Puesto que el movimiento Adventista del Séptimo Día creció alrededor del mundo, los miembros que hablan y leen los diferentes idiomas han deseado vivamente






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Consejos para la Iglesia

Elena G. de White



Prefacio
Puesto que el movimiento Adventista del Séptimo Día creció alrededor del mundo, los miembros que hablan y leen los diferentes idiomas han deseado vivamente beneficiarse con la lectura de los Testimonies for the Church [Testimonios para la iglesia], los cuales, en su totalidad o en parte, han resultado de edificación y de bendición para la iglesia en todo el mundo. No es posible publicar en cada idioma el contenido completo de los 9 tomos de los Testimonies ni la totalidad de los numerosos libros del espíritu de profecía. Sin embargo, en este volumen se presenta una selección general de los consejos extraídos de esas fuentes que resultarán de gran utilidad y de ayuda práctica para la iglesia.
La selección de materiales, que han sido agrupados convenientemente en los 66 capítulos de este volumen, es obra de los fideicomisarios del Patrimonio White, que son los responsables del cuidado de la obra escrita de Elena G. de White en la sede mundial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, en Silver Spring, Maryland, Estados Unidos de Norteamérica. Ha sido una tarea cuidadosa reunir, compaginar, traducir y publicar en este libro una amplia selección de las numerosas páginas de los libros de Elena G. de White.
Debido a lo limitado de este volumen, sólo se pudieron incluir los consejos más esenciales sobre temas vitales, y aun esto representa una amplia gama de temas. En algunos casos la selección se limitó a unos pocos párrafos que a veces fueron tomados de fuentes dispersas. Las referencias a los libros de los cuales se extrajeron las selecciones que aquí se incluyen están indicadas en forma abreviada al final de cada capítulo. Mediante la Clave de abreviaturas usted puede saber qué libros corresponden a las siglas indicadas en cada caso. No se han usado puntos suspensivos para indicar la omisión de párrafos o frases.
Los libros de Elena de White que tenemos en castellano fueron traducidos en las primeras décadas de este siglo. Por ello y por razones de claridad, algunas expresiones del texto inglés original han sido vertidas en un estilo más comprensible para el lector actual, sin que ello afecte el contenido y el sentido del original.
En algunos casos, esa intención clarificadora se logró transcribiendo de la versión Reina-Valera revisada (1960) los textos bíblicos contenidos en las citas.
No confunda la introducción escrita por los fideicomisarios con los escritos de Elena G. de White, que comienzan recién en el capítulo primero.
Con gozo y satisfacción ponemos ahora este libro a disposición de los que han esperado durante tanto tiempo su aparición. Que la instrucción y el consejo precioso que llena estas páginas pueda profundizar las convicciones de cada lector en las verdades del mensaje adventista, ampliar su experiencia cristiana y fortalecer su esperanza de victoria en el día final, cuando regrese nuestro Señor, es la sincera oración de
Los Fideicomisarios del Patrimonio White

El don profético y

Elena G. de White
Preparación para enfrentar la crisis
Todos los adventistas del séptimo día aguardan con anhelo el día cuando Jesús vendrá para llevarlos al hogar celestial que ha ido a prepararles. En aquella tierra mejor no habrá más pecado, ni chascos, ni hambre, ni pobreza, ni enfermedad, y no habrá muerte. Cuando el apóstol Juan contempló los privilegios que aguardan al fiel, exclamó: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios... Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”. 1 Juan 3:1, 2.
Ser semejantes a Jesús en carácter es el ideal de Dios para su pueblo. Desde el principio, fue el plan de Dios que los miembros de la familia humana, creados a su imagen, desarrollaran caracteres semejantes al suyo. Para lograr esto, nuestros primeros padres iban a recibir instrucción de Cristo y de los ángeles en conversaciones cara a cara. Pero después que Adán y Eva pecaron, ya no pudieron hablar libremente con los seres celestiales cara a cara.
Para que la familia humana no quedara sin dirección, Dios eligió otros medios para revelar su voluntad a su pueblo, uno de los cuales fue por medio de los profetas. Dios dijo a Israel: “Cuando haya entre vosotros profeta de Jehová, le apareceré en visión, en sueños hablaré con él”. Números 12:6.
