Resumen En los últimos años estamos asistiendo al desarrollo de una






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títuloResumen En los últimos años estamos asistiendo al desarrollo de una
fecha de publicación27.07.2017
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El imaginario visual de la neurocultura popular
Ricardo Feliu Martínez

Dpto. Sociología

UPNA
[Borrador Abril 2013

Resumen

En los últimos años estamos asistiendo al desarrollo de una neurocultura (Fisher C.E. et al, 2010) como consecuencia del impacto social de un conjunto de disciplinas que, de un modo genérico, se etiquetan con el término de neurociencias. Un aspecto central de la neurocultura es la fascinación por las neuroimágenes y que se expresa claramente en las ilustraciones que acompañan cualquier información sobre el campo de las neurociencias y que son publicadas en la prensa generalista. La tesis que se quiere defender con esta ponencia es que esas imágenes responden a un maridaje entre la  psicología y la cultura popular, las técnicas de autoayuda y la cultura de la terapia (Illoz, E, 2010) en un intento de buscar una legitimidad científica a sus postulados fundamentales.
Palabras clave: neurocultura, sociología visual, neuroimagen

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I

En los últimos años el prefijo “neuro-” está de moda. No hay actividad (que se presente como novedosa) que no lo utilice para dotarse de un barniz de novedad. Pero más allá de estas prácticas de marketing, se articula una serie de principios ideológicos que se pueden agrupar con la etiqueta de “neocultura”
El objeto de este trabajo es analizar como los principios que configuran la neocultura se reflejan en la prensa generalista a través de un repertorio de imágenes e ilustraciones que acompañan a textos y artículos de divulgación científica.
En el año 1991 se declaró la Década del Cerebro por parte del Gobierno de los Estados Unidos hasta la actualidad, el desarrollo de la neurología ha sido importante en dos ámbitos interrelacionados: la generación de conocimientos (investigación) y el desarrollo tecnológico (generación de imágenes). Una tecnología cada vez más sofisticada para registrar la actividad cerebral y, lo que es más importante, capaz de crear imágenes con un gran poder de fascinación. Parecía que se cumplía un viejo sueño: ver los procesos cerebrales en vivo, tal como tiene lugar. Se desarrolló una fascinación por las “neuroimágenes”. Lo que inicialmente tenía un objetivo médico (la investigación sobre las enfermedades neurodegenerativas), ha dado lugar a un escenario diferente en donde el prefijo “neuro” se utiliza para re-nombrar diferentes campos de conocimiento pero que se pueden englobar dentro de la etiqueta de neurociencia
Desde un punto de vista ortodoxo la neurociencia se define como el “conjunto de disciplinas que estudian la estructura, la función, el desarrollo, la bioquímica y patología del sistema nervioso y el cerebro” (Society for Neuroscience, 2012). Desde este punto de vista la neurociencia sería el resultado de la convergencia de diferentes disciplinas vinculadas al campo de la biología y de la salud (neurología, bioquímica, fisiología, etc.) en el estudio del sistema nervioso central y el cerebro. Pero dentro de ese mismo campo hay autores matizan esta definición, considerando que la neurociencia sería la fusión de la neurología clásica, la biología molecular y la psicología con el objetivo de encontrar los fundamentos biológicos de los procesos mentales básicos y sus alteraciones (García Albea 2011: 578) dando lugar a la neurociencia cognitiva y a la neuropsicología.
Neurología cognitiva: neurociencia + psicología cognitiva (análisis de los procesos mentales implicados en la percepción, el comportamiento y sus bases biológicas). Es un área académica que se ocupa del estudio científico de los mecanismos biológicos de la cognición, con un enfoque específico en los sustratos neurales de los procesos mentales y sus manifestaciones conductuales.
Ahora bien, el impacto social de las neuroimágenes (más que el importante desarrollo de las investigaciones neurocientíficas que se ha producido en los últimos veinte años en sí) ha llevado a considerar a la neurociencia como la base de una nueva revolución científica que “permitiría dar cuenta de naturaleza científica, la del ‘núcleo duro’ (…) a las otora más que débiles ciencias sociales y humanidades)” (García Albea 2011: 578). Este es el territorio de la neurocultura cuya idea básica es la influencia de los principios de la neurociencia en otros ámbitos del conocimiento en tanto nuevo paradigma que guie sobre todo a las ciencias sociales, humanidades y economía, de tal manera que el cerebro (ya ni siquiera el sistema nervioso central) se ha convertido en el centro de explicación de los asuntos humanos (Pérez Álvarez 2011:98). Esta tesis es defendida por un sector de la comunidad científica (más concretamente vinculado al campo de la biología y de las ciencias de la salud), en donde la neurociencia será el eje axial en torno al cual pivotarán el resto de la ciencias (sobre todo humanas y ciencias sociales).
“Neurocultura es un proceso en el que, a la luz de los conocimientos que aportan las Ciencias del Cerebro, se producirá una reevaluación de las Humanidades. Es un puente a través del cual se van a unir, definitivamente, esos dos grandes cuerpos del saber, las Humanidades por un lado y las Ciencias por otro. Es un proceso en el que se reevaluarán la Filosofía, la Ética, la Sociología y el Derecho, la Economía y el Arte y, desde luego, también la Religión. Y todo ello nos llevará a reevaluar nuestra concepción del mundo, porque hoy comenzamos a saber que nuestro cerebro es a su vez creador y espejo de cuanto sucede y que todo pensamiento y conducta humana residen en su funcionamiento y los códigos que lo sustentan. En realidad el cerebro es ese último rincón donde se mece y crea cada ser humano. (…) Del estudio de ese diseño (Ciencia) y sus productos (Humanidades) nace el nuevo marco de cultura que venimos comentando”. (Moral Teruel, 2010: 8)
Nos encontramos ante un pensamiento “neo-biologicista” en donde las ciencias sociales, humanas y económicas acabarían subsumidas dentro de una modelo explicativo neurocientífico. Aunque no todos los autores de esta corriente sostienen esta visión tan “optimista”. Dentro de la comunidad neurocientífica, hay posturas algo más mesuradas que cuestionan y ponen límites a la influencia de la neurociencia en otras disciplinas .
“Es verdad que los avances que se han podido producir en las disciplinas ‘humanísticas’ le han proporcionado un input significativo para evaluar las funciones críticas y orientar la exploración de sus bases neurobiológicas. Y hasta es posible que, con respecto a las disciplinas más cercanas (como la psicología y la psiquiatría), se dé un intercambio productivo en lo que es el conocimiento cabal de las funciones mentales básicas y sus alteraciones. Pero, de ahí a pretender que estamos ‘a un paso de leer la mente’, o que la economía, la sociología, la ciencia política, la jurisprudencia o la antropología cultural van a influir en el rumbo de la neurología (o verse influidas por ella) no es más que una quimera. (García Albea 2011:578)”
En todo caso la interacción entre la neurociencia y otras áreas del conocimiento ha dado lugar a diferentes procesos de formalización de nuevos campos (institucionalmente sancionados tanto en el ámbito académico -neurociencia cognitiva, neuropsicología cognitiva, neuroeconomía- como en el mercado –neuromarketing-. Lo “neuro” es el prefijo mágico por excelencia
En este contexto definimos la neurocultura popular como el conjunto de discursos que tienen su origen en el escenario anteriormente señalado que se configura a través de tres ejes:

