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Publicado en el sitio RSD el 12 de Junio de 2006. Por Lucía Naser lunaser@gmail.com Arte, política e izquierda. Nuevas configuraciones de una relación histórica observada a través de la cultura política de jóvenes artistas de izquierda RESUMENLa importancia de la relación entre arte y política ha dado lugar a interesantes reflexiones sobre las funciones sociales del arte por un lado y a la re localización de “la política” o su extensión a esferas que trascienden lo institucional por otro. Durante el siglo XX la izquierda uruguaya ha sido el escenario principal en el que esta relación ha madurado y cambiado en múltiples aspectos. En el marco de cambios sociales, culturales y políticos profundos ocurridos (y ocurriendo) y ante el proceso de maduración y hegemonizaciòn que ha vivido la izquierda nacional, resulta pertinente replantear los términos sobre los que los jóvenes artistas articulan su relación con la política. La presente investigación se enmarca en un estudio más amplio sobre cultura política de jóvenes de izquierda, con un énfasis importante en los modos de participación que los jóvenes desarrollan. Interpelando al arte juvenil (a través de sus creadores) como ámbito de expresión e intercambio simbólico observaremos qué especificidades presenta la militancia artística como modo de participación social y como modo de expresión política para quienes la desarrollan. Esto nos introducirá en el análisis de la cultura política de los jóvenes artistas, sus representaciones entorno a “la izquierda” y a la conceptualización de su actividad artística en términos políticos y sociales. La metodología de investigación utilizada combinó la realización de grupos de discusión y la técnica de entrevistas en profundidad. Las conclusiones que arrojó nuestro estudio señalan que los “militantes artísticos” comparten una concepción amplia de "lo político" que da gran importancia a las micro relaciones de poder. Esto concuerda con su auto percepción como sujetos políticos cuya acción y participación es desarrollada en el ámbito cotidiano e interpersonal. En este sentido su identificación como personas "de izquierda" hacía referencia a un conjunto de valores y a un modo de vida, y no a lealtades institucionales o adhesiones a ideologías universales. La relación con lo institucional se planteaba como conflictiva para los jóvenes, lo que derivaba en una concepción alternativa de la acción social y política, y a una relación laxa con referentes institucionalizados identificados con la izquierda. En cuanto a las representaciones sobre su actividad artística podemos afirmar que la mayoría de los jóvenes concebía a la misma como impregnada de significados políticos, que le son inherentes a la producción, expresión y circulación de mensajes con contenido simbólico. Esto se relacionaba al mismo tiempo con su concepción de acción política cotidiana e interpersonal que observaba la comunicación artística como un medio puntual pero efectivo de incidir y generar transformaciones, transmitir ideas y generar nuevos canales de comunicación. INTRODUCCIÓN ¿Rechazo, indiferencia o innovación?. ¿cuál de estas actitudes define actualmente la relación de los jóvenes con la política?. Para responder esta pregunta será necesario retroceder para observar como ha sido esta relación en generaciones precedentes de jóvenes, ya que en ella radican muchas características fundamentales a la hora de comprender la actual generación. Nos enfrentamos a la tarea de estudiar nuevas identidades que no solo nos plantearán una reformulación de las características asociadas a “la juventud”, sino también de las significaciones que reviste “ser de izquierda” y el término “política”. El arte juvenil es un canal privilegiado de expresión y comunicación generacional y por lo tanto un ámbito propicio para observar los consensos, los símbolos legitimados y aceptados generacionalmente que proveen de material a los procesos de configuración identitaria. La relación entre arte e izquierda tiene raíces históricas que se vinculan con un pasado de proscripción de la política y de la izquierda, y que fundan una relación de empatía entre la actitud contestataria de los jóvenes y el rol opositor (antes hubiéramos podido agregar sin dudas su carácter subversivo) de la izquierda. Por ejercerse desde un espacio exógeno al poder estatal , por actuar de espaldas a la dominación ejercida desde las estructuras del gobierno, el arte se desenvolvió como contracultura, como espacio de expresión e intercambio