fuente: George Kennan. Foreign Affairs, 1947.Fuente: X, The Sources of Soviet Conduct, en Foreing Affairs, vd. 25, número 4, Julio 1947.
Análisis del documento
El autor del documento:
George Kennan se especializó en el estudio de la lengua y cultura rusa antes de ingresar en el servicio diplomático norteamericano. Tras permanecer un tiempo en Riga, ciudad letona donde se dedicaba a estudiar la prensa soviética, fue enviado a la embajada en Moscú en 1933, cuando EE.UU. reconoció al gobierno comunista, y allí permaneció hasta 1937. En 1944 fue enviado otra vez a Moscú como alto consejero del embajador Averell Arriman.[1]
Producto de sus estudios, George Kennan se transformó en un conocedor del sistema soviético, llegando, también, a hablar a la perfección el idioma ruso. En el transcurso de tiempo que va desde el establecimiento de relaciones diplomáticas con la URSS (1933) y el fin de la Segunda Guerra Mundial (1945), Kennan trabajó para el servicio exterior norteamericano en varios países, no obstante en los últimos meses de la guerra encontrábase nuevamente en Moscú, estaba a cargo de la embajada, por tanto, vivió desde allí el triunfo de las fuerzas aliadas. Para aquel entonces y producto a los estudios que había realizado de la prensa soviética durante varios años, se sentía conocedor del espíritu soviético y podía prever las dificultades que sobrevendrían una vez que finalizara la guerra.[2]
Destinatarios, lugar y fecha:
“Telegrama Largo”: En febrero de 1946, George Kennan recibe un telegrama del Departamento de Estado Norteamericano en el que se le informa que los Rusos se están negando a unirse al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional. En su libro “Al Final de un siglo, Reflexiones, 1982-1995”, Kennan recuerda este hecho de la siguiente manera: “El telegrama del departamento refleja cierto desconcierto acerca de las razones de esta actitud. ¿Por qué habrían los rusos de negarse a participar? ¿Cómo lo explicaría yo?”.[3] Ante tales preguntas, George Kennan comienza a escribir un telegrama dirigido al Departamento de Estado Norteamericano. Ese telegrama es el que hoy conocemos como “Telegrama Largo”, por contener de 8.009 palabras.
“Las fuentes de la Conducta Soviética”: En julio de 1947, en la Revista norteamericana -Foreign Affairs se publica un artículo titulado “las fuentes de la Conducta soviética”, cuyo autor se oculta bajo el seudónimo de Mister X. Este artículo corresponde a una adaptación literaria del Telegrama enviado por Kennan desde Moscú.
Contenido del documento:
A fines de febrero de 1946, dos semanas más tarde del discurso de Stalin, un largo telegrama de dieciséis páginas fue enviado a Washington desde la embajada norteamericana en Moscú. Había sido redactado por George Kennan, principal experto en asuntos soviéticos del Departamento de Estado.
En el telegrama, George Kennan intentaba explicar al gobierno norteamericano las motivaciones profundas que guiaban el actuar de los soviéticos y las razones por las que se estaba produciendo el quiebre de la alianza. En el documento enviado desde Moscú analizó con detalle el discurso de Stalin y la política soviética desde 1945. Además, en el texto se hacía un minucioso estudio de los objetivos en política interior y exterior de la URSS, destacando cómo los soviéticos estaban elaborando un plan muy preciso de acción internacional, eso se apreciaba a partir de las ayudas a los partidos comunistas de Europa Central y Oriental.[4]
El telegrama de Kennan es recurrentemente citado por la historiografía especializada en la Guerra Fría, ya que es considerado el promotor de la política que posteriormente el Presidente norteamericano Harry Truman estableció como línea directriz del comportamiento norteamericano frente a los soviéticos, nos referimos a la “Contención”.
