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Ponentes: Sandra Valdettaro (sandravaldettaro @hotmail.com) Ricardo Diviani (rdiviani@unr.edu.ar) Institución: Escuela de Comunicación Social, Fac. Ciencia Política y RRII. UNR Area temática: Comunicación, medios y tecnologías Título de la ponencia: Celulares: metálogos y espacios mentales Palabras Claves: Celulares, Comunicación, Tecnologías Abstract: La exposición se centrará, en primer término, en una descripción de las características técnicas actuales relativas a los celulares. A partir de allí, se intentará una definición en tanto dispositivo que remite a un meta-medio. En tal marco, se focalizará, seguidamente, en algunas dimensiones de usos y prácticas, principalmente relacionadas con los SMS. Teniendo en cuenta ciertas cuestiones de interfaz, se propondrá una interpretación acerca de los imaginarios convocados a partir de dichas prácticas. CELULARES: METALOGOS Y ESPACIOS MENTALES ¿Qué es un celular?. Una pregunta simple pero nada inocente, ya que esa pequeña pantalla convoca en una misma materialidad un sinnúmero de medios. Un celular no es, simplemente, un teléfono móvil; es un meta-medio que activa una serie de prácticas sociales nunca del todo previstas. El tipo de lazo que el celular potencia -su interfaz- es caracterizado, ya, como “artefacto cultural”; es decir, de lo que estamos hablando no es simplemente de una aplicación técnica a la comunicación, sino de la consolidación creciente de un modo de experimentar al mundo y a los otros, y, concomitantemente, de una nueva manera de construir las representaciones y los imaginarios sobre tal mundo. El carácter ambiental que crecientemente fue adquiriendo dicho dispositivo torna radicalmente complejo cualquier intento de acercamiento interpretativo. Sin embargo, es justamente en sus características de in-mediación (1) en las cuales suponemos se pueden encontrar claves de ciertas tendencias del funcionamiento social-comunitario actual. Las últimas versiones del móvil refuerzan dicha tendencia y es dable suponer que están produciendo bifurcaciones cualitativas en las prácticas, ya sean públicas o privadas, individuales o colectivas. Uno de los servicios más sugestivos, desde el punto de vista analítico, de los móviles, es el de los SMS (Short Message Service), que acaba de cumplir 15 años (2). Según las reseñas consultadas, aquello que un pasante finlandés de Nokia logró enviar durante los juegos olímpicos de Barcelona, el 23 de julio de 1992, genera hoy un mercado de más de 30 mil millones de dólares por trimestre. El servicio fue lanzado unos meses después de ese evento oficialmente en Inglaterra, y su uso estuvo destinado, en origen, a que las compañías envíen información a sus clientes. Sin embargo, dicho origen fue paulatinamente desdibujándose y los SMS se convirtieron, legítimamente, en un “medio”, es decir, en una tecnología de uso social creativamente incorporada en las prácticas como el dispositivo de comunicación personal y privado más utilizado en el mundo. Según el informe citado en (2), Argentina se cuenta entre los 10 países que más utilizan los SMS, y los usuarios de móviles vernáculos estarían enviando, en promedio, 80 SMS por mes, mientras que a nivel mundial son aproximadamente 620 mil millones de mensajes de textos los que circularon durante el primer trimestre de 2007, un 50% más, según la consultora Informa, que el año anterior. Dicho fenómeno plantea algunas cuestiones que pueden interpretarse como paradojales pero que, sin embargo, son típicas de la vida social de las tecnologías, y que, por lo mismo, se pueden constatar en cualquiera de sus genealogías: (3) en un artefacto básicamente diseñado para la transmisión de un sentido específico -la voz- es otra la función que adquiere preponderancia: el envío de mensajes cortos de textos (4), un servicio que se había incluido en las primeras especificaciones GSM de telefonía móvil digital, que datan de 1985, y que en los 90 fue adquiriendo nuevas fisonomías. Tal como releva dicho informe, el SMSC (Short Message Center) -el software que las operadoras utilizan para gestionar el tráfico de SMS- es comercializado actualmente por la empresa Acision, nombre que adoptó en junio de 2007 la división de telecomunicaciones de la firma LogicaCMG, fruto a su vez de la fusión en 2002 de las empresas Logica y CMG: “El primer mensaje SMS comercial se envió el 3 de diciembre de 1992 a través de la red móvil de Vodafone en el Reino Unido, pero si bien llegó a un terminal móvil, se originó en un ordenador. El texto rezaba 'Merry Christmas', es decir, 'Feliz Navidad'. No fue hasta el año siguiente