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Los Animales, el hombre y la cultura, S/F. pp 19-40 Eder K. MODELO DE LA MEDICINA INDIGENA MAYA EN GUATEMALA, ASECSA-DED, s/f. pp. 19-29. Hacia un Primer Nivel de Atención en Salud Incluyente. Instancia Nacional de Salud. S/F pp.18-43. Mosquera, M. Médicos y antropólogos que descifran y tratan males: El desarrollo de la antropología de la medicina en Guatemala. Desacatos, No. 23, enero-abril México D.F, 2007. Lujan Muñoz, Jorge. Nociones Fundamentales Concepto de Cultura. Escuela de Estudios Generales. Universidad de San Carlos de Guatemala. 1968. U ![]() Facultad de Ciencias Médicas Fase I, Area de Salud Pública I SEMANA 15 MORAL Y ÈTICA Autor: Carlos Augusto Velásquez Rodríguez Síntesis: La ética estudia y reflexiona acerca de la moral; es decir, de las acciones humanas. Toda acción humana presupone tres elementos que la condicionan: intención, actitud y fin. La moral se define como los principios, valores y actitudes que las personas manifiestan cuando realizan una acción. Existen varias formas de concebir a la moral. Las cuatro principales son: como búsqueda prudencial de la felicidad; como cálculo inteligente del placer; como respeto a lo que es en sí valioso y como saber dialogar en serio. La moral se relaciona con el derecho en la medida en que ambas se sirven de normas; aunque el cumplimiento de las mismas es decisión de cada persona en lo que se refiere a la moral. También suele confundirse a la moral con una serie de principios religiosos; ello es falso en la medida en que todo ser humano es un ser moral, aunque no profese alguna religión. ¿PARA QUÈ HABLAR DE ÈTICA? Carlos Fuentes, uno de los escritores e intelectuales más grandes de Latinoamérica, afirmo hace poco que el principal problema de los países latinoamericanos es el de la corrupción. Vivimos en un mundo dominado por el pragmatismo en donde el mayor anhelo para la persona pareciera ser atesorar bienes materiales (dinero) dentro de un sistema de competencia perenne en donde el fin justifica los medios. Ese contexto hace que los valores éticos cedan lugar a los valores económicos. La mayoría de personas posee una doble moral: pregonan una cosa y siente y actúa de de un modo distinto. Pero ello ocurre también entre las naciones: los países poderosos inventan pretextos éticos para invadir naciones. Con el pretexto de que tal o cual gobierno es enemigo de la democracia, invaden su país para apoderarse de sus riquezas naturales. Lo anterior evidencia lo importante de la ética en el mundo actual. Precisamente, el rompimiento de la actitud ética ha provocado que en los países pobres las personas se corrompan como única forma de sobrevivir en un sistema que ofrece pocas alternativas; por su parte, los países ricos manejan su política con una doble moral en la cual, por una parte insisten en su sentimiento solidario para con los países pobres pero por la otra lo que persiguen es colonizar la economía de estos para salvar la propia. Y la corrupción llega a todas las esferas: es corrupto un funcionario que se apropia de los bienes públicos o que hace crecer su empresa a la sombra de contratos fraudulentos con el propio gobierno. Es corrupto el empresario que se presta y fomenta la corrupción de los primeros. También quien se asocia con otros empresarios para fijar precios a sus productos o quien no paga los impuestos que la ley establece. Es corrupto el catedrático que utiliza su poder en el aula para seducir alumnas. También quien, devengando un salario, no planifica adecuadamente su curso. Es corrupto el alumno que persigue granjearse la amistad del profesor para obtener unos puntos extra, quien copia en los exámenes, quien aspira a ser un profesional, pero no asume la responsabilidad de formarse para ello, etc. En esta lección abordaremos el estudio de la ética como disciplina filosófica encargada del estudio de la acción humana. Pero ¿qué se entiende por acción humana? El ser humano, tiene capacidad de conocer su entorno y, dentro de él, se conoce y ubica a sí mismo. Su accionar es libre, puesto que es un sujeto provisto de voluntad. Cada acto que realiza es producto de una elección entre muchas opciones. Entonces, ejerce esa voluntad dentro de un margen de libertad que le permita respetar la voluntad y la libertad del resto de seres humanos. Por tanto, cada acto realizado por una persona lleva implícita una toma de decisión y una elección: la que, en su momento parezca la mejor, dentro de las posibilidades que se le presentan. Cuando la persona juzga y elige, lo hace dentro de