El propósito de Dios es que su pueblo esté informado e instruido, que conozca y entienda no sólo los tiempos en los cuales vive sino también lo que va a suceder. “Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas”. Amós 3:7. Esto pone en contraste al pueblo de Dios, los “hijos de luz” (1 Tesalonicenses 5:5), con la gente del mundo.
La obra del profeta incluye mucho más que anunciar lo que ocurrirá en el futuro. Moisés, un profeta de Dios que escribió 6 libros de la Biblia, escribió muy poco acerca de lo que iba a suceder en el futuro. Oseas describe su obra en su significado más amplio: “Y por un profeta Jehová hizo subir a Israel de Egipto, y por un profeta fue guardado”. Oseas 12:13.
Un profeta no es alguien designado para ese cargo por sus semejantes, ni tampoco se nombra a sí mismo. La elección de una persona para ser profeta está completamente en las manos de Dios. Tanto hombres como mujeres han sido elegidos ocasionalmente por Dios para hablar por él.
Estos profetas, estos hombres y mujeres elegidos por Dios como canales de comunicación, hablaron y escribieron lo que Dios les reveló en santas visiones. La preciosa Palabra de Dios contiene sus mensajes. Por medio de estos profetas, los miembros de la familia humana han sido guiados a una comprensión del continuo conflicto por las almas de los hombres, el conflicto entre Cristo y sus ángeles y Satanás y sus ángeles. Sus escritos nos guían para poder comprender este conflicto en los días finales de la historia de este mundo, y los medios que Dios ha provisto para cuidar de su obra y para perfeccionar los caracteres de su pueblo.
Los apóstoles, los últimos escritores de la Biblia, nos dan un cuadro claro de los acontecimientos de los últimos días. Pablo escribió acerca de los “tiempos peligrosos”, y Pedro exhortó acerca de los burladores que andan según sus propias concupiscencias y dicen: “¿Dónde está la promesa de su advenimiento?” En ese tiempo la iglesia estará en lucha, porque Juan vio a Satanás “que se fue a hacer guerra contra el resto”. El apóstol Juan identifica a los miembros de la iglesia de los últimos días como “la iglesia remanente”, como “los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”, señalándola como una iglesia que guarda los mandamientos. Apocalipsis 12:17. Esta iglesia remanente también tendría el “testimonio de Jesús”, que es “el espíritu de la profecía”. Apocalipsis 19:10. Pablo declara que la iglesia que espera anhelante la venida de Cristo no carecerá de ningún don. 1 Corintios 1:7, 8. Sería bendecida con el don del testimonio de Cristo.
Queda claro, pues, que cuando en el plan de Dios surgiera la iglesia de los últimos días, tendría en su medio el espíritu de profecía. Cuán razonable es que Dios hable a su pueblo que vive en los últimos días de la historia de la misma manera que habló a su pueblo en tiempos de gran necesidad en los siglos pasados.
Cuando esta iglesia de la profecía, la Iglesia Adventista del Séptimo Día, surgió a mediados del siglo XIX, se escuchó una voz entre nosotros que decía, “Dios me ha mostrado en santa visión”. Estas no eran palabras jactanciosas, sino la declaración de una joven de 17 años que había sido llamada para hablar en nombre de Dios. Durante 70 años de ministerio fiel se escuchó esa voz, guiando, corrigiendo e instruyendo. Y esa voz aún se oye hoy a través de miles de páginas escritas por la mensajera elegida del Señor, Elena G. de White.
La visión del gran conflicto

Entre Cristo y Satanás
La pequeña escuela situada en un pueblo de la parte oriental de los Estados Unidos de Norteamérica estaba repleta de hombres y mujeres que se habían congregado para un servicio religioso aquel domingo por la tarde a mediados de marzo del año 1858. El pastor Jaime White dirigió el funeral de un joven y predicó el sermón. Al terminar de hablar, Elena G. de White se sintió movida a decir unas palabras de consuelo a los dolientes. Se levantó, habló durante 1 o 2 minutos, y después hizo una pausa. La gente la contemplaba para escuchar las siguientes palabras de sus labios. Se alarmaron un poco al oír la exclamación: “¡Gloria a Dios!” repetida 3 veces con énfasis creciente. Elena G. de White estaba en visión.