que se envió el primer SMS tecleado directamente en un teléfono GSM, y se dice que lo hizo Riku Pihkonen, un estudiante en prácticas en Nokia” (5). A partir de allí, se constata una escalada en la demanda del servicio. Los SMS constituyen, hoy, las dos terceras partes de los ingresos por tráficos de datos de las operadoras móviles, y esos 160 caracteres son los bytes más rentables del mercado. Luego de la hegemonía de la PC en los 80, y de Internet en los 90, desde distintas literaturas sobre el tema se constata hoy la preeminencia del móvil en cuanto a su capacidad en términos de modificación de formas de organización social, de emergencia de nuevos rituales cotidianos, de consolidación de novedosas maneras de construir identificaciones sociales, etc (6). Por ejemplo, los tipos de apropiación del dispositivo que los púberes-adolescentes ponen en acto en cada una de sus prácticas señala todo un campo de rituales de interacción alejado de cualquier previsión de control por parte de los padres, efecto que, sin embargo, se suponía previsible en los inicios de la vida social del móvil. A dicha perspectiva del campo de efectos de sentido presupuesta, se le opone, en las prácticas concretas, la emergencia y consolidación de un tipo de intersubjetividad que llevando al acto la potencialidad de uno de los servicios intersticiales del aparato -los mensajes de texto- funda un nuevo modo del contacto, ya anunciado en ciertas zonas del protocolo de Internet como el Chat y los blogs, basado en la “oralidad escrita” como nuevo modo vincular (7). Esta hibrides del “lenguaje”, en la que lo escrito esta fuertemente impregnado por lo oral, es dado entre otras cosas, por las inmediatez en las comunicaciones en el marco de la reconfiguración de la dimensión espacio-temporal. Esta “oralidad escrita” cimienta una forma de lazo intersubjetivo fuertemente codificado –en permanente construcción y cambio-, lo que brinda un sentido de identidad y pertenencia con particularidades propias y singulares. Resulta interesante, a los fines de este análisis, reproducir la historia de estos usos que el informe referido en rescata de un estudio realizado por la consultora Carrier y Asociados (8) publicado en marzo de 2006. Según se refiere, dicho informe recupera estudios anteriores basados en la búsqueda de interpretación de las motivaciones que los adolescentes convocan al usar el celular. De este modo, se presenta la siguiente cronología. A fines de los 90, dicho uso puede sintetizarse a partir del sintagma “Mi mamá me llama”; los usos del móvil por parte de adolescentes se limitaba, básicamente, a recibir llamadas de sus padres con fines de localización y control; aun no se había desplegado el intercambio entre pares que, según el informe, llevaría unos cinco años en desarrollarse. En el año 2000 se delinea, incipientemente, dicha posibilidad de intercambio de textos readaptándose a partir de la familiarización previa de los adolescentes con la mensajería instantánea a la manera de un ICQ portátil. Dicho uso se va consolidando en 2003 a partir de los intercambios con otros miembros de la familia; es un momento en que dicha mediatización va proyectando su propio boom, todavía encapsulado en ciertos obstáculos tecnológicos y fallas de interconexión entre operadores, pero que, sin embargo, permitía un novedoso espacio de experimentación. El “despegue” -el “efecto de red” (9)- se produce en 2004: un aumento notable en la venta de celulares alcanzando nuevos sectores de mercado desdibujó el carácter suntuario del móvil y la concomitante socialización de su uso sobredimensionó el intercambio de mensajes de textos por sobre el uso de la voz. Es importante rescatar de este estudio, justamente, dicha constatación: la voz se fue convirtiendo en “un requisito paterno y casi accesorio”, mientras que, simultáneamente, se produce una propagación, “por contagio”, del uso de mensajes de texto “entre pares” (10). De este modo, podemos decir que se va produciendo el desarrollo de una gramática de dicha mediatización que supone la organización de zonas específicas de poder: toda una praxis del escamoteo basada en itinerarios no previstos por los espacios intersticiales del dispositivo -del móvil- instala nuevos actores sociales -en tal caso, los adolescentes- que, mediante puras lógicas del contacto -o del “contagio”- despliegan nuevos modos, tácticos, de ejercicios de poder (11); una “tactilidad” prácticamente inaccesible para el espacio mental de un adulto actual. Así, para 2005 se constata que el celular se ha convertido, ya, para los jóvenes, en un “dispositivo u objeto personal (12) , posicionándose