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Cultura y territorialidad en la tradición del Pantanal de Corumbá y Ladario en Mato Grosso do Sul (Brasil) Aparecido Francisco dos Reis* Eliane Crisóstomo Dias Ribeiro** Cleonice Alexandre Le Bourlegat*** Resumen: El texto siguiente trae una discusión en el campo teórico y empírico, de las relaciones entre grupos pantaneros y la naturaleza, en el entorno de las haciendas que se encuentran alrededor de Corumbá y Ladario, ciudades situadas a las márgenes del río Paraguay. En este texto, se comunican resultados parciales del proyecto de investigación acerca del conocimiento, de la cultura y de las representaciones producidas en el contexto de esas poblaciones en el proceso de apropiación de los recursos naturales. De esa forma, se busca mostrar como estos grupos humanos piensan y actúan con relación al territorio pantanero. Finalmente se debate sobre las posibilidades de desarrollo local en el contexto de esas tradiciones. Palabras clave: Desarrollo local, cultura, territorialidad, tradición. Culture and territoriality in the tradition of the Pantanal of Corumbá and Ladario in Mato Grosso do Sul (Brasil) Abstract: The following text brings up a discussion in the theoretical and empirical fields, on the relationship between the traditional populations and nature in the context of Pantanal farms around Corumbá and Ladário. The idea is to communicate partial results of the research project, on knowledge, culture and the representations produced in the context of these populations in the process of the appropriation of natural resources. Thus, the aim has been to show how these human groups think and act in relation to the “pantanero” territory. Finally, the discussion is about the possibilities of local development in the context of these traditions. Key words: Local development, culture, territoriality, tradition. * * * Introducción Las culturas tradicionales han sido valoradas en las últimas décadas y principalmente, a partir de los años 80, se volvió aún más relevante para la elaboración de proyectos de desarrollo en áreas protegidas, conocer prácticas y representaciones de diferentes grupos tradicionales, pues éstos consiguieron elaborar un profundo conocimiento sobre los ecosistemas a lo largo del tiempo (Diegues 2000b). Además de contribuir a la ampliación del conocimiento científico del medio natural, la diversidad cultural en sí ha sido valorada al estudiarse procesos de desarrollo local (Vieira et al 1998). El respeto y el mantenimiento de la diversidad cultural, en cuanto capacidad de mantener la diversidad de culturas, valores y prácticas en una determinada región, que componen a lo largo del tiempo la identidad de los pueblos, están contemplados como aspectos importantes de la conservación y del desarrollo sostenible local, según la Agenda 21 Brasileña (Bezerra et al 2002) y son objetivos de la conservación ambiental, conforme al preámbulo del artículo 8º de la Convención sobre la Diversidad Biológica – CDB (Diegues y Arruda 2001), entre otras de las distintas convenciones y estatutos que tratan de la cuestión ambiental. La contradicción que normalmente se coloca es: ¿cómo adoptar modelos de desarrollo que apunten al mantenimiento y respeto de la diversidad cultural, más específicamente en las sociedades tradicionales, cómo observar las prerrogativas del desarrollo sostenible, si los proyectos de desarrollo tienen como telón de fondo el proceso de globalización económica y cultural del modelo capitalista? Este trabajo, no apuntará a definir una solución para el problema, pero sí a iniciar una discusión teórica empírica sobre las poblaciones tradicionales de las haciendas de las ciudades pantaneras de Corumbá y Ladario, posibilitando la ampliación del conocimiento de los atributos culturales y sociales de esas sociedades, a fin de aportar, a la discusión y proposición de modelos de desarrollo locales para comunidades tradicionales en Brasil. Las poblaciones tradicionales Las poblaciones tradicionales son aquellas que presentan una mayor dependencia de los recursos naturales en los territorios donde viven, manteniendo con ellos vínculos de naturaleza económica, social y simbólica. Por esa razón hay tantos conflictos (en relación a los suyos) en esos procesos de ocupación. El mayor impacto de la afirmación territorial de esas comunidades