de símbolos que existía por fuera, que desafiaba al poder por fuera de sus reglas de juego y de sus relaciones de poder más legitimadas. En este sentido, el reposicionamiento de la izquierda, su entrada al terreno político como grupo mayoritario y la obtención del ejercicio del poder gubernamental le plantea todo un nuevo escenario a la izquierda, a quienes la integran y quienes se sienten identificados con ella Los modos de generación, transmisión, recepción de mensajes políticos a través del arte son sustancialmente diferentes de los de generaciones anteriores porque ni el “ser de izquierda” (identidad política) ni la relación con “lo político” (cultura política) se mantienen in cambiadas. Socializados en un momento en que se producía y procesaba el desencanto de la generación “democrática”, la cultura política de estos jóvenes se caracteriza por la digestión de esta desilusión. El legado de la generación anterior contiene valores y elementos que sostienen la identificación con la izquierda, pero también la vivencia del fracaso de la revolución, la incapacidad de transformación. La experiencia dictatorial brinda un marco de socialización para las generaciones anteriores que aportará elementos substancialmente diferentes a los que articulan las identidades políticas de los jóvenes hoy. Esto producirá diferencias inter e intrageneracionales ya que la reinterpretación de los significados trasmitidos en el proceso de socialización serán aprehendidos diferencialmente. En nuestra investigación la participación será una dimensión clave ya que en las actitudes hacia la misma se revelan claramente las divergencias no solo intergeneracionales, sino también entre jóvenes de la misma generación que participan de acuerdo a parámetros tradicionales de militancia y los que expresan concepciones políticas contradictorias con aquellas. Preguntas de investigación Estudiaremos a jóvenes que desarrollan actividades artísticas, que se autoidentifican con “la izquierda” y que manifiestan un grado positivo de interés hacia “la política”. Las decisiones tomadas con el objetivo de delimitar la población nos remiten a nuestras interrogantes centrales:
OBJETIVOS Y METODOLOGÍA DE INVESTIGACIÓN Nuestra investigación se centrará en la cultura política de artistas jóvenes que se identifican con la izquierda y declaran su interés hacia la política. Esto implicará adentrarnos en el análisis de su identidad política, que se articula a partir de una integración conflictiva de los elementos simbólicos que aportan los referentes identitarios de los jóvenes tales como valores, una determinada “tradición” , una historicidad particular, un sistema moral y ético determinado. Esta integración involucrará articular coherentemente las distintas identificaciones a las que los jóvenes adscriben: “ser artista”, “ser joven”, “ser de izquierda” Indagaremos en sus orientaciones hacia la participación: Esto involucrará sus representaciones sobre el alcance de “la política”, así como su auto percepción como sujetos políticos. También se verán involucradas las observaciones de los jóvenes sobre la dinámica de la política, las practicas que se desarrollan en su seno y los canales de participación que esta ofrece, su concepción del cambio y las estrategias efectivas desarrolladas para promoverlo Nuestros objetivos son
La presente investigación se enmarca dentro de un proyecto de investigación más amplio sobre la cultura política de jóvenes de izquierda estudiados en función de su participación en partidos políticos, organizaciones sociales o colectivos artísticos1. Nuestro propósito fue profundizar nuestro conocimiento sobre los jóvenes “militantes artísticos”. La metodología de investigación utilizada combinó la realización de grupos de discusión y la técnica de entrevistas en profundidad. La unidad de análisis la constituyeron los grupos de jóvenes “militantes artísticos” así como los militantes artísticos abordados individualmente en las entrevistas. El término de “militantes artísticos” se utiliza como una analogía entre las actividades de los artistas y las de los militantes de partidos políticos y organizaciones sociales (que conformaban el resto del universo de estudio). Partiendo de las conceptualizaciones de los jóvenes sobre acción política y participación decidimos investigar que particularidades presenta la actividad artística en cuanto a participación política y que elementos identitarios comparten los jóvenes que la desempeñan. El perfil de los militantes artísticos quedó definido por algunos criterios establecidos