los SMS como la forma específica de comunicación que los define, y la polifuncionalidad del aparato va obsoleciendo (13) otros medios: no ya el reloj como despertador, para ello está la alarma del celular; no ya “matar el tiempo” preeminentemente -aunque también- con la PC, sino con los juegos del móvil y los SMS. Un artefacto cada vez más personalizado posiciona, de este modo, a la pequeña pantalla del móvil en una interfaz pret-á-porter como interpretante hegemónico de un mundo adolescente pleno de tácticas identificatorias específicas. Esta pequeña pantalla, al reponer un imaginario dialógico de reciprocidad, se nos ocurre que es el gran significante del presente de los “nativos digitales”: movilidad, contacto inmediato, efecto de pertenencia, recorte de mundos privados, independencia, adaptabilidad y disponibilidad instantánea absoluta. Es, esta pequeña pantalla, como bien dice otro artículo, plenamente, una “interfaz cultural” (14). El arte, como siempre, ya lo había anunciado. El Minuphone de Marta Minujín del año 1967, por ejemplo, había expuesto, satíricamente, una cabina de teléfono que producía distintos efectos sensoriales según el número discado; era, ya, un sensorium multimedia que convocaba la conjunción de distintas texturas: efectos lumínicos, soplos, humedades, sonidos deformados; toda una puesta de -y una apuesta por- la intensidad sensitiva y sus equívocos, que incluía también la transmisión de la imagen del usuario por circuito cerrado de televisión proyectada a un monitor en el piso de la cabina (15). Retomando el caso del intercambio de mensajes de texto por medio de celulares, la pregunta es, desde un punto de vista específicamente semiótico, qué tipo de espacio mental está activando esa pequeña pantalla. Dice Verón que los espacios mentales “… son una suerte de configuración de funciones icónico-indiciales destinada a asegurar que el actor pueda desplazarse sin riesgo dentro de un determinado espacio mental” (16), y que, a su vez “cada tecnología se caracteriza por modalidades específicas de transición entre espacios mentales” (17). Citamos: “Cada ‘soporte mediático’ tiene sus trayectorias, cualitativamente distintas de las que caracterizan a otros soportes. Cada tecnología hace posibles modalidades de articulación que le son propias entre la primeridad, la secundidad y la terceridad, es decir, entre las impresiones y afectos, los hechos y relatos, las reglas y normas. Si las redes semióticas de espacios mentales se definen como sistemas complejos, eso significa que hay siempre una proporción de azar en las trayectorias, pero que ese azar opera de manera diferente en cada sistema, en cada soporte tecnológico. No es sorprendente entonces que la articulación histórica y progresiva entre las diferentes tecnologías tienda a aumentar la complejidad y a generar mundos más o menos segregados, además de modificar las conexiones entre los mundos existentes” (18). Creemos que, además de los fenómenos de bifurcación y complejización de espacios mentales relativos a prácticas y usos del móvil ya apuntados, en el caso específico del intercambio de SMS nos encontramos ante una forma del contacto que liga, de manera bastante peculiar, las modalidades de la primeridad, la secundidad y la terceridad. Se nos ocurre, dicha articulación peculiar, cercana en su fisonomía a lo que Bateson proponía como una particular forma de producción de conocimiento, el metálogo (19). Nos parece que la inmediatez de la pequeña pantalla se torna eficaz para el desarrollo de tal género discursivo, ya que su textura permite la inscripción del propio desarrollo temporal del intercambio del pensamiento; todas las huellas de una historia quedan marcadas en los retardos precisos de unas réplicas, muchas veces huidizas, que, como cierto tipo de miradas fugaces pero verdaderas, hacen a una microhistoria, y que sólo la materialidad de dicho soporte parece consentir; lejos de los equívocos de la proximidad del face-to-face, la peculiar economía entre cercanía y distancia que esta pantalla admite, viene, así, a reparar la ilusión de la posibilidad de un encuentro. Teniendo en mente un corpus aleatorio de intercambios privados de mensajes de textos, parece reproducirse, asimismo, en dichos intercambios, la lógica asignada a los lugares del diálogo en los metálogos de Bateson. Sólo que el par hija/padre tiende a transmutarse, en estos casos, en el más genérico de lo femenino/lo masculino. Correspondería, de manera general, ese lugar de lo femenino, no sólo, y casi inexorablemente -al menos en el corpus aludido (no publicable, en principio, por cuestiones de privacidad, pero no obstante