El pastor White habló a la gente acerca de las visiones dadas a la Sra. de White. Les explicó que había estado recibiendo visiones desde que era una joven de 17 años. Les dijo que aunque sus ojos estaban abiertos y parecía que estaba viendo algo a lo lejos, estaba absolutamente inconsciente de las cosas que la rodeaban y no sabía nada de lo que pasaba a su alrededor. Se refirió a (Números 24:4, 16), donde leemos de uno que “oyó los dichos de Dios” y “vio la visión del Omnipotente; caído pero abiertos los ojos”.
Les explicó que no respiraba mientras estaba en visión. Buscó después (Daniel 10:17) y leyó la experiencia de Daniel cuando estaba en visión: “Al instante me faltó la fuerza, y no me quedó aliento”. Luego el pastor White invitó a todos los que así lo desearan a que pasaran adelante y examinaran a la Sra. de White. Siempre permitió que la examinaran y se alegraba si algún médico estaba presente para que la examinara mientras estaba en visión.
Cuando se acercaban a ella, podían ver que Elena G. de White no respiraba, aunque su corazón continuaba latiendo normalmente y el color de sus mejillas era natural. Se trajo un espejo y se lo colocó frente a su cara, pero no se condensó ninguna humedad sobre él. Luego trajeron una vela, la encendieron y la colocaron cerca de su nariz y boca. Pero la llama permaneció recta, sin titilar. La gente podía ver que ella no respiraba. Caminaba alrededor del cuarto moviendo sus brazos en forma graciosa mientras hablaba en cortas exclamaciones acerca de lo que le había sido revelado. Al igual que Daniel, sufrió la pérdida de las fuerzas naturales, y luego se le impartió una fuerza sobrenatural. Véase Daniel 10:7, 8, 18, 19.
Elena G. de White estuvo en visión durante 2 horas. No respiró durante 2 horas. Después, cuando terminó la visión, realizó una inhalación profunda, hizo una pausa durante 1 minuto más o menos, volvió a respirar, y pronto estaba respirando naturalmente. Al mismo tiempo empezó a reconocer lo que estaba a su alrededor, y era consciente de lo que le sucedía.
La Sra. Martha Amadon, quien frecuentemente vio a Elena de White en visión, hace la siguiente descripción:
“En visión sus ojos estaban abiertos. No había aliento, pero había movimientos graciosos de los hombros, brazos y manos, significativos de lo que veía. Era imposible que otra persona le pudiera mover las manos o los brazos. A menudo profería palabras sueltas, y algunas veces oraciones, que manifestaban a los que la rodeaban la naturaleza de lo que estaba viendo, ya en el cielo o en la tierra.
“Su primera palabra en visión era ‘Gloria’, que sonaba al principio como algo cercano, y luego se alejaba en la distancia, aparentemente como si estuviera lejos. Esto a veces se repetía...
“Nunca había excitación entre los presentes durante una visión; no había nada que causaba temor. Era una escena solemne y tranquila...
“Cuando se terminaba la visión, y perdía de vista la luz celestial, como si viniera regresando a la tierra otra vez, exclamaba con un largo suspiro, mientras tomaba su primera respiración natural: ‘O-SC- U-R-O. Luego estaba débil y sin fuerzas”.
Pero debemos volver a nuestro relato de la visión de 2 horas de duración ocurrida en el edificio de escuela. Acerca de ella, escribió más tarde Elena G. de White:
“La mayor parte de lo que había visto diez años antes concernien te al gran conflicto de los siglos entre Cristo y Satanás fue repetido, y se me instruyó a que lo escribiera”.