en el marco de la investigación colectiva y otros planteados específicamente para nuestra población. Los jóvenes debían ser votantes por primera vez (esto nos remitiría a las edades entre 18- 24 años), tener un nivel educativo de ciclo básico de secundaria completo (este requisito se adoptó como modo de reducir la heterogeneidad existente entre los integrantes de los GGDD) y ser de Montevideo. Los criterios establecidos específicamente para los militantes artísticos fueron: * Actitud positiva hacia la política. La selección se realizó a partir de la autoidentificación de los jóvenes con alguna de las alternativas “positivas” propuestas por Schmidt2. * Pertenencia a algúna agrupación artística con un mínimo de permanencia: El colectivo debía existir por lo menos seis meses antes de la realización del grupo de discusión y era necesario que hubiera tenido la experiencia de presentaciones en público. * Desarrollo de la actividad artística en alguna de las siguientes disciplinas: Música, Teatro, Danza y Producción Audiovisual. Esta selección fue realizada ante la necesidad de limitar nuestro universo de estudio y en el entendido de que estas son las disciplinas artísticas mas populares entre los jóvenes (tanto en términos de producción como de consumo /circulación de las mismas). Los grupos de discusión nos permitieron acceder a una construcción grupal del sentido de la política por parte de los jóvenes artistas. Esta técnica produce discursos particulares que remiten a otros discursos generales y sociales; el yo conceptual que interviene en el GD no es un yo privado e individual, sino un yo transaccional y relacional que está formado, desarrollado y permanentemente reconstruido en la interacción con otras personas y en el campo de los grupos sociales (Vallés,1997:194). Por su propio diseño la técnica “se muestra como un instrumento perfecto para observar, en su práxis, cómo se realizan las formas de recepción y construcción de los discursos ideológicos. Es decir, para mostrar como opera lo social en la construcción y en la decodificación de los propios mensajes” (Alonso, 1998: 123). La técnica también presenta algunas particularidades que intentamos contemplar a la hora del análisis3. El enfoque analítico de Alonso reclama “la reconstrucción del sentido de los discursos en su situación –micro y macrosocial – de enunciación.” (1998: 188) Según el autor el análisis de los discursos es un análisis ideológico; es una “interpretación estratégica” para comprender la realidad social. Ibáñez (1979) pone especial énfasis en el proceso de transferencia / contratransferencia que se produce durante y después de finalizado el GD. Dado que el investigador con su acervo teórico constituye el operador fundamental del proceso de análisis, Ibañez se centra en el efecto práctico que produce el lenguaje en el receptor (ethos) que se da en tres niveles: nuclear, autónomo y synnomo. El nivel nuclear podría definirse como un análisis de las propiedades internas del discurso. El nivel autónomo implica un análisis de la relación de las propiedades internas del discurso con las propiedades de quienes lo pronuncia y/o lo recibe. En tanto, el nivel synnomo es un análisis de la relación dialéctica entre los discursos, cómo estos se constituyen mutuamente entre sí, y su relación con el contexto sociocultural en el que se producen. Implica contextualizar esos discursos en el contexto existencial –la microsituación en la macrosituación- y en el contexto convencional- el discurso presente en el conjunto de discursos ausentes- , en una perspectiva pragmática o de sentido. (Ibáñez, 1979). La entrevista nos permitió obtener una gran riqueza informativa (intensiva) y profundizar en los conceptos emergentes en los GGDD. Esta técnica es un acercamiento a la figura del individuo como un actor que desempeña dramatizándolo, un cierto modelo de rol social. (Goffman, 1974: 508). Los discursos obtenidos se consideran arquetípicos; la expresión es individual pero esta individualidad esta dotada de un sentido profundamente social, que es estructurada por habitus lingüísticos y sociales que determinaran estilos discursivos, representaciones y comportamientos. La muestra con la que se trabajó constó de 33 militantes artísticos participantes de grupos de discusión y 5 entrevistados. Tanto en las entrevistas en profundidad como en los GGDD, no se buscó la representación estadística sino la representación tipológica, socio – estructural4. Hacia la construcción del problema: cultura política juvenil y comunicación artística El concepto