Bernard Couronne ss.cc.
UN HOMBRE CON UN CORAZÓN INFLAMADO Padre José María Coudrin (1768 – 1837)
Fundador de la Congregación de los
Sagrados Corazones de Jesús de María

Traducción del francés al español Hna. María Alexis Serrano Aguilar ss.cc. DESCLEE DE BROUVER
Desclée de Brouwer, 1997
76 bis, rue des Saints-Péres, 75007 PariS
ISBN 2-220-03978-1
PROLOGO ¡Son ya doscientos años!
En el umbral de tercer milenio, retrocedo, escrutando el lejano principio del siglo XIX, distingo difícilmente la silueta de Pedro Coudrin.
El retroceso del tiempo no es el único responsable de ello. El siglo XVIII termina en el tumulto revolucionario. Este período, que articula al siglo siguiente, “en sus anticipaciones, como en sus derivaciones odiosas, ha sido la matriz de la modernidad”1 Desde entonces el rigor científico, por esencial que sea, no es por eso menos delicado cuando se interesa en esta época. Más aún cuando pretende situar la personalidad y la obra de un hombre de Iglesia.
Pedro Coudrin es sacerdote de esta Iglesia del “siglo de las revoluciones”. Su compromiso “refractario” suscita la admiración por el “Maquisard de Dieu”.2 Su fidelidad ultramontana y su independencia frente al poder irritan a Chateaubrian que le ataca en sus “Memorias de ultra – tumba”; “El sacerdote Coudrin...es uno de esos espíritus compactos y limitados en los cuales nadie puede entrar, uno de esos hombres que se han equivocado de profesión”.3 Sin duda el romántico perdido en la diplomacia – Chateaubrian era en la época (1829) embajador de Francia cerca de la Santa Sede no habría inscrito al Fundador de Picpus entre los protagonistas de su Genio del Cristianismo.
Sin embargo, resucitar la vida religiosa en los torbellinos de la tormenta revolucionaria, el estruendo de las guerras napoleónicas y los traqueteos de una ilusoria Restauración, realzan la epopeya.
El no aparece sino rara vez en la lista de los fundadores de congregaciones del comienzo del siglo XIX. No obstante, es un pionero: es en lo más fuerte de la Revolución que pone las primeras bases de su obra. El es también, uno de los actores de la renovación eclesial y espiritual que sigue al Concordato de 1801.
¿Quién se acuerda de él ahora?
En Francia y en una cuarentena de países a través del mundo, hombres y mujeres, religiosos o laicos, se inspiran en su manera de encarnar el Evangelio para vivir su bautismo y participar en la misión de la Iglesia. ¿Quién es pues él?
Las generaciones que nos separan de él nos han legado cuadros, retratos, biografías. El transcurso del tiempo o los toques de barniz aplicados por la veneración filial alteran sus rasgos. El resplandor del renombre evangélico de algunos de sus hijos espirituales, tales como el bienaventurado Damián de Molokai,4 el Padre Mateo Crawley, apóstol “trotador del mundo” del Sagrado Corazón, Luis Dalle, obispo de los indios de la cordillera peruana5, habría hecho desvanecer al ardor del Maquisard de Dios poitevino.
Investigaciones recientes han permitido esquematizar con felicidad los rasgos esenciales de su fisonomía espiritual. Ellas han facilitado grandemente la tarea del autor de estas páginas.
“Es preciso vivir día a día con el hombre o la mujer de quienes se escribe la vida, asegura Henri Troyat, dejarse sorprender por lo que sucede... estar constantemente admirado, sorprendido, complacido, furioso. Si procedéis como historiados, si dais la sensación que domináis todo esto, y que fríamente seguís el curso de la historia, el personaje no vivirá.
Es preciso vivir verdaderamente los acontecimientos al mismo tiempo que él, a su ritmo6”. Tal es el propósito de esta pequeña vida que no pretende decir todo ni esclarecer todo el itinerario de Pedro Coudrin. El cuidado esencial del autor es poner al lector en contacto directo con él. Cada vez que esto sea posible, se borrará para dejar la palabra. Pueda el lector, al recorrer estas páginas, cruzar los pasos y la mirada de un hombre viviente y encontrar el sabor del Evangelio. La rica documentación que contienen los archivos de la Congregación de los Sagrados Corazones, nos sumergen en lo cotidiano de su Fundador... y de sus colaboradores principales entre los cuales se encuentra Enriqueta Aymer de la Chevalerie.
Su correspondencia y los relatos de sus primeros compañeros7 nos permiten reencontrar el ritmo de su marcha... la del Evangelio, más aún la del Corazón del “Buen Maestro”, de su amor por los pequeños, los sedientos de justicia, de sentido. ¡Venid pues! En el corral de una finca del Haut-Poitou, encaramado sobre un escabel bamboleante, un muchachito nos llama.
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