalismo aparece como un cambio en las estructura de acumulación de capitales, en donde tanto la dictadura, como la vuelta a la democracia no son nada más que sus meras formas políticas. Por su parte Llach, a mi entender, no coincide con las posiciones de Iñigo y de Basualdo. Ni tampoco con mis opiniones personales. Antes que nada plantea al proceso neoliberal como algo desarrollado por los políticos de entonces y a su vez desarrolla el análisis de este autor carece de un carácter histórico e internacionalista, es decir no es capaz de analizar su gestación, ni de relacionarlos con las economías de los demás países. Por otro lado no representa su posición a los intereses de la clase obrera, sino que representa claramente a fortalecer el discurso ideológico de los dueños de los medios de producción. A su vez pone en manos de los consumidores las responsabilidad del desarrollo económico, obviando que en realidad esto es producto de las estructuras productivas. Iñigo y Basualdo proceden constantemente a contradecir la posición de Llach, especialmente cuando este valoriza la convertibilidad, la apertura económica, la desregulación estatal, las privatizaciones y el incremento del nivel de inversiones extranjeras. |