un marco moral: hago esto porque es bueno; no hago lo otro porque es malo o porque es menos bueno. Por otra parte, el ser humano se desarrolla dentro de un grupo social que condiciona su accionar. Por ello, cada acto que realiza debe prever y garantizar el no perjudicar a sus congéneres. Eso significa que deben ser moralmente aceptables. Todos los eventos de la vida cotidiana implican que se debe prever las consecuencias de nuestros actos en nuestra persona y para los demás miembros de la sociedad. La palabra ética viene del griego ethika, de ethos, que significa “comportamiento”, “modo de ser”, “costumbre”. Es una disciplina filosófica que se encarga de los principios o pautas de la conducta humana. Mediante ella se determina el comportamiento más correcto y adecuado para vivir de la mejor manera posible como individuos y como grupo social. A diferencia de las otras disciplinas filosóficas, la ética se refiere a casos concretos, de la vida cotidiana. Lo anterior la convierte en una disciplina normativa, pues trata de establecer normas que rigen las acciones humanas. Además, la ética también constituye una reflexión filosófica que busca determinar el comportamiento que garantice el cumplimiento de nuestros fines. También investiga la naturaleza de los valores éticos como el bien, el deber y la justicia. De lo anterior se deduce que la ética se propone determinar los fines que el ser humano debe perseguir; con ello pretende dar normas en función de las cuales deben ajustarse los actos. Así, se establece cómo deben ser las cosas para definir cómo actuar ante ellas. La etimología de la palabra ética es la misma que la de “moral”, por lo que podría asumirse como sinónimos. Sin embargo, los filósofos han creado una distinción: llaman “moral” a la práctica misma, a los principios que guían las acciones. Se reserva el término “ética” a la disciplina filosófica que estudia la moral. LA ACCION HUMANA Solo los seres humanos realizan acciones voluntarias. Por ello todas estas se realizan con una intención, objetivo o fin. Esto es lo que da sentido a la vida. A la filosofía le interesa el estudio de las acciones voluntarias; las que se realizan conscientemente para lograr un fin. En adelante llamaremos “acción” a los actos realizados por el ser humano de forma consciente y con un objetivo determinado. Tres elementos condicionan las acciones: intención, actitud y fin. La intención se refiere a que la persona es consciente de lo que hace. Por ejemplo, la acción de inscribirse en tal o cual carrera tuvo que ser antecedida por una intención: el estudiante estaba consciente de que era la profesión elegida entre varias opciones. La actitud consiste en una predisposición a actuar de determinada manera ante una acción futura. Comúnmente se dice que fulano de tal manifiesta una actitud negativa. Con ello se quiere expresar que, aunque realice una acción tomada como buena, no está convencida de ella. Es decir, no lo hace por voluntad propia. Las actitudes responden a los valores que las personas poseen. Por ejemplo, cuando ocurre algún accidente de tránsito, muchas personas realizan la acción de pararse a ver cómo pueden ayudar a los damnificados. Esa actitud obedece a que dichas personas poseen el valor de la solidaridad humana. Otro ejemplo: muchos fieles van a misa o al culto evangélico con una actitud negativa; esa significa que, aunque crean que respetan la moral de su religión, en realidad no están muy convencidas de ella. Su actitud así lo evidencia. El fin u objetivo de la acción es lo que se pretende con ella. Si alguien acostumbra salir a correr por las mañanas es porque quiere conservar o mejorar su salud y condición física. Por supuesto, existen objetivos inmediatos, como caminar hasta la tienda para comprar algún alimento que permita mitigar el hambre. Otros objetivos son mediatos, como trabajar todo el mes para obtener un salario que permita sobrevivir el mes siguiente. Por último, existen objetivos que no necesariamente tienen fecha establecida o que guían todos los actos. Por ejemplo, el estudiar una carrera o el leer un libro para acrecentar la cultura; el de construir una familia y procrear, etc. LA MORAL Todas las acciones de una persona guardan una relación entre sí pues obedecen a una misma moral. La moral se define como los principios, valores y actitudes que las personas manifiestan cuando realizan sus acciones. Es decir, es una manera de vivir, en su vida cotidiana. Por ello, cuando se dice que un equipo está con la moral por los suelos queriendo decir manifiesta una actitud de pesimismo