Ahora bien, como se ha podido apreciar, en el presente estudio se han incorporado dos documentos de George Kennan, el Telegrama enviado al Departamento de Estado y un artículo publicado en la revista Foreign Affairs, los cuales serán analizados en forma conjunta, ya que básicamente en ambos documentos, el autor, expone el mismo análisis, subrayando la necesidad de “contener con paciencia y firmeza las tendencias de la expansión soviética”.
El objetivo de Kennan al escribir el telegrama era explicar la imposibilidad de poder transar o llegar a acuerdos de estilo tradicional con la potencia soviética, esencialmente, porque ésta no compartía ni los parámetros ni los valores occidentales: “De la ideología originaria nada ha sido oficialmente abandonado... sobre todo el antagonismo entre el capitalismo y el socialismo”. En efecto, según indica Kennan, la ideología comunista impregnaba el actuar soviético y ello era la base para comprender sus decisiones respecto de temas tales como su negativa a unirse al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional. Para ellos este tipo de instituciones, no podía ser otra cosa que instrumentos del mundo capitalista.
Antes de profundizar en el análisis de los documentos, nos parece interesante recordar lo señalado por el propio Kennan en su libro“Al Final de un siglo, Reflexiones, 1982-1995”. En éste, el autor narra los hechos intentando ponerse en el momento en que acontecieron. Respecto del Telegrama y los objetivos con los que fue escrito, Kennan dice lo siguiente: “Me llena de impaciencia y disgusto esta ingenuidad. Durante dos años he estado tratando de persuadir a la gente de Washington de que el régimen de Stalin es el mismo que conocimos antes de la guerra, el mismo que realizó las purgas, el mismo que concluyó el pacto de no-agresión con los nazis; De que sus líderes no son nuestros amigos. He tratando de persuadir a Washingrton de que los sueños de una feliz colaboración con este régimen en la posguerra son enteramente irreales; de que nuestro problema es más profundo que eso; de que Stalin y sus socios están ahora fascinados con sus recientes éxitos militares y políticos y creen ver perspectivas favorables para la extensión de su influencia política por toda Europa, mediante tácticas de infiltración y subversión. Sostengo que mientras no dejen de lado estas esperazas de color rosa será inútil suponer que participarán en planes idealistas para la colaboración mundial bajo nuestro liderazgo, sobre todo en áreas tales como las de economía y finanzas, donde sus compromisos ideológicos son enteramente diferentes de los nuestros”[5]. En esencia son esas las ideas que fueron vertidas en su respuesta al Departamento de Estado.
A través del telegrama, Kennan explicó que la hostilidad a las democracias era inherente a la estructura soviética y por ello no fructificarían los esfuerzos conciliatorios de occidente: “la ideología les enseñó que el mundo exterior era hostil y que eventualmente su deber era el de derrocar las fuerzas políticas más allá de sus fronteras”. La tensión con el mundo exterior era parte de la naturaleza misma de la filosofía comunista, no obstante, según el análisis presentado por Kennan esta proclamada hostilidad con el exterior y sobre todo con el mundo capitalista, era más bien un instrumento del aparato gubernamental soviético, ya que inventando la existencia de un mundo exterior en constante hostilidad, los métodos represivos y tiránicos pueden ser justificados: “la amenaza a la que la sociedad soviética está sometida por el mundo exterior está fundada no sobre las realidades de un antagonismo internacional, sino en la necesidad de explicar el mantenimiento de una autoridad dictatorial en el país”. Por tanto, el comportamiento de los soviéticos se explicaba a partir de la necesidad que tenían sus gobernantes por mantener en sus manos el poder alcanzado mediante la Revolución de 1917. Por ello, Kennan advertía, el gobierno soviético trataría de continuar su política expansionista hacia Europa occidental, poniendo en grave peligro la seguridad de EE.UU. Ante tales peligros Kennan sostenía que Estados Unidos tenían la misión global de detener el avance comunista, deteniendo las tendencias expansivas de la Unión Soviética: “Cualquier política de los Estados Unidos respecto a la Unión Soviética debe ser a largo plazo, paciente, firme, pero vigilante en la contención de las tendencias rusas a la expansión... la presión soviética sobre las instituciones libres del mundo occidental es algo que sólo puede pararse mediante la hábil y vigilante aplicación de una fuerza que la contrarrestare en una serie de puntos geográficos ”.