de “cultura política” no tiene como foco de atención a la política y sus estructuras en si mismas, sino lo que la gente piensa, cree y siente sobre estas. Nuestro objeto de estudio se halla en el terreno de lo que Bayce (1989) ha llamado “cultura política informal”, que se basa en procesos de socialización del Yo político y es generada desde ámbitos de poder social más difusos pero que ejercen influencia decisiva en la innovación de los mecanismos de socialización.5 Situada en el espacio de lo simbólico pero incidiendo fuertemente en la orientación de comportamientos efectivos, la cultura política parece ser un concepto adecuado para acercarnos a la realidad que pretendemos observar, ya que deviene de las representaciones sociales y del imaginario social sobre la política, sus símbolos, su funcionamiento, así como la autoubicación de los individuos como sujetos políticos en este mapa cartográfico. Según Moscovici (1984) las “representaciones sociales” son campos conceptuales o sistemas de nociones y de imágenes que sirven para construir su realidad, a la vez que determinan el comportamiento de los sujetos, operando en su vida social. Es un conocimiento socialmente elaborado y compartido, ya que se conforma a partir de experiencias, pero también de lo transmitido a través de la tradición, la educación y la comunicación social. Las representaciones sociales se integran en lo que Baczko (1991) denomina “imaginario social”, concepto que el autor relaciona con la cuestión de la legitimación política. El imaginario opera por simbolismo y provoca la adhesión a un sistema de valores, interviniendo en su interiorización y modelando conductas. El ejercicio del poder, especialmente el político pasa por él pues la dominación efectiva se apoya en la conjugación de relaciones de sentido mediante las cuales el poder establecido construye su legitimidad. Castoriadis (1993) habla de imaginarios de dos tipos: los que tienden a la conservación, vinculados al origen de las instituciones, y otros abiertos a las transformaciones, que se edifican siempre sobre las ruinas de los edificios simbólicos precedentes, utilizando sus materiales. Margulis (1997) señala que la generación alude a la época en que cada individuo se socializa y siempre implica una cultura diferente, con nuevos códigos, lenguajes, formas de percibir, pensar, clasificar que constituirán una “epistéme” para cada época, una hermandad frente a los estímulos de una época, una diacronía sobre los que se construyen los ejes de la memoria social y que implica modos de interpretación del pasado, presente y futuro. La juventud es una categoría socialmente constituida, que posee una dimensión simbólica, pero también debe ser analizada atendiendo a los aspectos fácticos, materiales, históricos y políticos en los que toda producción social se desenvuelve. En nuestra sociedad la categoría juventud se ha convertido y es utilizada como signo. Su consolidación identitaria señala transformaciones significativas en la relación con la política que se expresan en el rechazo de las formas de participación y acción tradicionales y en una concepción diferente del cambio social que parece moverse mas en el plano de la transgresión estética y la rebelión simbólica que en el de la acción política organizada. (Margulis, 1997:17) La comprensión de los significados que integran la actitud generacional respecto a la política implica identificar tanto los puntos de ruptura como la reinterpretación del universo simbólico en la que esta se afirma. No menos relevante será la relación con los hechos y procesos que determinan la dinámica del contexto político y social en el que se articulan sus identidades. Según Giménez la identidad se sitúa en la dimensión subjetiva de los actores sociales: emerge y se afirma en la medida en que se inserta en procesos de interacción social y esto le confiere su carácter intersubjetivo y relacional. Se estructura mediante un proceso lógico mediante el cual los individuos y grupos se autoidentifican, siempre y en primer lugar por una toma de conciencia de las diferencias con “los otros” que tienden a presentarse en forma de oposiciones binarias reflejadas directamente en el lenguaje y sistema simbólico propio del grupo y sus integrantes. (Giménez: 1992,187 -189). A la hora de analizar los procesos de configuración identitaria es importante considerar que mmientras que las organizaciones intermedias ven declinar su influencia como instituciones socializadoras “tradicionales”, las instituciones “alternativas” las sustituyen