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Tema 8

El trabajo y la acción humana

TEMA 8

LA ACCIÓN Y EL TRABAJO HUMANO
1.Introducción: el curro.

2.Las distintas formas de producción y trabajo en la historia.

  1. El modelo esclavista.

  2. El modelo feudal.

  3. El modelo capitalista industrial.

d) El modelo capitalista post-industrial.

2.2. El problema de la igualdad y la libertad: John Rawls.

3. El trabajo según Marx.

3.1. Materialismo histórico y dialéctico.

3.2. El valor de la mercancia.

3.3. La alienación económica.



  1. Introducción: “el curro”.

Hemos visto, a través de la creación artística, la primera transformación de la realidad por parte del ser humano. Lo cierto es que sin embargo, buena parte de nuestra interacción con la realidad externa a nosotros corresponde a otras causas. Considerábamos que la creación artística se caracterizaba por su originalidad y por su falta de “utilidad práctica”. Ahora nos centramos en el otro tipo de actividad humana que sí tiene una finalidad práctica, y obedece a intereses que no son meramente artísticos. Con esto entramos en el “mundo del trabajo”.

En el sentido más general, cualquier actividad humana precisa de un trabajo o una acción por nuestra parte. En este sentido, también el arte, la filosofía o la religión necesitan de esa actividad humana. Pero por lo general, cuando hablamos de ese “mundo de trabajo” hablamos de cosas bastante más concretas. Hablamos en la inmensa mayoría de las circunstancias, de una actividad que nosotros hacemos –muchas veces contra nuestras apetencias- a cambio de un dinero o salario determinado. Pero como veremos, esto no siempre ha sido así. Lo que queremos preguntarnos con este tema son las siguientes preguntas: ¿De dónde viene esta división del trabajo? ¿Por qué es tan difícil encontrar trabajo hoy en día? ¿Qué signigica “flexibilizar el mercado laboral”? ¿Qué consecuencias tienen para los que buscamos trabajo la economía de la globalización? ¿Estamos abocados a una sociedad en la que el trabajo sea cada vez más y más escaso?

Con este tema, nos adentramos en el campo de la sociología y la economía. Estas disciplinas se encargan de estudiar las estructuras y condicionamientos que el hombre genera en grupo, puesto que el hombre no vive aislado. Así, muchas de estas estructuras sociales acaban separándose del individuo y condicionándole de forma tan radical como lo puede hacer nuestra carga genética o nuestra personalidad. Si no lo creemos así, pensemos lo que nosotros seríamos sin vivir bajo estructuras como la familia, el país, o la economía de mercado. Respecto a esto último, por ejemplo, el hecho de vivir en una economía de mercado competitiva implica por ejemplo, condicionar de forma marcada qué vamos a estudiar, qué trabajo vamos a tener, qué relaciones sociales tendremos a nuestro alrededor y qué tipo de vida vamos a llevar después.


  1. Las distintas formas de producción económica en la historia.

El trabajo, en el mundo primitivo, no estaba socialmente repartido. El individuo tenía que ser cazador, pescador y agricultor al mismo tiempo, y la economía era de mera subsistencia. Como vimos en anteriores temas, con el Neolítico y la expansión de la agricultura, la cuestión del trabajo empezó a cambiar: al formarse una sociedad más compleja, se inició la división y especialización del trabajo. El hombre, al entrar en una sociedad más compleja comienza a especializarse en algo: debe ser campesino, ganadero, guerrero, artesano... La riqueza de esa sociedad crece, y al mismo tiempo se inicia una división de la sociedad en grupos que se definen dependiendo de su posición económica y de su propiedad privada: poseedores privilegiados, grupos intermedios, desposeídos... El individuo empieza a depender, por tanto, del sistema económico, del modo de producción y de trabajo que desarrolla la sociedad en la que ha nacido.

Después de la revolución neolítica, los economistas clásicos clasifican tres formas de producción, o tres sistemas económicos: el modo de producción esclavista, el modo de producción feudal y el modo de producción capitalista. Este último, sin embargo, ha contado con variaciones tan importantes en las últimas décadas que se hace precisa una subdivisión.


  1. El modelo esclavista.

Es el desarrollado a lo largo de la Edad Antigua. Los antiguos imperios (desde Egipto hasta Roma) se expanden gracias a una belicosa clase guerrera hacia otros pueblos y, ¿qué maravillosa idea se les ocurre? Utilizarlos como mano de obra esclava. Esto quiere decir que más allá del botín de la conquista, ese pueblo va a trabajar para nosotros de por vida.

El modo de producción esclavista se basa en el uso de una mano de obra que está enajenada en sí misma. El propietario romano es dueño de los medios de producción (los arados o el horno de una panadería, por ejemplo), de la materia prima (la harina), la mercancía, y también la misma fuerza de trabajo (el esclavo). La división radical de la sociedad parte de esa diferencia entre amo libre y hombre esclavo.