Según señala Henry Kissinger, la propuesta de Kennan vino a ser la respuesta que los políticos norteamericanos andaban buscando ante la pregunta ¿Qué hacer ante la expansión soviética?.[6] En definitiva el valor del telegrama fue que no sólo respondió extensamente a las preguntas concretas que el Departamento de Estado estaba realizando (¿por qué la negativa soviética a ingresar al FMI y al Banco Mundial?), sino que se trasformó en el eje estructurante de la política exterior norteamericana durante toda la Guerra Fría. Así, la contención de la expansión comunista en todos los puntos donde intentara penetrar, se convirtió en el eje a partir del cuál se fueron diseñando las distintas políticas aplicadas por Estados Unidos, partiendo por las decisiones auspiciadas por el Presidente Truman y sus colaboradores.
¿Qué significaba concretamente la Contención?. Según la propuesta de Kennan, Contención significaba hacer frente a la ofensiva soviética allí donde ésta se produjese. En términos concretos se estaba apostando por el inmovilismo, ya que tácitamente se aceptaba la presencia soviética allí donde se encontraba hasta ese momento, es decir la Europa oriental y central. Para Henry Kissinger, “la contención fue una teoría extraordinaria: al mismo tiempo empecinada e idealista, profunda en la evaluación de las motivaciones soviéticas, y sin embargo curiosamente abstracta en sus percepciones, profanadamente norteamericana en su utopismo, presupuso que un adversario totalitario podría transformarse en forma esencialmente benigna. Auque esta doctrina se formuló en la cúspide del poderío absoluto norteamericano, predicaba la relativa debilidad de Estados Unidos. Postulando un gran encuentro diplomático en el momento de su culminación, la Contención no daba ningún papel a la diplomacia hasta su escena final en que los buenos aceptaban la conversión de los malos”.[7] En efecto, la contención proponía una actitud de espera, ya que se reaccionaría ante las actitudes expansionistas de la URSS y se esperaría a que la transformación de aquel sistema y su cambio de actitud se produjese luego de una evolución interna. Esta actitud fue ampliamente reprochada par Walter Lipman, periodista conocido por sus estudios sobre la Guerra Fría y también considerado uno de sus principales teóricos. Según Liman, la política norteamericana debía ser guiada caso por caso, mediante un análisis de los intereses de los Estados Unidos y no por principios generales que se suponían eran universalmente aplicables. Desde la perspectiva de Lipman, la Contención propuesta por Kennan implicaba la división indefinida de Europa, mientras que el verdadero interés de Estados Unidos debía encontrarse en expulsar el poderío soviético del centro del continente Europeo.[8]
Un aspecto interesante de destacar de estos dos teóricos de la Guerra Fría es que finalmente la historia y el desenvolvimiento de los procesos propios de este período, les dio la razón a ambos. Por una parte Kennan estaba en lo cierto y el régimen soviético sucumbió sin la necesidad de una ofensiva bélica que habría significado desencadenar la Tercera Guerra Mundial. No obstante, para ver cumplidas las predicciones de Kennan, la humanidad tuvo que esperar 45 años, cuando se produjo el derrumbe de la esfera soviética y la desintegración de la URSS. Walter Lipman, por su parte, también estuvo en lo cierto al sostener que la política de contención era muy ambigua y desapegada a los intereses estratégicos, lo cual condujo a Estados Unidos a defender territorios periféricos que difícilmente comprometían el interés nacional de los Estados Unidos, tales son los casos emblemáticos de Corea y Vietnam.