a.- Las neuroimágenes

a.- La búsqueda de legitimidad científica de la psicología positiva (literatura de autoayuda)

b.- El papel de los medios de comunicación masiva (prensa escrita)

c.- La percepción social de la ciencia (Umberto Eco: El mago y el científico)


II

La neuroimagen es la base de la neurociencia (García Albea 2011: 578). Se cumple un viejo sueño de la comunidad científica: ver el cerebro en acción. Hay que considerar que “la representación visual de las funciones físicas y psicológicas del cerebro es tan antigua como la localización de las propiedades en el cerebro” (Hagner, M. 2010:438), siendo los trabajos del Franz Joseph Gall, en el marco de la frenología, los primeros en incorporar de manera sistemática la idea de localizar en el cerebro las tendencias, los tales y las propiedades mentales en las ciencias humanas al comienzo del siglo XIX. (438). Este maridaje entre la biología y la psicología por tanto es más antigua que lo que nos relatan desde las neurociencias pero se rompen pronto con la consideración de la frenología como una pseudociencia. Esto no será óbice para que este planteamiento no lo encontremos en textos del siglo XIX y principios del XX cada vez más alejado de la comunidad científica y más cercana a la psicología popular y a los primeros libros de autoayuda.


Figura 1.- Un mapa frenológico del cerebro
A lo largo del siglo XX las representaciones de los procesos cerebrales van a centrarse en cuestiones anatómicas y fisiológicas, de tal manera que todos los esfuerzos se ubican en intentar los procesos en el cerebro como si este fuera un mapa (representación más realista posible) dado los límites de las representaciones fotográficas. Se produce así una ruptura entre el campo de la psicología y la nueva disciplina de la neurología. Lo curioso de este proceso esto tiene lugar justamente en el momento en que la psicología empieza a “colonizar” nuevos espacios dando lugar al surgimiento de una psicología popular (autoayuda) o al desarrollo de las RRHH en el ámbito de la empresa.