Este sistema es más costoso de mantener de lo que parece: eso obliga a una clase militar a guerrear constantemente con otros pueblos para mantener el aprovisionamiento de esclavos, o bien les obligan a procrear para ellos (el hijo de esclavos nace esclavo). Sin embargo, a finales del Imperio Romano este sistema decae lentamente como forma dominante de producción1.


  1. El modelo feudal.

En este modelo de producción la economía es básicamente agrícola. Existe una fuerte división social entre los poseedores de la tierra –nobleza guerrera y alto clero- y la clase de desposeídos –los campesinos y siervos de la gleba. Estos son los que trabajan la tierra, pero no tienen ningún derecho sobre las mismas, y son además los encargados de sostener con el pago del diezmo a los estamentos privilegiados (esa nobleza y clero).

Al mismo tiempo nacen las primeras ciudades y los grupos de artesanos. En estos gremios aparece una cierta especialización y división del trabajo. Pero estos artesanos, agrupados en gremios, no aceptan una libre concurrencia: es decir, el mercado –la ley de oferta y demanda- no regula los precios de las mercancías, sino que los precios, el consumo y la producción están amañados por esos gremios. Por lo tanto, es una economía cerrada, muy poco competitiva y que tiende a estancarse.


  1. El modelo de capitalismo industrial.

A partir del siglo XII, la aparición de una nueva clase social, la burguesía, y un nuevo valor económico, la posesión de capital, promueven una nueva estructura económica, el capitalismo, que primero es manufacturero (mercantil y artesanal) y después industrial.

Este es el modelo triunfante en Europa y el mundo desarrollado entre mediados del siglo XIX y hasta la década de 1970. El modo de producción fundamental pasa de la manufactura artesana a la fábrica y la producción mecanizada.

Hasta este momento, el trabajo manual estaba mal visto socialmente, y era considerado como algo indigno. Desde esta etapa, los valores del burgués (empresario y emprendedor) comienzan a extenderse, y el trabajo empieza a considerarse, al mismo tiempo, como algo que dignifica al hombre y el que legitima la riqueza del individuo. El merecimiento de tu posición social pasa a depender de tu trabajo y no de la cuna de la que has nacido. Pero al mismo tiempo este trabajo comienza a encubrir dominaciones (la de la clase capitalista sobre la proletaria).

En esta etapa, aparece un sector de la burguesía que cuenta con una considerable acumulación de capital. Esta acumulación es necesaria porque ahora el sistema productivo es mucho más costoso: necesita de un capital que pague la materia prima, la producción (la máquina y las instalaciones), el trabajo (los salarios del trabajador) y la distribución posterior de la mercancía (llevarlo a mercados, centros comerciales etc...).

Al comienzo de esta etapa, los proletarios son claramente explotados por la clase capitalista, detentadora de la propiedad. Sin embargo, a partir de mediados del siglo XX y especialmente después del crack de 1929, estado y sindicatos comienzan a tomar parte activa en la regulación de las relaciones entre patronal y trabajadores. Esto originó lo que se llamó después de la II Guerra Mundial “la edad de oro” del capitalismo industrial (entre 1950 y 1973) en el que todos los países occidentales (y en menor medida los que estaban en vías de desarrollo) conocieron un fuerte crecimiento económico y donde se pusieron las bases para lo que se conoció como estado del bienestar, que para el mundo del trabajo significó protección social, prestaciones de desempleo, sistema de pensiones aseguradas, igualdad de oportunidades y la progresiva introducción en el mercado laboral de la mujer.

Naturalmente este sistema continúa vigente hoy en día para una parte importante de la población mundial, pero sin embargo ya no ocupa el puesto predominante de las pasadas décadas, y algunas de sus construcciones, como el estado del bienestar, presentan numerosas dificultades para mantenerse.


    1. El modelo capitalista postindustrial y la “sociedad de la información”

La sociedad postindustrial nace después de la crisis del petróleo en los años setenta, pero no es hasta la década pasada cuando empieza a tener una importancia fundamental en el mercado laboral con la “sociedad de la información”, momento en el que se deja sentir de forma definitiva en la economía la informatización, las telecomunicaciones y el trabajo en red (en muchos trabajos se utilizan o bien un ordenador o Internet).

La sociedad postindustrial se caracteriza por un descenso radical del sector primario (agricultura) y secundario (industrias) en favor del sector terciario (servicios). La agricultura ocupa a menos del 6% de la población, mientras que la industria inicia una fase de tecnificación –lo que quiere decir: más máquinas y menos operarios-, al tiempo que inicia la “huida” de la industria hacia países del antiguo Tercer Mundo.

¿Qué es lo que queda entonces, si ni el obrero de fábrica ni el agricultor son las bases sociales de la economía? ¿Dónde se está creando empleo, entonces, en países como España, Inglaterra o Irlanda? Quedan ahora los integrantes del sector servicios: todo aquellos que trabajan en la administración (juristas, economistas), la sanidad (médicos, enfermeros, químicos, veterinarios), la educación (profesores), los servicios de telecomunicaciones (informáticos, ingenieros), hostelería y turismo (camareros, gerentes, vendedores, intérpretes), oficinistas y un inmenso etcétera.