ello, puede ser indicador de cómo se podrían detectar operaciones semióticas de construcción de vínculos y en la que sin dudas, en otros corpus, aparecerían otros tipos de gramáticas) -, al inicio del intercambio, sino también a un desarrollo más demorado e insistente que, aunque retóricamente interrogativo, se mantiene, sin embargo, en una especie de porfiadez asertiva. Lo masculino parece proceder, al contrario, mediante formulaciones que, aunque atómicas, persisten, categóricamente y sin conflicto, en el terreno de la duda y la incerteza. Construcciones divergentes del pasado y del futuro y, a la vez, de los espacios cóncavos y convexos; por lo tanto, relación complementaria (20) por excelencia. Nuevamente acá, la eficacia del tipo de contacto que el dispositivo permite, poco probable, tal vez, en el cara a cara, tornando posible, de este modo, la reconstrucción de ciertas lógicas de los lazos afectivos y de una especie de gramática de las pasiones. Esta particular “gramática”, en una primera aproximación, tendría como sustento una forma de lazo que va mas allá de la racionalidades propia de lo escrito u oral. Esta hibridez de la que hablábamos, difícilmente de abarcar en su totalidad en cuanto a lo que funda, se desarrolla en un interfaz de “presencia” y “ausencia” que emplaza a diferentes formas de “juegos” en la que lo dicho y no dicho, los escamoteos y sugeridos, expresan formas de relaciones intersubjetiva en la cuál lo dominante pareciera ser el surgir de intensidades afectivas de nuevo tipo. Sospechamos que hay acá un objeto, si se quiere poco explorado, pero fecundo, para la semiótica, ya que brinda la posibilidad, creemos, de acceder a una de las manifestaciones actuales de inscripción material de los intercambios pasionales. Parece ser ese específico espacio creado por las pequeñas pantallas de los móviles, uno de los lugares privilegiados, actualmente, de la circulación del deseo. Notas 1 Cfr Valdettaro, S., “Notas sobre la diferencia: aproximaciones a la interfaz”, en Dossier de Estudios Semióticos de La Trama de la Comunicación, Anuario del Departamento de Ciencias de la Comunicación, Volumen 12, Rosario, UNR Editora, 2007 (en prensa) 2 Cfr Sotera, A., “El mensaje de texto cumple 15 años”, Clarín.com, 28/07/2007. 3 Cfr, entre otros, Manovich El lenguaje de los nuevos medios de comunicación, Barcelona, Paidós, 2005 4 Cfr Cuesta, A., “15 años del SMS”, Canalpda.com, 23/07/2007. 5 Ibidem. 6 Gruffat, C., “Los mensajes de texto, ¿una práctica global?”, en portal Educ.ar, 14/08/06. 7 Cfr, entre otros, Gruffat, C., “Los adolescentes y el uso del celular”, en portal Educ.ar, 10/04/2006. 8 Ibidem. 9 Ibidem. 10 Ibidem 11Cfr De Certeau, M., La invención de lo cotidiano, Tomos I y II, México, Universidad Iberoamericana, 1996 y 1997. 12Cfr Gruffat, C., “Los adolescentes y el uso del celular”, op cit. 13 Cfr el análisis tetrádico propuesto por McLuhan, M. y E., en Leyes de los Medios, México, Grijalbo, 1992. 14 Mancini, P., “Los celulares como interfaces culturales”, en portal Educ.ar, 07/06/2006. 15 Cfr datos en Mancini, P., “Celulares: convergencia, divergencia y difracción”, en portal Educ.ar, 23/03/2005. 16 Verón, E., Espacios Mentales, Efectos de Agenda II, Barcelona, Gedisa, 2002, pag 60. 17 Ibidem pag 75. 18 Ibidem pag 75. 19 Cfr Bateson, G., Pasos hacia una ecología de la mente, Bs As, Lohlé-Lumen, 1998 20 Cfr conceptos de relaciones simétricas y complementarias, en Bateson, G., Ibidem. Bibliografía referida: Bateson, G., Pasos hacia una ecología de la mente, Bs As, Lohlé-Lumen, 1998. Cuesta, A., “15 años del SMS”, Canalpda.com, 23/07/2007. De Certeau, M., La invención de lo cotidiano, Tomos I y II, México, Universidad Iberoamericana, 1996 y 1997. Gruffat, C., “Los adolescentes y el uso del celular”, en portal Educ.ar, 10/04/2006. Gruffat, C., “Los mensajes de texto, ¿una práctica global?”, en portal Educ.ar, 14/08/06. Mancini, P., “Celulares: convergencia, divergencia y difracción”, en portal Educ.ar, 23/03/2005. Mancini, P., “Los celulares como interfaces culturales”, en portal Educ.ar, 07/06/2006. Manovich, L., El lenguaje de los nuevos medios de comunicación, Barcelona, Paidós, 2005 McLuhan, M. y E., Leyes de los Medios, México, Grijalbo, 1992. Sotera, A., “El mensaje de texto cumple 15 años”, Clarín.com, 28/07/2007. Valdettaro, S., “Notas sobre la diferencia: aproximaciones a la interfaz”, en Dossier de Estudios Semióticos de La Trama de la Comunicación, Anuario del Departamento de Ciencias de la Comunicación, Volumen 12, Rosario, UNR Editora, 2007 (en prensa). Verón, E., Espacios Mentales, Efectos de Agenda II, Barcelona, Gedisa, 2002. |