y derrota. Comúnmente se identifica la moral con un conjunto de prohibiciones y mandatos más o menos encaminados a amargar la existencia individual. Sin embargo, ello no es cierto. La moral es algo inherente a cada individuo; no viene de fuera en forma de leyes (como el derecho) sino surge de la propia persona, de la cual es parte integral. Por ello, quien actúa fuera de la moral, en realidad actúa contra sí mismo. Entre los actos de los animales y los de las personas existe una diferencia esencial: los animales actúan por instinto, no son conscientes de lo que hacen. En cambio, las personas tienen conciencia de sus actos y tratan de ajustarlos a su moral y a las normas que la sociedad establece. Por ello, no existen acciones sin moral. Se dice que una acción es “moral” cuando obedece a las normas establecidas en la sociedad; se dice que es “inmoral” cuando va en contra de dichas normas; en cambio, se dice que es “amoral” cuando se realiza al margen de las normas mismas. Antes de actuar, el ser humano se enfrenta con varias posibilidades dentro de las cuales elige una. Su elección obedece a los valores que posean, intereses, objetivos, etc. Pero la acción misma puede repercutir en otras personas puesto que nadie vive aislado y todo lo que hace también es social. En consecuencia, la conciencia que tiene de sus actos le permite evaluar sus acciones y saber de antemano si son buenas o malas. Si su opción fue realizar una acción reñida con los principios y normas establecidas en su sociedad, su acción será inmoral. Si elige una acción apegada a las normas, esta será “moral”. Como decíamos, el ser humano realiza acciones siendo conscientes de ello. Esto significa que posee conciencia moral, es capaz de comprender que unas acciones son moralmente mejores que otras. La conciencia moral cumple tres funciones: La primera consiste en que se utiliza para captar los principios que le permiten a la persona distinguir entre lo bueno y lo malo. Gracias a ello se pueden evaluar valores positivos que poseen otras culturas y sociedades. Por ejemplo, las culturas indígenas profesan respeto por la naturaleza. La conciencia moral debió permitirle al europeo que llegaba a América percatarse de que esa costumbre era “buena” para adoptarla como propia. La segunda: La conciencia moral también permite formular juicios prácticos basados en los principios morales generales que guían a una persona. Gracias a ello se pueden orientar las acciones de forma que sean coherentes con los principios morales de la persona. Por ejemplo, si un asesino ofrece pagar a un abogado Q.100,000.00 si le arregla todo para quedar libre, la conciencia moral del abogado le permitirá evaluar la inmoralidad de la propuesta, guiado por su ética profesional. Así, se conserva dicha ética, rechazará la propuesta. La tercera función de la conciencia moral es la de la autocritica, pues actúa como juez interno que aprueba o reprueba una acción realizada. Si el abogado del ejemplo anterior acepta la propuesta, seguramente su conciencia le juzgará como inmoral o lo hará cargar con un complejo de culpa. En cambio, si la rechaza, su propia conciencia le permitirá sentirse bien por su decisión. Por supuesto, el sistema capitalista genera una moral pragmática que acepta como “bueno” cualquier mecanismo que permita obtener dinero. Esto genera una doble moral en las personas. Seguramente, el abogado de nuestro ejemplo poseerá una moral basada en su ética profesional que lo llevará a rechazar la oferta. A la vez, en su interior poseerá también una ética pragmática que lo impulsará a aceptarla. LA ACTITUD MORAL Cuando una persona no ha analizado a profundidad su propia ética, le basta conocer a alguien de otro país o cultura para creer que los valores morales cambian según las diversas culturas, pueblos, costumbres o épocas. Por otra parte, muchas personas actúan como si sus principios morales fueran los únicos válidos y están convencidos de que nadie puede argumentar en contra de ellos. Esto pasa, sobre todo, con las religiones. Cada una de ellas asume sus principios como los únicos válidos y rechazan categóricamente los de otras religiones que contravengan a los de la propia. A través del tiempo también cambian los valores. Hasta mediados del siglo XX se consideraba justo que no votaran las mujeres y los indígenas pues se creía que no tenían suficiente conciencia como para decidir sobre los destinos de la nación. Hoy esa postura resulta aberrante y totalmente inmoral. Entonces, cabe preguntarse ¿los valores morales son universales o dependen de la