Ahora bien, subrayando la relevancia histórica de los documentos analizados, ésta estuvo dada a partir de los efectos que provocó en EEUU la recepción del telegrama enviado por G. Kennan. “El telegrama circula por todo el Washington oficial, llega a los otros departamentos y a la Casa Blanca. Se convierte incluso en lectura obligada para centenares de altos oficiales militares”.[9] Las cúpulas gubernamentales hacen del telegrama un objeto de análisis, transformando el informe de Kennan en una de las bases sobre las que se fundamentó la política norteamericana durante todo el período en que se prolongó la Guerra Fría. En efecto, y sobre todo si tenemos presente el análisis que plantea Henry Kissinger, Estados Unidos aplicó durante cuarenta años la teoría de la Contención propuesta por George Kennan, e incluso el final del conflicto se produjo de manera muy parecida a sus predicciones,[10] es decir, por la transformación interna del sistema soviético sin la necesidad de llegar a enfrentamiento directo en algún campo de batalla. Esto último habría significado haber comenzado la Tercera Guerra Mundial, con sus nefastas consecuencias para toda la humanidad.
l Telón de Acero. W. Churchill
Estoy contento de haber venido al Westminister College esta tarde, y también de que me hagan el honor de concederme el doctorado... Hoy los Estados Unidos se encuentran en el pináculo de la torre del poder. Es un momento solemne para la Democracia americana. Porque esa primacía de poder está acompañada de una impresionante responsabilidad de futuro. Si miran a su alrededor, no sólo deberán tener el sentimiento del deber cumplido, sino que habrán de sentir el temor de no alcanzar todo lo que se han propuesto... es necesario que el espíritu constante, el propósito inmutable y la gran sencillez en las decisiones guíen y gobiernen en la paz como e la guerra, la conducta de los pueblos que hablan en inglés. En esta obligación debemos demostrar que somos iguales, y creo que lo vamos a hacer. Tengo una propuesta práctica y concreta que hacer. Se pueden nombrar tribunales y jueces, pero no pueden funcionar sin sheriff ni policías. La Organización de la Naciones Unidas debe empezar inmediatamente a proveerse de un ejército internacional... propongo que se invite a todas las potencias y a todos los Estados a que deleguen un número determinado de sus escuadrones aéreos para e servicio de la Organización mundial... se podría empezar a escala modesta, para que creciera a medida que lo hiciera la confianza. Querría haber visto que se hacía cuando terminó la Primera Guerra Mundial, y confío de todo corazón que se pueda hacer inmediatamente. No obstante, sería un error y una imprudencia confiar los conocimientos secretos o la experiencia de la bomba atómica, que hoy comparten los Estados Unidos, Gan Bretaña y Canadá, a la Organización Internacional mientras esta se encuentre en su infancia... Nadie de ningún país ha dormido peor en su cama porque estos conocimientos, esos métodos y las materias primas que hay que utilizar, en su mayoría se encuentren hoy en manos de los americanos. No creo que todos nosotros hubiéramos dormido con tanta placidez si la situación hubiese sido la opuesta o si algún estado comunista o neofascista hubiese monopolizado hasta hoy estos temibles recursos. Dios ha querido que no ocurra así y disponemos al menos de un tiempo para respirar y poner la casa en orden antes de enfrentarnos a este peligro; e incluso entonces, si no se ahorran esfuerzos seguiremos poseyendo una superioridad tan formidable que bastará para disuadir de forma efectiva de que los utilicen o amenacen con hacerlo. ... y ahora hablaré del segundo peligro de estos maleantes que amenazan la finca, la casa y a la gente corriente; es decir, la tiranía. No podemos estar ciegos ante el hecho de que las libertades de que goza cada uno de los ciudadanos de todo el Imperio Británico no existen en número considerable de países, algunos de los cuales son grandes potencias. En estos Estados se controla a la gente corriente mediante diferentes tipos de gobiernos policiales que lo abarcan todo... Hoy, cuando las dificultades son tantas, no es obligación