reside en sus esfuerzos colectivos “para ocupar, usar, controlar e identificarse con una parcela específica de su ambiente biofísico [...]” (Little 2002). Muchas veces los territorios de esas comunidades fueron construidos hace décadas, y, en algunos casos, efectivamente hace siglos. Por tanto, cualesquiera que sean las relaciones establecidas, serán siempre producto de aquello que Little caracteriza de “memoria colectiva”, basada en la construcción de sus procesos sociales y políticos. Afirma el autor que “la expresión de esa territorialidad, entonces, no reside en la figura de leyes o títulos, sino que se mantiene viva en los bastidores de la memoria colectiva que incorpora dimensiones simbólicas e identificables en la relación del grupo con su área [...]” (Ibíd.: 11). Esos procesos incluyen la afirmación de sus regímenes de propiedad, las relaciones afectivas mantenidas con el territorio y las formas de defensa del mismo. Los términos adoptados por diferentes autores para caracterizar las poblaciones tradicionales son bastante diversos. En relación a esas agrupaciones humanas, Little (2002) explica que son varias las categorías (poblaciones, comunidades, pueblos, sociedades, culturas) empleadas para definirlas. Aclara, aún, que el término “tradicionales” es apenas uno de los adjetivos que frecuentemente acompaña las categorías, siendo igualmente utilizados otros: “rurales”, “locales” y “residentes”. Dentro de esos pueblos, se incluyen los indios, los quilombolas, los ribereños, los colectores y los extractivistas. Se definen poblaciones extractivistas como aquéllas que “tienden a ser reconocidas por los productos que extraen y venden en el mercado: caucheros, castañeros, ”babaçueiros”, pescadores [...]” (Ibíd.: 9). El autor hace referencia a elementos de un “complejo sistema de adaptación”, en los que están incluidos representantes de otras poblaciones, como los pantaneros y parcelas de agricultores familiares. En complemento a las caracterizaciones, Diegues y Ruda (2001: 56) entienden “por tipo de población tradicional la población indígena y no indígena. Por grupos tradicionales se denominan las poblaciones específicas, como “caiçaras”, campesino, bororo, guaraní.” Varias de las nomenclaturas presentadas serán adoptadas en este texto, una vez que el objetivo del mismo no es llamar la atención a los conceptos profundizados de esas terminologías. Las definiciones, presentadas, tienen como objetivo único, situar el lector en cuanto al universo a ser explorado. Cabe aquí destacar, que hasta el momento, no ha sido realizado un inventario sobre el conjunto de las poblaciones tradicionales no indígenas en Brasil. La conceptuación sobre poblaciones tradicionales nació en el interior del debate de los movimientos conservacionistas en los países del tercer mundo, en el transcurso de los últimos treinta años, donde las relaciones entre el hombre y la naturaleza fueron alteradas substancialmente. En ese mismo período, Brasil enfrentó inversiones de grandes dimensiones en infraestructura, especialmente en los sectores de transporte y de comunicación, quienes aportaron decisivamente para los debates. Ante este escenario, los pueblos tradicionales fueron forzados a adoptar nuevas estrategias de apropiación espacial y definición territorial. De esta forma, se incitaron controversias entre las poblaciones locales y las unidades de conservación, exigiendo medidas que considerasen la situación de las poblaciones en el momento de la creación de las más distintas unidades de conservación. Esas medidas contaron con el apoyo de movimientos sociales y de organizaciones no gubernamentales, a través de los cuales, de a poco, le fue siendo dada una mayor visibilidad social y política a esos pueblos. Los estudios de Karen Karan (2000) indican que las poblaciones tradicionales no tienen la pretensión de oponerse a la sociedad urbana industrial, sino más bien evidenciar sus características y prácticas sociales, económicas y culturales peculiares y diferenciadas. Por otro lado, la sociedad urbana e industrial al imponer una calidad homogénea, en todos los niveles de la vida social, ha desarrollado mecanismos para pregonar las diferencias, actuando sobre las sociedades y las poblaciones tradicionales descaracterizándolas y desculturalizándolas. Las teorías sociales que manejan esos conceptos apuntan hacia un cierto contraste