persona, grupo, época y cultura? ¿Se puede ser totalmente consciente de los valores morales que se poseen? La respuesta a estas interrogantes depende de la postura que se asuma. A continuación explicamos cuatro diferentes actitudes éticas derivadas de la filosofía idealista: relativismo, escepticismo, subjetivismo y emotivismo. El relativismo moral afirma que los principios morales cambian según la cultura, grupo o circunstancia. Por tanto, resulta imposible encontrar acuerdos morales entre dos grupos o culturas diferentes. Derivados del relativismo surge el escepticismo. Según este, es imposible llegar a acuerdos respecto a lo que es bueno, justo o adecuado. Los escépticos opinan que, aunque las personas toman decisiones morales, nunca encuentran justificaciones racionales para esta. La postura más acorde del sistema capitalista es el subjetivismo moral. Consiste en afirmar que las cuestiones morales dependen de cada individuo. Por ello, para definir la conducta moral cada persona debe adoptar los valores que le permitan conseguir los fines que se ha propuesto como individuo. Por su parte el emotivismo plantea que los juicios morales que cada persona expresa no puede basarse en la razón; son simples expresiones de sentimientos que persiguen influir en los interlocutores para provocar en ellos la misma actitud. Por ejemplo, cuando alguien opina “el aborto es malo” no puede “comprobar” racionalmente lo que afirma. Solo expresa sus sentimientos y busca que quien lo escucha comparta su opinión. Siguiendo este orden de ideas, las diferentes sociedades y culturas pertenecen todas a la raza humana. En ella, todos sus individuos, las personas, comparten elementos comunes. Por tanto, los valores de cada comunidad desarrolla, por disímiles que parezcan, guardan correspondencia genérica. En consecuencia, es fácil verificar que existen valores éticos universales. La vida, como valor básico y universal es una conquista que hoy comparten todos los pueblos civilizados. Su irrespeto es visto como signo de barbarie. Existen otros valores universales aceptados como la libertad, justicia, educación, salud, etc. Por supuesto, en algunas sociedades dichos valores universales no son permitidos. En esos casos se debe a intereses de quienes detentan el poder (económico, político o social), los cuales ven en dichos valores un riesgo para perderlo. Pera las actitudes morales se derivan de la concepción que de ellas tenga cada persona. A lo largo de la historia han existido diferentes teorías o corrientes filosóficas acerca de la moral. A continuación presentamos las principales: La moral como búsqueda prudencial de la felicidad. Aristóteles planteaba que las personas obran moralmente cuando por medio de sus actos buscan alcanzar la felicidad plena, entendida esta como la autorrealización. Es decir, la felicidad es el fin natural de nuestra vida y alcanzarla depende de que sepamos elegir nuestras acciones que nos conduzcan a ella. Entonces, de acuerdo con Aristóteles, actuar moralmente es ser prudente. En ocasiones actuamos movidos por el deseo del placer; pero este es momentáneo y nos aportará una “felicidad” pasajera. Por ejemplo, alguien que fuma para calmar su ansiedad. El cigarrillo le proporcionará un placer inmediato, pero pondrá en riesgo su felicidad futura debido a que sus pulmones se deteriorarán. Por ello, según Cortina, “Es prudente aquel que, al elegir, no tiene en cuenta solo un momento concreto en su vida, sino lo que le conviene en el conjunto de su existencia”. A esta corriente ética se le llama eudemonismo. Esta palabra viene de eudaimonìa, que significa felicidad. La moral como cálculo inteligente del placer. Contrapuesto a la visión anterior surgió la corriente del hedonismo, según la cual todos los seres vivos buscan el placer y huyen del dolor. Los defensores del hedonismo opinan que la búsqueda del pacer es el fin de nuestra existencia; por lo tanto es lo que guía nuestras acciones y elecciones. Para ello, obra moralmente quien elige las acciones que le proporcionarán experiencias más placenteras y que le producirán menos dolor. La moral como respeto a lo que es en sí valioso. Kant propuso otra forma de entender la moral. Partió de que las búsquedas de placer y la felicidad son naturales en el ser humano. No resultan de una elección sino de un imperativo natural. Por el contrario, él pensaba que la moral debe surgir de la libertad de elección de la persona y por lo tanto, de su racionalidad. Según Kant, la razón debe guiar a los individuos a descubrir las leyes que los conviertan en autenticas personas, seres