nuestra intervenir a la fuerza en los asuntos internos de los países que no hemos conquistado en la guerra. Pero nunca debemos dejar de proclamar sin miedo los grandes principios de la libertad y los derechos del hombre, que son la herencia común del mundo de habla inglesa que, a través de la Carta Magna, la Carta de Derechos, el Habeas Corpus, el juicio y el jurado, y el derecho Común Inglés, tienen su más famosa expresión en la Declaración de Independencia Americana. Todo esto significa que las personas de cualquier país tienen derecho, y deberían tener la capacidad reconocida por la Constitución de elegir o cambiar, mediante elecciones libres, sin restricciones y secretas el carácter o la forma de gobierno por el que se rijan; que debe imperar la libertada de expresión y de pensamiento; que los tribunales de justicia, independientes del poder ejecutivo y de cualquier partido apliquen las leyes que hayan recibido el consentimiento amplio de la mayoría o estén consagradas por el tiempo y la costumbre. Ello representa el título de propiedad de la libertad que debe existir en todos los hogares. Ahí está el mensaje que los pueblos americanos e ingles dirigen a la humanidad. No se podrá evitar la guerra de forma segura ni podrá progresar de forma continuada la Organización Mundial sin lo que he denominado la asociación fraterna de los pueblos de habla inglesa... la asociación fraterna no solo exige el desarrollo de la amistad y la comprensión mutua de nuestros dos sistemas de sociedad, muy amplios, pero similares, sino la continuidad de relación estrecha entre nuestros asesores militares, que conduzca al estudio común de los posibles peligros, la semejanza de las armas y los manuales de instrucción y al intercambio de oficiales y cadetes en los centros de formación. Una sombra se cierne sobre los escenarios que hasta hoy alumbraba la luz de la victoria de los aliados. Nadie sabe que pretende hacer la Rusia Soviética y su organización Comunista Internacional en el futuro inmediato, ni cuales son los límites si existe alguno, a su tendencia expansiva y proselitista. Siento una gran admiración y tengo una gran estima al valeroso pueblo ruso y al que fue mi camarada en la guerra, el Mariscal Stalin. En Gran Bretaña (y no dudo que también en Estados Unidos) existe una profunda simpatía y buena voluntad hacia todos los pueblos de Rusia y una disposición a perseverar, a partir de las muchas diferencias y los muchos desaires, en el establecimiento de una amistad duradera. Comprendemos la necesidad que tiene Rusia de asegurar sus fronteras occidentales para alejar cualquier posibilidad de agresión por parte de los alemanes. Damos la bienvenida a Rusia al lugar que le corresponde entre las principales naciones del mundo. Damos la bienvenida a su bandera e los mares. Y sobre todo nos alegramos de los contactos constantes, frecuentes y cada vez más numerosos entre el pueblo ruso y nuestro propio pueblo de ambos lados del Atlántico. Sin embargo s mi obligación, porque estoy seguro que desean que les diga las cosas como las veo, exponerles algunos hechos sobre la posición actual de Europa. Desde Stettin, en el Báltico, a Trieste, en el Adriático, ha caído sobre el continente un telón de hierro. Tras él se encuentran todas las capitales de los antiguos Estados de Europa central y Oriental. Varsovia, Berlín, Praga, Viena, Budapest, Belgrado, Bucarest y Sofía, todas estas famosas ciudades y sus poblaciones y los países en torno a ellas se encuentran en lo que debo llamar la esfera soviética, y todos están sometidos, de una manera u otra, no sólo a la influencia soviética, sino a una altísima y, en muchos casos, creciente medida de control por parte de Moscú, muy fuertes, y en algunos casos, cada vez más estrictas. Únicamente Atenas es libre de elegir su futro en unas elecciones bajo la supervisión de Ingleses, americanos y franceses. El gobierno polaco, dominado por Rusia, ha sido empujado a hacer incursiones enormes e injustas en Alemania, y hoy se está produciendo la expulsión en masa de millones de alemanes a una escala inimaginable y de extrema gravedad. Los partidos Comunistas que eran muy reducidos en los Estados