En la visión le parecía estar presente, presenciando las escenas que aparecían ante ella. Primero parecía que estaba en el cielo, donde presenció la caída de Lucifer. Luego vio la creación del mundo y vio a nuestros primeros padres en su hogar en el Edén. Los vio cuando cedieron a las tentaciones de la serpiente, y cuando perdieron su hogar en el jardín. Los eventos de la historia bíblica pasaron ante ella en rápida sucesión. Vio las experiencias de los patriarcas y los profetas de Israel. Luego presenció la vida y la muerte de nuestro salvador Jesucristo y su ascensión al cielo donde desde entonces ha estado ministrando como nuestro Sumo Sacerdote.
Después de esto vio salir a los discípulos para esparcir el mensaje del evangelio a los confines de la tierra, seguido rápidamente por la apostasía y la oscuridad de la Edad Media. Luego, en visión, vio la Reforma, durante la cual hombres nobles defendieron la verdad a riesgo de sus vidas. Fue trasladada a las escenas del juicio que comenzó en el cielo en 1844, y a nuestro tiempo, y luego al futuro para ver la venida de Cristo en las nubes del cielo. Presenció las escenas del milenio y de la tierra nueva.
Con estas representaciones vívidas ante ella, después de regresar a su casa, Elena G. de White emprendió la tarea de escribir lo que había visto y oído en la visión. Unos 6 meses más tarde apareció publicado un pequeño volumen de 219 páginas con el título The Great Controversy Between Christ and His Angels and Satan and His Angels [El gran conflicto entre Cristo y sus ángeles, y Satanás y sus ángeles].
Ese librito fue recibido con entusiasmo porque describía en forma vívida la experiencia que estaba ante la iglesia y desenmascaraba los planes de Satanás y la manera como intentaría engañar a la iglesia y al mundo en el último gran conflicto de la tierra. Cuán agradecidos estaban los adventistas porque Dios les estaba hablando en estos últimos días por medio del espíritu de profecía, exactamente como lo había prometido.
El relato del gran conflicto, expuesto tan brevemente en el pequeño volumen de Spiritual Gifts [Dones espirituales], fue reimpreso más tarde en la segunda parte de Primeros escritos, donde se encuentra hoy.
Pero al crecer la iglesia y al pasar el tiempo, en muchas visiones sucesivas el Señor le mostró la historia del gran conflicto más detalladamente y Elena G. de White lo volvió a escribir entre 1870 y 1874 en 4 tomos llamados The Spirit of Prophecy [El espíritu de profecía]. El libro The Story of Redemption [La historia de la redención] presenta las partes más importantes de la historia del gran conflicto extraídas de esos 4 tomos. Este libro, publicado en muchos idiomas, presenta ante mucha gente lo que ella vio en esas visiones del gran conflicto. Más tarde, en los 5 tomos de la “serie del conflicto de los siglos” (Patriarcas y profetas, Profetas y reyes, El Deseado de todas las gentes, Los hechos de los apóstoles,y El conflicto de los siglos) Elena G. de White presentó con detalles minuciosos toda la historia del conflicto entre el bien y el mal.
Estos libros que son paralelos al relato bíblico desde la creación hasta la era cristiana y que continúan con la historia hasta el fin del tiempo, nos dan mucha luz y aliento. Estos son libros que ayudan a hacer de los adventistas del séptimo día los “hijos de luz” e “hijos del día”. Vemos en esta experiencia el cumplimiento de la promesa: “Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas”. Amós 3:7.
Escribiendo acerca de cómo recibió la luz, dice Elena G. de White: “Mediante la iluminación del Espíritu Santo, las escenas de la lucha secular entre el bien y el mal fueron reveladas a quien escribe estas páginas. En una y otra ocasión se me permitió contemplar las peripecias de la gran lucha secular entre Cristo, Príncipe de la vida, Autor de nuestra salvación, y Satanás, príncipe del mal, autor del pecado y primer transgresor de la santa ley de Dios... Al revelarme el Espíritu de Dios las grandes verdades de su Palabra y las escenas del pasado y de lo por venir, se me mandó que diese a conocer a otros lo que se me había mostrado, y que trazase un bosquejo de la historia de la lucha en las edades pasadas, y especialmente que la presentase de tal modo que derramase luz sobre la lucha futura que se va acercando con tanta rapidez”.
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