progresivamente. Estamos ante una crisis de los marcos institucionales dentro de los cuales se producían los procesos de socialización y una deslegitimación de las generaciones adultas como portadores de un saber6. En nuestro estudio el concepto de tradición es relevante para analizar los elementos de la identidad y la cultura política de los jóvenes. Para Bauman, la tradición es una construcción que provee una entrada para el entendimiento de la retórica por la cual los individuos asumen sus pasados, presentes y futuros. Richard Handler y Jocelyn Linnekin (1984) señalan que no existe es un traspaso isomórfico de la tradición sino que cada replicación conlleva una dimensión de cambio, incluso en el caso de la repetición irreflexiva de comportamientos aprendidos de los padres. La tradición es producida y reproducida a través de la cultura y es de especial relevancia para nuestro estudio observar el modo en que las manifestaciones artísticas forman parte de este trabajo social. Algunas conceptualizaciones producidas en los EEUU han redefinido el concepto de tradición, relacionándolo con la noción de “actuación” (“performance”) (Fischman, 2004). Bauman señala que la actuación es una instancia específica de producción de la tradición en la que se plantean nuevas significaciones, reelaboraciones de discursos anteriores. (1975;1992 b). Lo que caracteriza a la “comunicación folklórica” es la expresión de la identidad diferencial de un grupo y la interacción entre el emisor y los receptores, que actúan como legitimadores del enunciador, en su rol de portavoz grupal. Bajtin7 señala el carácter ínter textual de las actuaciones entre las que es posible establecer grados variables de continuidad o discontinuidad con instancias anteriores. La “brecha intertextual” permite establecer la calidad de la conexión con un pasado significativo así como la asignación de autoridad a ciertas elementos propios de la tradición. Al plantear la hipótesis del arte juvenil como un espacio comunicativo y de referencia identitaria se plantean varias interrogantes. En primer lugar aclaremos que esto jóvenes no desarrollan su actividad artística dentro de estilos folklóricos “tradicionales”, sino que producen dentro de estilos emergentes en un pasado reciente (rock, danza contemporánea, teatro independiente) como géneros discursivos en los se produce y comunican interpretaciones y relaciones con el pasado y con quienes lo protagonizaron. Hablar de rock en los 60, 70, 80, 90 y hoy es hablar de la existencia de un espacio ínter textual que reunirá elementos muy heterogéneos pero que establecen entre si un dialogo. El arte producido por los jóvenes en las últimas décadas parece ser el portavoz de los símbolos que resultan significativos para la consolidación de una identidad generacional. Si en la música esto es más visible tal vez sea porque es en el “género” donde el diálogo ha sido más fluido y concurrido. A través de la comunicación artística no solo los productores sino también sus receptores van conformando un cierto discurso generacional que aúna elementos en un imaginario social compartido. Claro que no es posible pensar que toda la juventud compartía las mismas representaciones ni que respondía de modo unívoco a una u otra identidad, pero no hay duda que ciertos estilos y tendencias emergentes en la historia de la música uruguaya consumida y producida por jóvenes en las ultimas décadas expresa tanto en su contenido, como su actuación (performance) elementos identitarios, representaciones sociales y modos de sentir y comportarse que se erigieron como banderas de los que fueron pasando por la categoría de “jóvenes” a lo largo de esos años. En lo referente al estudio del campo artístico Kavolis (1986) señala que el desinterés de los sociólogos por los fenómenos artísticos parte del supuesto de que el arte no ejerce influencia profunda sobre el comportamiento social. Sin embargo el arte es funcional para la sociedad en su conjunto y su influencia puede ser conservadora - reforzando las condiciones sociales vigentes al reflejarlas - o innovadora, actuando como agente de cambio social al poner al descubierto violencias y tensiones o transmitir nuevas actitudes. Dufrenne observa que el estudio del arte requiere de un análisis interdisciplinario pero en general, las ciencias que se abocan a su estudio lo toman como evidente y aplican métodos construidos sobre otros objetos sin contemplar sus especificidades. Aunque rechaza la dependencia del arte de sus instancias de legitimación el autor afirma la necesidad de la sociología