Por ejemplo: antes el obrero industrial trabajaba en una fábrica de coches. Con la reconversión industrial, esa persona pierde su puesto de trabajo e intenta encontrar una nueva ocupación. Ahora, esa persona trabaja en una casa de ventas de coches. En el primer caso, ese obrero trabajaba sobre un bien material. En el segundo se trata de prestar un servicio mucho más inmaterial: la venta de un producto.

Sin embargo, a finales de los años ochenta los países más avanzados experimentan el desarrollo de un nuevo sector laboral, el de la sociedad de la información. Manuel Castells, sociólogo de la globalización, lo ha definido como ese sector del mercado laboral en el que cuenta especialmente el trabajo con conocimientos y con el procesamiento de la información: un empleo altamente cualificado en el que priman técnicos, profesionales y ejecutivos. La sociedad de la información requiere que:


  1. El empleado disponga de una alta cualificación para su entrada: esto quiere decir que ha prolongado deliberadamente su estancia en el sistema educativo para poder obtener dicha cualificación.

  2. El nuevo trabajador no actúa como el engranaje de una fábrica, sino que contando con sus conocimientos, actúa sobre problemas en el procesamiento de la información. Tiene que resolver situaciones y problemas novedosos, mostrar su cualificación sobre diferentes circunstancias. Existe un componente de creatividad y responsabilidad antes inexistente en un trabajo de fábrica.

  3. Dicho empleado está obligado a un compromiso con las nuevas tecnologías y conocimientos, lo que obliga que estos individuos estén en una constante readaptación siguiendo esos avances cognitivos. Dicho de otra forma, la sociedad de la información obliga a sus integrantes a ser perpetuos estudiantes, y destinados a un reciclaje continuo de conocimientos.




2.2. Las teorías económicas y sus postulados éticos.

Con el capitalismo, se fueron desarrollando distintas teorías económicas que estudiaban los mercados y el comportamiento de la economía. Aunque se considera como padre fundador de la economía a Adam Smith, el bendito Aristóteles ya dedicó un libro a este problema, y con la edad moderna se desarrollaron escuelas como los mercantilistas, los fisiócratas y ya a finales del siglo XVIII, las bases del liberalismo económico. Aunque no nos podemos detener demasiado, analizamos aquí las principales propuestas desarrolladas a lo largo del siglo XX:

- Estado + estado

Estado liberal clásico
Siglo XIX-1929

Estado neoliberal
1980- s.XXI

Estado del bienestar
1946- s.XXI

Estado comunista
1929-1989

- Nula intervención del estado en materia

económica.

- Confianza absoluta en los mecanismos del mercado: “Mano invisible”

- Estado muy débil. Indiferencia frente a la desigualdad social.

Adam Smith

Economía neoclásica

- Intervención selectiva del estado,privatizaciones.

- Confianza en el libre mercado para el crecimiento económico.

- El estado debe intervenir con políticas monetarias para frenar la inflación o deflación.

-Garantizar lacompetencia

- Equilibrio presupuestario

Milton Friedman

Monetarismo

Expectativas racionales

Escuela de Virgina


- Intervención importante del estado como regulador de la actividad económica

(economía mixta)

- Importancia del estado como motor de crecimiento (demanda agregada)

- Importancia del estado como distribuidor de la riqueza y gestionador de bienes públicos.

Keynesianismo

Postkeynesianos

Samuelson

Stiglitz

- Planificación estatal de la economía, abolición del libre mercado.

- Abolición de la propiedad privada y supresión de las libertades individuales.

- Distribución de la riqueza por parte del estado. “Sociedad sin clases”

Marx

Comunismos

Principio de libertad individual


Principio de igualdad social



    1. El problema entre la igualdad y la libertad.

Si dejamos el lado del principio de eficiencia económica (la más adecuada asignación de recursos para una situación determinada), en el que hay controversias dentro de las distintas teorías ecónomicas, nos encontramos con el carácter problemático del papel del estado desde un prisma puramente ético-político. Si nos atenemos al anterior planteamiento, las variables éticas de igualdad o justicia social frente a las de libertad individual se pueden entender como antagónicas. Esto es lo que ha enfrentado a libertarios (Hayek, Friedman) con economistas más estatalistas (seguidores de Keynes)

Efectivamente, la regulación de la economía de mercado implica una reducción de la libertad individual: el individuo se somete a una fiscalidad, a unas condiciones que impone el estado a la hora de crear una empresa, contratar a personal o incluso para trabajar. El caso más radical es una economía como la soviética que dictaminaba dónde, cuando y por cuánto podías trabajar sin más derecho que aceptarlo.

Pero esta intervención del estado no se ha producido al azar o sin razones de peso. El sistema capitalista se ha mostrado incapaz de realizar una distribución relativamente equitativa de la riqueza por sí mismo (aunque haya sido infinitamente mejor que la de sistemas económicos anteriores), y es por ello que cualquier democracia madura ha desarrollado unos resortes estatales para poder realizar una redistribución de esa riqueza (fiscalidad progresiva, estado del bienestar...).
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