Figura 2.- Ilustraciones del Vaught’s Practical Character Reader (1902)

Desde la década de los noventa del pasado siglo se ha producido un importante desarrollo tecnológico que ha permitido obtener generar imágenes de los procesos cerebrales durante el momento en el que éstas se producían. Esto ha supuesto toda una revolución que ha dado lugar a una hiperfisionomía (Hagner, M; 2010:445). Dicho de otro modo, el supuesto realismo de las neuroimágenes ha dado lugar a que el hiato abierto entre la psicología y la neurología vuelvan a converger en un único ámbito: la neurociencia. El problema central es, de este modo, el cómo interpretar la información que obtenemos con la neuroimágenes (Schneider & Woolgar, 2012). Tal como señala Hagner es que “la respuesta no se halla ni el cerebro ni en las máquinas y por tanto no puede determinarse ni cerebral ni tecnológicamente. Más bien puede hallarse sólo en el ámbito de las negociaciones sociales y culturales que determinan lo que ha de significar está información sobre el cerebro” (2010: 445). En este punto en emergen las cuestiones más de fondo que configuran la interpretaciones. En todas las neuroimágenes lo que tenemos es la representación visual de la actividad neuronal que se registra cuando se estimula una zona cerebral específica. De tal manera que, de entrada, no es posible vincular de manera directa e uniquívoca los registros de la actividad cerebral con el comportamiento en tanto que entra en juego dos paradigmas: el biológico y el psicológico.
Ahora bien es pertinente, antes de continuar, explicar un poco más detenidamente que son las neuroimágenes. Sin embargo no se podemos perder de vista que las neuroimágenes (a pesar de la ilusión de ver los procesos cerebrales en acción) no son otra más que el resultado de una doble interpretación: tecnológica (qué es lo que realmente se mide y como se convierte los datos en imágenes) y cultural (qué es lo que significa – el problema de la interpretación). Por otra parte no existe un tipo específico de imágenes que etiquetamos como neuroimágenes sino que en realidad, según el tipo de actividad cerebral que se quiera registrar, existen cuatro clases. Si medimos la actividad eléctrica del cerebro tenemos el electroencefalograma (EEG) (mide la fluctuación eléctrica en la superficie del cerebro) y el magnetoencefalograma (MEG) (da cuenta de los cambios en los campo magnéticos que son inducidos a través de estimulación eléctrica). Si lo que buscamos es detectar la actividad metabólica del cerebro tenemos la tomografía de emisión de positrones (basada en la técnica de contraste radioactivo y que analiza los procesos metabólicos neuronales) y la resonancia magnetica - funcional (fMRI) (mide la actividad metabólica mediante las propiedades magnéticas de la sangre).
La tensión radica no tanto en la dimensión tecnológica sino en la cultural, ya que en ese campo en donde colisionan el paradigma biologista y el paradigma psicologia (y en las fracturas derivadas de esa tensión en donde se introducen cuestiones)

.
III

Hasta ahora hemos estado haciendo referencia al concepto de neurocultura atendiendo a la influencia de las neurociencias en otras áreas de conocimiento y de los principales escenarios que se han ido configurando dentro de ese proceso. Así mismo hemos señalado como la neurociencia se configura como una relación entre la neurología (biología) y la psicología y que este maridaje no es nuevo. Sin embargo queremos centrar ahora nuestra atención en la influencia de las neurociencias está teniendo en el conjunto de la sociedad y más concretamente en los medios de comunicación generalista y cómo está dando lugar a un imaginario visual que refleja los principios básicos que configuran el marco en el que se inserta la neurociencia.
a.- De este modo el cerebro se considera como un elemento externo al cuerpo humano (o lo único relevante del mismo) que guarda las claves que pueden desvelar todos los secretos. Y la forma de acceder a ellos es a través de un procedimiento mecanicista (desmontándolo como si fuera una máquina cuyas piezas, por separado, nos ayudan a comprenderla).
b.- El segundo aspecto que configura ese imaginario nos lleva a la recuperación de la frenología, en donde diferentes aspectos psicológicos y culturales se distribuyen en el cerebro (como si este fuera un mapa neutro). Ahora bien lo interesante de este tipo de ilustraciones no es tanto la vuelta a la lógica frenológica sino los aspectos que se incorporan en l. Más concretamente, mientras que las ilustraciones decimonónicas hacen referencia al mundo de los valores que nos remiten a la sociedad burgusa (familia, educación, buenas constumbres, etc) en la actualidad las referencias nos remiten hacia el mundo de la psicología positiva y el discurso terapéutico. Por ejemplo, “la ciencia del optimismo”
ANEXOS DE IMÁGENES


Fig 1



Fig 2


Fig 3.-


Fig4. -








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