entre los dos modelos de organización social. En ese contexto, existe la teoría del antropólogo norteamericano Robert Redfield (1941), construido desde estudios con campesinos que inmigran hacia Ciudad de México. En éste, el autor busca contrastar características de una población no urbana con la de una urbana. De tal modo que el autor entiende las poblaciones tradicionales organizándose como una sociedad más separada, más homogénea, con fuerte sentimiento de solidaridad grupal y, en el caso descrito por él, con elevados índices de analfabetismo (Redfield 1941, Apud Oliven 1996: 13). En este tipo de organización grupal descrita por Redfield, los modos de vida y el comportamiento son tradicionales y espontáneos. El parentesco, las relaciones personales, el grupo familiar y sus instituciones como el paternalismo, aparecen como fundamentos en detrimento del derecho, propio de las sociedades urbanas e industriales: “La villa campesina cuando es comparada con la villa tribal, la ciudad pequeña cuando es comparada con la villa campesina, o la ciudad grande cuando es comparada con la ciudad pequeña está menos aislada; es más heterogénea; se caracteriza por una división de trabajo más compleja; tiene una economía monetaria más desarrollada; tiene especialistas profesionales que son más seculares y menos sagrados; tiene instituciones de parentesco y compadrazgo que son mucho menos eficaces en el control social”. (Redfield 1941, Apud Oliven 1996: 15). El autor apunta que la sociedad urbana es menos religiosa, más racional y presenta una menor inclinación a atribuir a enfermedades o a otros males, una relación inmediata con la quiebra de la conducta moral y de las costumbres tradicionales. También la sociedad urbana permite una mayor libertad de acción para el individuo. Desde la definición de Redfield, la sociedad urbana es una colectividad dividida en grupos y clases sociales en la que hay individuos aislados unos de los otros. Los miembros de una sociedad con ese grado de complejidad no se conocen personalmente y, así, se relacionan mediante ciertas instituciones sociales como Estado, escuelas, iglesias, medios de comunicación, comercio y grandes rituales colectivos. Por otra parte, el modelo de Redfield debe ser comprendido como un momento de transición entre los dos modelos de organización social. Así, habría siempre un direccionamiento de las sociedades tradicionales para la sociedad urbana, dependiendo, por supuesto, del grado de heterogeneidad de las relaciones sociales y de la densidad de una población. Las consecuencias del desplazamiento rumbo al urbano serían la desorganización de la cultura, la secularización y el individualismo. De ese modo, la homogeneidad de una sociedad del tipo tradicional con una estructura monolítica, sería sustituida en la sociedad urbana por una diversidad de papeles, acciones y significados. La cultura de esas sociedades tiende a fragmentarse y como desenlace final, puede venir una situación de desorganización y conflicto. El hecho es que los criterios adoptados para la caracterización de poblaciones tradicionales aún son muy controvertibles. Sin embargo, autores nombrados concuerdan entre sí al afirmar que todas poseen características comunes, en mayor o menor grado. El estudio realizado por Diegues (1996), publicado bajo el título, Poblaciones tradicionales de APA de Guaraqueçaba, en Paraná, identifica las siguientes características comunes a la situación de dos grupos sociales en 25 comunidades, localizados en el interior del Área de Protección Ambiental: a) El conocimiento adquirido y experimentado, a través de generaciones, para el uso y manejo de recursos naturales del territorio productivo, bien como del espacio vivido y concebido social y culturalmente, teniendo como base el conocimiento profundo de los ciclos naturales; b) La forma específica de apropiación y relación entre grupos sociales y ambientes naturales, basada en una relación de asociación con la naturaleza; c) El conocimiento está basado en la transmisión oral, sea de las formas productivas cuanto organizativas y culturales, como garantía del mantenimiento de los grupos sociales distintos; d) Importancia de algunos elementos simbólicos ligados a las actividades productivas, organizacionales y culturales. e) Fuerte unión con los territorios ancestrales, construidos por varias generaciones; f) Auto