Orientales de Europa, han sido situados en lugares preeminentes, se les ha otorgado un poder muy superior a lo que representan y procuran hacerse con un control totalitario en todas partes. Los gobiernos policiales prevalecen en casi todos los casos y, de momento, salvo en Checoslovaquia no existe una autentica democracia. La seguridad del mundo exige una nueva unidad de Europa, de la que ninguna nación esté excluida de forma permanente. Las guerras de las que hemos sido testigo o las que ocurrieron en tiempos anteriores, nacieron de las disputas entre pueblos a los que unen fuertes vínculos... dos veces Estados Unidos ha tenido que enviar a la guerra al otro lado del Atlántico a varios millones de sus jóvenes; y hoy la guerra puede sorprender a cualquier nación de cualquier lugar entre oriente y Occidente. No hay duda de que debemos trabajar en la pacificación de toda Europa, dentro de la estructura de Naciones Unidas y de acuerdo con su carta. ...en un gran número de países, lejos de las fronteras rusas y por todo el mundo, se establecen quintas columnas comunistas que trabajan en perfecta Unión y total obediencia a las directrices que reciben del centro comunista. Pesé que tenía la obligación de mostrar la sombra que, tanto en oriente como en occidente, se cierne sobre el mundo. Era alto ministro en tiempos del Tratado de Versalles y amigo íntimo del Señor Lloyd George, que fue el jefe de la delegación Británica en Versalles. Yo no estaba de acuerdo en muchas cosas que se hicieron, pero tengo muy grabada en la mente aquella situación y me duele tenerla que cotejar con lo que ocurre hoy. En aquellos días se tenia mucha esperanza y una confianza sin límites en que las guerras se habían terminado y en que la Liga de Naciones sería todopoderosa. En el enfermizo mundo de hoy no veo ni siento la misma confianza, ni siquiera las mismas esperanzas. Por otro lado, rechazo la idea de que es inevitable una nueva guerra, y mucho más la de que sea inminente. Estoy seguro de que nuestros destinos siguen en nuestras manos... por eso me siento obligado a hablar ahora que tengo la oportunidad de hacerlo. No creo que la Rusia Soviética desee la guerra. Lo que quieren son los frutos de la guerra y la expansión indefinida de su poder y de sus doctrinas. Pero lo que debemos considerar hoy aquí mientras hay tiempo es la prevención permanente de la guerra y el establecimiento de las condiciones de liberad y democracias lo antes posible en todos los países... las dificultades y peligros no desaparecerán porque cerremos los ojos... Por ‘cuanto he visto de nuestros amigos los rusos durante la guerra, estoy convencido de que nada admiran más que la fuerza y nada respetan menos que la debilidad especialmente la debilidad militar. Por esta razón la vieja doctrina del equilibrio de poder es perjudicial. Si las naciones occidentales se mantienen juntas en el respeto estricto de la Carta de las Naciones Unidas, su influencia en el fomento de esos principios será inmensa (...) La última vez vi que se aproximaba todo esto y lo proclamé a mis paisanos y al mundo, pero nadie prestó atención. Hasta 1933 e incluso 1935 se hubiera podido salvar a Alemania del terrible destino en que ha caído y todos nos podríamos haber evitado todas las calamidades que Hitler permitió que cayeran sobre la Humanidad. Nunca en a historia hubo una guerra tan fácil de prevenir mediante una acción oportuna como la guerra que acaba de asolar grandes zonas del globo... pero nadie quiso escuchar, y el terrible torbellino nos engulló a uno después de otro. Es evidente que no debemos permitir que vuelva a ocurrir. Y esto sólo se puede conseguir si hoy en 1946, alcanzamos un buen acuerdo con Rusia en todas las cuestiones bajo la autoridad general de la Organización de las Naciones Unidas y con el mantenimiento de ese acuerdo a lo largo de muchos años de paz mediante este instrumento mundial apoyado por todas las fuerzas del mundo de habla inglesa y todos los países relacionados con él. Ahí esta la solución que con todo respeto les propongo en esta Alocución a la que he dado el título de “Los Pilares de la Paz”.
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