del arte de circunscribir el campo artístico ya que dejada a si misma opera una selección del “arte” que tiende a excluir aquellas formas que “iluminan la vida cotidiana del pueblo”. Es necesario ingresar al interior del campo socio histórico en el que el arte se inserta de modo activo y constituye una actividad complementaria a otras actividades humanas, y no solamente un mero reflejo o expresión de la sociedad (Dufrenne,1983:274)... Bourdieu señala que los ámbitos de producción cultural ofrecen a quienes están relacionados a él un espacio de posibilidades que definen el universo de problemas, de referencias; un sistema de coordenadas que debe ser “tenido en mente” para jugar “el juego”. Incluso cuando los creadores contemporáneos no hagan referencia conscientemente unos a los otros, están situados objetivamente en una relación al hallarse dentro del mismo sistema de coordinadas intelectuales (Bourdieu, 1993:173). Esto determina la autonomía relativa de los productores de cierta época con respecto a las determinantes del ambiente económico y social que los rodea. El autor afirma que “oponer la individualidad y la colectividad para salvaguardar mejor los derechos de la individualidad creadora y los misterios de la creación singular es privarse de descubrir la colectividad en el seno mismo de la individualidad, bajo la forma de la cultura (...) del hábitus por el que el creador participa en su colectividad y en su época y que orienta y dirige, a sus espaldas, sus actos de creación” (citado en Dufrenne. 1983: 276) El “campo literario” es un espacio de relaciones objetivas entre posiciones mediadas por la distribución constitutiva de hábitus, que inclina a los agentes a la perpetuación o subversión de las reglas del juego. Debemos aplicar el modo de pensamiento relacional para observar la relación entre el mundo social y los productos culturales. En la elaboración de su teoría sobre la economía de los intercambios linguísticos Bourdieu (1985) ofrece algunas conceptualizaciones que serán fundamentales a la hora de analizar los discursos producidos colectiva e individualmente por los militantes artísticos. Los discursos y los “estilos” de producción que le confieren propiedades distintivas, son un ser percibido que solo existe en relación con sujetos percibientes. En el terreno de la política observamos que existe una “polisemia inherente a la ubicuidad social de la lengua legítima” que hace que los diferentes sentidos de una palabra se definan con relación al mercado en que circula y los interlocutores implicados (1985: 15). . Desde nuestra perspectiva, las ideas contenidas en este planteo son en extremo sugerentes para analizar las representaciones políticas que sostienen los jóvenes artistas. El estilo artístico, y las representaciones sobre la política y la sociedad incorporada a la producción de sus obras establecerá un “dialogo” con los géneros artísticos que en el pasado constituyeron el “arte joven de izquierda”. Al observar los significados políticos en su actividad artística intentaremos identificar los elementos que constituyen marcas de continuidades, rupturas o innovaciones respecto de la cultura política reflejada en el arte “revolucionario” que nace en los 60 y 70, el canto popular, el movimiento de emergencia del rock nacional así como otros géneros que revistan significatividad para los jóvenes artistas. Las expresiones de rechazo o la recuperación de ciertos elementos de estos “estilos” artísticos será analizada como parte del proceso de afirmación identitaria que siempre implica un dialogo con el pasado. Esto nos sitúa en un plano analítico atravesado por fuerzas que trascienden lo “artístico”, y que forman parte de la evolución de la ideología de izquierda y la cultura política juvenil. Los productos artísticos de estos jóvenes son mensajes elaborados por individuos situados en un campo social de lucha. Su producción y emisión se verá influida no solo por los puntos de discusión levantados por generaciones de artistas anteriores sino también por la comunicación con grupos de pares generacionales. Esta comunicación basada en elementos simbólicos se constituirá como una negociación permanente sobre los significados, las creencias, las actitudes que se implanten como legitimas o ilegitimas. Las interpretaciones que analizan el arte juvenil de manera aislada y descontextualizada llegan fácilmente a la conclusión de que este es superficial, vacío y apático, sin tener en cuenta el campo literario - inseparable del campo más general de luchas - en el que se desarrolla. |