humanos. Entonces, son morales las acciones que nos eleven en tanto que humanos. De acuerdo con ello, la persona, como ya vimos, son valiosas por sí mismas y están dotadas de dignidad. Por ello, las acciones morales deben encaminarse a que ello sea posible. La moral como saber dialogar en serio. Habermas y Apel desarrollaron una nueva propuesta moral superando las limitaciones de la propuesta de Kant. Para ellos, el mundo moral es el de la autonomía humana; es decir, es lo que caracteriza a las personas como tales. Sin embargo, esa autonomía no debe entenderse como una decisión individual (y por lo tanto egoísta) como pensaba Kant. Por el contrario, las normas deben ser elaboradas por consenso, a partir de diálogos abiertos entre todas las personas implicadas. La actuación individual, en consecuencia, debe estar guiada por la observancia de normas que sean válidas y provechosas para todas las personas, sin ninguna exclusión racial, étnica, económica, social, cultural, etc. El comportamiento moral implica diálogos serios a la hora de decidir normas, teniendo en cuenta que cualquier afectado por ellas es un interlocutor válido. Esta teoría es la más aceptada en la actualidad por la mayoría de filósofos e intelectuales. Precisamente de ella se deriva la teoría del derecho más vanguardista y que domina sobre todo en las sociedades europeas. Desafortunadamente, en nuestros países no se ha difundido más que en estrechos círculos. Lo que por aquí prevalece es la actitud contraria: se toma como moral lo que cumple con las normas dictadas desde fuera por una autoridad “competente” (sacerdote, pastor, legislador, etc.). El problema de ello es que las normas se dictan a beneficio de la clase a la que pertenece la propia persona que las redacta y, por tanto, solo refleja sus intereses de clase o de grupo. MORAL, DERECHO Y RELIGION Con frecuencia se confunden estas tres instituciones. Incluso, la mayoría de personas da por hecho que las normas morales son los principios religiosos o que el derecho no es más que la normalización de los principios morales. Lo cierto es que estas tres disciplinas tratan de dar orientaciones para las acciones humanas. Muchos las confunden pero no son lo mismo, aunque están estrechamente ligadas entre sí. MORAL Y RELIGION La religión, al igual que la moral, tiene como fin llevar a las personas a su plenitud vital. Sin embargo, la religión surgió como respuesta al afán de salvación de las personas; por ello, busca liberar al ser humano del mal voluntario, la muerte y el sinsentido de la vida. Además, el reino de la religión no es el de este mundo; por ello, su campo de acción se circunscribe al de la esperanza, a diferencia de la moral que finca su terreno en el deber ser de las personas aquí en la tierra. El problema surge cuando se confunde el fin de la religión. Cuando la definición de Dios como “El que salva” se confunde con “El que manda”; sobre todo, “El que prohíbe”. La mayoría de personas que profesan una religión asume a su Dios en estos sentidos. Por ello le asigna actitudes de un dictador que define leyes y castiga a quienes las incumplen. Sin embargo, esas actitudes de los fieles están lejos de los principios de su propia religión. Por supuesto, toda religión lleva implícita una moral; sin embargo, ambas disciplinas son independientes. Por lo anterior, en la época actual solo se puede concebir a la moral como una ética civil, laica, independiente de la religión aunque no necesariamente divorciada de ella. Es decir, la “ética laica” consiste en “(…) un conjunto de valores morales que ya comparten los distintos grupos de una sociedad moralmente pluralista y que les permiten construir su mundo juntos precisamente por compartir esa base común” (Cortina, 1966, Pág. 32). MORAL Y DERECHO También se suele confundir moral y derecho. Algunas personas creen que basta con cumplir las normas jurídicas para actuar en una forma moralmente correcta. Esto ocurre en muchos círculos políticos y profesionales. En realidad, derecho y moral son complementarios pero no se identifican. Aunque comparten algunas semejanzas. Ejemplo: Intentan orientar la conducta individual e institucional; ambos se sirven de normas. Sin embargo, mientras el derecho es una entidad eminentemente normativa, el ámbito de la moral rebasa esos límites. Va mucho más allá de la simple norma. El Estado crea mecanismos para que se cumplan las normas jurídicas. La misma norma jurídica prevé sanciones y mecanismos de cumplimiento. En cambio, la observancia de las normas morales es jurisdicción de cada persona. |