identificación y reconocimiento por los otros pueblos como grupos de identidades culturales distintas; g) Presencia de instituciones sociales y políticas propias y tradicionales, siendo que la unidad familiar y las relaciones de parentesco y compadrazgo son especialmente destacadas: y, h) El uso de tecnologías simples, baja renta, relaciones de producción de subsistencia definidas en el ámbito de la unidad familiar nuclear o extensa, con reducida división de trabajo y baja acumulación de capital. Lo que se constató en el caso descrito, es que las comunidades investigadas ora se aproximan ora se distancian de esos referenciales, lo que sugiere un diseño mucho más complejo, exigiendo averiguación más profundizada. Sin embargo, este trabajo posibilitó que se investigase los aspectos productivos, organizacionales y culturales de las comunidades, llevando en consideración la historia de las poblaciones locales, indicadores socio culturales, infraestructura y de actividades productivas, manifestados en los procesos de construcción territorial. Los resultados indicaron las condiciones de los grupos cuando son considerados como poblaciones tradicionales. La correlación de los indicadores permitió que se construyera un cuadro, de aproximación exploratoria, acerca de los procesos presentados por las poblaciones tradicionales, clasificándolas en comunidad extinta, en extinción, en mantenimiento, en transición y descaracterizada. Vale resaltar que son procesos que, muchas veces, aún están en curso y, por tanto, merecedores de mayor atención y acompañamiento. Aún así, a partir de esos criterios apuntados por Diegues, se puede identificar otros elementos importantes en la clasificación de las poblaciones tradicionales. Así, queda definida como Comunidad Extinta: menos de 10 familias; que no presente condiciones de renovación para la rearticulación de las actividades sociales, culturales y económicas; Comunidad en Extinción: entre 11 y 20 familias; declinación de las actividades productivas tradicionales; población decreciente e intensa emigración; descenso del sector público con los servicios básicos (escuela desactivada, por ejemplo); Comunidad en Mantenimiento: alrededor de 21 familias preservación de las actividades productivas; relativa estabilidad de la población; mantenimiento de la organización social y cultural (por ejemplo, la realización de fiestas tradicionales; con fuerte peso de las relaciones de parentesco); existencia de organizaciones colectivas (de moradores, de productores); atención mínima de los servicios básicos por el sector público, influenciado por el poder de reclamación de la comunidad; Comunidad en Transición: alrededor de 21 familias; desarticulación de las actividades productivas tradicionales; dependencia del mercado urbano de trabajo y de consumo, desaparición de los mecanismos de autosuficiencia para la reproducción de la vida social, relativa desorganización social y cultural (menor vínculo familiar, con la desarticulación de valores y costumbres), importancia de la televisión y de las iglesias pentecostal/evangélicas en la formulación de otras costumbres y valores, existencia de servicios públicos básicos; Comunidad descaracterizada: alrededor de 21 familias; tendencia al crecimiento de la población, receptora de comunidades empobrecidas; presencia diluida de relaciones simbólicas con la naturaleza; negación del espacio local por los jóvenes, que, en contraposición, valoran el espacio urbano; existencia de características urbanas; inexistencia de mecanismos de autosuficiencia; dependencia casi integral del mercado urbano de trabajo y de consumo; fuerte presencia del asalariado rural (empleados). La principal variable indicadora de las condiciones de los grupos es el número de familias existentes, pues donde no hay grupo social no es posible el mantenimiento de la diversidad cultural. A partir de allí, se correlaciona con las actividades productivas, tanto aquéllas que vienen siendo realizadas a través de generaciones, con uso de tecnología de bajo impacto en el medio ambiente; respetándose el modelo de apropiación tradicional del espacio productivo y de los recursos naturales, ejercido y controlado como territorio de la unidad familiar nuclear o extensa, con la distribución equitativa de la producción; así como las actividades reguladas directamente a la sociedad urbana. |